Capítulo 5.
—Maldita sea...—gruño al escuchar a alguien llamar bastante fuerte e insistente a la puerta. Tapo con más fuerza mi cabeza con la almohada, pero aunque traté de ignorar el maldito e insistente golpeteo; no me queda de otra que abrir los ojos a regañadientes. Toda una hazaña para ser sincero. No importa cuánto trate de mantener mis párpados elevados, ellos buscaban la manera de cerrarse. Todo mi cuerpo dolía, una terrible migraña estaba empezando a crecer en mis sienes, y si a eso le sumamos el ardor de mis ojos. Me sentía como la mismísima mierda.
Desde que llegué a esta mansión no he sido capaz de dormir, es mi primera vez teniendo tal problema de insomnio y aunque me gustaría culpar del todo lo sucedido con mi familia estaría mintiendo. Porque para mi maldita desgracia—porque eso es lo que es, una maldición—entre uno que otro recuerdo y pensamiento; se cuelga la imagen de unos intensos ojos negros, capaz de hacer estremecer al mismo diablo. Creo que estoy empezando a perder mi poca cordura, y si no es así, muy pronto la empezaré a perder si no duermo más de cinco horas.
—¡Carajo, que ya voy!—mascullo frustado y bastante enfadado cuando la insistencia persiste.
Finalmente en boxers, despeinado y con un humor de perros, me levanto pesadamente de aquella enorme cama king. Mis dedos se enrollan en el pomo plateado de esa robusta y pesada puerta, y de un tirón abro; tomando por sorpresa al que tocaba mi puerta como un desquiciado. Entrecierro mis ojos al ver aquel tipo...creo que se llamaba Derek. ¿Duke...¡Drew!
—¿Qué quieres?—gruño de mala gana. Ver su sonrisa demasiado divertida y alegre; sólo aumenta mi mal humor.
—Tu madre y tu hermana están preocupadas por ti.—dice mientras se encoje de hombros, dejándome con una expresion de lo más estupida en el rostro. —Hace varios minutos que esperan que bajes a desayunar.
—¿Qué?—pregunto, incapaz de creer lo que acaba de decir. Parpadeo espantando todo signo de sueño, frunzo el ceño, hasta el punto de casi convertir mis cejas en una sola. —¿Y a ti qué carajos te importa?
Una sonrisa de medio lado se forma en el rostro del tipo, casi diría que significativa. Mi desconfianza hacia él aumenta, y se lo hago ver en mi mirada.
—Bueno, si quieres desayunar el desayuno ya está servido.—dice, volviendose a escoger de hombros. Y símplemente se va por donde vino. Lo observo alejarse con el ceño fruncido.
Ese tipo es...raro. ¿A quién engaño? Todos en esta maldita mansión son raros.
Escogiendome de hombros, cierro la puerta un poco más fuerte de lo usual. Suspiro y alzo la mirada, encontrándome con aquella majestuosa habitación. Nada tiene que ver con la pequeña que compartía con mi hermana, hasta el baño es el triple de grande que nuestra habitación en Brooklyn. Todo, desde los muebles barnizados, hasta el mínimo detalle parece valer una millonada de dólares. Sin mencionar por supuesto la enorme cama king que incluso se ve pequeña en esa enorme habitación, y pensar que tanto espacio es para mí, es un poco incómodo por no decir intimidante. Nunca he tenido una habitación para mí, desde que tengo uso de razón siempre he compartido habitación con mi hermana. Incluso me sentiría feliz de tener una habitación como ésta, pero luego me acuerdo que aquella cama en la que dormí fue adquirida con dinero ilegal, hasta incluso pudo haber sido comprada con la muerte de algún desgraciado.
Maldita sea. ¿De qué sirve pensar en eso ahora? Ya dormiste en ella. Pienso con un sombrío humor. Meneo mi cabeza y paso una mano por mi cabello; frustrado. Todavía no puedo acostumbrarme a la idea. ¿Cómo es posible que mi vida haya cambiado tan radicalmente en tan solo unas cuantas horas o días? ¿Cómo es que la mujer que me trajo al mundo y me cuidó haya sido—o es—una asesina? ¿Y que mi padre no era realmente mi padre? Sólo recordar toda la conversación le aumenta más tension a mi cuerpo.
Un suspiro cansado escapa de mis labios, al final me resigno de buscarle respuestas a tantas preguntas, no creo que vaya a encontrarlas de todas formas. Así que en boxers camino hasta el vestidor, que personalmente creo que es exageradamente grande para mis pocas prendas, y tomo una camisa manga corta blanca; la cual paso por mi cabeza. Tomo unas Bermudas largas azules, y mientras ajusto el cierre, busco con la mirada mis gastadas tenis. Paso por un momento por el enorme baño de azulejos negros, e ignorando toda su majestuosidad, me lavo los dientes, mi cara y peino mi cabello lo mejor que puedo. Sólo cuando creo que finalmente volví a verme como un humano y no como un ogro, salgo con paso desganado de esa enorme y silenciosa habitación.
Frunzo el ceño el encontrarme con la estampa más ridícula que he visto en mi vida, en cuanto crucé el umbral que da al comedor. Mi mirada incrédula no deja de pasar desde Thomas, Gilbert, mi madre, Sasha, la amante de la mafiosa y el tal Drew, incapaz de creer que estén todos en silencio desayunando, como si fuera lo más normal. Como si todo lo ocurrido hace unos días no haya pasado.
¿Que clase de broma es ésta? Pienso con una diversión que personalmente no siento del todo.
Pasan unos minutos en los cuales no hago ni el mínimo intento de mover un sólo dedo de mi cuerpo o hablar. Y aunque odie decirlo—al comprender que aunque para mí es incómodo sólo el comer en ése lujoso comedor—no me queda de otra que ahorrarme mis sarcásticos comentarios, con tal, de no arruinarles el desayuno a mi madre y hermana. Aunque también podría atribuir al hecho que mi estómago ha decidido empezar su protesta cuando ése delicioso aroma a vainilla y panqueques llega a mis dilatados sentidos. Me acerco lentamente a la silla que está al lado de mi hermana, haciendo que levante la mirada de los panqueques con miel y frutas que tiene delante, y me regala una dulce sonrisa. Quito uno de sus rubios mechones antes de tomar asiento. Algunos levantan la mirada de su desayuno pero no dicen nada, algo que agradezco, supongo que mi mal humor es palpable.
—¿Dormiste bien?—le digo entre señas a mi hermana. Sasha me sonríe y asiente.
—Su desayuno, señor.
Mis cejas se alzan cuando una chica, bastante joven tal vez de mi edad, deja un plato a rebosar de comida en frente de mí. Sólo el oler aquella deliciosa comida hizo mi boca agua. Antes de poder agradecerle a la chica por haber traído mi desayuno; sale rápidamente de aquí, como alma que lleva el dibalo. Incluso creo haber visto el rostro de la chica enrojecer.
Extraño. Muy extraño.
Frunzo el ceño confuso, pero al no hallar una respuesta coherente, simplemente me encojo de hombros. Al final no prestando atención que hace falta una persona en la mesa, porque lo último que necesito es pensar en ésa persona que ha hecho de mi vida un desastre—no uno muy bueno que digamos—lleno mis pulmones de aire en una profunda bocanada, y agarrando el tenedor que está a mi derecha; empiezo a probar aquella montaña de huevos y tocino.
Esto es la gloria.
Gruño de puro gozo, porque aunque mi madre cocina bien, no se compara. Hasta el jugo de naranja no sabe igual, de hecho, sabe muchísimo mejor. Me entretengo en mi desayuno y no en que estoy compartiendo mesa con unos criminales, y que uno de ellos resultó ser mi padre. Bajo el tenedor, término de masticar la tostada dorada con mantequilla y tomo el vaso de vidrio; lleno de frío jugo de naranja. Dando unos buenos sorbos, escucho los cubiertos de plata rozandose entre ellos o en la porcelana de los platos.
En nuestra antigua casa, en Brooklyn, acostumbrabamos a conversar durante el desayuno, almuerzo y cena; de cualquier tema en particular. Pero si soy sincero, hay cierta tensión en ése lujoso comedor que el hablar pareciera como una ofensa. Por no mencionar por supuesto, que ninguno de ellos me inspiran la suficiente confianza como para querer conversar con alguno. Y claro, si a eso le sumamos que la amante de la líder-criminal ha empezado a fulminarme con aquellos ojos grises, muy escalofriantes.
—¡QUIERO MI MALDITO DINERO EN UNA HORA, ADAM! ¡O JURO COMO UN DEMONIO QUE TE VAS ARREPENTIR!—alzo la mirada rápidamente y bastante sorprendido por aquellos gritos que suenan como un eco por esas frías y silenciosas paredes.
El sonido de algo de vidrio impactar contra el suelo, seguido de varias maldiciones, se escucha demasiado cerca. Un cosquilleo empieza a recorrerme a lo largo de la espalda.
—Oh mierda...—murmuran al unísono Drew y Gilberth. Observo de soslayo a los cuatro cambiarles la expresión y compartir una mirada preocupada entre ellos. Alzo mis cejas extrañado por su comportamiento.
—¡DREW!
Un escalofrío involuntario empieza a recorrerme, erizando los pelillos de mi nuca y antebrazos. Nunca había escuchado a alguien tan...enfadado. Drew palidece, se levanta con rapidez y torpemente de la mesa; saliendo como una exhalación del comedor. Todos en la mesa estamos en un tenso silencio, atentos a lo que sucede, pero un nuevo objeto de vidrio es destrozado en alguna parte de esa sombría mansión. Los gritos esta vez se escuchan más cercas, y muchos más enojados.
—¿¡Cómo es que el hijo de puta de Demetrio Anderson me roba más de diez millones de dólares en mis malditas narices? ¿¡COMO!?
Mi hermana salta asustada a mi lado cuando escuchamos más cosas romperse. La verdad, eso no se escucha nada bien.
¿Díez millones de dólares? Demonios, creo que estaría igual de furioso si me robaran tanto dinero. Frunzo mi ceño y veo fijamente mi plato casi vacío. ¿Demetrio Anderson? ¿No es ese su padre? ¿Por qué su padre le robaría a su hija? Aunque ahora que lo pienso ella las pocas veces que lo menciona, lo hace con cierto odio y rencor. Como si el que sea su padre es suficiente motivo para odiarlo.
Ni idea. La vida de Dakota Anderson es un completo misterio y muy complicada, sobre todo complicada. Suficiente tengo con la mía, como para querer saber sobre la suya. Es mejor así. Lo que menos quiero es aumentar esa curiosidad sobre ella. Ni siquiera sé como haré para escapar de aquí, porque yo no voy hacer el esposo de ninguna mafiosa.
Con un demonio que no.
—G-Gilberth, Thomas...tenemos trabajo que hacer.
Alzo la mirada cuando un Drew con los ojos más abiertos de lo normal, ensombrecidos, entra con rapidez al comedor. Todos—excepto mi madre, mi hermana y yo—se levantan apresuradamente y se van con la misma rapidez. Observo confudido a mi alrededor.
—Aquí estabas...
Un nuevo escalofrío empieza a recorrer por cada rincón de mi cuerpo en cuanto mis ojos hacen contacto visual con aquellos intimidantes ojos negros. Que sinceramente, se ven mucho más sombríos y carentes de expresión.
Veo de reojo que aparece la misma chica que me sirvió el desayuno.
—S-Señora, ¿de-desea desayunar?—tartamudea nerviosa mientras se retuerce las manos bastante fuerte.
Los ojos de Dakota se apartan de los míos por un momento y le da la mirada más fría que he visto en mi vida. La pobre chica enrojece y entre pasos torpes huye de aquí. No la culpo, hasta yo tengo ganas de salir huyendo, pero viendo aquellos ojos negros enfurecidos lo más seguro me gane un lindo agujero entre ceja y ceja en el instante que ponga un pie en el porche.
—A mi despacho. ¡Ahora!
Frunzo el ceño molesto, abro la boca, listo para replicar pero la mano de mi hermana me detiene. Le doy una mirada de reojo a Sasha.
—No lo hagas.—me dice entre señas. —No la hagamos enojar más. Puede hacernos daño.
Frunzo con mas fuerza el ceño. ¡Ja! Quisiera verla intentar hacerle daño a mi madre o a mi hermana y se me olvidará que es la líder de una banda de criminales. ¡Hasta puede ser hija de Satanás que me vale una mierda!
La presión de Sasha aumenta en mi antebrazo. Cierro mis ojos pero al instante vuelvo abrirlos, topandome con su mirada llena de miedo. Suspiro y término asintiendo con resignación. Sé que Dakota no es una persona normal, sé que si quisiera nos mataría en cuestiones de segundos, y por muy cobarde que se escuche de mi parte teniendo en cuenta que ella es mujer—y mide cuando mucho un metro con sesenta—no me gustaría del todo saber hasta cuánto es su límite de paciencia. O qué tan buena es su puntería.
Soy despistado, no estúpido.
—Bien, ¿qué esperan?—Dakota nos da una última mirada antes de darnos la espalda y salir de la misma forma que entró; en silencio pero a punto de explotar.
Nos levantamos en silencio y la seguimos. Escondo ambas manos en las bolsas delanteras de mis Bermudas haciendo que el elástico de mis boxers se vean un poco, frunzo el ceño desconcertado al pasar el umbral del comedor. Un jadeo escapa de los labios de mi hermana, y tenso mi mandíbula para no abrir la boca impresionado, al ver lo mismo que ella; la sala de estar. O lo que queda de ella. Los muebles están patas para arriba, la plasma está destrozada y los vidrios de varios jarrones están por toda la alfombra.
Mierda. Definitivamente no quiero ser víctima de su furia.
Dejando los codos sobre mis muslos, entrelazando los dedos bajo mi barbilla—tapando mis labios—observo como aquella chica empieza a caminar por todo su despacho, casi parece un león en una jaula, aunque mas bien parece una pantera. Desde la forma lenta y seductor de su andar, hasta la manera en como ambas no le rinden cuentas a nadie, solitarias, mortíferas, dueñas de su entorno.
Frunzo mi ceño y meneo mi cabeza. Ya estoy empezando a pensar estupideces.
—Sasha, ¿estás estudiando?
Alzo ambas cejas sorprendido, mi hermana también, y ni se diga mi madre.
—N-No.—balbucea mi hermana. Al escuchar su voz demasiado débil, se aclara la garganta y le responde con un poco más de fuerza. —No. No estoy estudiando.
Dakota finalmente se detiene, en medio de su despacho, frunce el ceño y cruza ambos brazos; bajandole un poco el escote de la camisa negra que deja mucha piel piel la vista. Trato de tragar el nudo de mi garganta y me maldigo mentalmente por estar pendiente más por cuánta piel es la que deja a la vista, de la conversación en sí.
—¿Por qué?—pregunta alzando una de sus cejas oscuras. Me señala con la barbilla. —Si no me equivoco tienen la misma edad, y Drey va por su tercer año de Universidad.
En cuanto aquello llega finalmente a mi atontado cerebro, puedo sentir como la furia empieza a crecer en mi interior. Mi mandíbula se tensa con tal fuerza, y un nudo crece en mi garganta, que respirar es toda una hazaña.
—Porque mi madre no tenía dinero suficiente para pagar sus estudios.—respondo yo por mi hermana. —Además aunque Sasha escucha de uno de sus oídos, algunas ocasiones no lo consigue del todo. ¿Cómo podría recibir lecciones si no es capaz de escuchar de qué mierdas habla el profesor?
Aquellos ojos negros se clavan en los míos, alza una de sus cejas. Todo mi cuerpo se tensa, esperando que diga uno de sus sarcasticos o burlones comentarios. En cuanto decida burlarse de la condición de mi hermana juro por mi vida que lo lamentará.
—¿Pero no había alguna que tuviera programas para personas con tu problema?—pregunta segundos después. Mi mandíbula se tensa mucho más.
No sigas. No te conviene seguir hablando sobre eso.
—Sí.—susurra. Una expresión afligida pasa por el rostro de mi hermana. —Pero eran demasiado caras, y bueno...
—No es tu maldito problema.—gruño sin poderlo evitar.
Un silencio bastante tenso cae sobre aquel despacho y mi ansiedad crece cada vez más. No sé qué quiere esa chica, pero no pienso permitir que siga hostigando a mi hermana, sobre un tema tan delicado como ése. Podrá decir lo que quiera, como esa estupidez que quiere casarse conmigo. Pero no pienso permitir que se meta con Sasha o mi madre. Unos golpes en la puerta de aquel sombrío despacho me nos saca de ese tenso y escalofriante sonido.
—¡Adelante!—gruñe Dakota sin apartar esa oscura y diabólica mirada de la mía. Escucho la puerta abrirse y casi al instante cerrarse, de soslayo observo ingresar la amante de la líder-criminal. ——¿Lo trajiste?
Camina hasta finalmente entrar en nuestro campo de visión, Dakota finalmente aparta su intensa mirada para fijarla en esos escalofriantes ojos grises.
—¿Los demás están en las bodegas?—pregunta y toma la carpeta negra, que no había notado, de sus manos. Le da una rápida ojeada y asiente; conformo con lo que sea que contenga. Vuelve a levantar la mirada, conectando con la mía. Todo mi cuerpo se tensa pero aún así sostengo su pesada mirada, me parece ver crecer la diversión en esos iris tan negros como la tinta pero en un parpadeo esconde cualquier expresión. Su mirada se mueve y esta vez se clava en la de mi hermana.
—Puedo pagarte la operación. Incluso la Universidad, si es que terminaste tu demás estudios.—dice dejándome frío en mi lugar. Sasha a mi lado abre sus ojos verdes-azulados a más no poder, y lleva ambas manos a sus temblorosos labios.
Y eso fue todo. Ella finalmente consiguió lo que quería; hacerme perder los estribos.
—¡ELLA NO NECESITA NADA DE TI!—gruño levantándome y encarandola. Puedo ver como su ceño se frunce, pero volví a detectar cierta diversión crecer en su mirada, lo que hizo que mi enojo toque sus puntos más altos.—No necesita de tu asqueroso dinero. Mi hermana obtendrá esa operación, así le tenga que vender mi alma al mismísimo diablo. Yo seré quien buscará la forma de conseguirlo, sin tener que mendigarle a una mafiosa y asesina como tú.
Pasan uno, dos...minutos, en un tenso silencio. Hasta que finalmente, incapaz de retenerla mucho más, aquella maldita sonrisa se forma en su rostro.
—¿En serio? ¿Y cómo piensas pagarlo?—pregunta, sus brazos se cruzan y alza una ceja en mi dirección. —El asqueroso trabajo que tienes les da apenas para comer. ¿Cómo piensas pagar una operación tan cara? ¿Diseñando otro programa, tal vez?
Mi mandíbula se tensa hasta el punto que es doloroso. Mis manos se crispan, y tiemblan a cada lado de mi cuerpo, sintiendo el corazón latirme con demasiada rapidez en mi esternón. Un sudor frío baja por mi espina dorsal, y el aire queda bloqueado en mis pulmones. Ha tocado mi debilidad, ella lo sabe, porque aquellos malditos ojos brillan divertidos.
—No es de tu maldita incumbencia.—mascullo entre dientes, casi ni se me entiende por la presión de mi mandíbula. —Lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer es problema de nuestra familia.
—Déjame y te diga una cosa, Drey.—responde sin cambiar su postura. —Desde el momento que declaré que ibas a ser mi esposo es de mi maldita incumbencia, y por ende tu familia también.
—¡Para con esa mierda! ¡Yo no voy hacer tu esposo!—respondo rápidamente, mi enojo va en aumento, por lo cual soy incapaz de pensar muy bien lo que digo. —¿Quién querría casarse con una asesina?
Un escalofrío me recorre cuando la diversión de su rostro se borra tan abruptamente que le da una expresión un poco escalofriante. Aquellos ojos negros no se apartan de los míos, y estoy haciendo lo imposible por no correr la mirada, o disculparme por lo que acabo de decir. Como bien dije, mi madre no me educó para faltarle el respeto a ninguna mujer, sea quien sea.
Contengo el aliento cuando ella empieza acercarse. La sangre corre con violencia y rapidez por mis venas, millones de pensamientos empiezan a recorrerme pero no presto la atención suficiente porque hay un algo que la ropa totalmente. Inconscientemente tomo una profunda respiración por mis fosas nasales, un aroma dulce que no sabría decir qué es, acompañado por el olor fuerte del tabaco, llega como una bofetada a mi rostro al sentir su cuerpo demasiado cerca del mío. Su camisa floja y descotada, deja una buena vista de sus cremosos y voluptuosos pechos.
Maldita sea, huele muy bien.
—Para ser alguien muy inteligente eres bastante estúpido.—mientras habla uno de sus dedos se clava sin piedad en una de mis sienes, reprimo las ganas de moderle ese dedo. —Desde el momento que por tu maravillosa mente se te dio por crear aquel maldito software te has condenado. Es muy efectivo, eso sí, y como es muy efectivo has hecho que muchas personas estén muy enfadadas. ¿Qué crees que harán cuando se den cuenta quién es el creador? Déjame y te lo diga...
Bajo la cabeza un poco, ya que ella cuando mucho llega hasta mi pecho. Alza su oscura mirada, una irónica diversión se apodera de sus negros iris, y cruza los brazos; haciendo que ver sus ojos sea muy difícil.
Concentrate con un demonio, Drey. Me riño mentalmente.
—No hay forma que sepan que yo soy el creador. Jack...—no puedo evitar escupir con desprecio aquel nombre. —...es el dueño legal del programa, y los oficiales le darán protección.
Dakota menea la cabeza y suelta una ronca carcajada.
—Realmente eres tan ingenuo.—dice con una incrédula diversión. —Tu querido amigo es hijo de un juez, y no cualquiera, sino de un corrupto. Que por cierto es uno de los muchos que reciben bastantes billetes ilegales por esos criminales que se supone tiene que encerrar. Así que yo que tú no me sorprendería mucho que uno de esos oficiales que según tú lo van a “proteger”, trabajen para la mafia. Créeme cuando te digo que has jodido a la mafia como a ningún otro. No. No sólo a la mafia, a todo el puto mundo que está en estos negocios. Y cuando ellos busquen la manera de contrarrestar tu software, que seria buscar al creador, van a obligarlo a que les dé la clave para poder seguir con sus mierdas y luego lo matarán.
Oh mierda. No había pensado en eso.
Frunzo mi ceño y retrocedo cuando al fin caigo en cuenta en algo muy importante que dijo.
—Por eso te quieres casar conmigo, ¿no es así?—suelto una risa desprovista de gracia alguna. —Claro, no podrías desaprovechar la oportunidad. ¿No es así? Sabes que haría lo imposible por proteger a mi familia, y si a eso le sumamos al parentesco que casualmente tengo con uno de sus ciervos más fieles.
Dakota alza ambas cejas, sorprendida imagino, que finalmente haya podido descubrir la razón de su insistencia. Por supuesto, es tan obvio que no se cómo no pude haberlo descubierto antes. ¿De qué me sirve esa inteligencia de la que tanto me jacto?
Por supuesto. ¿Para qué querría una mafiosa casarse con un nerd como yo sino no fuese para algo beneficioso?
—Son negocios, Drey.—responde minutos después. Minutos donde ambos no apartamos la mirada del otro. —Tú necesitas protección y yo necesito pasar por encima de ese maldito software. Ambos ganamos. El que hayas resultado hijo de Sheena y Thomas es sólo una casualidad, que sí, juega a mi favor.
Observo como se encoje de hombros. ¿Negocios? ¿Se supone que me sienta alegre y agradecido? ¿¡Quién se sentiría agradecido de ser utilizado, manipulado!?
—Drey...—su voz me saca de mis pensamientos. —No miento cuando digo que necesitas protección, una que puedo ofrecerte. Mi mafia es muy respetada y yo muy temida, si tú te conviertes en mi esposo, nadie, absolutamente nadie, puede ponerte una mano encima porque sería una guerra. Una donde no ganarían. Ya te había dicho, serías mi esposo de nombre. Lo único que pido a cambio es que hackees tu propio software. Negocios mi querido Drey, sólo negocios.
Un silencio tenso cae sobre nosotros. Observo con cierta inquietud aquella chica en frente de mí, aquellos ojos negros brillan y no sé si de diversión, maldad o...no, no es hora de pensar estupideces.
—Y también no se si lo has pensado, pero ¿cómo protegerás a tu madre si el maldito de mi padre trata de buscarlos? Él es muy rencoroso.
¡Igual que tú! Aquello estuvo a punto de salir de mis labios, pero he notado que su padre es un tema un tanto...delicado. Y la verdad hoy no quiero tener ninguna bala en mi cuerpo.
—Piénsalo. Tienes dos días para que me des una respuesta.—su voz vuelve a sacarme de mis pensamientos.
Frunzo el ceño, Dakota se acerca a su escritorio, de donde toma otra carpeta similar a la que le trajo Kenya, lee algo en ella y la cierra. Da media vuelta, se acerca hasta quedar menos de un metro de nosotros.
—Sheena...—dice en dirección de mi madre, su brazo se alarga y le da las dos carpetas a mi madre.
—Es lo menos que puedes hacer. Además, ya que el señorito presente no quiere mi asqueroso dinero y tu hija realmente necesita de esa operación no tienes más opción.
Un escalofrío me recorre al ver la expresión de mi madre cambiar. Sus ojos verdes que siempre tenían cierta calidez, pasaron a tener una expresión bastante fría, hasta diría que vacia.
—Sí, señora.—responde dócilmente y acepta ambas carpetas, sin dejar ver ninguna emoción en su rostro. Mi ceño se frunce mucho más, al no saber qué contienen esas benditas carpetas.
¿Realmente quiero saberlo?
—Ahora pueden salir de aquí.—nos despacha Dakota rápidamente, como si fuéramos un estorbo. Rechino los dientes molesto, mis manos se crispan hasta que mis nudillos se vuelven blancos, pero no digo nada. Doy un paso para seguir a mi hermana y a mi madre afuera pero una mano me detiene. Alzo la mirada encontrándome con aquellos benditos ojos negros.
—Tú tanto como yo sabemos que no tienes muchas opciones.—musita bajando la voz, dándole un matiz ronco. Aquella oscura mirada que parece esconder secretos, hasta me atrevería a decir algo malvado, no se aparta de mi rostro. —No creo que sepas hasta qué punto estás involucrado, Drey.
Frunzo el ceño no consiguiendo comprender lo que dice. Mi cuerpo se tensa cuando ella se acerca bastante, lo suficiente como para volver a sentir aquel aroma dulce, similar al de la vainilla. Trago saliva al notar lo pegada que está a mi torso. Se pone de puntillas y sus labios, que por alguna razón están fríos, rozan mi mandíbula.
—Gruñe, enojate, has lo que quieras. Pero así lo quieras o no aceptar. Serás mi esposo, Drey Kirchner.
Me suelto rápidamente al sentir sus dientes morder mi mandibula. Tapo con mi brazo parte de mi rostro, siento la punta de mis orejas calientes, así como el calor empezar a subirme por el cuello hasta mi rostro. Eso solo significa que me he sonrojado. Y lo que odio que eso suceda.
Maldita sea.
Salgo a toda prisa de ahí, sin molestarme en cerrar. Lo último que escuché fue esa ronca y malvada risa. Mis ojos lo último que vieron fueron aquellos ojos negros tratando de absorberme. Sintiendo mi mandíbula palpitar en lo único que puedo pensar es, ¿a dónde carajos nos vinimos a meter? ¿Y qué demonios estaba pensando cuando creé ese maldito software?
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