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C A P Í T U L O 10

Salida lluviosa.

Amy.

—Cariño, ¿puedes ir a comprar una bolsa de dulces? —Percibí su voz por detrás de la puerta de mi habitación.

—¿Para qué? —Pregunté secándome las púas después de salir de la ducha.

—Para tus primitos. La familia viene de visita, ¿lo olvidaste?

Mierda, ellos no.

—Eh... Puede que lo haya hecho.

—¿Lo hiciste? ¿Y entonces para qué te estás arreglando?

—¿Arreglándome? ¿Quién dijo algo de arreglarme?

—Hasta acá oigo la secadora. —Simpleficó con frialdad.

Suspiré.

—Espero que no estés planeando salir con tus amigas, hay bastante trabajo aquí.

Fuck.

—No planeaba salir...

—Bueno, enton-. —Interrumpí.

—Con ellas.

—¿Con quién entonces?

—Con Sonic.

No escuché respuesta de su parte. Seguro ya se enfadó, no la culpo, tener a la familia de mi padre y a la suya por todo un día debe de ser algo muy cansado. Quizá lo mejor sería cancelarle a Sonic, otro día será.

—¿Y a dónde irían? Está lloviendo. —Momento, ¿lo aceptó?

—No lo sé, él sólo me propuso salir puede que sea para hablar de lo del certificado o-. —Ahora ella me interrumpió a mí.

—Llévate suéter y no llegues tarde.

¿Qué?

¡¿Qué?!

¡¿Khé?!

¿Me da permiso de salir con él pero no con mis amigas? No, no. Todos mis amigos de la Universidad dicen que sus suegras los odian, ¿por qué ella lo idolatra? ¿Tan buena impresión le causó?

Lo peor será que cuando efectuemos esto del divorcio y consiga una pareja que sí haya elegido sobria, ella no parará de recordármelo. De seguro hasta me regañaría por dejarlo divorciarse.

Terminé de cambiarme. No me dijo a dónde iríamos, no sé con exactitud qué ponerme. Me vestí con algo casual, pues era menguada la posibilidad de que quisiera ir a un lugar parecido al que llevó a mis padres.

Una vez abrigada, salí de casa para ir a la tienda más cercana, afortunadamente no estaba muy lejos, caminé sólo unas cuantas cuadras.

[...]

Sonic.

—¿Te vas desde tan temprano? Son las 2, ningún antro está abierto a esta hora. —Sonia se burló, contagiando de risa a Manic.

—¿A dónde vas? Está lloviendo algo fuerte. —Interrumpió mi madre.

—Voy a casa de Silver, me va a prestar su auto otra vez.

—¿Y tú para qué lo necesitas? Rompes la barrera del sonido corriendo, por Chaos.

—Está lloviendo, pero no pienso correr con una persona en brazos y un paraguas en la mano al mismo tiempo, Sonia. —Aclaré.

Corrí hasta llegar con Silver. Cuando sólo soy yo quien corre en la lluvia no había problema alguno pues yo estaba acostumbrado a desplazarme masivamente rápido, algo he comprobado con mis amigos, es que a la gente nueva en esto suele darles mareos o náuseas.

Toqué la puerta, Silver me respondió desde adentro.

—Pasa, está abierto. —Entré. Él estaba  ocupado jugando videojuegos.

—¿Estás jugando fifa? Ah, era por eso que olía a virgen.

—Sigue y no te presto nada. —Respondió sin apartar la mirada de la pantalla.

—Ya, ya, perdón. ¿Dónde están las llaves?

—Es el tercer cajón a la derecha de la alacena. —Seguí sus indicaciones logrando localizarlas.— ¿Tus suegros van por el segundo parcial? —Rió.

—Ja, ja, me embelesa tu monumental y desmedido sentido del humor —Pronuncié sarcásticamente.— pero he de irme si no pretendo arribar tardío a la morada de Amy.

—¿Eh?

—Perdona, efectos secundarios de leer todo un diccionario en una tarde. Estúpido Shadow. —Tomé las llaves y me marché.

[...]

Conduje hasta llegar a su hogar. Salí del auto y toqué su timbre, qué sorpresa la mía cuando no fue Amy quien salió sino un grupo de niños que terminaron por tirarme al suelo entre su tantas correteadas.

—¿Qu-Qué?

—¡Rodrigo, Santiago, Matías, Ángel, Gabriel, Dexter, Vinny, Luck, Kiara, Sherlyn, Betsy, Jazzlyn, María, Karina, Daniela, Rosa, Carolina, Violeta; entren a la casa! —Exclamó Amy. ¿Cómo mierda pudo nombrar a todos?— Discúlpense con Sonic.

—Perdón señor Sonic. —Entró a la casa.

—Perdón señor Sonic. —Entró a la casa.

—Perdón señor Sonic. —Entró a la casa. ¡Madre! Pero si hasta han hecho una fila para pasar.

Uno a uno fueron entrando, cada que pasaban a mi lado se disculpaban mientras yo los miraba desde el suelo. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, ¡Pero cuántos son! He contado 18.

—¿Estás bien? —Me ofreció su mano para ayudarme a pararme.

—Sí, ¿qué fue eso? ¿Ahora eres niñera?

—Ah, ellos son mis primos, estaban peleando por quien abría la puerta y bueno, todos la abrieron y te tiraron de paso. —Soltó una carcajada.

—¿Todos ellos son de tu familia? ¡Pero sí son 18!

—Sí, aunque algunos no pudieron venir.

—¡¿Hay más?!

—¿Acaso nunca has visto una familia numerosa? —Rió risueña.

—Podrán ser erizos pero para mí ya son conejos. —Aquel comentario le causó gracia.

—Al menos no te tiraron al charco. —Rió.— ¿Nos vamos?

Sonreí caminando al auto y abriéndole la puerta.

—Ya no tienes que hacer eso, mis padres no están vigilándote. —Bromeó.

—Quisiera dejar de hacerlo, pero el hecho de tenerme 2 horas abriendo y cerrando puertas en un café me ha hecho acostumbrarme. —Entré al auto.

Encendí el motor, Amy se despidió de su madre desde la ventana del auto, hice lo mismo moviendo mi mano de lado a lado, por lo que veía yo le simpatizaba.

—Puedes poner música si quieres. —Prendí el estéreo del auto.— Ugh, olvidé el cable auxiliar, revisa si no hay ningún CD en la guantera.

—Nop, aquí no hay nada. —Respondió cerrando el compartimiento.

—Puff, tendremos que escuchar la radio. —Comenté con desgano.

Después de 5 estaciones, encontramos una en la que sonaba una melodía que se me hacía rigurosamente conocida. Apenas sube de cuál se trataba subí el volumen.

—¿Bon Jovi? —Preguntó evidenciando mi fanatismo.

—¡Sí! —Confirmé mi obsesión con la banda.

La mayor parte de la canción me la pasé golpeando el volante con mis dedos o tarareándola, Amy sólo miraba por la ventana riéndose de mí.

—¡Oye ese solo de guitarra! —Exclamé entusiasmado. Estábamos en un semáforo, los autos de los lados sólo me miraban hacer el idiota un tanto extrañados.— Ahí viene... Wooo! We're half way there! Wooah! Livin' on a prayer! Take my hand, we'll make it, I swear. Wooah! Livin' on a prayer!. —Grité finalizando la canción.

Posteriormente escuché a Amy reír frenéticamente.

—Creo que noté un ligero apasionamiento con la canción. —Bufoneó, yo la acompañé en sus risas.

[...]

—¿Y bien? ¿Cuál vemos? —Cuestioné a su lado mirando la cartelera.

De acuerdo, lo admito. Sonia tenía razón diciendo que el cine es de los lugares más clichés para llevar a una chica.

—No lo sé, no logró decidirme entre esas dos. —Señaló la cuarta y quinta película.— ¿Vemos patos destructores 2 o El alien, el hámster espacial y el burrito?

Sin embargo, viendo la elección de películas, nosotros hemos pasado de lo cliché a lo absurdo.

—Son las 3:30, tenemos tiempo para ver ambas, además, con la lluvia no hay mucho que se pueda hacer allá afuera. ¿Qué dices? —Propuse.

—Me parece perfecto. —Rió de forma tenue.

Saqué mi cartera, ella colocó su mano sobre la mía e hizo que bajara el objeto susodicho.

—Tú pagaste la cena con mis padres, es mi turno de devolverte el favor. —De su bolsillo emergió dinero, yo la acompañé campante a la fila.

[...]

—Creo que lo que más me sorprendió es cuando el alien pelea con el hámster por el burrito y le confiesa que él es su padre. —Comentó divertida.

Yo reí, Amy era una chica llena de energía y positivismo, entiendo el porque es ella quien debe de cuidar de sus primos, es probablemente la única que les tendría la paciencia suficiente.

Al llegar a la salida del cine, nos percatamos de que la lluvia había recobrado aún más fuerza. Ya no era un simple sereno con escasas gotas, como el de hace unas horas.

—Justo hoy tenías que dejar el auto tres calles arriba. —Miró al cielo descargar su llanto.

—En este cruce hay muchos carros que van a gran velocidad, no quiero que Silver me mate porque su auto reciba una abolladura.

—No debí de haberme traído esta ropa tan gruesa, tarda en secarse.

—Tampoco está granizando, Amy. —Opiné intentando hacer que dejará de exagerar.— Si cruzamos rápido no nos mojaremos mucho.

—O podemos comprarle un paraguas al señor vendedor de paraguas de por allá. —Obvió al mirar a dicho individuo.

No tuve de otra más que acompañarla a comprarlo, ella fue quien lo pagó, no me lo permitió a mí.

Cruzamos la calle, Amy parecía no percatarse del tamaño del paraguas, pues casi la mitad de mi cuerpo se encontraba en la lluvia. No me quejé, no era algo que precisamente me importara mucho.

En el siguiente cruce, el semáforo pasó a ser verde. Ambos tuvimos que detenernos en la acera hasta que éste volviese a ser rojo. Los autos avanzaron rápido, tanto que lograron arrancarle de los brazos el paraguas a Amy, con todo el viento que generaban no me extrañó aquello. Simplemente solté una carcajada.

—¿Esto es en serio? ¿Gasté mi dinero en algo que no me duró ni cinco minutos?

—Sí, prácticamente es lo que acabas de hacer. —Cruzamos una vez el semáforo volvió a rojo.

Ya nos encontrábamos en la calle donde nuestro automóvil estaba estacionado, a diferencia de los cruces anteriores, eran contados los coches que circulaban por aquí. Habían más charcos de agua que llantas de carros.

—¡Ah! —Escuché gritar a Amy al resbalarse en el borde de la banqueta.

Con el objetivo de no caer me tomó de la chamarra. Cosa que no fue muy efectiva pues yo también me encontraba distraído. Aquello sólo tuvo como resultado a nosotros dos tirados en un charco.

—Joder. —Me quejé levantándome. Le ayudé a levantarse.

Creí que Amy se lamentaría igual o peor que yo por la poca suerte que teníamos. Mis pensamientos cambiaron al escucharla desternillándose.

La miré, ella siguió sin parar de reírse. Sus ojos verde jade chocaron con los míos, su mirada cambió a una más desafiante, yo sin entender el porqué sólo me limité a observarla.

Sin aviso previo, Amy saltó a otro charco, uno que se encontraba exactamente frente a mí. Me salpicó las piernas y parte del torso. Volvió a reír.

¿Le sigo el juego o actuó como un erizo maduro de 25 años? Meh. Si me voy a enfermar, haré que valga la pena.

Pateé el mismo charco en el que ella saltó, ahora quien había recibido la salpicadura no fui yo. Reí a causa de mi travesura, Amy me miró sonriente, corrí queriendo llegar al auto, pero no lo bastante rápido como para que ella no me mojase.

Fue así como por una simple caída terminé jugando en el agua con ella. La lluvia caía en nuestros rostro, mientras que el agua que había en los charcos empapaba nuestros cuerpos.

Para mi desventaja, Amy era quien estaba ganando. Podría tener casi mi edad. —3 años menor que yo para ser exactos.— sin embargo, con toda esa emoción que demostraba en un simple juego me hacía creer que se trataba de una infante. Me hizo sentir como un niño de nuevo.

Fue hasta cuando terminamos sin ninguna prenda seca que pudimos marchamos completamente muertos de risa. Subimos al auto, obviamente mojando los asientos. Yo encendí el auto y ella la radio.

Ella cambió las estaciones varias veces, no encontraba nada que le gustase, tuvo que volver a la misma estación en la que estaba al principio. No le cambió y subió el volumen, al fin obtuvo lo que buscaba.

—¿Whitney Houston? —Pregunté al reconocer la canción.

—¡Sí! —Evidenció su fanatismo con la cantante.

A diferencia de mí, ella no tarareó ni golpeó partes del auto para seguir el ritmo. No, nada de eso. Amy no espero para cantar... O mejor dicho, gritar el coro.

—And I will always love you! —Reí al escucharla.

Yo miraba el camino mientras ella cantaba la canción. Reía contento, no sabía si por el hecho de que Amy mostrara su sentimentalismo al cantar o por el cómo reaccionaría nuestros padres al vernos completamente empapados.

—¡Oye ese solo de saxofón! —Exclamó entusiasmada.

Volvimos a emparejarnos con distintos autos en un semáforo en rojo, todos los conductores le miraban con rareza, justo como a mí en un principio. No la dejaría hacer el ridículo sola.

—And I will always love you!. I will always love you!. I, I will always love you. —Termínamos la canción al unísono.

La luz del semáforo pasó a ser verde. Avanzamos riéndonos.

[...]

Estacioné frente a su casa. La lluvia seguía, sus primitos también se hallaban jugando afuera.

—Mira, también estan jugando a mojarse en charcos de agua. —Platiqué mi observación.

—Pues a partir de hoy, ni tú ni yo podemos decir que somos maduros. —Rió de la situación.

A penas bajamos del auto, una eriza de lentes que parecía tener la edad de su madre abrió la puerta de la casa.

—¿Qué hacen aquí afuera? ¡Está lloviendo! —Regañó a los niños.

—Hola, tía. —Saludó Amy.

—Hola, Amy. —Respondió mirándola de reojo.— ¿Cómo se les ocurre mojarse? ¡Es de noche, hace frío y.- —Volvió a mirar a Amy y a mí.

No dijo nada, simplemente se hizo a un lado, dejando pasar a los menores al interior de la sala. La madre de Amy se asomó para enterarse de lo que sucedía afuera. A penas nos vio completamente empapados no pudo evitar quedarse confusa. Amy soltó una risa.

—Luego les explico.

Su madre rodó los ojos riendo y halando a la otra eriza —Seguramente su hermana.— a la casa. Nos dejó solos a Amy y a mí. En plena lluvia.

—Te enfermarás por mi culpa.

—¿Bromeas? Es de las cosas más divertidas que he hecho. Y lo del resfriado... Bueno, no me preocupo mucho, tú también estarás enfermo así que estaremos a mano. —Rió.— Gracias por invitarme. —Me dio un abrazo corto.— Tenemos que salir más a menudo.

—Sin duda alguna. —Sonreí.

—Va a comenzar mi semana de parciales, nos veríamos hasta la próxima semana. ¿El sábado puedes? —No pensé que lo dijera en serio.

—Me parece fantástico.

—El sábado entonces. —Sonrió caminando a su hogar.

—Eso si no te enfermas.

—Querrás decir, si tú no te enfermas. —Hizo énfasis en "tú". Reí levemente.— Nos vemos. —Abrió la puerta de su casa, yo la de mi auto.

—Nos vemos. —Correspondí. Ambos cerramos nuestras puertas casi al mismo tiempo.

[...]

—Gracias, viejo, en serio. —Le di las llaves.

—Sí, sí, de nada, pero para la próxima ¿podrías traerme el carro en la mañana y no a las 12 de la noche? Ya estaba acostado. —Vociferó, yo reí.— Eh, espera... ¿Por qué este asiento está mojado?

Mierda. Me llevé la mayor parte del tiempo secándome a mí y el asiento del conductor. Tanto que me olvidé por completo del que es para el copitolo.

—No me digas que tú y ella hicieron eso aquí. ¿Eso es sudor?... —Preguntó asqueado.— Pensándolo mejor, si que prefiero que sea sudor.

—¿Qué? No, no, no, para nada. Sólo es agua, termínamos empapados por la lluvia y olvidé secar el asiento de ella.

Me miró no muy convencido y asintió.

—Más te vale haber usado condón porque como tenga que ayudarte con otro plan vistiéndome de camarero para decirle a sus padres que está embarazada, yo-.

—¡Que no está embarazada!

Escrito: 01/12/2017.
Publicado: 22/05/2018.

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