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Extra#1 Wyatt Kirchner.

DREY.

—¿Listo?

Término de ponerme la camisa verde manga larga de algodón. Le doy una última mirada a mi aspecto antes de darme vuelta, encontrándome con aquellos hermosos y malvados ojos negros. Aún me parece un sueño que ella haya vuelto a mí. Aunque ahora me tengo que acostumbrar a su “nueva identidad”, pero no me quejo, haría lo que fuera por ella. Porque para mi ella siempre será Dakota Anderson, esa chica ruda que no tiene miedo ante nadie, la que no le importa hacer arder el mundo si alguien llega siquiera a meterse con algo preciado para ella. Esa mujer, ahora es mía, es mi esposa, y no me importa si es una mafiosa o lo que ella quiera ser, porque sea lo que sea no cambiará el hecho de que me tiene completamente loco por ella.

—No estés nervioso, todo saldrá bien.—su voz me saca de mis pensamientos.

Me acerco hasta ella, le robo un beso pero no opino nada. Se puede decir que sigo teniendo esa molestia, realmente no soporto las mentiras o que me agarren de imbécil. Pero dado el caso que realmente no sé cómo fue que sucedió todo el asunto no puedo hacer nada más que aguantarme.

—Vamos.—tomo su mano, ambos salimos de la habitación y caminos hasta la larga escalera de mármol negro, los tacones de Dakota es lo único que se escucha. Puedo sentir los latidos de mi corazón acelerarse cada vez más, tomo su mano con un poco más de fuerza cuando nos acercamos cada vez más a la sala de estar.

Hola cariño.

Todo mi cuerpo se tensa, Dakota suelta mi mano y se acerca a uno de los sillones aterciopelados marrones. Se coloca de cuclillas, de inmediato unos bracitos un poco delgados y pálidos se enrollan en su cuello. Dakota se levanta con el niño enrollado en su cuello, se acerca hasta donde estoy yo. Y creo que me he convertido en piedra.

—Drey...él es Wyatt.—dice mientras clava sus brillantes ojos negros en los míos. El niño al escuchar su nombre levanta la cabeza, de inmediato un escalofrío me recorre cuando sus ojos se clavan en los míos. —Wyatt, él es papá. ¿Te acuerdas, cariño?

Sus ojos verdes azulados no se apartan de los míos, los cuales tampoco se apartan de los suyos. Después de unos segundos viéndonos fijamente ríe ocasionando que unos bonitos hoyuelos se formen en sus cachetes. De inmediato siento ese frío abrumador ser sustituido por un calor confortable. Sin poderlo evitar sonrío. Todavía no me acostumbro el hecho de que ahora tengo un hijo. El cual es idéntico a mí, salvo por el cabello que es tan negro como la tinta, exactamente como era el de Dakota.

—¿Quieres tomarlo en brazos?—la pregunta de Dakota me deja completamente desconcertado. La observo como si se hubiese vuelto loca.

—No.—respondo mientras niego rápidamente con la cabeza. Dakota frunce el ceño e incluso el niño lo hace. He de decir que se ve un poco chistoso.

—No seas miedoso.—suelta burlona. Y como ella nunca hace lo que le dicen, se acerca todavía más con el niño y de alguna manera consigue que lo tome en brazos. Para mí es mas fácil decodificar códigos y códigos de software o alguna otra cosa, que tomar en brazos a un niño. Él no parece tener problemas, de hecho, se acurruca en mis brazos y pone su barbilla en mi hombro. Creo que está a punto de quedarse dormido.

—Ven, tomemos asiento.—me dice mientras una sonrisa de lo más significativa se forma en su rostro. Asiento todavía un poco tenso, me acerco al sillón más grande, con cuidado me siento. El niño balbucea algo que no logro entender, levanta la cabeza de mi hombro, ríe y lleva su pequeño puño a la boca. Frunzo ligeramente el ceño pero no puedo evitar reír, lo pongo en mi regazo mientras sigue jugando con sus manos.

—Realmente necesito explicaciones.—digo después de un largo silencio. Levanto mi mirada encontrándome con sus ojos negros. Dakota asiente y se acomoda en el asiento individual de en frente.

—De niña se me hizo una operación que no me permitía tener hijos cuando fuera adolescente o cuando lograra “desarrollarme”. ¿Te acuerdas de aquella conversación?—inicia manteniendo un tono de voz tranquilo. Asiento cuando a mi mente llegan los recuerdos. —Cuando pasó todo con la explosión, además de la pelea con Demetrio, estaba embarazada de un mes, sólo de un mes.

»Según la doctora que nos atendió a los tres, me explicó que de alguna forma mi cuerpo encontró la manera de “regenerar” esa parte que de niña se me operó. Si me preguntas detalles, no sabría decir mucho ya que utilizó palabras que la verdad no entendí una mierda. Lo único que sí entendí es que si los chicos no me hubieran llevado cuanto antes al hospital hubiera tenido un aborto. No. La verdad en ese momento lo estaba teniendo.« 

Contengo el aliento sólo de escucharlo. Me hubiese gustado estar con ella en ese momento.

—¿Dolió ya sabes...—murmuro incómodo. Realmente no sé nada sobre las mujeres, mucho menos las mujeres embarazadas. Dakota ríe pero hace una ligera mueca.

—Cuando la doctora me dijo que estaba embarazada te juro que pensé que era alguna clase de broma.—dice sin apartar sus ojos de los míos, baja la mirada y la clava en Wyatt, sus ojos negros se vuelven un poco opacos. —¿Te lo puedes imaginar? Una mafiosa embarazada. Al inicio empecé a reír como una lunática, luego me enfadé como no tienes una idea y al final simplemente estallé en llanto. Literalmente me estaba muriendo de miedo.

Frunzo mi ceño ligeramente, acomodo a Wyatt en mis brazos y busco algo qué decir pero nada se me ocurre.

—El sólo imaginar que una personita estaba viviendo en mi vientre era algo que no podía creer.—sigue hablando manteniendo esa mirada opaca, pero sonríe y mira con amor a su hijo. No. A nuestro hijo, el cual está a punto de quedarse dormido. —Cuando los meses empezaron a pasar, mi vientre aumentaba de tamaño cada vez más, y un sentimiento protector crecía a su vez en mi interior.

»Por supuesto tuve que dejar de fumar o tomar mis porquerías, al inicio fue difícil, pero de alguna forma lo conseguí. De todos modos la medicina era muy pesada, así que tuve que estar bajo una estricta dieta. Siempre me repetía que él no tenía la culpa de nada y que lo menos que podía hacer era traerlo al mundo lo más sano posible. Y cuando llegó el día en el que finalmente tuve a Wyatt recuerdo que lloré de alegría pura, me sentí orgullosa por una vez en la vida de que mis actos no habían arruinado la vida de él.« 

Observo el rostro de Dakota, sus ojos negros brillan con algo que nunca vi en ellos. Amor. Amor puro. Por alguna razón un pequeño alivio recorre mi cuerpo, temía que ella no tomara bien el haber tenido un hijo o algo similar. Aunque eso no significa nada, porque ni uno ni el otro tiene conocimiento alguno sobre cómo criar a un niño, y ¡maldita sea! temo que hagamos todo mal.

—¿Y ahora qué vamos hacer?

Dakota levanta una ceja, busca sus cigarrillos pero al parecer ha olvidado que ya no viste su chaqueta, sino un vestido que en lo personal la hace ver muy sexy.

—¿Qué quieres decir?

—Sí. ¿Qué vamos hacer? Yo no sé nada de criar a un niño, y si...—siento la desesperación correr por mi cuerpo. —¿Y si no soy buen padre?

Dakota clava su mirada en mí, se levanta del mullido sillón, se acerca y se sienta en la mesilla ratona que nos divide uno del otro. Toma mi rostro entre sus manos, jala de mi cuello y me da un rápido beso antes de juntar nuestras frentes.

—Tú serás un magnífico padre, Drey. Yo soy la que no sé ni qué hacer.—dice con la voz un poco entrecortada. Pasa una mano por su ahora cabello rubio. —Mírame Drey, soy un desastre. Ni siquiera puedo salir con mi verdadera identidad sin que quieran meterme a la cárcel o matarme.

—No digas eso.—con una de mis manos tomo su barbilla, frunzo mi ceño. —Ya han pasado tres años. Lo lograremos, no te preocupes, sé que de alguna forma lo lograremos.

—¿Cómo?—gruñe mientras se levanta un bruscamente. —Mi aspecto podrá haber cambiado, pero yo...

Se queda en silencio. Ríe con amargura, niega y pone ambas manos en la cintura.

—Sigo siendo la misma, una maldita mafiosa. No puedo simplemente dejar éste mundo porque es el único que conozco.

Se queda en silencio, no aparta su mirada de la mía. Realmente no sé qué decirle, no conozco mucho sobre la mafia pero sí conozco una parte del poder que ella tiene en ése mundo. Y por más que no me guste ni acepte a la mafia, como ella misma dijo; es el único mundo que conoce. No me la imagino como ama de casa, profesora o alguna de esas otras profesiones.

Demonios.

Suspiro, paso mi mano libre por mi cabello. Dakota camina de un lado hacia otro, tensa las manos a cada lado de su cuerpo y sé que las ganas de fumarse un cigarrillo aumenta a cada segundo. Ella dice que es un desastre pero realmente si lo fuera ni siquiera hubiera podido conocer a mi hijo. El cual se ve en perfectas condiciones y eso es algo que ella sola ha conseguido.

—Dakota...—la llamo haciendo que detenga su andar. Le hago señas para que se acerque pero niega con terquedad, frunzo el ceño y pongo los ojos en blanco.

¿Qué haré con ésta mujer?

Me levanto con algo de dificultad por tener a un Wyatt perfectamente dormido entre mis brazos. Tomo de la mano de Dakota y la hago sentarse donde anteriormente estaba sentado, toma a Wyatt el cual gustosamente se acurruca en los brazos de su madre. Suspiro, me siento en la mesita ratona en frente de ella y pongo un mechón rubio detrás de su oreja.

—Tenemos que buscar la manera de que ésto funcione.—musito sin apartar mi mirada de su rostro. —Estamos casados ahora, aunque no tengamos el matrimonio más normal del mundo, tenemos que idear un plan. No seremos los mejores padres, pero lo somos. Y tenemos que pensar en el bienestar de Wyatt.

Ella se queda viéndome fijamente. Sabe de lo que le estoy hablando.

—No puedo dejar la mafia Drey.—dice lentamente, casi con cautela. Frunzo el ceño ligeramente.

—Nunca dije eso.—respondo dejándola desconcertada. —Pero tampoco significa que nosotros vamos a permanecer a la mafia. Mi vida ahora está al “ojo público” y la noticia de que me he casado correrá como pólvora.

—Bueno, de igual forma para todos estoy muerta. Y ya tengo una nueva identidad, así que en eso no hay problema.—responde entendiendo lo que quiero decir. Sus facciones se relajan al final. Acaricia el cabello negro de nuestro hijo. Levanta la mirada hasta conectar con la mía. —Lo haremos. No sé cómo mierdas pero lo haremos.

—Bien dicho.—sonrío y me siento a su lado. Paso un brazo por encima de sus hombros. Ella no tarda en acurrucarse a mi lado, besa y muerde ligeramente mi mandíbula.

—No podrás deshacerte de nosotros ahora.

Río, bajo la mirada topandome con esos ojos negros burlones y malvados.

—Nunca, señora Kirchner.

Suelta una estruendosa carcajada, tomo su barbilla y ambos empezamos un lento y tortuoso beso, el cual a medida que pasaba se tornaba más necesitado, influenciado por el deseo.

—Si no fuera porque tienes a mi hijo en tus brazos te haría mía en éste momento.

Aquella sonrisa escalofriante que todavía me pone los pelos de punta se forma en su atractivo rostro.

—Déjeme decirle señor Kirchner que se ha vuelto todo un descarado.

—Aprendí de la mejor.

Y vuelvo a besar a la mujer que ha hecho mi vida de un caos. Estoy enamorado de una mafiosa, me casé con ella y ahora hemos formado una familia. Y me encanta. Así tenga que mover cielo y tierra con tal de que nadie les haga daño, lo haré. Ellos a partir de ahora son mi mundo.

Y eso nadie lo puede cambiar. Nadie.

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