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2.

JungKook supo de su nuevo embarazo antes que cualquiera en el palacio. Al fin y al cabo, luego de cinco embarazos, ya era capaz de darse cuenta sin ningún problema de los síntomas antes de tiempo.

Lo primero que hizo, por supuesto, no fue decírselo a TaeHyung. Apenas TaeHyung lo supiera, todos los ojos estarían puestos en él para cuidarlo (y vigilarlo, eso siempre). Cualquier acción que hiciera JungKook después que pudiera atentar contra el niño provocaría la ira del Emperador.

Ese último pensamiento le sacó una sonrisa amarga. Emperador, claro que sí. Dos años atrás, TaeHyung había anexado nuevos territorios a su ya creciente reino, y bajo la aprobación de los grandes señores, coronado Emperador. De la mano de eso, por supuesto, estaba el ascenso también del omega, que no estaba muy interesado en esas cosas políticas y le importaba una mierda cuál fuera su título. Lo único que deseaba era que TaeHyung dejara de jodérselo.

― Emperatriz ― Se volteó hacia la voz que le llamó, sonriendo suavemente al contemplar el rostro tranquilo de su guardia personal y a quién podía considerar su mano derecha, Kim NamJoon ―, ¿me necesita?

― Sí ― JungKook hizo un gesto para despedir a los otros soldados que cuidaban sus puertas y también para echar a un lado a las dos doncellas que le hacían compañía. No tardaron en retirarse, dejándole a solas con el alfa ―, necesito hablar contigo de algo particular.

NamJoon dejó de arrodillarse, sentándose en el taburete frente a él. JungKook había estado pintando la última hora aprovechando el momento a solas en que ninguno de sus hijos le solicitaba o, peor, TaeHyung quería pasar con él.

Probablemente le llamaría esa noche. Llevaba varios días sin solicitarle, cerca de una semana, y el Emperador se aseguraba de que no se olvidara de su compañía. Luego de dieciséis años de matrimonio, podía afirmar que conocía a su alfa muy bien, y mantener el cascarón sin grietas ya no era difícil. Era natural en él, aunque lo que estaba a punto de hacer podía marcar la primera gran abertura en ese equilibrio que mantuvo a duras penas.

Sin embargo, JungKook ya no lo soportaba. No soportaba un poco toda esa mierda.

― Durante los últimos años ―comenzó a decir JungKook, volteando su vista a la pintura que hacía. Desde su cuarto se podían ver las grandes montañas nevadas, con el cielo gris y la mayoría de los árboles sin un poco de follaje. Le pareció una escena muy bonita―, te he considerado no sólo como la persona más cercana a mí, NamJoon, sino también mi amigo. Mi más fiel amigo.

Más que un fiel amigo. Él, a veces, pensaba en lo mucho que pudo haber amado a NamJoon en otras circunstancias, en otra situación. Le ocurría, en varias ocasiones, cuando conversaban a altas horas de la noche, en esos momentos en donde la presencia de TaeHyung se desvanecía en el aire, que sentía cómo su corazón se aceleraba por ese alfa. NamJoon siempre le trataba de esa forma... de esa forma que TaeHyung no hacía. Con NamJoon, él podía permitirse desaparecer ese cascarón que tanto le costaba armar.

Sin embargo, JungKook era sensato y no iba a permitir que esos sentimientos crecieran. Él ya se había resignado a esa vida con TaeHyung y ya no era ese tonto muchacho iluso que rezaba cada noche a cualquier dios existente que le salvara de esa horrible condena a la que estaba sometido.

― Es un honor, Emperatriz ― El alfa le sonrió y JungKook volvió a mirarlo, buscando algún rastro de traición, de duda. Siempre buscaba eso cuando veía a las personas que se le acercaban demasiado, tratando de descifrar sus intenciones―, y me causa también felicidad.

― Necesito pedirte dos favores ― JungKook se giró hacia la puerta principal, asegurándose de que estuviera bien cerrada. A veces, las doncellas tenían la torpeza de dejarla levemente abierta―, y supongo que sabrás cuál es el primero.

― Silencio, por supuesto ― NamJoon, a pesar de ser sólo un guardia, había demostrado ser muy inteligente y astuto. JungKook se preguntaba varias veces si TaeHyung sabía de eso, acerca de la gran mente que tenía ese alfa. No, porque si no, lo tendría en otro puesto ―, y lo tendrá, mi Emperatriz. Lo que conversemos quedará entre usted y yo.

JungKook asintió con la cabeza, sintiéndose repentinamente un poco cansado. Más cansado de lo normal. Cada año era todo más difícil, y un nuevo embarazo sólo complicaría las cosas para él. Ya era difícil cuidar y criar a seis niños que no amaba por completo, y más difícil aún soportar a TaeHyung.

― Estoy esperando un nuevo bebé ―le dijo, bajando la voz, y pudo ver cómo los ojos de NamJoon se abrieron por la sorpresa ―, pero quiero deshacerme de él, NamJoon. No quiero tenerlo.

Un silencio pesado y tenso cayó en la habitación, pero era lo que JungKook se esperaba. Cualquier otra cosa le habría descolocado por completo, porque lo que él estaba pidiendo era una monstruosidad. Los omegas no abortaban. No, al menos, por decisión propia. Estaba prohibido en el reino y si un omega era descubierto abortando a propósito, el castigo era la tortura y muerte.

― Mi Emperatriz ―habló NamJoon luego de unos largos minutos de cortante silencio―, ¿qué es lo que me está pidiendo?

― Que vayas donde el herbolario ― Contestó con suavidad―, y le pidas lo necesario para debilitar un embarazo, NamJoon.

― Emperatriz...

―Te daré el dinero necesario para mantener el silencio del herbolario ― Continuó el omega―, y deberás ir oculto también.

― JungKook ― Ahora la voz de NamJoon fue urgida y afectada, interrumpiéndolo. El menor no se ofendió ante el uso de su nombre y no de su título―, ¿por qué?

― ¿Por qué? ― JungKook parpadeó.

Porque puedo. Porque no soporto más ser un omega de cría. Porque odio estar embarazado, porque no soporto más llevar un niño que no quiero en mi vientre y darlo a luz, fingiendo que lo amo cuando en realidad lo detesto. Un niño no se merece eso, se merece amor, y yo puedo seguir dándolo.

― Tú oíste la última vez que el Emperador me violó, ¿no es así?

NamJoon se quedó congelado ante el tono ausente de JungKook, y su rostro perdió el poco color que ya le quedaba. Sin embargo, el omega no le observó.

― Recuérdame porqué lo hizo, por favor.

El alfa tragó saliva.

― Golpeó a Yeji ― Respondió NamJoon―, ella lloraba porque no le regalaron un tigre.

Yeji, la más pequeña de los gemelos y de sus hijos. Fue dos meses atrás, cuando ella y Hyunjin cumplían tres años, y la niña pidió un tigre. Por supuesto que no podían dárselo, era imposible, y trató de explicárselo mil veces, pero ella actuó como la niña berrinchuda de papá. TaeHyung siempre consentía a todos sus hijos y les daba lo que quisieran, sin embargo, ante lo peligroso y estúpido que era regalarle un animal como ese, era obvio que dijo que no. Eso provocó el enfurecimiento de la niña, y cuando ya la llevaban a su cuarto y al darse cuenta de que no le regalarían al animal, empezó a hacer su berrinche.

Y JungKook, por supuesto, como su madre, era quien debía soportar el berrinche y buscar la forma de calmarla. Él trató de todo. Acostó primero a Hyunjin, que ya estaba cansado luego de la larga fiesta de cumpleaños, y luego comenzó a batallar con Yeji para ponerle el pijama, aunque era complicado por los golpes que lanzaba ella a ciegas.

Y TaeHyung lo estaba mirando con ojo crítico, en la puerta de la habitación, y con dos doncellas a su lado. Fue culpa de él, lo sabía porque, en primer lugar, fue TaeHyung quien no le dió el regalo. Además, se daba cuenta de que él no podía con ella y no quiso que las damas le ayudaran. Al fin y al cabo, era su tarea de madre consolar a sus amados hijos.

Casi sin pensarlo, desesperándose y comenzando a llorar por verse derrotado, fuera de sí y con la mente aterrada y confusa, sólo levantó la mano y la dejó caer en la mejilla de la niña.

― ¡Deja de llorar! ― Le gritó, enfurecido ― ¡Me tienes harto, Yeji, estoy harto de ti y tu llanto!

La niña la miró con la mejilla roja, los ojos con lágrimas, pero entendió el grito y se calló. JungKook sólo tuvo que contenerse para no golpearla de nuevo, y era una fortuna que no lo hiciera, porque eso sólo empeoraría más las cosas.

De pronto, la mano de TaeHyung se enredó entre sus cabellos y tiró de él con fuerza. Pegó un grito de sorpresa y dolor, aturdido repentinamente, y dirigió una última mirada a Yeji, que le contemplaba con consternación. Una dama corrió a vestirla con el pijama y la otra a ordenar el cuarto con los juguetes desparramados por el berrinche. Hyunjin, en su camita, lo observaba como si estuviera soñando.

TaeHyung lo sacó así, tirándolo del cabello e ignorando sus quejidos, al pasillo. NamJoon se enderezó y puso rígido por la acción.

― ¿Golpeaste a mi hija, JungKook? ― Preguntó TaeHyung, frío y helado. El omega quiso tartamudear una respuesta, sin embargo, seguía confundido por todo. Yeji. Su llanto. El tigre. Su capricho―. ¿Golpeaste a tu hija, JungKook?

― TaeHyung, TaeHyung...

Ignorando sus súplicas, el alfa volvió a tirar de él hacia su cuarto. JungKook comenzó a implorar, diciéndole que no fue a propósito, que fue un accidente y no se repetiría, pero TaeHyung hacía oídos sordos y sólo seguía arrastrándolo como si no fuera nada más que un saco de papas.

Lo golpeó con la misma ira con la que él golpeó a Yeji, o quizás más: le dejó el ojo morado y el labio partido. Tuvo que usar un velo durante una semana y media para que nadie viera su rostro herido.

Y lo violó, por supuesto. Le agarró del cuello, le levantó las ropas y se lo folló como hacía en esas situaciones, como si fuera un objeto al que usar a gusto propio. JungKook lloró y le rogó que fuera más suave, que no era necesario hacerlo así, y sus gritos de dolor se escucharon por el pasillo. Lo hizo tres veces, y después ni siquiera permitió que volviera a su habitación, obligándolo a dormir a su lado, a pesar del shock evidente en el omega.

Tal vez esa noche fue en la que quedó preñado. JungKook estaba seguro que fue así.

― Verdad ― JungKook soltó una risa derrotada―, el tigre. El maldito tigre ―sus ojos se llenaron de lágrimas―. Tú lo oíste, NamJoon. Tú siempre has escuchado todo lo que me hace, todo lo que me dice, y jamás lo detienes, a pesar de que prometiste protegerme de todo.

Ya no podía aguantar más las lágrimas y se puso a llorar desconsolado, porque cada vez que recordaba esas cosas era como si algo dentro de él se rompiera más de lo que ya estaba. ¿Era posible que un corazón roto se siguiera rompiendo? ¿Cuánto más se podía romper, en ese caso? Cada nuevo niño odiado lo destrozaba más, y él no podía seguir aguantando esas cosas.

NamJoon, frente a él, se veía derrotado y muy, muy triste. JungKook sabía que NamJoon poco podía hacer, al fin y al cabo, era sólo un guardia que debía cuidarlo, y si saltaba a defenderlo, era muy probable que TaeHyung lo mandara a matar.

Pero JungKook no podía dejar de ver la ironía. TaeHyung ordenándole a NamJoon cuidar de JungKook para que nada malo le pasara, y todo lo malo se lo hacía él.

El alfa se puso de pie.

― Haré lo necesario, mi Emperatriz ― Le aseguró, y le tendió un pañuelo ―, por favor, sólo aguante unos días. Me encargaré de todo.

― Gracias ― Sollozó JungKook, y agarró las manos de NamJoon para besárselas en un gesto de gratitud y de que le iba a deber la vida―, gracias, mi más fiel amigo.

NamJoon sólo se inclinó y retiró, diciendo que no se preocupara de nada más. JungKook le sonrió, con la esperanza brillando en sus ojos, por primera vez tan esperanzado en muchos, muchos años. Quizás por primera vez desde que se vio condenado a esa vida.

Almorzó en compañía de sus doncellas, disfrutando de la soledad y tranquilidad. Eran esos, quizás, sus momentos de mayor felicidad, donde sabía que no iba a ser molestado y podía dedicarse a buscar algo para distraerse.

Mientras comía el postre, sin embargo, las puertas se abrieron.

― El Príncipe Heredero, Kim JiMin.

Se quedó en su lugar cuando vio aparecer a su hijo mayor, de quince años recién cumplidos, vestido como el elegante hombre en el que se estaba convirtiendo. Era, como se esperaba, el máximo orgullo de TaeHyung, un alfa habilidoso en el manejo de la espada, el arco y la flecha, y la lanza. Sabía hablar tres idiomas, conocía muy bien de literatura y matemáticas, y a donde quiera que iba, los omegas le miraban. TaeHyung le había dicho que quería un buen matrimonio para su hijo mayor, así que JungKook tenía la misión de buscarle a un o una omega acorde a sus necesidades.

Muchos consideraban a JiMin como la viva imagen de TaeHyung, sin embargo, JungKook discrepaba un poco. Su hijo mayor era, al contrario de su padre, un muchacho amable, paciente y muy dulce.

― Madre ― JungKook le extendió la mano y JiMin se la besó, sonriéndole con cariño―, ¿otra vez comiendo solo?

―Disfruto de mi soledad ―respondió JungKook, señalando a un lado del sofá, y su hijo se sentó a su lado―, ¿qué te trae por mis aposentos, príncipe?

―Quería verte ―JiMin cogió una porción de su postre y JungKook sólo dejó que se lo comiera―, hace mucho no te apareces por el salón. Padre ha estado de mal humor por eso y mis hermanos sólo preguntan por ti.

JungKook forzó una sonrisa en su rostro. Debido al embarazo estuvo experimentando muchos vómitos los últimos días, por lo mismo, lo aprovechó para decir que estuvo enfermo y no podía aparecerse por allí. Para no contagiar a sus hijos, añadió, era mejor que guardara reposo. Sin embargo, sabía que no podía rehuir para siempre de sus responsabilidades, y si JiMin le decía eso, era una advertencia. Especialmente lo de TaeHyung.

―Bajaré para la cena ―dijo el omega, y JiMin asintió―. De cualquier forma, me gustaría saber tu opinión. He estado pensando en tu matrimonio...

―Mamá... ―JiMin puso una expresión infeliz―, no es necesario todavía...

―Tú padre lo ha ordenado ― JungKook le interrumpió―, y yo debo cumplir sus órdenes.

―Deberías decirle...

―Yo no le replico a tu padre ― La voz del omega se endureció―, y tú sabes bien porqué.

JiMin calló.

A JungKook no le gustaba pensar mucho en eso. Siempre su mente evitaba divagar por las veces en que TaeHyung le levantaba la mano y lo golpeaba. Había ciertas ocasiones en que lo hacía frente a sus hijos, pero se daba cuando eran pequeños y no lo recordarían, como en el episodio con Yeji. Aunque una vez, sólo una vez, lo hizo frente a JiMin, cuando tenía once años.

Fue porque TaeHyung quería otro hijo. Cada vez que ese tema salía a la luz, JungKook sentía que perdía la cabeza y siempre actuaba como no debía. Ese día iban a ir de caza, pero estaban atrasados porque su hijo mayor despertó tarde, y el omega le estaba envolviendo en el hanbok con los dedos temblando. TaeHyung, detrás, se encontraba sentado en un taburete.

―Estás olvidando tus responsabilidades de madre ―le había dicho el alfa, con evidente irritación por el atraso.

JungKook sólo bajó más la vista, ajustando las ropas y tratando de mantenerse tranquilo.

―Lo siento mucho, amor ―le dijo con falso cariño―, Minnie ya estará listo, sólo dame dos minutos más.

―Tal vez sea necesario darte más responsabilidades ―continuó TaeHyung como si no le hubiera oído―, descuidas a tus hijos demasiado. Quizás otro niño más sea suficiente para que recuperes tu instinto materno, JungKook.

Esas palabras lo congelaron de lo que estaba haciendo.

―¿Otro... otro niño...?

―Claro ―pudo notar la sonrisa en su voz, esa maldita y horrible sonrisa que ponía cuando sabía que ganó―, ¿no te gustaría otro hermano, JiMin?

―¡Siiiiiií! ―gritó JiMin, feliz.

Tal vez TaeHyung pensó que, frente a su hijo, JungKook no tendría más que actuar como se esperaba, que no iba a perder los estribos.

No fue así, por supuesto.

―¡No! ―gritó JungKook, volteándose y callando a JiMin ―. ¡No quiero más hijos, TaeHyung!¡No quiero...!

El alfa borró la sonrisa y se puso de pie. JungKook quiso esquivarlo cuando notó que iba hacia él, pero como ocurría siempre, TaeHyung era más rápido y fuerte que él. Lo agarró del brazo y golpeó en la mejilla con tal potencia que lo botó al suelo. El omega pensó que le daría otros golpes, pero de pronto, Jimin estaba frente suyo, agitando sus brazos como si fuera un pajarito.

―¡No, no lo golpees! ―gritó, y se puso a llorar―. ¡No golpees a mamá, por favor, papá!

TaeHyung, tan controlador y calmado como siempre, sólo ladeó la cabeza y puso una expresión de arrepentimiento tan falsa que le dio asco a JungKook.

―Oh, lo siento, cariño ―suspiró el alfa, arrodillándose y abrazando a JiMin para consolarlo. Sin embargo, eso provocaba que el rostro de TaeHyung viera directo a JungKook, que seguía en el suelo, y se estremeció al notar la advertencia en sus ojos. La advertencia y promesa de que no se salvaría de eso―, discúlpame, no volverá a ocurrir. Perdí la cabeza...

―Mamá...

TaeHyung le besó la frente a Jimin y ahora se inclinó hacia JungKook, acariciándole el adolorido rostro con cuidado.

―Perdóname tú igual, amor ―le dijo, y el omega tuvo que ocultar otro estremecimiento―, no lo hice adrede, sabes que te amo, ¿cierto?

Los dedos se cerraron en su barbilla, en un claro gesto de no me provoques.

―Sí, lo sé ― JungKook, a pesar del dolor, se enderezó y fingió calma―, también te amo. Ven aquí, JiMin, no ha pasado nada, ¿ves? Mamá está bien y papá no lo volverá a hacer. Fue sólo una tontería, un accidente.

TaeHyung nunca más lo golpeó frente a sus hijos, al menos, frente a los que ya eran conscientes de todo. No se arriesgaría nunca más a actuar como un padre arrepentido y amoroso. Esa misma noche, fue a sus aposentos y lo anudó varias veces, diciéndole que le daría los hijos que él quisiera y ni se le ocurriera decirle que no otra vez. JungKook sólo lloró en silencio.

A veces, Jimin preguntaba si su padre le volvió a golpear. JungKook siempre mentía, pero era evidente que su hijo no le creía. Desde ese momento, el pequeño alfa pareció mantener ciertas distancias con TaeHyung, que apenas lo notaba realmente.

Cuando le vio con el ojo morado por el incidente con Yeji, JiMin supo casi de inmediato lo que había pasado. Jung negó todo, por supuesto, y sólo dijo que se había caído en el baño, sin embargo, la expresión de Jimin era evidente: sabía que estaba mintiendo. Fue difícil porque su hijo mayor había dicho que podía ir a regañar a su padre, pero eso era impensable para JungKook, pues el único que sería castigado por eso sería él. TaeHyung fingiría comprensión frente a Jimin, y en la noche, a solas...

La sola idea era capaz de estremecer a JungKook. Así que el omega simplemente negó todo e incluso hizo que su doncella apoyara su mentira. JiMin se veía muy contrariado, aunque poco pudo hacer debido a la presión de JungKook.

―Mamá ―le preguntó Jimin, y JungKook sólo mantuvo los ojos lejanos―, ¿te ha vuelto a levantar la mano?

―¿Tu padre? ―soltó una risa―. No. Claro que no. ¿Por qué lo haría?

―Yo podría conversar con él...

―No ―ahora la sonrisa desapareció―, no te metas, JiMin. Lo que pase entre tu padre y yo se queda entre los dos.

Jimin sólo bajó la cabeza, con evidente tristeza en sus ojos, pero JungKook no se amedrentó. A veces, aunque sintiera odio por sus hijos, él no los metería entremedio de él y TaeHyung. Él no los envenenaría ni arriesgaría sus vidas sólo para vengarse de ese alfa, ni tampoco sería tan estúpido como para creer que eso serviría de algo. Lo único que provocaría es que TaeHyung se vengara por su actuar.

Más tarde, para la hora de la cena, se envolvió en sus mejores ropas y fue al salón principal que servía como comedor. Todos ya estaban allí: TaeHyung a la cabeza, a su lado derecho JiMin y al izquierdo la silla donde él debía sentarse. A un costado de JiMin se encontraba HoSeok, que tenía doce y en un par de meses cumpliría los trece. Frente a HoSeok estaba YoonGi, de diez añitos. Al lado de HoSeok se hallaba Dahyun, de siete, y al otro lado, los mellizos Hyunjin y Yeji, de tres. Seis hijos, ¿por qué TaeHyung querría más?

La expresión del alfa se iluminó al verlo aparecer. A veces, JungKook realmente se preguntaba si TaeHyung lo amaba como decía hacer, porque lo que le hacía, todo eso... Eso no era amor para él. Sin embargo, cada vez que estaba a su alrededor, y JungKook era capaz de fingir bien, Y TaeHyung actuaba tan romántico y amoroso con él que era capaz de confundirlo por breves momentos.

― ¡Mamá! ― Corearon los niños, corriendo hacia él para abrazarlo. JungKook soltó risas sin mucho esfuerzo―. Mamá, ¡te extrañamos! ¡Mamá, ¿cómo estás?! ¡Mamá, ¿me cuentas un cuento?! ¡Mamá, ¿me tomas en brazos?! ¡Mamá, mamá!

Eran exigentes y JungKook lo comprendía, porque eran niños todavía. En algunas ocasiones, él realmente se sentía muy triste y culpable de no ser capaz de amarlos por completo.

―Vamos, vamos, a comer ―animó JungKook tratando de mantener la compostura―, sino los platos se enfrían.

―Ven aquí ―la voz de TaeHyung lo hizo ir hacia él, siempre con esa sonrisa, y el alfa le agarró las manos para besárselas―, te echábamos de menos, amor mío. ¿Ya te sientes mejor?

―Sí, mucho mejor ― JungKook se sentó en su silla―, ¿cómo se han portado mis pequeños monstruitos?

La cena transcurrió con normalidad, entre comentarios de sus hijos y las risas que soltaba. Si lo miraban desde fuera, cualquier podía apreciar que se veían como una familia feliz y llena de amor, y JungKook iba a cuidar que el cascarón no se rompiera por ahora. Él no quería destrozar ese cascarón.

Cuando oscureció, llevó a los niños a sus cuartos para que durmieran. Mientras les contaba un cuento a los mellizos, una dama apareció y le dijo que TaeHyung quería verlo en sus aposentos.

No tardó en ir una vez los pequeños cayeron dormidos. Su marido ya le esperaba con el camisón del pijama puesto, fumando de una pipa mientras leía unos papeles, y JungKook fue atendido por las sirvientas para quitarle las ropas y cubrirse con su propio camisón.

― ¿No vendrás a la cama? ― Le preguntó JungKook una vez estuvo listo, recostado en la suave colcha.

―¿Ansioso por mí, bebé? ― Consultó TaeHyung, y apagó la pipa.

JungKook sólo soltó una nueva risita, fingiendo tan bien, como si esa fuera su verdadera cara. Una cara llena de amor.

Se abrió de piernas y permitió que lo anudara dos veces sin un reclamo alguno. El episodio de tristeza y dolor de la mañana y los días anteriores se difuminó a lo lejos, ya sin importancia alguna, porque ahora tenía un papel que cumplir. Si iba a perder a ese bebé, lo mejor era actuar como se esperaba de él para no levantar sospecha alguna. Para no provocar su ira, porque cuando lo enfadaba, tenía menos libertad y más control en su vida.

― Te extrañaba demasiado ― Le confesó TaeHyung más tarde, cuando yacían recostados y JungKook estaba acurrucado a su lado ―, por favor, no vuelvas a enfermarte. No me gusta que estés lejos de mí.

― Oh ―el omega le besó el cuello, adormecido y pegajoso ―, está bien. Pero no te quiero de mal humor, asustas a todo el mundo.

TaeHyung se rió como si fuera una buena broma y no la verdad. JungKook también sonrió, aunque por dentro quería golpearlo por la hipocresía.

―¿Te parece si vamos a un día de caza? ― Consultó TaeHyung ― Hace mucho no salimos todos juntos, sería ideal...

Desconectó su mente, siendo el cascarón vacío que se había acostumbrado a ser.

Dos semanas después, mientras JungKook se dedicaba a hacer un tejido en su telar, NamJoon entró en su habitación diciéndole que en la tarde le visitaría el costurero para hacerle un nuevo hanbok. El alfa dejó olvidada su bota de piel, con una pequeña nota colgada del broche.

Vendré por ella en la noche.

Beber tres veces al día por al menos una semana. Va a debilitar su embarazo de manera gradual. Encontraré la manera de hacérsela llegar de distintas formas, no se preocupe.

Por favor, queme esta nota.

Con calma se acercó al fuego de una de las velas y se deshizo del papel. Luego, desabrochó la bota y olió el interior: era desagradable y un poco apestoso, pero suponía que así debía oler la muerte.

El sabor fue amargo y casi le hizo vomitar. Sin embargo, se lo aguantó y bebió un tercio. El resto lo escondió bajo la almohada de la cama ya hecha.

Durante los siguientes días, siguió haciendo la rutina cómo se esperaba de él, sin salirse un poco del margen. NamJoon, como era su costumbre, entraba de vez en cuando para verlo: si se encontraba solo le daba de beber de su bota directamente, y si estaba con alguna sirvienta, la dejaba allí por accidente.

Cuando pasaron nueve días le llegaron unos bonitos zapatos nuevos para lucir su hanbok recién hecho. Una doncella se los trajo y JungKook los revisó cuando ella se volteó, sonriendo al notar que el taco del zapatito derecho se encontraba endeble y casi despegado. No tardó en calzárselos.

Tal vez el zapatero sería condenado a muerte, o la misma sirvienta por no haber revisado los zapatos. A JungKook no le importaba realmente.

Salió seguido de dos doncellas y sus guardias, listo para ir a desayunar, y mientras bajaba las escaleras, sólo cerró sus ojos. Casi escuchó como el taco del zapatito se quebró y de manera innata agitó sus manos, como si quisiera mantener el equilibrio.

― ¡Oh! ― Exclamó, y nadie lo agarró a tiempo.

La caída fue estrepitosa y muy, muy dolorosa. JungKook gritó por el repentino dolor que cruzó su pie, tal vez se lo quebró, y su cabeza sólo golpeó los escalones perdiendo brevemente el conocimiento. Su cuerpo rodó escalera abajo ante los gritos de horror de las doncellas y los guardias, que fueron detrás de él.

El conocimiento volvió muy pronto.

― ¡Emperatriz Kim!

JungKook volvió a gritar al sentir un nuevo dolor en su vientre y se encogió. Bajó la vista y vio cómo una mancha de sangre crecía y crecía en su entrepierna. La oscuridad se lo tragó otra vez.

― Fue un aborto espontáneo, mi Emperador ― Escuchó decir de pronto a lo lejos― No había forma de saberlo, quizás quedó preñado hace muy poco, y la caída fue dura. Usted sabe que el primer trimestre es el más peligroso para el embarazo.

―... Está bien, doctor.

― Emperador ―agregó el médico, y JungKook abrió los ojos apenas, emitiendo un suave gemido―, le recomiendo abstenerse de otro embarazo, al menos, por un año. Si bien la Emperatriz es joven todavía, un aborto no es una buena señal de la fertilidad.

―... Entiendo, doctor.

De pronto, sus párpados se abrieron con fuerza y tomó aire. El repentino dolor sacudió su cuerpo, en todas partes, y se encogió como queriendo encontrar consuelo, y TaeHyung no tardó en aparecer con una clara expresión de preocupación y dolor.

―¿TaeTae? ― Susurró, en ese dulce apodo que usaba con él cuando más quería conmoverlo y aplacarlo―, ¿qué ha pasado?

― Un accidente, cariño ― TaeHyung se inclinó y le besó en la frente en un claro gesto para calmarlo―, ¿recuerdas algo de lo que pasó?

― Yo... ―cerró sus ojos un momento―, iba a desayunar contigo y los niños, y de pronto, me caí por la escalera, pero no sé cómo...

― Tus zapatos estaban rotos ― La mano de TaeHyung le acarició la mejilla y volvió a abrir los ojos. Los ojos del alfa refulgían en ira, pero no dirigida hacia él ―, ¿es qué acaso esa sirvienta de mierda no se fijó?

― ¿Cómo? ― JungKook fingió desconcierto―. Oh... Está bien, fue sólo un accidente, cariño, no me pasó nada grave...

― Kook ―ahora la voz de TaeHyung se suavizó―, amor, no fue sólo eso. Fue más. Estás muy herido, y tú... Oh, bebé, estabas embarazado y perdiste al niño.

JungKook tenía que cumplir ese nuevo teatro, tenía que ser el mejor actor de todos si quería sobrevivir.

―¿Qué? ―elevó la voz y se quebró―. ¿Cómo? ¿Qué? ―quiso levantarse, pero TaeHyung lo sostuvo―. TaeHyung, ¿de qué hablas? Eso no puede ser... No puede...

―Shhh, tranquilo ― TaeHyung se sentó en la cama y el médico se le acercó, comenzando a revisar sus signos vitales―, está bien. Estarás bien. Aún tienes seis hermosos hijos que te adoran...

Sus ojos se llenaron de lágrimas falsas. Sabía ponerlas con facilidad, porque cuando quería evitar alguna represalia, siempre debía llorar. El llanto servía para conmoverlo.

―Pero... pero... ―sollozó con fuerza desconsolada―, TaeHyung, yo no... Fue mi culpa, yo debía cuidarme, lo siento tanto, tanto...

―No, ¿qué dices? ― TaeHyung le abrazó para consolarlo―, no fue tu culpa, amor. Voy a ordenar la muerte del zapatero por no hacer su trabajo bien y de la sirvienta por no revisar tus cosas, ¡fue una gran negligencia! ¡Pudiste haber muerto, y ¿qué habría hecho yo si eso hubiera ocurrido?! ¡Van a pagar con sus vidas!

JungKook sólo se puso a llorar con mucha más fuerza, sabiendo que eso le rompería el corazón a TaeHyung, y se abrazó a él como si quisiera su consuelo. Eso serviría para que levantara cualquier sospecha de él.

Sólo cuando logró calmarse, el médico imperial le explicó que se había roto el pie derecho por la caída, por lo que debería guardar reposo por varios meses hasta que se recuperara por completo. Al omega no le importaba demasiado, considerando que logró perder esa cosa que él no quería para nada.

Pronto recibió la visita de sus hijos, primero los más jóvenes, que lloraban por su estado. A ellos no les dijeron acerca de la pérdida de ese bebé, pues estaban muy pequeños y no lo iban a entender. Después, Hoseok, Jimin y YoonGi entraron, y el menor de ellos se subió en la cama y se acurrucó contra él.

― Te vamos a cuidar ―le aseguró Hoseok, sentado a su lado―, y nos haremos cargo de los niños, mamá ―su hijo, omega como él, se veía muy triste―. Papá nos contó acerca de tu pérdida, mamá. Lo siento mucho.

JungKook forzó nuevas lágrimas, pero trató de sonreír también.

―Todavía los tengo a ustedes ―dijo, y le besó la frente a YoonGi.

Cuando empezó a oscurecer, TaeHyung llevó a los niños a sus cuartos. JiMin se quedó cuidándolo, y aprovechando el momento a solas, ayudándole a comer, fue que habló.

―Mamá ―el omega lo observó, recostado contra las almohadas―, yo sé... Yo sé que tú no quieres más hijos.

Esas palabras lo congelaron. Pudo sentir como su corazón se aceleraba y el miedo lo golpeaba, con tanta fuerza que su primera reacción fue querer pedir perdón. El sólo movimiento de agarrarlo por la manga de su hanbok para suplicarle hizo que su vientre doliera.

―No, mamá, no ―se apresuró en decir JiMin, poniéndose de pie para agarrarlo de los hombros y dejarlo en su lugar―, está bien, tranquilo. Tranquilo...

― JiMin ―barboteó JungKook, sintiendo la desesperación en la boca de su estómago―, Minnie, fue un accidente, no fue... No lo hice, yo no...

―No pasará nada malo, ¿vale? No te preocupes... ― JiMin acercó su rostro, como queriendo calmarlo―. Sé lo qué hiciste, pero no le diré nada. Mamá, yo no le diré nada a papá.

― ¿Decirme qué?

La desesperación dio paso al terror y miedo cuando escuchó la grave voz de TaeHyung desde la puerta. JiMin le soltó y JungKook comenzó a temblar y llorar por el horror, comenzando a revolverse como quisiera escapar.

― JungKook, ¿qué está pasando? ― TaeHyung entró al cuarto y fue hacia el omega, que ya no sabía si lloraba por el pavor o la angustia. Tal vez por ambas―. ¡Por los dioses, quédate quieto!

― Papá, es que se siente culpable ―saltó a decir JiMin, con el corazón bombeando como loco―, la pérdida del bebé...

―No lo hice... ―lloró JungKook, y se abrazó a TaeHyung, como si encontrara calma en él―, no lo hice, yo no...

― Mamá no tomó desayuno y piensa que eso provocó... ―continuó JiMin.

― ¡No quiero que hablemos más de esto! ―gritó TaeHyung, molesto por la situación, pero abrazando al omega contra sí―. ¡Altera a tu madre! ¡El tema queda olvidado, ¿entendido!?

― Sí, papá, sí...

TaeHyung meció a JungKook como si fuera un pequeño bebé, así que el omega dejó que lo tratara así, todo con tal de desviar la atención de cualquier cosa. Él no iba a permitir que lo descubrieran, no dejaría que TaeHyung jamás supiera lo que hizo. Y si se llegaba a enterar, entonces se mataría antes de siquiera dejar que le tocara un pelo, porque TaeHyung...

Si TaeHyung descubría lo que hizo...

JungKook no quería ni imaginarse de lo que era capaz.

JiMin se quedó con él unos minutos, como asegurándose de que su padre no le levantara la mano a JungKook. Sólo cuando el pequeño alfa desapareció, la mano de TaeHyung fue hacia las mejillas del omega y se las apretó.

―Ahora, dime, JungKook―le susurró TaeHyung, con sus labios formando un rictus apretado―, tú no sabías que estabas esperando un hijo, ¿cierto?

― TaeHyung―el omega sorbió por su nariz, queriendo presionarse otra vez contra TaeHyung―, no, no lo sabía. No lo sabía, no lo sabía...

―Júramelo ― El alfa le sostuvo la mirada, buscando la mentira en sus ojos―, júramelo, JungKook. Si tú hiciste esto...

― Te lo juro ― JungKook mantuvo su vista en alto, pero sin dejar de llorar. Eso era lo más importante―, te lo juro, Taee. Te amo, te amo, no te haría jamás ese daño, amor mío, mi amor, mi vida entera...

Sus dulces y apacibles ruegos hicieron que la fría mirada del alfa se suavizara casi por completo, con la tensión desapareciendo y el cruel agarre esfumándose. De pronto, era ese hombre amoroso que era cuando las cosas funcionaban como él quería, cuando JungKook era el omega que debía ser.

―¿Cuánto me necesitas? ―le dijo el alfa, y le dio un beso en la mejilla con repugnante amor. Era una fortuna que estuviera llorando, pues así no debía ocultar sus estremecimientos.

―Mucho ―aseguró JungKook, sin siquiera dudarlo un poco―, mucho, mucho. Te daré más hijos, más...

―No, no, cariño ― TaeHyung sonrió, complacido por su comportamiento. Por ser ese omega que él deseaba que fuera―. No por ahora. No te preocupes, amor, no es necesario. Tenemos seis hermosos niños y son suficiente para mí.

JungKook buscó su boca para besarlo allí, ignorando el dolor en su cuerpo, haciéndole saber así lo mucho que lo amaba. Que TaeHyung creyera toda esa mentira si así era para salvarse. El omega iba a hacer lo necesario para que esa mentira no se desmoronara.

―¿Me amas? ―preguntó el omega, y TaeHyung sólo se recostó a su lado, acurrucándolo contra él.

― Con todo mi corazón ― Le prometió el alfa.

Palabras tan falsas, pero qué le importaba a JungKook. Mientras sonriera y no le hiciera daño, no destrozara su cascarón, entonces no le interesaba a él. Si el cascarón seguía completo y sano, JungKook estaría bien.

¡Gracias por leer!

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