Capítulo 7.
DREY.
Observo con cierta frustración e intensidad aquellas puertas dobles de madera que hay en frente de mi; que más parecen las puerta del infierno y no las de un despacho. Cierro mis manos convirtiendolas en puños a cada lado de mi cuerpo, mi entrecejo se frunce un poco más. Tengo cerca de tres minutos o tal vez más de estar ahí; debatiéndome si llamar o no.
Hazlo. ¿Qué puede salir mal?
Respiro profundo. No se porqué mi corazón a empezado acelerarse, así como tampoco sé porqué estoy tan nervioso. Todo deben de ser imaginaciones mías. Porque antes me ahogo en mi misma saliva antes de aceptar que esa...chica, sea la culpable de mis nervios.
Que estupidez.
Volviendo respirar profundo, riñendome a mi mismo por reaccionar de esa manera, levanto mi brazo derecho y finalmente llamo. Uno, dos, tres toques interrumpen el silencio de aquel desolado y silencioso pasillo.
—Adelante.
Un escalofrío me recorre el cuerpo entero y nuevamente siento como el nerviosismo aumenta en mi sistema. Respiro profundo, enrollo mis dedos en torno al pomo y lentamente abro una de aquellas pesadas puertas de caoba. Mierda. Había olvidado lo intensos y intimidantes que eran aquellos ojos negros. Me siento como si fuese la presa de algún depredador.
—¿Qué quieres?
Parpadeo saliendo de mi ensoñación por la brusquedad de su voz, cierro la puerta a mis espaldas y me adentro mucho más en aquel despacho tan sombrío.
—Bueno...—titubeo mientras trato de mantenerle la mirada. —Hay algo que ocupo hablar contigo.
Dakota suspira, deja el lapicero—que tenía en su mano izquierda—sobre unas hojas, apoya ambos codos al borde del escritorio y entrelaza los dedos por debajo de la barbilla.
—Te escucho...—me hace señas para que me siente en uno de los mullidos sillones individuales que hay en frente de ella, pero decido mantenerme de pie.
Me parece haber visto una expresión divertida pasar por aquellos oscuros ojos, pero lo mas seguro sean imaginaciones mías porque su expresión no se altera en lo más mínimo. Mi ceño se frunce sin poderlo evitar. La verdad esta chica es muy difícil de descifrar, por no mencionar que los cambios radicales de su comportamiento son tan abruptos que no se si en ese momento me ve como una clase de estorbo, un juguete con el que distraerse, o una clase de paria. Cualquiera que sea de aquellas opciones, nunca conseguiré comprenderla y no me molesta en lo absoluto; porque eso significaría que tendría que pensar en ella. Suficiente con mi familia como para estar pensando en una chica medio bipolar que además es una mafiosa. Gracias pero no gracias.
—¿Y bien? No tengo todo el día.—su voz, con cierta frialdad, me saca con brusquedad de mis pensamientos. Levanto la mirada, enfocando mi vista en ella, su entrecejo se frunce y aquella mirada fría no tarda en aparecer en esos ojos negros.
Puedo sentir mis palmas empezar a sudar. Y por más que me digo que no debería de sentirme nervioso, es imposible no estarlo al ser el centro de atención de unos ojos tan negros como los de un demonio. Inhalando, llenando mis pulmones de aire, busco la manera de tranquilizar mi nervioso corazón.
—Necesito ir a la universidad.—digo directo al grano, sin inmutarme por la sorpresa de su expresión. —Tengo que ir. No importa lo que digas, no puedo simplemente desperdiciar tantos años sometido a tanto estrés y noches de insomnio; sólo porque a ti no te parece. Por no mencionar que sería bastante sospechoso y extraño que de pronto a otro deje de ir a la universidad. Todos saben que soy uno de los mejores estudiantes, además de un becado.
Aquella expresión indiferente vuelve apoderarse de su rostro. Trago saliva nervioso, al sentir como una tensión empieza a crecer a nuestro alrededor.
—¿Eso es todo?—pregunta unos minutos después en un tono bajo y suave. Frunzo el ceño.
—No.—carraspeo mi garganta. Fijo mi mirada en la suya. —En cuanto a lo de la oferta de mi hermana...Me niego a que lo pagues. No se cuáles serán tus verdaderas razones pero yo no puedo aceptar limosna de nadie. Mucho menos de una mafiosa.
—¿Qué propones?—responde en ese tono de voz bajo.
Un involuntario escalofrío empieza a recorrerme el cuerpo entero, subiendo por mi espalda hasta hacer erizar los vellos de mi nuca, al ver como aquellos ojos negros se oscurecen mucho más—como si eso fuese posible—. Puedo sentir como mi corazón empieza acelerarse.
—Tr-trabajaré.—me maldigo mentalmente al escuchar la vacilación de mi voz. —No importa cuánto tenga que sacrificar, pero prefiero matarme trabajando que recibir algo de ti.
Un tenso silencio cae como una especie de manta tras mis palabras. Observo con atención su reacción, no sabiendo cómo vaya a tomar lo que dije. Mantenimiento los codos apoyados en la orilla del escritorio recarga su barbilla entre sus entrelazados dedos, casi al instante con uno de ellos empieza a delinear suavemente su labio inferior. Que desde mi punto de vista era demasiado rojo y relleno. Y que sin poderlo evitar mis ojos, como hechizados, seguían el mismo camino que sus dedos. Una sonrisa de medio lado se forma en aquellos labios.
—¿De qué?—pregunta, dejándome un poco colgado y confundido al no poder captar en el momento su pregunta.
Trago saliva y me regaño mentalmente al verla de aquella forma. No quiero que crea que tiene algún poder sobre mi, eso sería patético.
—¿Vender droga?—pregunta cuando no respondo al instante, una expresión de diversión crece en su rostro. —Digo, para pagar una operación tan cara necesitas mucho dinero. ¿Qué tal...
Toma una ligera pausa. Sonríe, y todo mi cuerpo se tensa al sentir aquella tensión subir de grado.
—¿Asesinando?
Tenso mi mandíbula con fuerza, y sin poderlo evitar niego asqueado. Toda diversión del rostro de Dakota se esfuma, baja los brazos y se levanta lentamente de aquella silla de cuero. Todo mi cuerpo se tensa no sabiendo qué esperar de aquella chica.
—No quieres recibir mi “limosna”.—dice con sarcasmo. —Pero no tienes trabajo para pagar la operación de tu hermana. Sí, es cierto, me importa una mierda la vida de tu hermana pero puedo pagarlo. ¿En cambio tú?
Tenso con mucha más fuerza mi mandíbula, hasta el punto de hacerlo doloroso. Dakota empieza a caminar a mi alrededor, levanto mis cejas curioso al ver un enorme tatuaje abarcar parte de su cintura, espalda y abdomen.
Una Atheris.
—Te propongo un trato.—dice deteniéndose finalmente en frente de mi. Bajo mi mirada un poco, ya que le llevo bastantes centímetros de más.
—¿Cuál?—pregunto desconfiado. Aquella sonrisa de medio lado se vuelve a formar en su rostro, dándole ese aspecto malicioso. Trago saliva nervioso al verla acercarse, lo suficiente como para volver a oler aquel dulce aroma; similar a la vainilla.
—Tú descodificas el software y creas uno exclusivo para mi.—dice mientras levanta una de sus manos, y sus dedos empiezan a recorrer lentamente mi mandíbula. No puedo evitar estremecerme. —Y yo te pagaría por eso.
—Pero eso es ilegal.—frunzo mi ceño. Dakota detiene la caricia y se aparta. Mi ceño se frunce mucho más por el repentino deseo que siguiera con aquella tortuosa caricia.
Eso es una estupidez.
—Oh Drey, mi pobre e inocente Drey.—murmura mientras niega con la cabeza, y retrocede unos cuantos pasos. —¿Ilegal? Cariño, ¡¿un hacker viene hablarme de lo ilegal?! Eso sí que es hipócrita.
Chasquea la lengua y suelta una carcajada, que lejos de escucharse divertida se escucha con cierta amargura.
—Yo no soy un hacker.—mascullo entre dientes. Dakota alza una ceja en mi dirección. —Soy un creador de sistemas, descodificador de software. Yo no invado sistemas ajenos.
—Un hacker.—responde inmediatamente. —Eres un hacker Drey. Y lo divertido es que al país le conviene tener hackers, por eso en esas universidades de mierda forman a más de uno, sólo que con otro nombre.
Dakota vuelve a reírse y se acerca al pequeño bar que hay en una esquina, cerca de su escritorio. Abre una botella con un líquido marrón, creo que es whisky, deja una buena cantidad en un vaso de vidrio. Con unos cuantos cubitos de hielo.
—¿Quieres tomar algo?—pregunta mientras me da una de esas miradas con burla. Ella sabe que jamás tomaría alcohol, mucho menos si es ella quien me lo ofrece.
Niego y frunzo mi ceño. Dakota se encoje de hombros, indiferente, vuelve a tapar la botella y toma el vaso; le da un largo trago sin apartar aquella oscura mirada de mi persona.
—Bien.—dice con la voz algo ronca. Alzo una ceja en su dirección al no comprender. —Te concedo tu deseo de ir a esa aburrida Universidad de riquillos. Para que veas lo buena esposa que soy, concedo los deseos de mi querido y amado esposo.
—Yo no pienso casarme contigo.—mascullo con la mandíbula tensa. Dakota le vuelve a dar un largo trago a su vaso lleno de whisky, una sonrisa de medio lado se forma en la comisura de sus labios.
—Lo harás.—responde mientras su sonrisa se ensancha. Ignorando olímpicamente lo que he dicho. —Por supuesto que lo harás. Serás mi esposo, Drey.
Todo mi cuerpo se tensa al verla acercarse, no aparto mi mirada de ella. Es increíble con la gracia que puede moverse aquella chica.
—Drew será tu guardaespaldas, no olvides que ya no vives en tu mundo de colores.—dice mientras se acerca mucho más. —Eres parte de la mafia, te guste o no Drey. Es tu decisión cuándo decidas aceptarlo, pero te sugiero que lo hagas cuanto antes.
—No quiero pertenecer a este asqueroso mundo.—murmuro sin apartar mi mirada de aquellos intimidantes ojos negros. —De tu mundo.
Los latidos de mi corazón se aceleran al ver la expresión de su rostro. Mi abdomen se tensa al sentir nuevamente sus dedos acariciar mi rostro y mi mandíbula. Frunzo el ceño. ¿Cuántas personas habrá matado esa mano?
—Pues muy pronto lo harás.—susurra, lleva el vaso a sus labios y se bebe todo el líquido de golpe.
Abro mis ojos sorprendido cuando su mano tira, con una fuerza que no pensaría que tiene al ser tan menuda, de mi nuca. Gruño y mis manos involuntariamente se enrollan en su cintura cuando sus labios tocan los míos. Un líquido caliente llega a mi boca, obligándome a tragarlo. De un pronto a otro empiezo a toser al sentir aquel líquido bajar hasta mi estómago, y quemar todo a su paso.
—Mi inocente futuro esposo.—murmura sobre mis labios.
Sus dientes mordisquean bastante fuerte mi labio inferior. Gruño sobre sus labios, todavía sintiendo mi garganta irritada.
—Si eso es todo, te puedes ir.—dice mientras se aparta bruscamente. Como un idiota la obervo acercarse a su escritorio. Parpadeo confuso, incapaz de manjear esas abruptos cambios de humor. Dakota vuelve a tomar aquella actitud indiferente y distante.
—Drew te llevara a la universidad, tiene órdenes de explicarte todo.
¿Explicarme?
Con un sutil movimiento de mano me despacha, como si fuese un estorbo. Algo que ya no necesita de su atención. Tenso mi mandíbula con fuerza y me limpio el líquido que salió por la comisura de mis labios, el olor a whisky es bastante fuerte.
—Adiós, mi querido Drey.
Abro la puerta y la cierro con más fuerza de la debida. Bufo furioso. Furioso con ella, furioso conmigo. ¿Por qué mierdas dejo que ella haga lo que le dé la gana conmigo? ¿Por qué? Bajo las escaleras y mi enojo cada vez aumenta. Me dirijo al comedor, donde creo que está mi hermana y mi madre. Suspiro aliviado cuando las encuentro a ambas solas.
—¿Qué pasó, cariño?—pregunta mi madre cuando me acerco a ella. —¿Aceptó?
Asiento bastante tenso. Mi madre se levanta y sus brazos me estrujan en un fuerte abrazo. La tensión de mi cuerpo disminuye un poco. Enrollo mis brazos en torno a ella, beso su frente y su mejilla.
—¿¡Whisky!?—musita incrédula mientras olisquea cerca de mis labios. La suelto y me acerco a mi hermana. —¿Drey?
—Olvidalo, mamá.—gruño fastidiado.
Los brazos delgados de Sasha me estrujan fuertemente y la tensión de mi cuerpo vuelve a disminuir un poco más cuando el aroma a rosas, un aroma que conozco a la perfección; llega a mis sentidos.
—Te quiero, Drey.—susurra contra mi pecho. Respiro profundamente.
—Yo también te quiero, pequeña demonio.—beso su cabello rubio y trato de sonreír en su dirección al ver su expresión preocupada.
—¿Listo?
Todo mi cuerpo se vuelve a tensar. Al levantar la mirada me encuentro con ése tipo en el umbral del comedor. Los ojos de Drew están fijos en mi hermana. Frunzo mi ceño y la abrazo mucho más fuerte, algo que no pasa desapercibido para sus inexpresivos—y demasiado sombríos—ojos azules. Drew alza una ceja en mi dirección, al ver la manera posesiva con la que abrazo a mi hermana.
—En unos minutos.—gruño en su dirección.
—Como tú digas.—Drew alza las manos divertido, le da una rápida mirada a mi hermana y gira sobre sus talones.
Va listo si cree que voy a dejar que se acerque a mi hermana.
Vuelvo a besar la coronilla de mi hermana, tomo mi mochila de una de las sillas y sigo aquel tipo hasta afuera. Dejando atrás la elegante sala de estar, salimos al porche, y un poco más adelante de la entrada principal a la mansión hay enorme una camioneta negra de vidrios tintados. Drew no tarda en caminar en esa dirección, le quita la alarma y se sube de lado del piloto. No quedando opción, sabiendo que no queda de otra, rápidamente me subo de copiloto. Ni siquiera espera a que cierre la puerta, porque en un tiempo récord enciende la camioneta y salimos a toda velocidad de aquella mansión.
—¿Todavía sigues con la idea de no casarte con la jefa?
Aparto la mirada de la ventana, frunzo el ceño extrañado. Drew me da una rápida pero curiosa mirada, al final sólo suspiro y le respondo.
—Yo no pienso casarme, y mucho menos con una mafiosa.
Drew frunce un poco el entrecejo y se queda pensativo, pero como si alguno de esos pensamientos le haya causado gracia una sonrisa de medio lado empieza formarse en su rostro. Menea la cabeza y suelta una larga carcajada.
—Eres valiente.—murmura lo suficiente fuerte como para yo conseguir escuchar. Me da una rápida mirada. —Espero que esa valentía te sirva para algo.
—¿Qué quieres decir?—pregunto sin entender.
—Dako...la jefa, no es una persona muy...—se queda pensando por unos segundos. —...comprensiva. ¡Sí, eso es! Es bastante extraño que ella muestre tanta paciencia y compresión contigo.
Una melodía de un rock bastante pesado llena el interior del auto, pero no presto atención a los gruñidos y gritos histéricos de esos tipos.
—¿Por qué?
Drew se encoje de hombros y no borra aquella sonrisa burlona.
—Ella no pregunta, ella ordena.—responde. —Si fueses otra persona hace mucho te hubiera obligado a casarte con ella, pero por alguna razón no lo ha hecho, y si ya de todos modos es raro que quiera casarse todavía es más raro que te tenga consideración.
Ambos guardamos silencio por unos minutos, todavía proceso lo que me ha dicho. No puedo evitar que mi entrecejo se frunza.
¿Qué clase de chica es ella?
Drew suelta una carcajada, parece ser que mis pensamientos los dije en voz alta.
—De la clase peligrosa.—dice tras un largo silencio. —Y si quieres mi consejo, te recomiendo que te hagas la idea de que serás el esposo de una mafiosa. Te guste o no, ahora le perteneces.
Drew maniobra para estacionar, los altos portones de aquella prestigiosa universidad se alzan restringiendo a los invitados y encerrando a los estudiantes.
—¡Hemos llegado! No te preocupes, aquí estaré para cuando salgas.
Asiento distraído, abro la puerta, la cierro un poco fuerte y empiezo a caminar hasta la entrada, el guarda de la universidad me saluda como siempre.
«Serás el esposo de una mafiosa.»
¿Casado con una mafiosa? ¡Ni hablar! Y pensar que todo esto me pasa por querer crear algo que ayude a la seguridad de este maldito país.
—Los códigos deben de ser con una secuencia...—la voz del profesor se detiene al escuchar unos golpes en la puerta seguido de la presencia que es nada más y nada menos que la secretaria Young.
—Con su permiso, profesor Carter.—dice Amelia Young mientras interrumpe la clase. Los ojos negros del profesor Carter observan con irritación a la señora Young por interrumpir en su clase. —El director solicita la presencia del estudiante Drey Kirchner en su oficina.
Todos voltean a ver en mi dirección, no puedo evitar verme sorprendido.
—Kirchner.
Asiento en la dirección del profesor, empiezo a guardar mis apuntes y libros. Cierro la mochila cuando creo haber metido todas mis cosas y mientras camino entres los asientos de mis compañeros me cuelgo la mochila al hombro. Junto a la señora Young salgo de aquella aula y empiezo a caminar entre los largos y silenciosos pasillos hasta llegar a la oficina del director.
Mierda. Desde que tengo de estar en esta universidad sólo he ido tres veces a la oficina del director.
—¿Sabe para qué me llama el director?
La señora Young me da una mirada de reojo y una sonrisa muy forzada.
—Muy pronto lo averiguarás.
Reprimo las ganas de maldecir. Creo que las malas mañas de cierta persona de ojos negros se han pegado en mi. Suspiro y me resigno de sacarle algo aquella mujer. Mi primer día después de una semana de estar ausente y ya voy para la dirección.
Magnífico.
Respiro profundo, y toco tres veces aquella puerta blanca. El sonido frenético del teclado de la señora Young es lo único que se escucha en ese amplia sala, nunca he entendido porqué aquel lugar es blanco. Es como si estuviese en el manicomio o algo así.
—Adelante.—la voz profunda del director Lewis me saca de mis pensamientos. Lentamente abro la puerta y la cierro a mis espaldas. —Señor Kirchner.
El fornido cuerpo del director Lewis se levanta con gracia de aquel escritorio de madera barnizada e impoluta. Acepto la mano que estira en mi dirección.
—Señor.
—Me alegra que haya venido, señor Kirchner. Por favor siéntese.—me hace señas para que me siente en uno de los dos sillones individuales que hay en frente de él. Rápidamente me siento en el que está a la derecha, el señor Lewis se sienta en su silla de cuero blanco.
Está obsesionado con el blanco definitivamente.
—Sus profesores y compañeros estaban bastante preocupados por su repentina ausencia.—dice segundos después. Trago saliva nervioso por la intensidad de su mirada. —Los números que dejó en su información no conectaban.
Mierda.
—E-Eh sí.—tartamudeo nervioso, el director Lewis me observa extrañado. —Lo que sucede es que decidimos mudarnos a una zona de mejor calidad.
El director asiente, creyendo las grandes mentiras que digo. Porque no creo que le agrade mucho que le diga que mi casa desapareció y que una mafiosa practiamente nos amenazó para que fuéramos a vivir con ella. Sí, creo que eso no le agradaría.
—Una buena decisión. No me extraña que por culpa de la mal higiene de esa zona se haya infectado de la Escarlatina. Si no fuera porque su novia nos comunicó que estaba lo bastante enfermo como para ausentarse más de una semana, su estadía en la Élite NY University hubiera tenido serias repercusiones...—empieza a explicar, hago un esfuerzo olímpico por no poner un rostro que me delate.
Sin embargo, soy incapaz de mantener una expresión indiferente al escuchar la palabra “novia”. El director Lewis asiente con una sonrisa.
—Una joven muy encantadora a decir verdad.—borra la sonrisa, y frunce un poco el ceño. —Pero también tiene que saber señor Kirchner que usted es un becado. No se puede permitir faltar tanto tiempo.
Asiento distraído y todavía conmocionado por todas las cosas que acabo de escuchar. El director sigue hablando de cosas sin sentido, pero lo único que hago es asentir, incapaz de pronunciar algo coherente.
«—Drew tiene ordenes de explicarte todo.»
Bueno, parece que se le olvidó. Y vaya que aquella explicación me hubiera sido de gran ayuda.
—Gracias señor Lewis.—me despido del director y salgo con los nervios de punta de aquella oficina.
Estar tanto tiempo encerrado en una habitación que es toda de blanco de alguna forma afecta tu cordura. Ahora entiendo porque las personas en los manicomios pierden el último hilo de la cordura. Respiro profundo cuando salgo por las amplias puertas de vidrio de la entrada principal. Varios estudiantes voltean a ver en mi dirección pero al instante siguen en lo suyo, dejo que mi mirada recorra el extenso jardín frontal de la universidad. Tal vez así encuentre paz.
—¡DREY!
O tal vez no.
Tenso el agarre sobre la correa de mi mochila, en grandes y rápidas zancadas salgo del todo de la universidad. Le hago una seña con la cabeza al guardia y sigo caminando hasta llegar al estacionamiento.
—¡Drey!
Mi cuerpo se tensa cuando una mano toma mi brazo, bajo mi mirada y unas uñas perfectamente pintadas de rojo se clavan sin piedad en mi brazo. Cierro mis ojos por un segundo armandome de paciencia y me doy media vuelta encarando a la dueña de dichas uñas.
—¿Qué quieres Alyssa?—gruño exasperado.
Los ojos grises de Alyssa Jones ven fijamente a los míos. Sus labios pintados de un chillón rojo están abiertos, tratando de hacerle llegar suficiente oxígeno a sus pulmones. Respiro profundo mientras reprimo las ganas de sacudir mi brazo de su agarre, es incómodo.
—Ne...Necesito hablar contigo.—dice con cierta dificultad. Levanto una de mis cejas en su dirección y retuerzo mi brazo, su mano lo suelta captando la indirecta. —Lo siento.
Asiento y veo la marca de sus uñas en mi piel. Eso se ve feo.
—¿Dónde estabas? Estaba muy preocupada porque tenías varios días de no venir a clases.—su voz hace que mi mirada vuelva a ella. Tiene el entrecejo fruncido y un mohin en los labios. —Le pregunté al director si sabía algo pero lo único que me dijo era que estabas enfermo. Muy enfermo.
Frunce mucho más el ceño, y esos ojos grises adquieren una brillo astuto que no me gusta en lo absoluto.
—Lo extraño es tú aún estando enfermo siempre venías a clases, por lo que me preocupé aún más. Así que creyendo que algo realmente malo te había sucedido decidí ir a tu casa.—entrecierra los ojos. Puedo sentir el sudor frío resbalar por mi espalda. —No había nadie. No, perdón. No había casa a la que buscarte porque estaba hecha cenizas. ¿Drey, qué es lo que sucede? ¿Dónde estabas? ¿Qué pasó?
Todos los pelillos de mi cuerpo se erizan cuando mi cuerpo se estremece. Observo sin dar crédito a esa chica en frente de mi, sus ojos grises no se apartan de los míos, además de que tiene los brazos cruzados a la altura del pecho. La terquedad reflejada en su postura. Sé cuán terca puede ser, y sólo pensar que ella es capaz de averiguar quién es la dueña de “mi nuevo hogar” prácticamente siento que me volveré loco de la tensión y el stress que recorre cada rincón de mi cuerpo.
Mierda.
Abro la boca para responder, pero vuelvo a cerrarla. ¿Qué voy a responder?
—¿Drey?—la mano de Alyssa toma mi brazo nuevamente, y vuelvo a sentir la incomodidad.
—¡Oh! ¡Aquí estabas!
¡Doble mierda!
Abro mis ojos como platos y siento mi temperatura bajar unos cuantos cuando mi cerebro procesa y reconoce aquella voz. Un escalofrío empieza a subirme por la espalda, todo mi cuerpo se tensa, y observo como el rostro de Alyssa cambia radicalmente al poner la mirada en la persona que acaba de salvarme de meter la pata. Prefiero pensar eso, y no que mi atolondrada mente realmente cree. Empiezo a dar media vuelta lentamente, con mis sentidos en alerta y con mi temperatura que sigue bajando.
—Hola, mi amor.
Los brazos de Dakota se enrollan en mi cintura. Al llevarle bastantes centímetros de altura de más tengo que bajar la cabeza, incrédulo la observo besar mi hecho y levantar el rostro; regalandome la sonrisa más bonita y tierna que he visto. Todo mi cuerpo se vuelve a estremecer.
¡¿Dakota Anderson—la mafiosa más peligrosa, también conocida como Atheris—sonriendo?! ¡¿Y a mí?!
¡Triple mierda!
—¡¿Mi amor?!—pregunta con cierto tono indignado y molesto Alyssa a mi lado.
Reconozco inmediatamente los celos en la mirada de aquellos ojos grises. Los brazos de Dakota se tensan en mi cintura, y aquellos intimidante ojos negros se clavan en Alyssa. Mis nervios aumentan al no saber cómo Dakota vaya a reaccionar.
—¿Y tú eres?—pregunta con un tono indiferente, pero aquellos ojos se ven muy sombríos, maliciosos, mientras le da una rápida escaneada.
—Su...—Alyssa no termina la frase. Se sonroja y ha duras penas le mantiene la mirada a Dakota. —Su amiga.
Una de las cejas de Dakota se levanta con arrogancia, vuelve aparecer aquella mirada burlona y llena de malicia que tanto he visto.
—Bueno, amiga.—el sarcasmo y diversión se nota en su tono de voz. —¿Cuándo piensas dejar de tocar a mi novio?
Abro mis ojos como platos, Alyssa jadea y se aparta. Sus ojos grises se pasan de mi rostro al de Dakota y viceversa.
—¡¿No-Novio?!—balbucea incrédula. Me parece haber visto dolor en su mirada.
—Sí, mi novio.—responde Dakota mientras se encoje de hombros, vuelve a sonreír como si la llenara una gran felicidad. Se suelta un poco de mi y se acerca un poco a Alyssa, como si le fuese a decir un secreto. —Sin embargo te confieso que Drey no es solo mi novio, sino también mi prometido.
Alyssa jadea y Dakota ríe encantada. Yo hace mucho me convertí en una estatua y mi alma salió de mi cuerpo.
—Pero no le digas a nadie, es un secreto.—dice mientras se lleva un dedo a los labios. Su sonrisa se ensancha. —Todavía no queremos decirle a nadie, pero ya que tú eres su amiga.
Los ojos de Alyssa se llenan de lágrimas y su mirada se clava en mi petrificada persona.
—¿Prometido?—chilla a punto de llorar. —¡¿Cuándo pensabas decirme?!
Lágrimas empiezan a bajar por sus mejillas, además de que su rostro cada vez se pone más rojo. Los ojos de Dakota se oscurecen más, como si eso es posible. Me gustaría pensar que son mis ojos los que ven mal y no el hecho de que su malvada mente piensa las miles formas de torturar—y matar—a Alyssa.
Ok, a quién engaño.
Les vuelvo a dar una mirada de reojo a cada una y ambas tienen una seria batalla de miradas.
Dios. ¿En que lío me he metido?
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