Capítulo 4, parte 2.
-Mansión de los Allen, ¿en qué puedo servirle?-levanto la mirada cuando finalmente responden al cabo de varios intentos.
Sonrío con malicia y empiezo a girar en mi silla de cuero.
-Dígale a la señora Allen, que mueva ese gordo trasero que tiene, y atienda el maldito teléfono.
-¡¿C-Cómo dice?!-jadea horrorizada contra el auricular del teléfono.
-Que le diga a su querida señora; que mueva ese gordo y falso trasero al teléfono, si no quiere que lo haga yo.-sonrío ampliamente al imaginarme la expresión de la pobre ama de llaves. Tomo el vaso con hielo y whisky, y bebiendo unos cuantos sorbos escucho de fondo los rápidos murmullos histéricos de la sirvienta dándole explicaciones a la señora de la casa.
-¿La esposa de Satanás me habla desde el infierno?
Río y vuelvo apoyar el vaso sobre la superficie de madera de mi escritorio.
-¿Cómo supiste que era yo?-respondo, subiendo ambos pies sobre el escritorio y reclinandome con indiferencia, mientras escucho una risa divertida y femenina llenar mi silencioso y sombrío despacho.
-Para que Rosie se haya puesto así de pálida al verme, y se haya quedado sin habla, considerando lo parlanchina que es...-responde de inmediato. -Y si a eso le sumamos por supuesto que eres la única que llamaría y pediría hablar con alguien de una forma tan...
-¿Vulgar? ¿Violenta?
-Yo diría que un poco...creativa.-responde con cierta burla en su tono voz. -Pero bueno, cambiando de tema, ¿debo de considerarme afortunada o desgraciada al recibir una llamada de la gran Atheris?
-Debería de dispararte sólo por mencionar ése nombre. ¿Qué pasa si una de tus estúpidas sirvientas escucha?
-Oh vamos, Dakota...-gruño molesta al escuchar mi nombre, arrancandole una carcajada. -Está bien. No te enojes, es sólo que es raro recibir una llamada de tu parte. ¿Por qué nunca lo haces?
Sí, porqué será. Pienso con gran sarcasmo. Pongo los ojos en blanco, y busco en un lugar muy-pero muy-profundo dentro de mí la paciencia que tengo exclusivamente en reserva para Skyler Allen. Tomo una pequeña bocanada de aire.
-Skyler...-mi tono de voz cambia totalmente. -Necesito que me hagas un trabajo.
Un silencio un poco tenso llena el interior de mi depacho, pongo mi mirada en el enorme teléfono negro lleno de múltiples botones que no tengo ni la menor idea para qué sirven.
-Te llamo en un momento.-es lo último que dice, y cuelga.
Me enderezo, tomo mi vaso con whisky, y volviendo a reclinarme me lo llevo a los labios. Pasan cerca de unos cinco minutos o tal vez menos, cuando el teléfono vuelve a sonar acompañado de una luz parpadeante en una de sus esquinas. Presiono el altavoz y espero pacientemente.
-Listo.-su voz vuelve a llenar cada rincón de mi despacho. -Te escucho, ¿de qué se trata?
-¿Has falsificado alguna vez una acta de matrimonio?
La escucho toser, ahogandose en su misma saliva, al parecer demasiado sorprendida por lo que acabo de decir. ¿Y quién no? Hasta yo, pero de la risa me ahogaría, al escuchar una estupidez como aquella.
-¡Espera un momento!-con la voz un poco ronca, toma una profunda respiración. -¡Tú...y discúlpame que te lo diga Dakota, pero tú, una de las personas con menos sentimientos en este maldito mundo, ¿casandote?! ¿Es que acaso te estás metiendo una nueva droga?
-Skyler...-frunzo el ceño y maldigo entre dientes. -¿No podrías simplemente hacer el maldito trabajo sin preguntar?
-¡Por supuesto, que no!
Ya me lo veía venir. Pongo los ojos en blanco. Tomo de un sólo trago lo que me queda de whisky en el vaso.
-¡Tienes que contarmelo absolutamente todo! ¿Quién es? ¿Es un mafioso? ¿Un asesino a sueldo? ¿Acaso él sabe que eres una mafiosa? ¡No, espera! ¡¿Acaso él es uno de tus rehenes?!
-Por si se te ha olvidado, yo no me dedico a secuestrar personas. Lo mío son las drogas y el dinero.
-Sí, sí, lo que tú digas.-dice indiferente. Si fuera otro momento me reíria sin lugar a duda, pero no puedo. -¿Y bien? ¿No me piensas responder?
-¡Skyler!-gruño. -No tengo tiempo para tu maldita curiosidad. ¿Piensas ayudarme sí o no?
-¡Dios eres una amargada! Nunca me llamas, y cuando lo haces es sólo para pedirme algún trabajo. ¿Sabes lo aburrido que es pasar todo el día en esta enorme y aburrida mansión, interpretando mi papel de gran señora?
-No lo sé, dímelo tú.-ironizo, volviendo a poner los ojos en blanco.
-Oh créeme, tú lo más probable es que te morirías si tuvieras que escuchar todo lo que dicen las flamantes esposas de los socios de Dorian. ¡Son tan estiradas!
-¿De qué te quejas? Si a ti te encanta relacionarte con esos estúpidos elitista. Además...-sonrío con malicia. -...¿estás segura que pasas aburrida en esa enorme mansión? Con un esposo como Dorian, créeme que en lo último que pensaría es si el botox es la nueva dieta, y las cirugías plásticas el nuevo ejercicio de todas esas estúpidas estiradas que vomitan más de lo que comen.
-Si no fuera porque estoy lo bastante segura que el sexo con mi esposo es lo suficiente bueno como para retenerlo a mi lado, pensaría que lo quieres para ti.
-¿Y el amor dónde quedó, querida Sky?-me burlo sin poderlo evitar. Skyler suelta una carcajada, y casi me la puedo imaginar con una sonrisa maliciosa dibujada en sus voluptuosos labios.
-Oh mi buena amiga, Atheris. En éso no tengo ni la menor de las dudas, sé que Dorian me ama con locura así como yo también lo amo más que mi vida misma.
-Como sea...-hago un sonido de arcadas, arrancandole una nueva carcajada. -Si decides ayudarme con lo del trabajo, te enviaré toda la información en un e-mail.
-Está bien.-responde, pero antes de poder presionar el botón para colgar la llamada; su voz me detiene. -Oye Atheris, ¿él lo vale tanto como para tener que pagar un precio tan alto, como lo es el matrimonio?
Guardo silencio por un momento. Casi al instante, y sin mi permiso, en mi mente empieza a formarse una imagen de lo más extraña. Una intensa y desafiante mirada por unos cristalinos e inocentes ojos verdes-azulados, bajo unas fruncidas y gruesas cejas rubias. Sonrío de medio lado, y bajo la mirada.
-No lo sé. Pienso averiguarlo muy pronto...más pronto de lo que te imaginas.-es lo último que digo porque cuelgo la llamada.
-¡Adelante!-gruño mientras enciendo uno de mis cigarrillos.
Soltando el humo por mis fosas nasales, y formando una pequeña nube a mi alrededor, levanto la mirada.
-¿Puedo hablar contigo?
Alzo ambas cejas sorprendida, si no tuviera el cigarrillo entre los labios mi boca estaría desencajada de la impresión. Parpadeo, creyendo que tal vez sean alucinaciones mías, digo, yo no creo estar del todo sobria en este momento. Mi mirada no deja de observar esos benditos ojos que no han dejado de atormentar mi mente.
-¿Por qué me miras de esa manera?
Drey, mi querido Drey...lo primero que haré será quitarte esa altanera forma de hablarme.
-¿De qué me hablas?-sonrío con una inocencia que no pega en lo absoluto con mi maliciosa mirada, y que sus ojos entrecerrados me confirma. Río entre dientes, suelto una larga exhalación de humo. -Tranquilizate Drey. ¿Tanta desconfianza me tienes?
Alza una ceja, claramente respondiendo sin necesidad de pronunciar palabra alguna. Sonrío de lado. Dejando el cigarrillo entre mis labios, camino hasta mi escritorio-el cual rodeo-y nuevamente tomo asiento en mi silla giratoria de cuero. Alzo una ceja en su dirección.
-¿Qué esperas, una invitación?-frunce el ceño, no comprendiendo lo que digo. Me aguanto el poner los ojos en blanco, y le señalo uno de los sillones individuales de cuero que hay en frente de mi. -Siéntate.
Frunce con mucha más fuerza el ceño al escuchar la orden implícita en esa simple palabra. Escondo mi sonrisa entre una nueva exhalación de humo. Esos benditos, y a la misma vez malditos, ojos verdes-azulados me observan con una intensidad que por primera vez en mi maldita vida siento mi corazón acelerarse.
¿Desde hace cuánto había olvidado que tenía uno? Pienso con un humor sombrío. Juego con el cigarrillo entre mis dedos, sin apartar mi mirada de ese chico que es toda una incógnita para mi.
-¿Y bien? ¿A qué se debe tu visita?-sonrío de medio lado. -Espero que la estancia en esta maravillosa mansión sea de su agrado, señor Kirchner.
Drey ni siquiera suaviza la tensión de su expresión. De hecho, ni siquiera me responde, simplemente se queda ahí; viéndome con esos inocentes ojos que poco a poco se van convirtiendo en alguna clase de obsesión para mi. Intrigada, dejo el cigarrillo en uno cenicero que hay en alguna esquina de mi escritorio, apoyo ambos codos en el escritorio y entrelazo los dedos por debajo de mi barbilla.
-¿Desde hace cuánto conoces a mi madre y a...
-¿Tu padre?-sonrío contra mis dedos, al ver la expresión de desagrado cruzar su rostro por una milésima de segundos.
-Él...no es mi padre.-responde con la mandíbula tensa. Decido no insistir ni opinar sobre el tema, tampoco es como si fuera mi problema. Bajo los brazos, lentamente me reclino; dejando mi espalda del todo apoyada en el respaldo acolchado de mi silla de cuero.
-Muy bien, Drey.-respondo y suspiro. -¿Qué es lo que quieres saber realmente? ¿Cuándo fue que empezó todo este maldito juego del gato y el ratón entre Sheena y Thomas? O mejor aún, ¿el pasado de tu madre?
Un tenso silencio fue su respuesta. Las comisuras de mis labios tiemblan, trato a duras penas de aguantarme la sonrisa que trata de abrirse paso entre mis labios. Drey es una incógnita para mi, pero tan fácil de leer. Claramente siente curiosidad sobre el pasado de sus padres, pero ese orgullo que parece tener no le deja preguntar lo que desea saber. Debe de ser un gran impacto vivir de un modo y que un día para otro todo éso que creías que era tu vida, hasta tu misma identidad, sea puesta en duda; supongo es algo difícil. Creo, la verdad esto de sentir o comprender los sentimientos ajenos nunca se me ha dado del todo, pero tengo que atribuirle el valor de haber venido. Digo, eso de que la oveja venga por voluntad propia a la boca del lobo...es bastante tentador.
-¿Por dónde quieres que empecemos, querido Drey?
Frunce esas pobladas cejas rubias. Cruza ambos brazos a la altura de su pecho, tensando la camisa vieja azul, mangas cortas, que desde mi punto de vista le queda un poco pequeña pero que no me molesta ver, ya que se tensa en los mejores lugares. Sonrío y carraspeo mi garganta.
Si este niñito nerd supiera los pensamientos que cruzan por mi mente, ése odio que siente por mí crecería aún más.
-¿Qué te parece si empezamos por el inicio?-decido enfocar mi atención en abrir mi caja de cigarrillos y encender uno, a estar pensando en lo amplio que se ve su pecho o qué se sentiría morder esa cuadrada mandíbula; libre de vello.
Concentrate Atheris. Concentrate.
-Bueno, ya te había dicho que Sheena antes de trabajar para mi mafia pertenecía a la de mi padre...-el olor a tabaco mezclado con la menta llena cada rincón de mi despacho. Drey se mantiene atento a lo que digo. -Bueno, Thomas también pertenecía a la mafia de Demetrio, ahí fue donde se conocieron. Y aunque no lo creas, como pueda que sí, ambos formaban parte del grupo de confianza. Algo poco peculiar, teniendo en cuenta que Demetrio es un hijo de puta que no confía ni en su misma sombra.
-¿Grupo de confianza?-pregunta confundido. Dejo salir el humo por mis fosas nasales.
-Sí, mira. Cada mafioso, narcotraficante, delincuente o como tú quieras llamarlo no trabaja solo.-me encojo de hombros bajo su confundida mirada. -A veces necesitamos que otros ensucien sus manos por nosotros, ¿no se si me entiendes? Y el tener un grupo de confianza bajo nuestras manos, hace todo mucho más sencillo. El Rey necesita de sus peones, Drey.
Tomo el cigarrillo y me lo llevo a los labios dándole una larga-y profunda-calada. Sonrío al ver su expresión, al parecer no le gusta mucho el olor o ver fumar a alguien. Bueno, ése es su problema.
-En fin...-digo al cabo de unos segundos en silencio. -No quiero aburrirte con la monarquía de la mafia, ni el cómo hacemos para hacer lo que nos venga en gana con las leyes de cada país, sólo quiero que entiendas la importancia que tenían tanto Thomas como Sheena en la mafia de Demetrio. Y el como una traición de ése calibre que hizo tu madre es imperdonable; sea contra quien sea.
Me tomo mi tiempo para ordenar mis pensamientos, tratando de hacer de esta explicación lo más simple y entendible posible. Me entretengo con el cigarrillo entre mis dedos.
-Como te decía, Thomas y Sheena eran para Demetrio como Kenya y Drew para mí; esenciales. Por eso para nadie era extraño que alguno de los dos hiciera negocios con otras personas en nombre de él o manejara sus otras sedes. Thomas se encargaba de el manejo financiero de toda su mierda en los Ángeles. Y Sheena de que el producto llegase a los otros países con los cuales Demetrio tenía negocio. Hasta ahí todo perfecto...-levanto la mirada conectando con la suya. Toda expresión de mi rostro se esfuma. -El problema está, en el tiempo que se toma cada entrega. Normalmente cada entrega toma cerca de dos meses, dependiendo con el país al traficar. Sheena no sólo debía encargarse de entregar la droga sino que además tenía que cerciorarse que llegase sana y salva. Y todo eso sin que ningún uniformado se diera cuenta, ¿todo un logro, no lo crees?
Sonrío, esperando que la tensión de su rostro desaparezca pero al parecer hoy mi querido informático no tiene muchas ganas de sonreír. Jugueteo con el cigarrillo a medio terminar en mis dedos, bajo la mirada sólo por un momento porque casi que al instante mis ojos negros-como los de un maldito demonio-
buscan con cierta desesperación aquellos tan llenos de inocencia. Carraspeo mi garganta.
-Si me preguntas el país, temo decirte que no me acuerdo, de igual forma no tiene importancia.-digo y me encojo de hombros. -Ya que lo importante fue lo que sucedió en una de esas entregas que hizo tu madre, algo extraño, llamale casualidad; que la D.E.A los haya descubierto. Cierto, no digo que no pueda pasar, pero es tanta la casualidad que hayan sabido exactamente cuántos hombres iban y cuántos kilos de droga llevaban encima, es raro, muy raro. Además que sólo dos personas pudieron escapar en ése momento. ¿Y creo que no necesito decir los nombres, no es así?
Drey abre la boca, pero casi al instante vuelve a cerrarla. Pasa una mano por su cabello rubio, y me parece que su pie-creo que es el izquierdo-ha empezado con un tick de lo más peculiar.
-¿Mi madre escapó con...Thomas?-pregunta pasado unos segundos. Frunce el entrecejo, hasta casi formar sus dos cejas en una sola. -Si fue así, ¿cómo es que Thomas nunca supo de nosotros? ¿Y en qué momentos ambos llegan a tu mafia? ¡No entiendo maldita sea!
-Drey, yo en ningún momento dije que Thomas y Sheena escaparon juntos.-respondo, haciendo que su confundida mirada se fije en mi persona nuevamente. -Tu madre y otro tipo de apellido Velásquez, que por cierto encontraron muerto días después, fueron los únicos que salieron libres. Y es aquí donde viene lo interesante, Sheena estuvo desaparecida por seis meses. ¿No te parece que es una gran casualidad?
Drey abre los ojos, claramente captando lo que trataba de decirle. Pero antes de que ambos nos demos cuenta una Sheena bastante alterada, entra como una exhalación a mi despacho. Frunzo el ceño molesta.
-¡¿D-Drey?! ¡Hijo! ¿Estás bien? ¿No estás herido?
-¿Mamá? ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan alterada?
Aprovechando que Drey está más preocupado por la palidez de Sheena, y ella está más interesada en ver si su querido hijo no fue devorado por mi, llevo con disimulo mi mano hacia mi cinturón; enrollando mis dedos entre la pistola que siempre llevo en mi cinturón. Paso la punta de mi lengua por mis resecos labios, y sonrío inocente al sentir la mirada desconfiada de Sheena clavada en mi persona.
-¿Qué? ¿Creías que ya me había devorado a tu querido hijo?-cambio mi sonrisa inocente por una maliciosa, y le guiño un ojo. -No te preocupes, esperaré hasta la noche de bodas.
Tanto madre como hijo, fruncen el ceño. Sheena me da una nerviosa mirada antes de fijarla en su querido hijo.
-¿Qué haces aquí Drey? ¡Si querías saber algo, podrías habermelo preguntado a mí!-le dice, casi que gritando.
Que estupidez. ¿Acaso ahora soy el terror de las madres? ¡Ja! Si supiera que su amado hijito vino por sus propios medios.
-¿Para qué mamá? ¿Para que me sigas mintiendo?-alzo las cejas al ver la expresión de mi querido informático cambiar en una milésima de segundos. -¡¿No te bastó con mis veintiún años?! ¡Por amor a Dios, mamá! ¡Estoy harto de todo este maldito misterio!
Joder, si supiera lo guapo que se ve enojado.
-Drey...-jadea Sheena, al parecer igual de sorprendida de ver a su querido angelito alzarle la voz. Muerdo mi labio inferior con fuerza.
-Y si la única manera es venir y hablar con...-me da una rápida mirada de soslayo. Alzo una ceja. -Tu ex líder criminal, ¡pues bien! Al parecer es la única que sabe qué demonios sucede con esta maldita familia.
La verdad no es que lo sepa todo, sino que es más entretenido saber sobre las desgracias ajenas. Claramente no le digo eso, pero lo pienso.
-¿De verdad crees que a ella le importa una mierda lo que pasa con nosotros?-Sheena me señala enojada, haciendo que ambos pongan su mirada en mi persona.
-Culpable.-sonrío y me encojo de hombros.
Drey pone los ojos en blanco, exasperado pasa ambas manos por su rostro y después por su cabello rubio; peinándolo hacía atrás. Murmura algo por lo bajo que no consigo escuchar. Manteniendo una expresión relajada en mi rostro no dejo de darle miradas desconfiadas a Sheena. Quién sabe en qué momento realmente decide volverse loca y tomarme por sorpresa, antes le dejo una bonita baja entre ceja y ceja. Y bien poco me importa que sea la madre de Drey.
-Está bien, mamá.-mucho más calmado se acerca su querida y traidora madre, pone ambos manos en los delgados hombros de Sheena. Y fija esa cristalina mirada en los verdes de ella. -Te amo mamá. Eres la mujer más importante en mi vida, y daría todo lo que tengo por no verte sufrir. Pero no me pidas algo como no averiguar la verdad sobre nuestra familia. Siento como si, como...
-¿Fuera un farsa? ¿Una asquerosa mentira?
-Como seguía diciendo...-gruñe ignorandome y volviendo a poner su mirada en la traidora.
¿Es que acaso esos dos se creen que están es su casa? ¿Que pueden faltarme el respeto en mi maldito despacho? ¡Esto es increíble!
-Necesito saber la verdad, mamá. Es lo único que necesito.
Sheena trata a duras penas de rehuir de esa mirada, que en lo personal es demasiado clara, intensa. Casi parecería como si esos fueran capaces de ver los demonios que viven en cada rincón de nuestro ser. Es algo intrigante y a la misma preocupante. Al final, cansada-y asqueada-de ser testigo de tanto amor familiar, me levanto de mi silla de cuero. Ambos ponen su mirada en mi persona, pero esta vez decido ignorarlos yo. Camino lentamente hasta el mini-bar, escojo una de mis exclusivas botellas de vodka y vierto una buena cantidad en una copa con hielo; por último la término de llenar con una pequeña cantidad de gaseosa. Sintiendo mi boca llenarse de agua, me llevo la copa a los labios, y le doy un merecido trago. Soportar tanto drama familiar sobria no es muy recomendable.
-Bueno, ya que decidiste unirte a nuestra pequeña reunión...-le doy una rápida mirada por encima de mi hombro. -¿Por qué no le cuentas a tu hijo cómo pasaste a ser una de las criminales más respetadas en la mafia, a ser una de las más odiadas?
-¿De qué hablas?
Sonrío, tomo otro sorbo pero juego con el liquido en mi boca y pongo una falsa expresión pensativa. Trago, sintiendo la fuerza del vodka bajar por mi garganta, y me doy media vuelta.
-Cuando decidiste traicionar a Demetrio ya sabías que estabas embarazada, ¿no es así?-una sonrisa de medio lado se forma en mi rostro al ver como se remueve incómoda. Alzo la copa en su dirección. -Debo felicitarte, Sheena. Lo hiciste muy bien, porque nadie nunca sospechó que habías tenido un hijo. Claro, que cuando volviste mi padre se creyó tu mentira de que uno de los suyos lo había traicionado, y que una vez pasada la frontera no hubo manera de contactarlo. Que para no levantar sospechas tuviste que mantenerte escondida.
Suelto una larga y divertida carcajada.
-Hasta el pobre de Thomas se lo creyó. ¡Que estúpidos!-río con más fuerza. -En el instante que me enteré que sólo tú fuiste la única en escapar, sabía que todo era una trampa. Lo que no sabía era el porqué, ahora sí lo entiendo.
Le doy una rápida mirada a Drey por encima de la copa. Haciendo que sea él el que se remueva incómodo.
-Pero bueno...¿debería de contarle a Drey la aventura de Sheena? Cómo con ayuda de una vieja amiga-dueña de una vieja casa hogar, cabe mencionar-inició todo este maravilloso plan de "esconder a los mellizos de las garras de la malvada mafia".-sonrío al ver las mejillas de Sheena finalmente agarrar color.
Camino lentamente hasta mi escritorio, pero en deber de tomar asiento en mi silla de cuero me siento en el borde del escritorio. Levanto la mirada, conectando con aquéllos benditos ojos.
-¿Sabías que la traidora de tu madre se formó todo este plan; el de traicionar a sus compañeros, venderlos a las autoridades, con el fin de poderlos tener sin que nadie se diese cuenta, mientras los dejaba con su gran amiga, y se formaba otro plan para ver cómo largarse de la mafia de mi padre?-pregunto sin esperar una respuesta de su parte. Tomo otro sorbo de mi vodka. -Pero bueno, ni los mejores planes pueden ser del todo exitosos.
-¿Por qué? ¿De qué carajos hablas?
Alzo una ceja en su dirección. Saboreo el vodka con gaseosa, y me encojo de hombros.
-Porque tu querida y amada madre...-sarcasmo puro adorna mi tono de voz. -...nunca esperó es que le fuese a tomar ocho años. ¡Ocho años! ¿Te lo puedes imaginar? Y tampoco esperaba que mi padre se diese cuenta que ella planeaba escapar. Más estrés para los hombros de tu querida madre.
Su ceño se frunce y cruza los brazos a la altura de su pecho.
-Espera un momento, por favor.-toma una pequeña pausa. -Hay algo que no entiendo del todo, tú dices que ésta amiga sea-quién-sea de mi madre nos cuidó por ocho años...¿pero cómo es que no me acuerdo de ella? ¿Y cómo es que mi madre pasó de la mafia de tu padre a la tuya?
-Por que, yo siempre los visitaba Drey.-responde Sheena por mi. Drey clava su mirada en la de su madre. -Ella era originaria de México, pero vivía en un lugar bastante humilde de los lados de los Ángeles. Cuando ella supo de mi estado, no dudo en un segundo en ayudarme. No creo que Sasha o tú la recuerden mucho, porque siempre, de alguna manera, conseguía estar todo el tiempo posible con ustedes.
Drey pasa otra vez la mano por su cabello rubio. Sin intención alguna de suvizar la expresión de su rostro.
-¿Y ahí en toda ésta...increíble historia, dónde cabe Thomas? ¿Cómo es que él no sabía nada de nosotros?
-Porque Thomas no sabía nada y además contaba con la información que Sheena había tenido un hijo, no mellizos.-respondo cruzando ambos brazos bajo mi pecho. -Y aunque hubiera sido bueno que Thomas lo hubiera sabido en ése momento, tampoco era muy fiable. ¿Por qué? Porque cuando mi padre se enteró que Sheena planeaba irse y en ése mismo instante también desaparecía Thomas, dudo mucho que todos estemos en este momento hablando sobre el tema.
-¿Por qué?
-Drey...-suspiro. -Todo aquel que traiciona o escapa de la mafia se les condena a muerte, creo haberlo dicho. Tu madre iba a morir, y digo iba, porque yo con mis malditos trece años la ayudé a escapar. Lo demás no te interesa, lo único que necesitas saber es que años después formé mi propia mafia y varios que pertenecían a la de mi padre se unieron a mí. Thomas era uno de ellos, donde estaba él estaba ella. Sin embargo, aquello no fue impedimento para traicionarme. Ni Thomas, ni yo, habíamos sabido de ella, hasta el día que fuimos a su casa.
El asiente como si estuviese procesando la información. Le da una mirada de reojo a su madre y me parece ver decepción por un mini segundo en aquellos ojos, pero lo mas seguro sea imaginaciones mías. Dudo mucho que sea capaz de mirar de esa manera a su querida madre.
-Muy bien.-murmura algo distraído y vuelve a sentarse en el sillón individual que está a unos centímetros de mi.
Observo fijamente todos sus movimientos y sus reacciones. Realmente tiene un gran parecido a Thomas, incluso su hermana comparte ciertos de sus rasgos, como el color de su cabello y de sus ojos. Paso una mano por mi largo cabello negro, haciendo que en su proceso mi camisa se suba y deje una pequeña porción de mi tatuaje a la vista.
-¿Qué? ¿Te gusta?-sonrío burlona al ver a Drey mirar fijamente esa parte de mi tatuaje. Sus ojos se elevan molestos, pero las puntas de sus orejas empiezan a ponerse sorpresivamente rojas.
-No se de qué te sonrojas, si cuando ambos seamos marido y mujer serás capaz de ver todo mi tatuaje e incluso...
-¡No se de qué demonios estás hablando!-río al verlo levantarse como un resorte, con las orejas cada vez más rojas. -¡Nunca, entiende muy bien, nunca me casaré con una mafiosa!
-¿De qué te quejas?-me encojo de hombros. -¿Cuándo encontrarás una magnífica esposa como yo? Le salvé la vida a tu madre, ¡dos veces! Por mí es que fuiste capaz de reencontrarte con tu verdadero padre. ¡Y como si fuera poco, los pienso proteger de Demetrio! Drey, cariño, ¿no estás siendo desconsiderado?
-¿¡Desconsiderado!?-ríe sin gracia alguna. -¿De qué carajos hablas? ¿Por qué no eres clara y dices de una buena vez qué es lo que realmente quieres de mí? ¿Realmente quieres que me crea esa estupidez que quieres casarte conmigo?
-¿Y qué tiene de malo?-me encojo de hombros, poniendo una una falsa expresión desconcertada en mi rostro. -No entiendo porqué dices que quiero algo de ti.
-¿Y no es así?-pregunta con tal inocencia que me es imposible seguir con el engaño, una sonrisa malvada se forma en mis labios.
Esto será divertido.
-Puede ser...-musito sin borrar mi sonrisa. Lentamente me acerco a él, mi sonrisa se ensacha cuando su cuerpo se tensa al tenerme tan cerca. -¿Realmente deseas saberlo?
Me acerco a su oído-o lo más que puedo-y reprimo una carcajada cuando el chico se estremece.
-Realmente quiero hacerte mi esposo.-susurro y mi sonrisa se hace mucho más amplia al notar su cuerpo tenso. -Me gustas, Drey Kirchner.
En un movimiento rápido tomo su rostro entre mis manos y le robo un beso. El chico se aparta rápidamente y una carcajada sale de lo más profundo de mi ser al ver sus ojos furiosos y su rostro sonrojado.
Tan inocente.
-Ay relájate, no pienso violarte.-digo mientras pongo los ojos en blanco. -Sólo serás mi esposo de nombre. Aunque si tú quieres...
-¡Nunca!-me interrumpe y su rostro se sonroja mucho más.
Una nueva carcajada sale de mis labios al ver su alto y tenso cuerpo alejarse, Sheena con una expresión de lo más estúpida en el rostro; no tarda en seguirlo. Sonrío al escuchar la puerta de mi despacho ser cerrada con demasiada fuerza, rompiendo el silencio de esta maldita y sombría mansión.
La sonrisa lentamente se borra de mi rostro.
Nunca digas nunca, mi querido Drey. Nunca digas nunca.
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