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Epílogo.

Tres años después.

❝—Estamos con el agente Karl Harris, muchos lo recordarán por su temeraria acción de ir contra dos mafiosos muy poderosos, que además han cometido muchos estragos en nuestro país...❞

La voz de la presentadora del canal de noticias es el único sonido que se escucha en esta amplia oficina. Levanto la mirada de los documentos que están esparcidos en mi escritorio. Tomo la taza de café y le doy un ligero sorbo.

❝—La D.E.A es una organización que se propone cada año buscar la manera de hacer caer a ésos criminales, y que se nos haya dado la magnífica oportunidad de hacer caer a dos que son los que más problemas e inseguridades ha traído a nuestro país, es motivo suficiente para hacernos creer que realmente podemos contrarrestar todas esas organizaciones ilegales que llenan nuestras calles de sufrimiento.❞

Frunzo mi ceño ligeramente. Dejo la taza nuevamente en el escritorio, coloco los codos en los antebrazos de la silla de cuero negro y no aparto mi mirada del plasma que forma parte de la decoración.

❝—Y gracias a ustedes podemos confiar en que pronto la seguridad volverá a nuestras calles. Hoy recordamos que hace tres años el mafioso Demetrio Anderson y su hija Dakota Anderson, que además era una de las mafiosas más peligrosas, murieron en una explosión que tomó muchas vidas...❞

Pongo en “silencio” la televisión. Mis ojos no se apartan de las imágenes que el canal de noticias pasa una y otra vez. Imágenes de la explosión, imágenes de cómo quedó la mansión, imágenes de los cuerpos calcinados sin vida, imágenes de Demetrio en vida y...muerto. Y sobre todo imágenes de ella.

Viva y muerta.

La imagen que consiguieron de ella no le hace justicia. Porque no muestra su maliciosa y hermosa sonrisa, la picardía de aquellos ojos negros. No. Ellos lo único que muestran es a la mafiosa, la criminal, no a Dakota. Cierro mis ojos y trato de mantener a raya los recuerdos, normalmente he estado pensando más en ella éstos días. Tal vez se deba porque hoy cumple tres años de haberme dejado.

«Yo también te amo. Y espero, me perdones por lo que te he hecho.»

Abro mis ojos, trato de borrar la expresión triste de mi rostro, pero siempre en esta fecha es imposible de hacer. Giro la silla, hasta quedar frente al enorme ventanal que hay a mis espaldas y que además me deja ver los otros edificios. Cruzo los dedos dejándolos en mis labios, todavía manteniendo los codos sobre los antebrazos de la silla.

«Cásate conmigo.»

Río y muevo mi cabeza. Definitivamente por más que trate de olvidarme de ella es imposible. De alguna u otra forma siempre término pensando en ella, siempre término encontrando algo, desde que me levanto hasta que me duermo. Ya que el lugar que es “mi hogar” ahora, se supone que es la casa que iba a ser de ambos. Incluso venir a trabajar me recuerda cada día de la semana a ella. Quién iba a pensar que una de las carpetas contenía los papeles donde decía explícitamente que era propietario de mi propia empresa. Aunque tenía otro nombre, lo hice cambiar, y eso es algo que ha llamado mucho la atención de los medios.

Atheri's Software.

Aunque ellos creen que es para destacar por encimas de las otras, pero la verdad es que se trata para recordarme diariamente que ella fue la que me ayudó a conseguir tal éxito. Sin poderlo evitar suspiro profundamente, de reojo observo los gemelos que sobresalen en la chaqueta negra de mi traje. Hechos de una vieja bala de plata con las iniciales «DD». Siempre los utilizo, porque de alguna forma me consiguen relajar. Los gemelos eran otra sorpresa que contenía la dichosa caja fuerte. Aunque lo único que vi y saqué de esa caja fuerte fue una de las tres carpetas; la que decía lo de la empresa. La cajita con los gemelos y la carta. No quería saber qué más contenía. Porque entre más cosas leía o encontraba, el corazón cada vez se me partía más. Y así era imposible de olvidarla. Aunque a quién engaño, nunca seré capaz de olvidarla. La carta que está perfectamente doblada en mi billetera es uno de esos recordatorios. La he leído tantas veces que incluso la puedo recitar de memoria.

Para mi futuro esposo.

Sé que te debes de estar preguntando porqué rayos te escribo ésta carta. Bien, lo hago porque creo que no seré capaz de decírtelo frente a frente. ¿Y te preguntarás qué cosa?
Bueno déjame y te diga que eres un hombre con muy mala suerte. Has conseguido que una mafiosa se enamore de ti, ¿sabes lo peligroso que es éso? ¿Sabes lo que sería capaz de hacer si alguien trata de apartarte de mi lado? Mejor ni lo pienso, luego te escondería en un calabozo. Sé que en éste momento debes de estar sonriendo, a mi no me engañas, sé que amas cuando soy posesiva contigo. Y es que no lo puedo evitar. Me he enamorado de ti. Y sé que tú también te has enamorado de mí. Y por más que decías que nunca te casarías conmigo y un montón de estupideces más, al final sí lo harás. Ya verás que sí, serás mi esposo Drey Kirchner. ¡Y sí maldita sea, es una orden!

Ahora antes que ésta extraña carta se haga alguna clase de discurso, debo de decirte tres cosas muy importantes. La primera, es que espero tomes la empresa que formé para ti; no te preocupes, fue adquirida legalmente. La segunda, es que no tengas miedo de volver a crear un nuevo programa. Eres malditamente talentoso Drey, vas a llegar a ser muy importante.
Y la última pero no menos importante; es que espero que nunca olvides que te amo.

Te amo Drey Kirchner.

Nos volveremos a ver muy pronto.”

La primera vez que la leí no pude llegar siquiera al quinto renglón, las lágrimas no me dejaban leer nada. La segunda vez que la leí, sentía demasiada rabia con ella que por un instante quise romperla, aunque sabía que nunca iba a ser capaz de hacerlo. Y la tercera vez que la leí, fue cuando cumplió un año de haber partido de éste mundo. La leí toda, aunque en algunos momentos las estúpidas lágrimas trataban de salir y hacerme ver débil, las logré controlar. Ahora siempre mantengo la carta cerca de mí, aunque todavía sigo sin comprender la última frase.

«Nos volveremos a ver muy pronto.»

Al principio pensé que era porque me iba a morir. Pero luego de pensarlo y pensarlo caí en la suposición que era una forma de ella decir que su espíritu iba a cuidarme, ¿no?

—¿Señor?—la voz de mi secretaria me saca abruptamente de mis pensamientos.

Giro, quedando enfrente de ella. Se acerca contoneando de más sus caderas curvilíneas, sus ojos verdes musgo me miran con cierta intensidad que de alguna forma me pone sumamente incómodo.

¿Son siempre las mujeres tan descaradas?

—¿Qué sucede señorita, Wilson?—tomo la postura seria de jefe, siempre trato de dejar en claro cuál es mi posición y la suya.

—Su cita de las dos está aquí.—dice mientras se sonroja ligeramente. —¿La hago pasar?

Asiento sin apartar mi mirada de ella. No tengo idea quién es la “cita de las dos”, la verdad hoy he estado demasiado distraído, pero eso no lo tiene que saber nadie más que yo.

Buenas tardes.

Un escalofrío recorre mi cuerpo al escuchar una aterciopelada voz femenina. Levanto la mirada topandome con unos brillantes ojos azules.

—Buenas tardes, soy Drey Kirchner el presidente de Atheri's Software.—me presento con cierta torpeza.

Un brillo malicioso pasa rápidamente por aquellos ojos azules pero al instante desaparece.

¿Me estaré volviendo loco?

—Un gusto. Soy Amira Daghetti.—se presenta mientras sonríe en mi dirección.

Alargo la mano para saludarla, ella responde al saludo, en cuanto su mano delicada toma mi mano un nuevo estremecimiento recorre mi cuerpo. Frunzo el ceño desconcertado. El mismo brillo burlón y malicioso aparece en sus ojos. Me aclaro la garganta un poco avergonzado, ver por mucho tiempo el rostro a alguien es definitivamente de mala educación.

—Bueno, señorita Daghetti. ¿Qué puedo hacer por usted?—pregunto volviendo adquirir el tono serio y profesional. Le señalo uno de los dos cómodos sillones individuales blancos que hay  frente al escritorio. Ella niega manteniéndose de pie. El desconcierto aumenta mucho más. —¿Desea tomar algo?

Niega lentamente, provocando que su cabello rubio a la altura de los hombros se mueva ligeramente. Mi ceño se frunce mucho más, trato de permanecer sereno y serio, pero esa mujer de alguna forma me recuerda a Dakota, aunque ella era pelinegra y de ojos negros. Algo tiene su rostro que me es muy familiar. Bueno, aunque no sería la primera vez que me sucede.

—Señor Kirchner.—su voz llama mi atención. ¿Por qué su tono de voz se escucha tan burlón? —Estoy informada que ustedes crean software u algún otro sistema operativo que el cliente necesite o desee, ¿no es así?

—Así es.—respondo tratando de apartar mi mirada de ella y de mantenerme con la fachada de jefe. —Normalmente investigamos primero a la empresa, sí la empresa que desea hacer negocios con nosotros cumple los requisitos establecidos hablamos con el dueño para conocer todos los detalles, así crear finalmente lo que el cliente desea.

—¿Requisitos?—pregunta mientras levanta una ceja en mi dirección y ladea ligeramente la cabeza. ¡Maldición! Realmente hasta en sus mates es parecida a ella.

—Sí. No negocios de forma ilegal.—respondo como embobado.

Una sonrisa de medio lado se forma en su atractivo rostro, cruza los brazos bajo su pecho. Sin poderlo evitar mis ojos repasan esas atléticas y hermosas piernas, unos tacones altos de color piel la hacen ver un poco mas alta. Mi mirada sube a la tela de su vestido blanco, pegado al cuerpo que hace que sus curvas se marquen perfectamente. Frunzo el ceño y me detengo de seguir observándola. De buscarle más similitudes a ella, tal vez se deba porque hoy cumple dos años de haber muerto. Pero de igual forma eso no es excusa.

—Así que nada de negocios ilegales.—comenta mientras camina un poco en frente de mi escritorio. Mantengo mi expresión seria. —¿No quiere tener negocios con mafiosos?

—Ni con ninguna otra persona que tengan ése tipo de negocios.—respondo no cayendo en su trampa. Sabía que se estaba divirtiendo a costilla mía. Esa reunión se estaba tornando de lo más extraña. —Así que señorita Daghetti, ¿en qué puedo ayudarla?

Una sonrisa de medio lado se forma en su rostro, se acerca y se sienta en el sillón mullido que hace un rato le señalé. Cruza las piernas, clava sus intensos ojos azules en mi dirección. Su sonrisa se ensancha.

Cásate conmigo.

Puedo sentir como el aire sale de golpe de mi cuerpo. Un escalofrío recorre cada parte de mi cuerpo y los vellos de mi nuca se erizan. De inmediato los latidos de mi corazón se aceleran furiosamente.

—¿Q-Qué?

¿Acaso estoy alucinando? ¿Perdí completamente la cordura? Porque juro haber escuchado su voz.

Mi inocente y amado Drey.

Me levanto bruscamente de la silla, siento mis fosas nasales cosquillear. Mis ojos—más abiertos de lo normal—no se apartan de la mujer que está en frente de mí.

Es imposible. Imposible.

Ella preferiría mil veces sus botas militares a usar tacones, ella escogía mil veces antes un pantalón gastado y una camisa simple a un vestido de alta costura. No podía ser ella. No podía. Pero entonces por qué a pesar de que ahora era ojiazul aquellos ojos tenían el mismo brillo burlón y malicioso que me volvía loco.

—¿Qué haces aquí?—pregunto sin ser muy consciente lo que sale de mis labios.

Ella levanta con cierta arrogancia una de sus delgadas cejas. Sonríe de medio lado y se levanta lentamente del sillón. Todo mi cuerpo se tensa y la observo con cautela.

—¿Tú qué crees?—pregunta mientras rodea el escritorio y se acerca. —Vengo por ti. ¿Realmente creíste que iba a dejarte solo y disponible? Eres mío Drey Kirchner.

Normalmente no soy un hombre impulsivo. ¿Pero cómo se su supone que reaccione, cuando la mujer que amo—que supuestamente estaba muerta, cabe señalar—se aparece frente a mí? Tomo su rostro entre mis manos y beso sus labios con demasiada furia, la adrenalina estaba en su punto más alto. Gruño sin poderlo evitar cuando pruebo esos labios que tanto había extrañado.

La había perdido. Y ahora la había recuperado.

—¿Drey? ¿Por qué lloras?

Cierro mis ojos mucho más fuerte. Sabía que la estaba abrazando con demasiada fuerza pero no quería abrir los ojos y encontrarme solo en medio de mi oficina. Temía que fuese alguna clase de ilusión que mi mente hubiese creado. Levanto mi rostro de su cuello, abro mis ojos—con temor tengo que aceptar—y tomo entre mis temblorosas manos su delicado rostro.

—¿Da-Dakota?—balbuceo sin apartar mi mirada de esos ojos azules. Sabía que me veía patético, llorando como un estúpido. —¿Realmente eres tú?

Dakota está muerta, Drey.

Siento el dolor opresivo en mi pecho hacerse mucho más doloroso. Un estremecimiento me recorre al ver su expresión tan sombría. Pero segundos después la cambia por una completamente divertida.

—Ya nadie tiene sentido del humor.—dice dejándome completamente desconcertado. Ríe, y realmente había extrañado como un maniático ése sonido. —Por lo menos tú no me trataste de matar como Kenya.

La observo como si la mujer que tengo entre mis brazos le hubiese crecido seis brazos y cuatro cabezas. Mi entrecejo se frunce completamente, tenso mi mandíbula hasta que siento un ligero dolor en mis sienes.

—¿Ésto es tan divertido?—mascullo entre dientes. Siento la furia bullir en mi interior. —¿Somos sólo una maldita broma para ti?

Dakota o Amira, ya no se ni quién mierdas es, suspira a mi lado. La suelto y me aparto, paso ambas manos por mi rostro con enojo, al final las paso por mi cabello despeinandolo. Clavo mis ojos en los suyos.

—Antes de que me grites o gruñas.—dice mientras borra la diversión de su rostro. Trato de tragar aquel bendito nudo. —Necesito explicarte todo.

Ya lo creo que me tiene que explicar muchas cosas.

—Gracias.—agradece y toma del vaso de whisky.

Tomo asiento en el sillón de cuero negro que está en frente del suyo. La observo cruzar las piernas y  entre más la observo cada vez encuentro más rasgos cambiados. Aunque sean la misma persona no lo son, no más.

—Bien. ¿Por dónde empiezo?—su voz sale un poco ronca por el alcohol digerido. Se aclara la garganta. Empieza a jugar un poco nerviosa con las manos. —En mis planes no estaba quedar atrapada en la explosión pero cuando maté a mi padre. No sé Drey. Me sentí vacía, como si mi propósito en esta vida ya se hubiese cumplido.

—¿Cómo...—me detengo y trato de tragar el nudo que siento en mi garganta. Dakota al comprender lo que trato de preguntar, se adelanta.

—Cuando desperté tres semanas después de la explosión en una habitación blanca, con la mitad del cuerpo vendado. Lo primero que vi a mi lado fue a Gilberth y a Thomas.—responde con un tono pausado mientras mantiene la mirada fija en mi persona. —Ambos estaban igual, incluso peor que yo, pero a como pudieron me explicaron que la última detonación no explotó. Al parecer los de la D.E.A consiguieron desconectarla pero eso no significaba nada. Porque la infraestructura de la mansión se debilitó y en cuestión de minutos todo se derrumbó. Thomas y Gilberth consiguieron entrar al despacho y sacarme por los ventanales.

Parpadeo y frunzo mi ceño mucho más. ¿Thomas está vivo? Según tenía entendido Gilbert, Thomas y Dakota murieron calcinados. Incluso encontraron sus cuerpos.

—No podíamos decirle a nadie que estábamos vivos. No todavía.—su voz vuelve a llamar mi atención. —Estaba todo muy sensible, muy fresco. Por no mencionar claro, que el primer año los tres estábamos muy graves. Tuvimos que someternos a más de tres operaciones. Hasta que no pudiéramos sanar la mayoría de las heridas, no podíamos salir.

Mis ojos no se apartan de los suyos, hubiera preferido mil veces ver sus ojos negros en deber de azules, pero bueno, no se puede pedir mucho.

—¿Ahora lo entiendes, verdad? Para el mundo, para los civiles; Dakota Anderson está muerta.

Un nuevo escalofrío recorre mi cuerpo. Ella sonríe ligeramente, se levanta y se acerca, se sienta en mi regazo. De inmediato mis brazos la rodean, cierro mis ojos cuando ella repasa mi rostro con la yema de sus dedos.

—Tenía miedo Drey.—susurra. Abro mis ojos, encontrándome con los suyos llenos de lágrimas. —Tenía miedo que si volvía a ti iba a encontrarme con que te habías casado y formado una familia. Aunque hubiera sido feliz si tú lo eres, pero tengo que decirte que soy muy egoísta. Y solamente te quiero para mi, eres mío.

Tomo su nuca y hago que ambos nos besemos. Al principio es suave, lento, diciéndonos lo mucho que nos extrañamos, pero ambos sabemos que siempre que estamos cerca ésa tensión sexual sube de nivel en cuestión de segundos. Las manos de Dakota abren los botones de mi camisa y cuestión de segundos tengo sus manos acariciando mis bíceps y pectorales.

Drey...

Pruebo la suave piel de su cuello y  dejo una pequeña marca. Subo las manos a su espalda donde tiene el cierre, lo bajo suavemente, cuando su espalda queda completamente desnuda la repaso de arriba hacia abajo con mis manos. Logro sentir varias partes de su piel con una textura un poco arrugada o sería mejor un poco desigual. Esas son las pruebas de que mi chica, mi mujer, sobrevivió a una maldita explosión.

Te amo Dakota Anderson, o como sea que te llames ahora.—susurro contra sus labios. Ella ríe, muerde mi labio inferior, gruño lo que provoca que aparezca aquel brillo en sus ojos.

Yo también te amo Drey.

Y ahí, en la oficina de la empresa que ella formó para mí, la hice mía. Porque ella es mía, y no la iba a dejar nunca.

—¿Qué hacemos en El infierno?

Dakota ríe, le da una tremenda calada a su cigarrillo. Cuanto extrañaba oler el aroma del tabaco mezclado con la menta.

—Antes, debo preguntarte; ¿vistes las tres carpetas?—pregunta a mi lado. Ya que es ella quien maneja, en su magnífico Lamborghini Aventador LP700-4 negro mate.

—Sólo una, la que contenía las propiedades de la empresa, ¿por qué?—frunzo mi ceño.

Ella sonríe, aparca el auto en la entrada de aquel lugar, mi ceño se frunce mucho más al ver un toldo negro y las antorchas alumbrando todo el lugar.

—En una de ellas contenía los papeles donde legalmente somos esposos, pero dado que lo conseguí sin tu consentimiento decidí mejor obtener otros papeles en blanco.—responde sin borrar su sonrisa maliciosa. Otras personas se mostrarían apenadas o avergonzadas, pero ya que se trata de ella, es algo que no me sorprende.

—¿Entonces eres la señora Kirchner?

Dakota ríe con ganas, sólo verla y escucharla reír acelera mi corazón. Definitivamente ésa mujer me tuvo que haber embrujado.

—No.—dice mientras niega ligeramente. —Pero éso pienso cambiarlo hoy mismo. Tú a partir de hoy serás un hombre casado, y ninguna zorra—como tu secretaria—se te puede acercar. Eres mío y sólo mío.

Dakota se sube a mi regazo, dado que su vestido es muy pegado se le dificulta un poco. Ambos empezamos un furioso y necesitado beso. Mis pulmones me exigían detenerme pero yo no quería, y al parecer ella estaba teniendo el mismo problema.

—Oye...—paso mi dedo pulgar por su comisura. Su pintalabios se ha corrido. —¿Qué contenía la otra carpeta?

Dakota se pasa la lengua por el labio inferior, mira por unos segundos por la ventana polarizada. Una sonrisa que me provoca escalofríos se forma en su rostro.

—Digamos que conseguí que abrieran una investigación donde Jake McChrystal te había estafado.—responde al final. Frunzo el ceño ligeramente, clava por fin sus ojos en los míos. —En resumen conseguí que se probara legalmente que eres el dueño y creador de SS-DK Segurity Software.

Abro mi boca para decir algo pero nada sale de ella. Ahora entiendo porqué mi abogado llamaba insistiendo que el presidente de la D.E.A tenía que hablar conmigo, aunque la verdad yo pensé que se trataba por la relación que tenía con Dakota.

—¿Y qué pasó con Jack?

—Dado que su padre es un corrupto, me encargué de que por lo menos si no iba a la cárcel hiciera trabajo comunitario. Y bueno, ya te podrás imaginar que el niño de “mami y papi” no se la pasó muy bien.

Río divertido, tomo su barbilla y beso sus labios.

Definitivamente qué haré con ésta mujer.

No sé qué es más extraño. El hecho de que una chica que además es una mafiosa, se haya enamorado de mí y que en éste momento estoy a punto de casarme con ella. O que definitivamente ésta es la boda más inusual que he visto en la vida. Los invitados visten de cuero, o ropas negras, rosas osirias negras con rojo sangre decoraban casi todo el “altar”. Gael—el que maneja todo éste lugar—es quien iba a oficiar la boda. Estaba cien por ciento seguro que Dakota no iba a ser la típica novia con un vestido blanco, es que ni yo visto como un novio normal. Pantalones completamente negros, zapatos brillantes y negros, ni hablar de la camisa negra, sin corbata y con dos botones abiertos, para finalizar una chaqueta negra y en cada puño con los gemelos que Dakota me regaló.

—¿Nervioso?

Veo de reojo a Drew, quien no había visto desde que volvió de Japón con mi hermana y mi madre. Las dos forman parte de los invitados y trato de que no me dé un infarto al ver sus “vestidos sugerentes”.

—¿Tú qué crees?—mascullo movimiento mi pierna izquierda como un maniático.

Drew dice algo pero lo ignoro completamente cuando empieza a sonar una melodía que hace que todo mi cuerpo se erize, así como también provoca que mi corazón se acelere como un desquiciado.
Todos guardan silencio, miran en la misma dirección que yo. Desde ésta distancia puedo ver aquellos ojos negros que me vuelven loco y  efectivamente no viste algo...normal. Un vestido negro que llegaba hasta el suelo, escote corazón que alzaba y dejaba a la vista sus voluptuosos pechos. El vestido estaba hecho exclusivamente para adaptarse a sus curvas, unas que conocía muy bien.

Normalmente en una boda el padre o algún familiar entrega a la novia. En ésta boda el acompañante de la novia es un niño. Su cabello negro lucía muy bien con su traje negro, muy parecido al mío.

Esto tiene que ser una broma.

Todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo se tensan cuando mis ojos verde-azulados se clavan en unos idénticos. De inmediato busco la mirada de Dakota, ella simplemente me sonríe y se encoge de hombros.

Por Dios. ¿Qué voy hacer con ésta mujer?

Cuando llega a mi lado, besa mi mandíbula y sonríe.

—Por favor no te enojes.

Qué mujer tan manipuladora.

—Tienes mucho que explicar, señora Kirchner.

Dakota sonríe con malicia. Estoy seguro que al final se saldrá con la suya. Como siempre.

—¿Feliz?

Abro los ojos, bajo la mirada a mi pecho, la mano abierta de Dakota descansa en mi pectoral izquierdo, donde late rápidamente mi corazón. Mi mirada sin poderlo evitar cae al enorme anillo que descansa en su dedo anular.

—¿Por qué?—pregunto y beso su mano. Ella sonríe somnolienta.

—Ahora estás casado con una mafiosa.—responde mientras se acurruca más en mi costado. Paso mis dedos de arriba hacia abajo en su espalda desnuda.

—Sí, la verdad sí lo estoy.

Beso sus labios, sus mejillas, su nariz respingona y su frente.
Suspira, cierra los ojos y se deja mimar.

«—En una de ellas contenía los papeles donde legalmente somos esposos...»

Mi entrecejo se frunce cuando mi consciente trae a colación aquella confesión.

—Dakota, ¿puedo preguntar hace cuándo fue que solicitaste los papeles de matrimonio?—pregunto haciendo pasar la pregunta por una casual. En realidad estaba que sudaba frío.

—Desde el primer día que te vi.—responde, un bostezo se escapa de sus labios. —Lo que pasa es que nunca fui a retirar los papeles.

Y finalmente se queda dormida.

¡¿Qué?! ¿Eso significa, que estuve casado con ella desde el principio? ¿Qué clase de broma es esta?

Te amo Drey.—murmura entre sueños.

Siento mis orejas enrojecer y mi corazón de inmediato se acelera. Observo su tranquilo rostro, aparto varios mechones rubios y los coloco atras de sus pequeñas orejas.

¿Qué haré con ésta mujer?

Aunque sería mejor decir qué no haría sin ella. Definitivamente me volvería loco. Desde que entró a mi casa, nos obligó hacer lo que ella quería, me trató como su juguete sin pudor alguno, y hasta el día de hoy, me doy cuenta de lo aburrida y monótona que sería mi vida sin ella. A pulso se ganó convertirse en mi mundo, formar parte de las personas que más amo en ésta vida. Definitivamente lo consiguió.

Cierro los ojos y abrazo su menudo cuerpo que se acopla perfectamente al mío. Dejo un suave beso en sus labios antes de acompañarla al mundo de los sueños.

Te amo señora Kirchner.

Y la iba amar hasta el último día de mis días.

Eso lo juro.

FIN.

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