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C A P Í T U L O 46

Mudanza.

Sonic.

Salí de la ducha cansado, anoche me había desvelado gracias al insomnio aunque no puedo negar que me la pasé bien.

Una toalla blanca envolvía mi cadera, dejando mi abdomen descubierto. Caminé aún con mis púas empapadas, al entrar a mi habitación me topé a Amy ya despierta.

Se encuentra mirando la televisión desde la cama, recostada boca abajo y brindándome una espectacular vista. Su vestimenta es conformada por dos prendas, una de mis camisetas —Que le queda gigantesca— y una braga de color negro con encaje.

Solté una diminuta risa al verla y me dirijí al colchón, donde dejé la ropa que me pondré. Sequé mis púas dejando algunas un tanto despeinadas, proseguí con el resto de mi cuerpo.

—¿No saldrás a correr? —Indagó sin despegar su mirada del televisor.

—No, hoy no. —Me coloqué el boxer.— Iré a ayudar a mi mamá con la mudanza. —Vestí unos jeans de mezclilla.— Pero no creo que noten si llego más tarde. —Enuncié posicionándome sobre de ella.

—¡No, anoche me desvelé por tu culpa! —Exclamó al captar mis intenciones.

Y precisamente esa era la razón por la que el insomnio no me parecía del todo molesto. Dio la vuelta riendo ligeramente, conectamos nuestras miradas durante algunos segundos.

—Andando, ponte la camisa, tienes un compromiso. —Me regañó apartando sus ojos de los míos.

—Ames. —Rogué empezando a darle tenues besos en el cuello.

Ladeaba su cabeza intentando evitar que mis labios tocaran su cuello, sin embargo, yo rápidamente cambiaba de dirección para continuar besándola. Reía en ocasiones, sé que no sólo le causan placer, sino también cosquillas.

—Bien, bien, tú ganas. —Accedió entre risas. Me separé de ella para vislumbrarla al hablar.

Sonreí con picardía, incliné mi cabeza para besar sus labios, pero en su lugar, me frené con su dedo índice sobre mi boca, alejándome de mi objetivo.

—Pero lo dejaremos para después. —Rodé los ojos.

—Es mejor que nada. —Sus manos fueron a mi pecho para luego empujarlo.

Me levanté de la cama, tomé una camisa roja y me la puse sin comentario alguno.

—¿Irás a ver lo del departamento? —Cuestioné.

Ambos habíamos decidido comprar nuestro departamento para así dejar de rentar. Sinceramente la idea de comprar me asustaba un poco más, en mis primeros meses aquí gasté mucho dinero sin pensar, lo cual me trajo muchas consecuencias.

Con el tiempo aprendí a financiar mis ingresos, además de que tener a Amy haciéndome compañía era equivalente a tener una especie de alarma que me indicaba cuándo estaba adquiriendo algo favorable y cuándo estaba cometiendo una auténtica pendejada. Llegamos al acuerdo de que comprarlo nos era más conveniente puesto que a los dos nos era sencillo ahorrar y destinar correctamente los recursos económicos.

—Sí, hoy sólo llevaré los documentos.

—Ok. —Me enfrenté a ella.— Tengo que irme, llámame si necesitan alguna firma o algo por el estilo. —Le planté un casto beso en los labios.

[...]

—Cuidado con la televisión. —Advertí.

—Gracias por recordármelo, justo ahora pensaba aventarla desde la azotea. —Contestó sarcástico mi hermano.

Introducimos estratégicamente la pantalla de mi madre, la camioneta ya iba cargada con algunos pequeños muebles y un anaquel desarmable.

—Sigo sin entender cómo hicieron funcionar la minivan de mamá.

—Nada que un poco de vandalismo y astucia no puedan arreglar. —Bromeé.

Yo, mientras tanto, cargaba las cajas de cartón en las que mi madre había guardado sus pertenencias: ropa, libros, etc.

Las acomodé en los asientos traseros, rogando porque las cosas frágiles que venían dentro de unas tantas no se rompieran al conducir.

Pasado un rato de cargar y acomodar todo, abordamos los vehículos. Mamá conduciría su minivan dejando muy en claro que no confiaba en ninguno de mis dos hermanos—los cuales no poseen licencia—, me burlé repetidas veces de ello; Sonia la acompañaría desde el asiento del copiloto.

Manic tuvo que subir a mi auto, no me molestaba en absoluto su presencia. Apenas entrar prendió mi estéreo, deleitando sus oídos con el rock que éste albergaba en una USB.

Arranqué. Me causaba gracia el hecho de escuchar rock metal a todo volumen en mi automóvil, mientras que en la minivan de mamá, sutilmente alcanzaba a escuchar la música de Josef Lanner.

Conduje durante unos quince o veinte minutos con el vehículo de mi madre siguiéndome. Estacioné pegando mi auto a la acera, le indiqué a mi madre aparcar en la rampa de la casa puesto que su automóvil era el que contenía cosas más pesadas.

Apagué el motor y salí del coche, Manic volvió a prender el estéreo, cambio la canción constantes veces hasta finalmente parar en una, subió el volumen en la titulada "Working for the Weekend", uno de los clásicos de los 80's, el cual quedaba perfecto para la ocasión debido a que Aleena se mudaría definitivamente este fin de semana.

—Tu meta es descargar la batería de mi auto ¿no? —Interrogué riendo.

—Es para trabajar con ánimos. —Argumentó alegre.

Nuestra progenitora abrió la puerta de su futuro domicilio, rió por el irónico entusiasmo de mi hermano, sabía que para ellos no era de su agrado el hecho de ya no vivir con ella, pese a aquello en ningún momento intentaron persuadirla a quedarse, respetaron su decisión.

Me dirigí a la camioneta de mamá, posé las piezas del anaquel sobre mis brazos e ingresé a la morada siendo seguido por los otros dos erizos.

Manic llevaba un buró de madera al igual que Sonia, por otro lado, mi madre cargaba con banco, dejándolo en la barra hecha de granito alojada en la cocina.

Nos indicó en dónde querría cada mueble, mis hermanos fueron hasta su habitación para acomodar los burós a cada costado de la cama. Yo abandoné las piezas del anaquel a un costado de la sala, era de color blanco así que terminaba por ser parte de la decoración.

—¿Quieres que lo arme ya? —Pregunté, Aleena movió la cabeza de lado a lado en señal de negación.

Fruncí los hombros y salí con mamá, ella se desplazó hacia su camioneta llevándose la televisión. Yo caminé a mi auto buscando un soporte de pared que había comprado días antes. Al entrar a casa con él pude notar la mirada confusa de mi madre.

—¿La pondrás en la pared? —Asentí con la cabeza.— ¡Entonces ponla en la sala! —Me sonrió abruptamente.

—¿La vas a instalar tú? —Cuestionó Sonia.

—Sí, ¿por qué?

—Mamá, teme por el bienestar de tu televisor.

—Jódete.

[...]

Toda la tarde la habíamos pasado moviendo muebles, riendo, charlando sobre la vida de cada uno, acomodando libros y otras tantas adquisiciones de mi madre.

Algo que siempre admiré de ellos es que cada que convivimos jamás me la paso aburrido, tienen una especie de habilidad para divertir al resto de la gente. Mi familia había hecho de algo tan soporífero como una mudanza un lindo recuerdo.

—Manic sostén esto aquí. —Retuvo el soporte articulado contra la pared. Marqué los orificios del susodicho con un lápiz.— Bien, quítalo. ¿Puedes ponerle la montura a la tv mientras yo hago esto?

—¿Cuál es la montura?

—La cosa plana de allá. —Simplifiqué tomando el taladro.

—No seas así, Sonia tiene baja autoestima. —Soltamos una sonora carcajada.

Sonia nos miró con el semblante arrugado, inclusive mi mamá sonrió ligeramente conteniéndose la risa.

—No, en serio. ¿Cuál es la montura? —Retomó.

—Tiene una forma similar a la de una X, es de color negro.

—Ah, ya. ¿Qué le hago? —Bufé.

—Pónsela a la tele. —La colocó sobre la pantalla.— No seas idiota, dale la vuelta. —Giró la montura.— ¡A la televisión! ¡Me refería a la televisión! —Su mirada reflejó confusión.— Sonia, ¿puedes?

—Ya voy. Manic ayúdale a mamá con el anaquel. —Encargó.

Mientras Manic y Aleena armaban el mueble, Sonia y yo instalábamos el televisor. Mi celular vibró, aproveché que Sonia estuviera ocupada para responder el mensaje, era Amy diciéndome estar cerca del lugar, contesté pidiéndole que viniera a pasar el rato con nosotros, estábamos casados, ahora era parte de mi familia.

Cada uno concluyó sus tareas, realmente facilitó muchísimo el hecho de trabajar en equipo. Miramos el conjunto de cables y bocinas que yacían en el suelo, todavía faltaba acomodarlas detrás de uno de los grandes muebles de madera de la sala.

Nos sentamos en los cómodos y acolchados sillones blancos, nos hallábamos sumamente agotados. Tocaron la puerta a lo que mi familia reaccionó con confusión, me incorporé para ir a abrir.

Tal como lo supuse, era Amy. Me saludó con un corto beso en los labios, entró y cerré la puerta tras de sí. Mi madre fue la primera en pararse a saludarla con un fuerte abrazo, seguida por mis hermanos.

—Manic, más alejadito de ella. —Pedí interrumpiendo su abrazo.

—¡Qué posesivo! —Bromeó Sonia.

—No es ser posesivo, es tener buena memoria. —Manic me miró dubitativo.— Aún no se me olvida lo que dijiste cuando fue a casa por primera vez. —Rió apenado.

—¡Venga ya! Agua pasada no mueve molinos. —Excusó dedicándome una mirada nerviosa.

—Utilizar refranes de abuela no hará que puedas estar a menos de dos metros de ella. —Rodó los ojos volviendo a sentarse en el sofá.— Ya que estás aquí... ¿Nos ayudas con el estéreo? —Soltó una risa asintiendo con la cabeza.

[...]

Creo que lo más tardado fue colocar el aparato de sonido de mi madre, era un modelo algo antiguo lo que lo hacía llevar decenas de cables, cuyo acomodo tuvo que ser por detrás del mueble.

Al terminar la instalación, mi madre situó un CD cargado con la música de su juventud. Conocía todas y cada una de aquellas canciones, me crié bajo una gran influencia musical que me llevó a lo que hoy en día soy junto con mis hermanos, una banda.

Mi padre me enseñó el maravilloso mundo del rock, mientras que mi madre el pegajoso ritmo del pop e incluso el funk. La influencia del resto de mi familia también fue de importancia, por el lado de la parte paterna aprendí los danzantes ritmos tropicales, mi familia materna fueron quienes me cautivaron con el agradable sonido de una guitarra española; el canto fue algo que perfeccioné a lo largo de mi vida aunque influyó el hecho de que perteneciera a un coro cuando era un niño... Terminaron echándome a causa de eructar en uno de los concursos... Justo cuando tenía al jurado enfrente... Sí, no tengo la mejor suerte del mundo.

La puerta volvió a propagar un sonido que llegó con prontitud a mis tímpanos. Mi familia se giró a verme, alcé las manos.

—No invité a nadie más.

Mi madre tomó la iniciativa, descorrió el cerrojo de la puerta de madera y prestó atención a quien yacía tras de ella.

Se trataba de una loba de aproximadamente cuarenta años, su pelaje era rojizo con unas tantas zonas en color blanco, sonrió amablemente.

—Hola, buena noche. Ustedes deben ser la nueva familia que se va a mudar, es un gusto. —Mi madre extendió su mano.

—El gusto es mío, soy Aleena. —Se presentó, recibiendo la mano de su oyente para luego estrecharla.

—Margaret. —Correspondió.— En fin, sólo venía a darles una pequeña bienvenida. ¡Hasta pronto... Vecina! —"Bromeó".

Mi madre la detuvo con otro comentario, terminó por invitarla a pasar y proseguir a hacer que cada uno de nosotros le dijéramos nuestros nombres y puesto en la familia. La situación comenzó a escalar a tal grado de que la recién llegada nos invitara a cenar en su casa, por supuesto yo me negué, viví tantas veces la misma situación incómoda de simplemente estar ahí, siendo casi inexistente ante la charla entre mi madre y sus amistades.

Sin embargo, mi madre me obligó tanto a mí —Y por ende, a Amy.— como a mis dos hermanos... Creo que ya localicé a la próxima mejor amiga de mi mamá, la ama y dueña de los chistes malos.

Al menos ahora estaba seguro de que estando viviendo en este vecindario, tendría a alguien que le haría compañía.

Escrito: 05/08/2018.
Publicado: 17/05/2019.

Créditos a xDavid547

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