Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 26, parte 1.

DAKOTA.

Observo con cierta indiferencia pasar a todas esas parejas, algunos con sus hijos, otros con sus mascotas. Todos ajenos a mi presencia, sumergidos en su asquerosa felicidad. No puedo evitar sonreír con cinismo. El humo del cigarrillo bailotea en frente de mí con figuras distorsionadas. Desde el rincón en el que estoy escondida, rodeada de altos y frondosos árboles; observo los portones blancos de aquella majestuosa mansión de Beverly Hills. Le doy una buena calada a mi cigarrillo y acomodo la capucha sobre mi cabeza, escondiendo mi rostro.

Si alguien me llegara a ver o reconocer me metería en grandes problemas. Porque al parecer mi amado padre decidió jugarme con la misma moneda. O sea, le entregó a las autoridades la identidad del tan buscado criminal “Atheris”. No fué para nada bonito ver mi rostro, sobre todo con una imagen que me veo de la mierda, en todos lados con grandes letras en rojo “peligrosa”, “asesina”, “criminal”. Y un poco de estupideces más. Los de la D.E.A están buscándome como si fuese una especie de terrorista. Si quisiera mandar a la mierda a los Estados Unidos, hace mucho lo hubiera hecho. Lo que pasa es que les arde en el orgullo machista que yo, siendo quién soy—una mujer—haya sido más astuta y inteligente que toda esa panda de idiotas. Pero bueno, ése es muy su problema.

Cierro mi chaqueta y dejo escapar una nueva exhalación de humo. Espero pacientemente a que Kenya y Drew vuelvan de investigar. No nos convenía estar los tres aquí, ya que levantaríamos sospechas. Así que mientras ellos investigan, cualquier cosa que me diga quién carajos es esa impostora que se hace llamar Judith Miller, y que al parecer es mi madre. Me encargo de vigilar. Levanto el rostro y frunzo el entrecejo. Las brisas de la noche ya empiezan hacerse presente, y aún cuando no es totalmente de noche; en una o dos horas nos veremos sumergidos totalmente en la oscuridad.

Algo que agradecería enormemente.

Los vellos de mi nuca se erizan. Curiosa observo una Range Rover roja, de ventanas tintadas y grandes aros; bajar la velocidad hasta detenerse en frente de los altos portones blancos de aquella maldita mansión. Me camuflo un poco más entre el alto roble que estos minutos me ha mantenido bajo perfil. Y tensando la mandíbula, observo como el auto entra despreocupadamente mientras los portones se cierran a su paso. Llevo el cigarrillo a mis labios y tomo una profunda calada. Pasado un rato siento uno de los bolsillos traseros de mi pantalón vibrar. Lo saco y respondo la llamada.

Al parecer piensa escapar hacia Inglaterra.—la voz de Kenya llega firme y seria. —Está programado para dentro de tres horas.

—Supongo que no es tan estúpida.—sonrío contra mi cigarrillo.

¿Tú crees que se haya enterado que vamos a por ella?

—Tal vez.—me encojo de hombros. —Una persona escapa de un lugar, cuando siente que algo o alguien la persigue. Y si me conoce, como sospecho que lo hace, sabe que cuando tengo en la mira a mi presa; no la dejo escapar así como así.

Según a lo que pudimos investigar estuvo casada cinco años con un pobre diablo llamado Constatine Delacroix. Dueño de una multimillonaria franquicia de vinos del lado norte de Francia.—responde Kenya con un tono de voz indiferente. —Tal parece que el pobre viejo, que murió de un infarto a sus setenta y ocho años, no le dejó más que seis millones de dólares.

—Tienes que estar bromeando.—río y niego incrédula. —No me extraña que se haya tenido que meter a la prostitución con Demetrio.

Hablando de eso.—responde y se aclara la garganta. —Según los informantes, tal parece que el prostíbulo que le quemamos a Demetrio; no era el único que ella manejaba.

Ah. Eso significa que realmente su relación con Demetrio es de hace años. Y al parecer muy estrecha. Entrecierro los ojos pensativa. ¿Se tratará realmente de mi madre? Frunzo el ceño y niego. No, eso es imposible. Yo la vi morir ante mis ojos, yo fui la encargada de su entierro. Es una imagen que nunca olvidaré. Así que no puede haber error en su muerte.

—Dile a los chicos que traten de entrar al sistema de electricidad y de seguridad. Este tipo de barrios residenciales cuentan con su propio servicio.

¿Un apagón?—responde, comprendiendo mi plan.

—Sólo necesitamos unos minutos para entrar a la mansión. Una vez dentro, nadie se dará cuenta de lo que sucede.

Bien, conseguiremos los planos de la mansión y de todo el lugar. Nos conviene saber qué ruta nos beneficiaría en caso de que necesitemos escapar.

—Me parece bien.—asiento aún cuando ella no puede verme y dejo escapar una larga exhalación. —Esperemos que en dos horas esté lo suficiente oscuro como para poder hacerlo. En caso de que no sea así...

Sonrío ampliamente.

Tal vez desee dar una pequeña vuelta.

Y si no quiere, de igual forma pienso obligarla.

Levanto la mirada, encontrándome con aquellos escalofriantes ojos grises. No me sorprendo el no haberla escuchado acercarse. Tiro la colilla del cuarto cigarrillo que llevo en estas dos horas, contra la acera y paso mi suela encima de él. Escondo mis manos en los bolsillos laterales de mi chaqueta.

—¿Consiguieron entrar a los sistemas?

Kenya asiente mientras también esconde parte de su rostro con la capucha de su chaqueta. Algunos de sus rubios dreads escapan de su encierro y caen por sus hombros.

—Pero hay un pequeño problema con los portones.—dice y ambas ponemos la mirada en el frente. —La única forma de abrirlos es por dentro.

Frunzo el ceño y muerdo mi labio inferior. Sí, eso veo. Ya que no son normalmente de barrotes, por no mencionar, que son demasiados altos como para poder escalar. Uno de nosotros tendrá que entrar, o por lo menos hacer que nos abran. Algo que dudo lo hagan de buenas maneras, porque ese tipo de mansiones tienen cámaras hasta en los lugares que no deberían de haber; así que estarán siempre pendientes sobre quién toca el timbre.

—Dile a Drew que se busque un traje.

—¿Qué estás pensando hacer?—dice mientras me voltea a ver con confusión.

—De los tres, Drew es el que mejor aspecto “normal” tiene.—sonrío ante su expresión. —¿Nos has visto a las dos? Parecemos asesinas en serie. Y si Drew se pone traje, le agregaría más confianza a su aspecto.

Kenya levanta una ceja. No muy convencida hace lo que le digo. No le queda de otra. Y mientras le explica el plan a Drew, sigo observando fijamente esa maldita mansión.

Unos treinta minutos después vemos finalmente la camioneta acercarse y se detiene en frente. Un atractivo Drew con el cabello negro bien peinado y en un exquisito traje negro, se baja de la camioneta. Lo observo llamar al timbre, sonríe y dice algo, que por obvias razones no alcanzo a escuchar. Kenya y yo compartimos una mirada, saca el teléfono y conecta con los chicos del búnker. No tengo la menor idea de qué habrá dicho Drew pero al parecer le sirvió porque unos segundos después uno de los portones, el más pequeño, se abre y una señora de unos cincuenta años cuando mucho; con el uniforme normal de la servidumbre, lo recibe.

—Ahora.

Con un rugido de los transformadores en menos de cinco segundos todo se sumió en una escalofriante oscuridad. En mi mente empiezo a contar los sesenta segundos que nos queda. Corremos hasta llegar a los portones, los cuales pasamos sin ningún problema. Escucho un jaleo y luego un golpe seco contra el suelo; al parecer Drew se tuvo que hacer cargo de la pobre anciana. Sólo espero no la haya matado, ya que realmente ella no tiene vela en este entierro y realmente quien me interesa en este momento es a su querida patrona. Con los latidos acelerados de mi corazón tronando en mis oídos, cruzamos el jardín y nos pegamos todo lo que podemos a la pared. Escucho el portón cerrarse, además del ligero sonido de un motor.

Es hora.

Rodeamos la mansión, buscando una puerta en la que podamos entrar. Y encontramos una al fondo. Como Kenya y yo estamos acostumbradas a movernos en la oscuridad no es ningún problema a la hora de falsear la entrada y colarnos. Casi al instante la luz vuelve, acompañada de un jadeo a coro. Las dos sacamos las armas de nuestros cinturones.

—Shh...—me llevo un dedo a los labios. Las tres mujeres que se encuentran en la cocina asienten asustadas mientras no observan con los ojos como platos. —Ve a la otra puerta que conecta con el comedor.

Kenya hace lo que le digo y le pone el seguro. Hago lo mismo con la que acabamos de abrir.

Será mejor que se queden en silencio y muy quietas si no quieren morir en este maldito momento.—susurro entre dientes. Las tres mujeres asienten y una de ellas empieza a llorar. —Ahora, porqué no me dicen cuántas personas hay dentro de la mansión.

—S-Seis. Contando con nosotros tres.—responde una de ellas, la más morena y la que se ve un poco más joven.

—Será mejor que no nos mientas. Porque sino...—Kenya acerca con fuerza el cañón de uno de sus revolvers a la sien de la mujer. —...te mato en medio de esta elegante cocina.

Pongo los ojos en blanco. Mientras ella se encarga de intimidarlas a las tres, busco con la mirada algo que me sea de utilidad pero si soy completamente sincera, no puedo entreterme a buscar cuerdas y cinta. Así que hago lo que siempre hago en este tipo de situaciones. Con la culata de una de mis pistolas las pongo a dormir a las tres.

—¿No sería mejor matarlas?—pregunta Kenya mientras sus escalofriantes ojos grises me dan una indiferente mirada.

—Si quieres hacerlo, hazlo. Pero es tu maldito problema.—le respondo mientras me encojo de hombros. —Iré abrirle a Drew.

Con la misma cautela, salgo por la puerta en la que conseguimos colarnos. Rodeo la mansión y dando una rápida mirada a mi alrededor abro el portón. Drew, armado con dos Ak-47 y una mochila negra al hombro; entra sin preocupación alguna. Los dos nos volteamos con rapidez al escuchar una puerta abrirse pero me consigo relajar al ver que se trata de Kenya. Aún manteniendo la capucha sobre mi cabeza empiezo a caminar tranquilamente hacia la puerta principal.

Está en el piso de arriba, en la tercera habitación.—susurra una vez llego a su lado.

Tomo mi pistola favorita de mi cinturón, mientras guardo las otras dos en sus fundas. Drew le entrega la otra Ak-47 a Kenya, la cual se cruza sobre el pecho, y los tres con sigilo entramos; siempre pendientes de nuestro alrededor. Frunzo el ceño al no escuchar nada más que nuestras propias respiraciones. Todo está sumido en una tranquilidad que de cierta forma me inquieta. Aprendí a siempre ser cautelosa, sobre todo recelosa, de silencios como estos. Mis dedos se enrollan con más fuerza sobre mi pistola y sin darle una segunda mirada a mi alrededor, empezamos a subir lentamente las escaleras. Cuando llegamos al segundo piso, Kenya nos indica con la mirada en cuál de todas las habitaciones es donde está aquella maldita impostora. Entrecierro los ojos y les indico a los dos que se detenga por un momento. Desde aquí escucho una voz femenina hablar con cierto nerviosismo y con un tono alto; como si estuviese discutiendo con alguien. No soy capaz de escuchar del todo la conversación pero captando la ansiedad de su tono de voz, es suficiente para indicarme podríamos tener problemas en los próximos minutos. Los tres compartimos una mirada significativa. Kenya y Drew caminan ligeramente agazapados y se colocan a cada lado del marco. Camino hasta llegar al otro extremo del pasillo donde empieza la otra escalera; por aquello que surja un “imprevisto”. Mis manos cosquillean al sentir el metal de la pistola, el gatillo bajo mi dedo. Tomo una pequeña bocanada de aire y asiento dándoles la señal. Drew toca con los nudillos la puerta. La voz se detiene bruscamente.

¡Estoy ocupada, Itzel!

Una voz femenina, amortiguada por la puerta, rompe aquel intenso silencio. Los tres nos mantenemos en silencio, tensos a la expectativa. Drew vuelve a repetir la acción y a los segundos se escucha un sonoro suspiro.

¡Te dije que...

Pero no terminó de hablar porque Kenya le dió con la culata de pistola en la cabeza; dejándola inconsciente. Drew la agarra en el aire, la toma en brazos y la lleva rápidamente adentro de la habitación. Kenya lo sigue y cierra la puerta, dejándome sola en ese amplio pasillo. Me permito suspirar, tratar de relajar mis tensos músculos pero el sólo imaginar que una persona—que al parecer es idéntica a mi madre—está al otro de la puerta; me pone tan estresada que siento esas terrible necesidad de fumarme uno o tres cigarrillos más. Claro, si me tomara un buen trago de whisky o de vodka tal vez conseguiría calentar mi interior. Desde que Kenya me dio la noticia de que mi madre posiblemente estuviera viva; un frío abrasador recorre cada rincón de mi cuerpo. Un vacío, que sólo sentí el día que me dieron la noticia que mi madre había fallecido, no desaparece de mi pecho.

Observo de reojo aquel silencioso y un tanto oscuro pasillo. Vuelvo a poner mi pistola entre mi cinturón, muevo mis manos al sentirlas entumecidas. Busco mi celular entre los bolsillos de mi pantalón, lo saco una vez lo encuentro y le marco a mi grupo selecto de nerds; para que se encarguen de la vigilancia de toda esa calle. Guardo el celular y levanto la mirada. Me quito la capucha, dejando mi cabello negro en uno de mis hombros y con lentitud—porque ya no puedo prolongarlo por mucho más tiempo—entro a la habitación. Me percato de la decoración elegante y un poco extravagante, así como de lo espaciosa que es, pero me paralizo a la mitad cuando mi mirada cae finalmente en el bulto que está en frente de mi.

¿Qué carajos significa esto?

Un escalofrío recorre cada centímetro de mi cuerpo, los vellos de mi nuca se erizan y puedo sentir un dolor en la boca del estómago que va subiendo a mi pecho. Es como si de pronto mis pulmones dejaran de funcionar.

«—Te amo cariño, nunca lo olvides. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida

—¿Señora?

—L-Largo...—murmuro sin apartar mi mirada de aquella mujer. Los ojos se me llenan de lágrimas sin poderlo evitar y trato se tragar aquel nudo, pero es imposible.

—¿Dakota?

—¡LARGO! ¿Acaso no escucharon? ¡Que se larguen!—grito ocasionando que ambos brinquen asustados por mi reacción.

Sin poderlo evitar una lágrima se escapa de mis ojos, que baja por mi mejilla pero rápidamente la limpio. Y me aclaro la garganta, pero ese maldito nudo sigue ahí; dificultandome respirar. Siento mis manos temblar, todo mi interior empezar a desboronarse. De nuevo. Cierro los ojos por unos segundos, tratando de tranquilizarme.

No puedes volver a entrar en crisis, Dakota. Me recuerdo. Por lo menos no en este momento.

Me tomo mi tiempo y sólo cuando creo que he vuelto a tener control sobre mí misma; abro los ojos nuevamente. Sin embargo, no aparto la mirada de aquella mujer.

—Yo haré lo demás. Registren toda la mansión, si encuentran algo que pueda ser de utilidad lo toman. Y si aparece alguien más, lo eliminan. No se les olvide de interferir las llamadas a emergencias. No quiero a los malditos uniformados en este lugar, ¿entendido?—ordeno en su dirección.

Kenya y Drew asienten rápidamente, los despacho con un gesto, los cuales no pudiendo desobedecer abandonan la habitación; cerrando la puerta a mis espaldas. Doy media vuelta y le pongo el seguro. Cierro los ojos, tenso la mandíbula con fuerza y cierro mis manos, formando un  puño a cada lado de mi cuerpo. Trato de buscar aquel autocontrol que siempre me he jactado de tener pero es la primera vez que parece que no lo tengo. O sería mejor decir, no consigo encontrarlo porque soy un maldito desastre. Un desastre que deja que los recuerdos del pasado, jueguen con su cordura.

Maldita sea...—maldigo y tenso mucho más la mandíbula.

Le doy un fuerte golpe a la pared, lastimando mis nudillos, pero tratando de sacar esa frustración y cantidad de sentimientos que a duras penas mantengo a raya. Una furia conocida, empieza a sustituir los sentimientos de tristeza y nostalgia. Con lentitud me giro, un nuevo estremecimiento recorre cada parte de mi cuerpo, pero esta vez el impacto es menor. O eso me hago creer. Las suelas de mis botas militares es el único sonido que se escucha en esa amplia habitación. Todavía mis pulmones no funcionan con normalidad, y por eso creo que siento aquel dolor asfixiante en el centro de mi pecho. Rodeo el cuerpo menudo de esa mujer que se encuentra amarrada a los postes de su cama y ladeo mi cabeza. La observo con gran curiosidad. Reconozco aquellas facciones delicadas, el singular lunar que tiene al lado de su comisura derecha, así como aquella respingona nariz. Lo único es ese cabello rubio, que en el pasado era negro. Y si estuviera consciente, apostaría que sigue teniendo aquellos enigmáticos ojos color caramelo. Pero aquí la verdadera pregunta es: ¿Realmente es mi madre o no lo es? Frunzo el entrecejo y maldigo de las todas las formas posibles a esa mujer que está en frente de mí.

Lo que odio no tener el control sobre mi alrededor. Pero sobre todo, lo que odio cuando no puedo controlar las emociones que hace años hacía pérdidas.

Maldita sea.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro