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CUATRO

Organizar el viaje a Daegu había sido complicado, pero lo peor fue cuando Taehyung tuvo que hablar con su familia. Les contó que estaba saliendo con alguien y que se habían comprometido, pero las preguntas lo abrumaron. No sabía mentir y, al verse acorralado, prometió que hablaría de todo cuando llegara de visita. Así, una semana después del falso compromiso, la señora Jeon, Jungkook y él tomaron un vuelo a Daegu. El vuelo fue incómodo, pero se volvió aún más cuando Jungkook tomó su mano frente a la atenta mirada de su madre.

La mano de Jungkook no era mucho más grande que la suya, pero sus dedos gruesos y ligeramente callosos se sentían firmes, transmitiendo una calidez que, aunque extraña, no resultaba del todo incómoda. En otro contexto, tal vez podría haberse sentido seguro o incluso feliz, pero en ese momento, cada contacto era un recordatorio de la mentira que sostenían.

Después de casi tres horas de vuelo, finalmente aterrizaron en Daegu. Lamentablemente, aún quedaba una hora de trayecto en auto. Si Taehyung había pensado que el vuelo había sido incómodo, estaba a punto de descubrir un nuevo nivel de tensión. Durante el vuelo, la señora Jeon se había dormido, pero en el auto, sus ojos no dejaban de observarlos.

—Estoy tan emocionada, pero también muy nerviosa —dijo la señora Jeon desde el asiento trasero—. Espero que tus padres acepten a mi niño como parte de la familia.

Taehyung esbozó una sonrisa. La manera en la que se refería a Jungkook siempre le sacaba una sonrisa.

—Quizás al principio les cueste un poco, sobre todo a mi padre —admitió—, pero estoy seguro de que al final lo aceptarán.

Miró sus manos, descansando sobre su regazo, y notó el anillo en su dedo. Se sentía extraño, como si no perteneciera allí. Apenas se había acordado de ponérselo cuando Jungkook se lo recordó antes de pasar a buscarlo en su apartamento.

—Hijo, espero que te comportes más como una persona normal y menos como un ejecutivo sin emociones —bromeó la señora Jeon, dirigiéndose a su hijo—. Recuerda que son los padres de tu prometido, y debes demostrarles que eres digno de su amor.

Taehyung miró de reojo a Jungkook. Siempre le había resultado curioso el modo en que su madre lo trataba, insistiendo en que, bajo esa fachada fría, había alguien amoroso. Aunque no lo conocía lo suficiente para saber si eso era cierto, no podía evitar preguntarse si Jungkook sería capaz de mostrar cariño a alguien más que a su madre.

—Lo sé. Me comportaré bien —respondió Jungkook, su mirada fija en la carretera, sin mostrar emoción alguna.

—Taehyung, querido —dijo de repente la señora Jeon, cambiando de tema como lo había hecho varias veces en el viaje—. ¿Cómo te imaginas la boda?

Esa era una buena pregunta. Taehyung nunca había pensado seriamente en una boda. Con su historial amoroso, había llegado a asumir que probablemente se quedaría solo.

—Creo que me gustaría algo sencillo. Solo la familia y algunos amigos cercanos. Si es posible, me gustaría que fuera al aire libre, en el campo —respondió, pensando en la casa de sus abuelos donde había crecido. El campo tenía un significado especial para él.

Sin embargo, la boda no tenía un significado tan especial, era una mentira por causa de hacer un bien mayor. Pero esas palabras no podían ser dichas en voz alta.

—Eso suena encantador —respondió la señora Jeon con una sonrisa—. Íntimo y hermoso. Estoy segura de que Jungkook estará de acuerdo, ¿verdad?

—Por supuesto. Lo último que quiero es que algo de esto termine en una revista —dijo Jungkook, con su tono serio habitual.

Taehyung sonrió. Sabía que, entre los poderosos ejecutivos como él, muchos adoraban los reflectores, pero Jungkook era diferente. Mantenía su vida personal completamente privada, lo que era un alivio en medio de todo este caos.

—¡Perfecto! Estoy tan nerviosa por conocer a tus padres —dijo la señora Jeon, soltando una pequeña risa nerviosa—. Jamás pensé que Jungkook tendría una relación seria.

Taehyung tuvo que morderse el labio para no reír ante lo irónico de la situación. Ni ella ni él estaban equivocados. Esto no era una relación seria.

—Lo dices como si algo estuviera mal en mí —protestó Jungkook, aunque su tono no era realmente molesto.

—No hay nada malo en ti, cariño —contestó su madre rápidamente—. Es solo que, como tu madre, sé lo poco afectuoso que eres con los demás. Eso me recuerda, Taehyung, ¿cómo te propuso matrimonio? ¿Fue algo romántico o simplemente dejó el anillo en tu escritorio?

El corazón de Taehyung se detuvo por un momento. Sabía que tenía que inventar una historia convincente. Sin embargo, antes de que pudiera pensar en una respuesta, Jungkook tomó la iniciativa, hablando con la misma calma con la que había manejado todo el viaje.

—Fue en una cena tranquila —dijo Jungkook—. Pedí un vino especial y, después de brindar por nosotros, le propuse matrimonio con el anillo escondido en su postre favorito.

La mentira fluía con tal facilidad que casi convencía a Taehyung de que había sucedido realmente. Jungkook había logrado darle un toque lo suficientemente romántico, pero sin exagerar.

—¡Qué hermoso! —exclamó la señora Jeon, llevándose una mano al pecho—. ¿Y qué postre era, Tae?

—Eh... tiramisú —respondió Taehyung, todavía sorprendido por lo detallada que había sido la mentira.

—Sabía que mi hijo tenía un lado romántico escondido —rió ella—. ¡Estoy tan feliz por ustedes!

El alivio que Taehyung sintió era palpable. Por mucho que lo desconcertara la habilidad de Jungkook para mentir, estaba agradecido de que lo hubiera salvado de tener que inventar algo.

Trás un tenso trayecto, finalmente llegaron a la casa de la familia Kim, una encantadora mezcla de tradición y modernidad, apareció ante ellos. El nerviosismo de Taehyung creció al ver a su madre y abuela esperándolos en la puerta, sus caras iluminadas por amplias sonrisas.

—¡Tae! —su madre lo envolvió en un abrazo cálido. La familiaridad de su hogar lo reconfortaba, pero el peso de la mentira no se desvanecía.

—Mamá, abuela, él es Jungkook —dijo, presentando a su "prometido".

Su madre estudió a Jungkook brevemente antes de sonreír con aprobación.

—Es un placer conocerte, Jungkook. Taehyung nos ha hablado de ti.

Jungkook respondió con una inclinación cortés.

—El placer es mío, señora Kim.

Todo iba bien hasta que atravesando el umbral de la puerta apareció el padre de Taehyung, con su mirada crítica. La tensión aumentó mientras Jungkook y él intercambiaban saludos formales, sus manos apretadas por un segundo demasiado largo.

—Espero que sepas lo que significa comprometerte con mi hijo —dijo el señor Kim—. El corazón de mi hijo no es algo que deba tomarse a la ligera.

—Lo sé, señor Kim. Haré todo lo posible para cuidar de él —respondió Jungkook con seriedad.

En ese momento, Taehyung sintió algo inesperado. Aunque era parte del engaño, las palabras de Jungkook resonaron con una intensidad que casi parecía genuina. Por un instante, incluso su tonto corazón se lo creyó.

[...]

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