Extra#2 Ariadna Kirchner.
DAKOTA.
—Buenos días.
Levanto la mirada de mi reflejo, aquellos hermosos ojos verdes azulados se clavan en los míos gracias al espejo cuerpo completo que está en frente de mi.
—Buenos días.—respondo de vuelta. Él sonríe, besa mi mejilla, de inmediato pasa sus manos por mi cintura hasta llegar a mi hinchado vientre.
—¿Nerviosa?—pregunta cerca de mi oído. Suspiro, me doy media vuelta todavía en sus brazos, enrollo los míos en su cintura y escondo mi rostro en su pecho. De inmediato siento salir las malditas lágrimas sin permiso.
—¿Qué pasa?—pregunta un Drey bastante preocupado. Niego, sorbo por mi nariz pero las lágrimas no se detienen. ¿Por qué mierdas mi hormonas se alteran de esa manera? ¿Qué mierdas les sucede? Nunca he sido una llorona, llorar es de débiles.
—Dakota.
Drey consigue tomar mi rostro entre sus manos, aquellos ojos siguen teniendo ese brillo inocente que me vuelve loca. Sin embargo los míos siguen teniendo la misma crueldad.
—¿Estás bien?—pregunta mientras limpias las estúpidas lágrimas de mi rostro. Asiento en su dirección, él frunce el entrecejo claramente no creyendo lo que le digo. Pero, ¿cómo quiere que le diga lo que ronda en mi mente? Algo nada bueno a decir verdad. No me quiero imaginar su expresión si le confieso mi problema.
—¿Nos vamos? Temo que Wyatt se lastime al dejarlo solo.—dice sacándome de mis pensamientos. Sonrío un poco falsa en su dirección.
—Vé. Iré en unos minutos, término de alistarme y bajo.—respondo sin borrar esa mueca por sonrisa que tengo en mi rostro. Drey me mira fijamente por unos segundos, sé que sospecha que algo me sucede pero no dice nada. Algo que agradezco mentalmente.
—Está bien.—murmura. Besa mi mejilla, se pone de cuclillas y besa mi vientre hinchado. Susurra algo que no consigo escuchar, se vuelve a formar un nudo en mi garganta. Lo observo salir un poco triste de nuestra habitación, suelto el aire que no sabía que estaba conteniendo al escuchar la puerta cerrarse.
Demonios.
Paso con frustración mis manos por mi rostro y luego por mi cabello. Vuelvo a clavar mi mirada en mi reflejo, una Dakota rubia de falsos ojos azules y con una panza de embarazada de exactamente tres meses me devuelve la mirada. ¿Dónde quedó esa mafiosa de cabello negro y ojos oscuros como la noche?
Muerta. Ella está muerta.
Un estremecimiento recorre todo mi cuerpo, inconscientemente busco mis cigarrillos pero al instante me detengo. No fumé, ni me drogué o consumí alguna gota de alcohol estando embarazada de Wyatt, y no pienso hacerlo con éste nuevo o nueva bebé. Vuelvo a pasar mis manos con frustración por mi cabello. Siento un repentino enojo recorrer todo mi cuerpo, ¿por qué demonios no puedo ser como todas esas mujeres normales? Ellas sólo se preocupan en atender a su familia, velar por sus hijos y esposo, hacer de una simple casa su hogar. Con eso no quiero dar a entender que no me preocupa mi familia, pero definitivamente una “mujer normal” no tiene que estarse preocupando si su droga se distribuye por el extranjero, y sobre todo, ellas no tienen que estarse preocupando si la policía se entera de su verdadera identidad.
—Maldita sea.—maldigo mientras busco mi chaqueta, así como mis documentos.
Hoy Drey y yo iremos a conocer el sexo del bebé. Al tener mi propia clínica, hay varios especialistas trabajando para mi, no tengo que preocuparme por mi verdadera identidad. Así como tampoco tengo que vestir tan incómoda, soy realmente feliz con mi camisa blanca manga corta que provoca que mi embarazo sea mas notorio, unos pantalones negros rotos en las rodillas y mis militares. Cuando encuentro mi chaqueta negra con capucha me la pongo rápidamente, me acerco a la caja fuerte que contiene algunos documentos y un arma. No es ni de cerca tan bonita o buena como la que tenía antes, ésa con la que maté a todos los Anderson.
Suspiro nuevamente. Ves lo que digo. Ninguna mujer normal tiene armas en su casa, o mata a tantas personas y no siente remordimiento alguno. Paso un mano por mi vientre.
Lo siento cariño. Tu madre nunca será una mujer normal.
—Sigues estando muy distraída.—levanto la mirada de mi abdomen desnudo. A pesar que tengo solamente tres meses se nota bastante a decir verdad. —¿No quieres éste bebé?
Levanto mis cejas pero al instante las frunzo.
—¿De qué mierdas hablas?—respondo sin apartar mi ojos azules falsos de los suyos, que me observan un poco tristes. —Por supuesto que sí lo quiero, aunque no niego que es muy pronto teniendo en cuenta que Wyatt tiene solamente tres años.
Drey tensa ligeramente la mandíbula, baja la mirada a nuestro hijo que está en una esquina del consultorio rodeado de varios juguetes. Ambos estamos esperando a la doctora quien anda trayendo unos exámenes de sangre y otros que me hicieron para estar del todo seguros que éste embarazo no presenta o presentará alguna complicación.
—Sé que estás acostumbrada a guardar tus sentimientos o tus pensamientos para ti misma, pero a excepción del pasado es que ya no estás sola Dakota.—dice sin devolverme la mirada. Siento ése maldito nudo crecer nuevamente en mi garganta. —No entiendo qué es lo que te tiene tan angustiada.
Bajo la mirada nuevamente a mi abdomen, mis tatuajes se ven un poco extraños pero la figura de la Atheris se enrollan en toda mi panza de embarazo.
—No quiero tener una niña, Drey.—murmuro con un tono de voz que nunca había utilizado en mi vida. Débil, lleno de miedo.
—¿Por qué?—su tono desconcertado y confundido no me pasa por alto.
Muerdo con fuerza mi labio inferior. Esa ansias de fumar aumenta cada segundo, trato de enfocarme en las líneas negras de mis tatuajes para no pensar en la nicotina relajando mi cuerpo, o en la marihuana ayudándome a enfocar mis pensamientos.
—¿Dakota?—pregunta nuevamente Drey. Se mueve hasta estar a mi lado, toma una de mis manos y con la otra toma mi barbilla haciendo que finalmente ponga mi mirada en él. —¿Qué...
—¡Bueno, creo que ahora sí podemos empezar!—la doctora que está llevando el control de mi embarazo entra interrumpiendo lo que sea que estaba a punto de decir Drey. Se acerca hasta la camilla donde estoy acostada, se sienta en una silla con ruedines y se acerca mucho más a mi lado.
—Señora Atheris, ¿hace cuánto dejó de fumar o consumir alguna otra sustancia química que pueda comprometer su salud?—pregunta mientras abre una carpeta, que sé es mi expediente clínico. Pongo los ojos en blanco.
—¿Ella sabe quién eres?—pregunta Drey bastante desconcertado. Frunzo ligeramente el ceño.
—¿No te había dicho que ésta clínica era mía?—pregunto. Drey frunce el ceño y niega sin apartar su mirada de mi. Sonrío inocente. —Sí bueno...ésta junto con otras dos más son de mi propiedad.
—No me digas.—responde con sarcasmo y pone los ojos en blanco. Irene—la doctora—tanto como yo, reímos entre dientes.
—Bien, respondiendo a tu pregunta cuando Wyatt dejó el pecho empecé nuevamente a consumir pequeñas cantidades de alcohol y marihuana. Aunque el cigarrillo es el que consumía más que los otros dos.—respondo sin apartar mi mirada de la mirada de la doctora, sé que a Drey no le hace mucha gracia, y ahorita no estoy para soportar miradas de reproche.
—Muy bien.—dice mientras asiente ligeramente, apunta algo en la carpeta y la cierra. Se levanta, ambos la seguimos con la mirada y ella se acerca a un mueble donde abre un cajón con varias carpetas como la mía.
—¿Va a perjudicar al nuevo bebé que ella haya seguido consumiendo?—pregunta Drey a mi lado. Me aguanto el poner los ojos en blanco. Irene termina de ponerse los guantes, se da media vuelta y le regala una ligera sonrisa a Drey.
—Bueno, teniendo en cuenta que el cigarrillo daña los pulmones, la “marihuana” reduce las neuronas o daña gran parte de ellas, y el alcohol daña muchos órganos, de alguna forma no ha dañado al feto.—explica mientras se acerca y se vuelve a sentar en la silla de ruedines. —Ya que ella ha detenido por completo el consumo de esos mortales vicios, y a lo que pude ver en los exámenes, ella se ha encargado de consumir alimentos, bebidas y muchas otras cosas beneficiosas para el feto. Así que respondiendo a su pregunta; no. Si ella sigue haciendo lo que ha hecho en estos tres meses será una niña o un niño, sano y muy fuerte.
Drey asiente, su ceño se suaviza sólo un poco. ¿Son siempre los hombres tan paranoicos? Nuevamente me aguanto las ganas de poner los ojos en blanco.
—Bien, entonces comencemos.
De inmediato borro cualquier expresión de mi rostro, la observo buscar un tubo que contiene un gel, el cual esparce en mi abdomen abultado. Sin querer me estremezco al sentir lo frío del gel en mi piel. Drey observa como hipnotizado el procedimiento, sonrío ligeramente, aquellos preciosos ojos verdes-azulados brillan maravillados.
—Vamos a ver...—murmura para sí misma la doctora mientras con un aparato lo desplaza por encima de mi abdomen. Clavo mi mirada en la pantalla oscura, esperando ver a mi bebé. —Aquí estás, cariño.
—¡Oh Dios mío!—exclama un Drey completamente maravillado. De inmediato el sonido del corazón de mi bebé llena la estancia. Los ojos de Drey se llenan de lágrimas, una enorme sonrisa de forma en su rostro.
Él no pudo venir a la primera ecografia, por eso no me sorprende su reacción. Sin embargo en deber de estar sorprendida o tener la misma expresión del papá de mi bebé, estoy preocupada. Muy preocupada.
Por favor que no sea niña. Por favor.
—¿Listos para saber el sexo?
De inmediato mi pulso se dispara, la mano de Drey toma con fuerza la mía. Ambos clavamos la mirada en los ojos claros de Irene. Ella nos sonríe antes de mover el aparato.
Por favor que no sea niña. Por favor que no sea niña.
—Oh vaya...—murmura y sonríe ampliamente. —¡Felicidades! ¡Es una hermosa niña!
Oh. Mierda.
Un estremecimiento recorre cada rincón de mi cuerpo, los pelillos de mi nuca se erizan en su paso, y siento como si me sacaran el aire de golpe. A lo lejos escucho algunos murmullos pero lo único que soy capaz de escuchar es el sonido frenético de mi corazón.
No. Esto tiene que ser una broma. Yo no puedo tener una niña, no puedo.
—¿Dakota?
¡Maldita sea!
—¡Dakota!
Parpadeo repetitivamente, levanto la mirada encontrándome con los ojos oscurecidos de Drey.
—¿Qué sucede?—pregunto desconcertada al verlo tan serio. Lo observo suspirar, aparta ligeramente la mirada y me parece que masculla algo entre dientes que no logro escuchar. —Drey.
—¡Dios Dakota!—exclama frustrado. Frunzo ligeramente el ceño al verlo enfadado. ¿Qué le sucede? —¿Podrías decirme qué rayos te ocurre?
—¿De qué mierdas hablas?—pregunto cada vez más desconectada. Drey gruñe exasperado y señala mi rostro.
—¡Estas llorando! ¿Y todavía me preguntas de qué mierdas hablo?
Llevo una mano a mis mejillas, mi ceño se frunce mucho más cuando siento la humedad con mis dedos. Tenso la mandíbula con fuerza, limpio con enojo esas malditas lágrimas.
—¡¿Por qué demonios no quieres tener a mi hija?! ¿¡Por qué!?—gruñe confundido y enfadado. Volteo hacia la salida cuando escucho la puerta cerrarse; Irene se ha ido.
Cierro por unos momentos mis ojos, los abro y veo a Wyatt jugar con sus juguetes; ajeno a los problemas de sus padres.
—¿Qué sucede? Por favor dime.—su tono ya no se escucha tan enojado, pero sigue teniendo esa exasperación que comprendo muy bien. Incluso yo lo estaría.
—No lo entiendes.—murmuro mientras me enderezo. Él guarda silencio, mantiene una expresión seria mientras me ayuda a vestirme.
—Entonces ayúdame a entender.—responde cuando me termina de ayudar a vestir. Llevo una mano a mi vientre por inercia cuando me levanto de la camilla.
«—Eres una Anderson, entiende de una maldita vez Dakota. Está en nuestra sangre ser un monstruo. Y así será siempre.»
—Dakota...—toma con delicadeza mi rostro, me rehuso a levantar mi mirada. —Mi amor. Por favor dime qué es lo que pasa.
Ahogo un sollozo, mi garganta duele un poco por el nudo pero aun así trato de mantenerme fuerte. Drey se pone de cuclillas en frente de mi, sus dedos limpian algunas estúpidas lágrimas y se acerca lentamente, besa las comisuras de mis labios.
—Te amo Dakota. No se qué es lo que te tiene tan angustiada pero siempre estaré para ti. Eres mi esposa y la madre de mis hijos.
Cierro mis ojos, los latidos de mi corazón siguen acelerados. Ése dolor asfixiante sigue clavado en mi pecho, inhalo y exhalo hasta que mi respiración se tranquliza.
—Drey...—me detengo. Tenso la mandíbula, abro los ojos encontrandome con esos preciosos ojos verdes azulados. De inmediato aparto la mirada.
Maldita sea.
—¿Qué pasa?—insiste con una paciencia que a excepción de él, yo no poseo.
«—Nosotros nunca seremos normales. Nos alimentamos de poder y del sufrimiento, está en nuestro destino.»
—Ella será una Anderson.—murmuro por lo bajo. —Yo no podré ser capaz de criarla como una niña normal.
—¿Por qué dices eso?
—¡Por que soy una maldita mafiosa, Drey!—exploto sin poderlo evitar. Drey no aparta su mirada de mí. —Las hijas copian a su madre. Ella necesita de una “madre normal” no una que es una asesina, una mafiosa. ¿Qué se supone que haga cuando ella quiera bailar ballet y yo no sepa una mierda sobre eso?
A medida que hablo el gesto de Drey cambia, sus ojos me dan una mirada cargada de ternura y compresión que lo único que consigue es que mi enojo crezca.
—Dakota...—suspira, se pone de pie y me ayuda también a ponerme de pie. Tengo que levantar el rostro ya que él es demasiado alto. —¿Recuerdas nuestro acuerdo?
Asiento a regañadientes. ¿Cómo olvidarlo? Ambos juramos que a pesar de mi “profesión” íbamos a educar a Wyatt—y ahora a éste nuevo bebé—como un niño común y corriente. Nunca los obligaría a que entraran al mundo que a mí me obligaron a conocer; vivir. No podría.
—¿Qué pasa si ella es peor que yo, Drey?—digo por fin el motivo de mi angustia. —¿Qué haré si mis enemigos tratan de hacerle algo a ambos? ¿Cómo se supone que les enseñe a ser buenos si yo hago lo opuesto?
—Lo resolveremos.—responde con una seguridad que me hace falta.
Niego y río con amargura. A veces olvido lo inocente e ingenuo que es. Él no conoce mi pasado, el cual temo llegue a conocer y huya lo más lejos de mí. Incluso yo lo haría. Porque la Dakota de ése entonces y la de ahora son dos personas muy opuestas. Antes no tenía a nadie que me importara, ni si quiera me importaba mi propia vida. He hecho mucho daño, he lastimado a personas inocentes para mi propia satisfacción, sin importarme por las consecuencias que esas acciones conllevan. Drey solo conoce una parte de mí, la parte buena. No me quiero imaginar cómo reaccionaria si conociera mi “yo del pasado”. Un estremecimiento recorre mi cuerpo el sólo pensarlo.
Los hijos pagan las acciones de sus padres.
Mierda. No sé cómo pero me encargaré que eso no suceda. Así mis hijos me odien en su proceso, así no sea el mejor ejemplo para mi hija. No permitiré que ella llegue a ser como yo.
Eso lo juro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro