Capítulo 25.
DREY.
—Tú madre está viva, Dakota. Al parecer no murió como tú todos estos años pensabas.
Con un estremecimiento de miedo recorriendo todo mi cuerpo, observo el rostro de Dakota desfigurarse hasta tomar una expresión casi diría que diabólica. El odio de aquellos ojos negros, poco a poco empezó a devorar la ligera luz que había aparecido en su mirada estas últimas semanas. Doy un paso hacia ella pero Drew interfiere y me regala una mirada que no consigo interpretar.
—Mi madre...—Dakota empezó a caminar lentamente hacia Kenya. —...está muerta.
Kenya retrocede pero al instante se detiene. Desde mi posición observo como su cuerpo se tensa y guarda la pistola con la que hace un momento apuntaba a Dakota, en el cinturón. Cierra sus manos, convirtiéndolas en puños a cada lado de su cuerpo. Y aún cuando Kenya es muchísimo más alta que Dakota, desde mi punto de mi vista; Dakota se ve mucho más amenazante y peligrosa.
—Dakota...
—Cállate.
—¡Maldita sea, Dakota!—gruñe Kenya a centímetros de distancia. Ambas se retan con la mirada. —Drew y yo la vimos. ¿De verdad crees que...
—¡TE DIJE QUE TE CÁLLARAS, MALDITA SEA!
Y de un rápido movimiento, que ni los bien entrenados reflejos de Kenya pudo ver, Dakota la golpea con tanta fuerza que se lleva un buen golpe contra el duro suelo. Una sonrisa cruel se forma en los labios de Dakota al ver la sangre aparecer de una de las cejas de Kenya.
—Tienes que detenerlas.—gruño y empujo a Drew. —Dakota la matará, maldita sea.
—Puede ser.—responde Drew con una expresión seria mientras las observa pelear; pero aún manteniendo su atención en mi persona. —Pero si intervengo, los muertos seremos nosotros.
Paso una mano por cabello, completamente frustrado. Vuelvo a poner mi mirada en el frente al escuchar un gruñido. Kenya finalmente consiguió golpear a Dakota pero en deber de someterla o volverla a golpear, simplemente se separa. Un error que iba a pagarlo muy caro. Aparto la mirada rápidamente al ver aparecer una delgada daga en una de las manos de Dakota.
Demonios. Mi cuerpo se estremece con fuerza al imaginar lo peor. La sangre...la piel desgarrada. Una oleada de náuseas sube por mi garganta.
Pasan unos dos minutos, tal vez, en los cuales no escucho nada. Ni un jadeo, ni nada que me indique algo...sea lo que sea. Tomo una profunda respiración y armandome de valor vuelvo a poner la mirada en ellas. Levanto ambas cejas sorprendido al ver a Kenya a duras penas contener el brazo de Dakota. La punta de la daga a centímetros de uno de sus ojos. Un nuevo escalofrío me recorre al cuerpo, al ver la mirada de aquellos ojos negros y la de esos escalofriantes ojos grises.
Realmente ambas están tratando de matarse. Pienso incrédulo. La respiración queda bloqueada en mi garganta al ver a Dakota llevar con una rapidez, que de verdad me toma muy por sorpresa, la mano su cintura y al instante escucho una fuerte detonación. Drew trata de mantenernos a ambos apartados de su pelea, pero ellas parecen poseídas por el mismísimo diablo. Golpes, disparos, golpes, disparos. La sed de sangre en sus rostros era demasiado intensa.
Maldita sea. Estas mujeres de verdad que están locas.
—No...No. Mi madre. ¡Mi madre está muerta! ¡Muerta!
Con preocupación observo a Dakota tomarse con ambas manos la cabeza y empezar a murmurar por lo bajo; lo mismo una y otra vez. De sus ojos negros, que se veían tan atormentados y opacos, caían amargas lágrimas. Nunca había visto una mirada tan llena de dolor en mi vida. Ella se estaba desmoronando cada vez más.
—D-Dakota...
—¡No! ¡Cállate!
Toma con más fuerza su cabeza y se hace un ovillo sobre el suelo. Kenya se levanta tambaleante, apoyada contra una de las paredes de hierro. Resbala pero antes de caer, de alguna forma consigue volverse a enderezar. Empieza a toser y de su boca salen gruesos hilos de saliva con gran cantidad de sangre. El cuello y gran parte de su camiseta blanca, pasó a ser rojo carmesí; por la sangre que salía de sus reventadas cejas y ni hablar de su labio.
—Dakota.
—¡No!
Todos nos tensamos cuando Dakota se pone de pie, un poco tambaleante, pero de alguna forma lo consigue. Su cabello negro está lleno de nudos y de uno que otro vidrio de la mesa ratona, que está completamente desperazada. Con furia limpia las lágrimas de sus pálidas mejillas, pero esta es la primera vez que la gran Atheris no tiene control sobre sí misma.
—¡Cállate! ¡Tú no sabes nada!—grita mientras la señala con uno de sus temblorosos dedos.
Kenya trata de mantenerse erguida, pero a rayos luz se puede ver que está demasiado cansada como para que sus piernas puedan soportar su peso.
—Y-Yo...Yo vi a mi madre morir ante mis ojos. ¡Daymond la mató! Y yo, lo maté a él. ¡Así que deja de mentir!
Abre sus ojos como enloquecida. Es como si estuviese apunto de terminar de perder la cordura. Y la verdad estoy preocupado, tanto por ella, como por nosotros. Ella es peligrosa estando en su sano juicio, o el poco que tiene, pero estando en ese estado es todavía más peligrosa. Kenya vuelve a toser y toma una profunda respiración. Con cierta impotencia la observo a ambas, llenas de cortes y golpes. Pero Kenya, es la que peor se ve.
—No te miento, Dakota. Y-Yo la vi.—dice Kenya con la voz llena de cansancio pero a la misma vez cierta firmeza. Pero Dakota no escucha razones, gruñe algo inaudible para todos y con una rapidez que nos toma a todos por sorpresa sale corriendo de la sala, rumbo al estacionamiento subterráneo. Segundos después escuchamos a los chicos jadear ante el chirrido de las llantas de alguna de las camionetas.
Una mafiosa, con nervios al borde la histeria, manejando por las concurridas calles de New York, no creo que sea algo muy bueno.
¡Dios mío!
—Oye...—la voz de Drew me saca de mis pensamientos. —No vayas a desmayarte todavía.
Toma en brazos a Kenya y la ayuda a sentarse en el sillón individual; que fue el único que salió impune ante la furia de Dakota. Ya que los otros fueron destrozados por la pelea. Incluso hay algunas balas incrustadas en algunos de ellos o en las mismas paredes.
Observo a Drew traer un botiquín de primeros auxilios y una botella de vodka, la cual le pasa a Kenya. La destapa y toma un largo trago de aquel infernal líquido, imagino que para anestesiar un poco el dolor que sentirá. Drew se pone un par de guantes y limpia las heridas de Kenya con alcohol. Cualquiera se encogería de dolor pero ella ni siquiera se inmuta o se queja. Drew una vez se asegura de haber esterilizado la aguja y las heridas; empieza a saturar. Las cejas, una cortada en el brazo que no se ve tan grave pero que de igual forma necesitará puntos y para finalizar en sus labios. Aparto la mirada asqueado al ver la gran herida, de la cual empezó a salir nuevamente una gran cantidad de sangre.
Así que solo para hacer algo, mientras Drew se encarga de Kenya, empiezo a limpiar—o hago el intento de limpiar—aquella destrozada sala. Bajo la suela de mis tenis siento los vidrios de la mesita ratona que está completamente destrozada. El relleno del sillón grande está esparcido por todos lados, y el cuero está lleno de cortadas bastante grandes. Ni siquiera hago mención de los otros muebles.
—¿¡Qué carajos!?
Levanto la mirada topándome con las miradas sorprendidas de Thomas, Gilberth, mi madre y Sasha. Estas últimas se acercan a mí para cerciorarse que estoy bien. Aguantando el poner los ojos en blanco las abrazo y les juro que realmente estoy bien. Ya que las que más necesitan atención son otras. Una que está a punto de desmayarse de lo mal herida que quedó gracias a su “mejor amiga” y líder. Y otra, que todo su mundo acaba de venirse abajo. De nuevo.
«Yo vi a mi madre morir ante mis ojos. ¡Daymond la mató! Y yo, lo maté a él. ¡Así que deja de mentir!»
La voz llena de desesperación de Dakota llega a mi mente, aumentando mi preocupación. Definitivamente todos tenemos una debilidad. Y lastimosamente la de ella era su madre.
—Maldita sea.—gruño entre dientes y tomo mi rostro.
A mi alrededor los chicos se encuentran completamente concentrados en su respectivo trabajo, pero no importa cuánto trate de seguir con el software, no puedo dejar de pensar en Dakota. Desde la pelea tiene dos días, con hoy, de haberse ido. Thomas y Gilberth la buscaron a los alrededores pero no hay ni una señal de ella. Levanto la mirada y observo la pantalla de la computadora que hay en frente de mí. Busco el correo que conseguí copiar y trato de...¿De qué? No importa cuánto lo lea y lo lea; no consigo descubrir algo que sea de importancia.
Maldita sea. Con una frustración que nunca había sentido, además de una presión de lo más extraña en el centro de mi pecho, salgo del laboratorio. Cierro la puerta de hierro a mis espaldas y al levantar la mirada me encuentro con Drew y Kenya. Ambos con expresiones pensativas apoyados contra una de las paredes de piedra. Escondo ambas manos en los bolsillos anchos de mi pantalón gris y camino hasta donde están ellos.
—¿No deberíamos de ir a buscarla de nuevo?
Drew suspira, tira una pequeña piedra que hace un ligero eco en esos oscuros túneles. Fijo mi mirada en Kenya, la cual tiene mejor aspecto. Sus ropas rotas y ensangrentadas las cambió por otras más limpias, además de que la hinchazón de su rostro; bajó considerablemente. Un fuerte olor a marihuana llega a mis fosas nasales, Kenya le da una larga calada al pequeño puro que sostiene entre el pulgar y el índice de su mano derecha. Contiene el humo por unos segundos en su boca.
—No te preocupes.—dice mientras deja escapar el humo en una exhalación. —Dakota necesita dejar salir toda esa furia.
—¿Pero no crees que se está poniendo innecesariamente en peligro?—ambos ponen su mirada en mi persona. Me aclaro la garganta y siento mis orejas ponerse un calientes. —Quiero decir, ponernos a todos innecesariamente en peligro. Su padre debe de estar buscando el lugar donde nos estamos refugiando.
—Y ella lo sabe.—responde esta vez Drew. Kenya asiente y vuelve a llevar el puro a sus labios.
—Por más que Dakota entre en crisis. Sus mañas como líder de una mafia no se olvidan de la noche a la mañana. Buscará un lugar en el que pueda desahogarse y a la misma la mantenga bajo perfil.
—¿No la odias?—no puedo evitar preguntar aquello, al escuchar la forma tan despreocupada con la que habla. Como si lo que pasó hace unos días fuese de lo más normal.
—¿Por qué habría de odiarla?—pregunta de vuelta. Pero como no espera realmente una respuesta de mi parte, sigue hablando. —Ya sabía que algo así iba a pasar cuando le dijera que su madre posiblemente estuviera viva. De hecho, salí mejor parada de lo que realmente creía.
—¿Qué?—balbuceo incrédulo. Kenya fija aquellos escalofriantes ojos grises, que en este momento tenían una mirada tan tranquila, en mi persona.
—Tú solo has conocido su mejor lado, Drey. No tienes idea de lo que es capaz. En el pasado estos golpes.—dice mientras señala su rostro. —Hubiesen sido balas. Y no hubiera dudado un solo segundo en matarme. Tal vez se deba a la influencia que poco a poco has tenido en ella, quién sabe, pero por alguna razón esos impulsos que en el pasado la llevaron a cometer asesinatos a sangre fría; hoy consiguió mantenerlos bajo control. O bueno, gran parte de ellos como puedes ver.
Tras aquello cae un rotundo y tenso silencio entre los tres. Frunzo el entrecejo y bajo la mirada. ¿Yo he influenciado a Dakota? Eso es absurdo. Ella sigue siendo la misma desde la primera vez que la vi. ¿O no? Además, estoy seguro que es todo lo contrario. Ella es la que me ha influenciado en cierta manera.
Deja de pensar en ello. Me recuerdo y meneo mi cabeza. Recorro con la mirada la oscuridad de los túneles, por si las luces de la camioneta en la que se fué Dakota se dejan ver, pero hemos estado un buen rato y ella nada que aparece. Suspiro y paso una mano por mi rostro, hasta mi cabello el cual peino hacia atrás.
—Tengo una duda.—digo segundos después de tan largo silencio. Kenya levanta ligeramente la barbilla, indicándome que continúe. —¿Cómo sabes que su madre está viva, sí ella afirma que está muerta?
Kenya se queda pensativa, le da una última y larga calada al puro antes de tirarlo al suelo. Con la suela de sus timberland lo apaga.
—Sólo conozco a la madre de Dakota por una foto que ella siempre llevaba encima.—comenta mientras clava aquellos escalofriantes ojos grises en los míos. —Cuando Drew y yo fuimos al prostíbulo de Demetrio a rescatar a las Ruiz, vi a una mujer idéntica por no decir la misma—quizás un poco más extravagante—en ese lugar. Pero no era una “empleada” si eso es lo que piensas. Era nada más y nada menos que la que manejaba ese prostíbulo.
Levanto ambas cejas sorprendido. Kenya asiente y esconde ambas manos en los bolsillos del pantalón mitilitar gris que todos vestimos.
—Aunque claro, en ese momento no podía recordar dónde la había visto ni porqué se me hacía tan conocida. Mi mente estaba enfocada en el rescate de las Ruiz.—continúa hablando. —Cuando regresé a la mansión fue que realmente pude darle rienda suelta a mis pensamientos. Y ya que Dakota nunca me había dicho el nombre de su madre, realmente tuve que investigar muy a fondo. No podía llegar y decirle así como así que me había parecido ver una mujer idéntica a su madre.
—¿Y qué pasó?—pregunto un poco ansioso. Kenya vuelve a encogerse de hombros.
—A final pude dar con un nombre.
—¿Cuál?
Kenya suspira antes de aclararse la garganta.
—Judith Miller.—responde al final, pero antes de poder preguntar, ella sigue hablando. —Y recuerdo perfectamente que detrás de la foto que Dakota mantenía sobre ella, tenía en una de las esquinas las iniciales «J.M.» en una femenina letra cursiva.
—¿Entonces realmente se trata de su madre? Porque en el correo firma con las iniciales “J. Miller”.
Kenya se encoge de hombros, comparto una mirada con Drew el cual también se encoge de hombros. Demonios. No comprendo qué llevó a esa mujer hacerse la muerta, ¿acaso no sabe todo el dolor por el que hizo pasar a su hija? Su muerte fue el último hilo de esperanza que a ella la mantenía cuerda. Todo su ser se llenó de odio y venganza. Y ahora venirse a enterar que la persona por la cuál ella es capaz de matar a su propio padre...bueno, es horrible.
—Pero hay algo que no consigo comprender.—mi entrecejo se frunce. —¿Ella es la “traidora”? Y si fuese así, ¿cómo demonios obtuvo información tan exacta sobre las mansiones y las bodegas de Dakota?
La mirada de Kenya se endurece. Si no fuera porque en ambas cejas tiene más de cuatro puntadas, apostaría que tendría el ceño fruncido.
—Drew y yo creemos que nos siguieron el día del rescate, o tal vez lograron sobornar a las únicas personas que sabían las direcciones exactas. Algo que no sería extraño, porque es normal el soborno.—masculla entre dientes. —Pero personalmente prefiero la segunda opción, porque el que nos hayan seguido sin que nosotros nos hayamos enterado es malditamente humillante. Es algo de principiantes.
Bueno, teniendo en cuenta que ellos viven para ésto se comprende el enojo, aunque para mí no sea tan importante. La verdad de alguna u otra forma consiguieron dar con información muy importante, que de alguna manera ha complicado todo.
—¡Oh! Al fín.
Los tres levantamos la mirada al escuchar un motor, las luces de la camioneta se acercan cada vez más. Un silencio bastante tenso e incómodo crece ante la llegada de Dakota. El sonido de la puerta de la camioneta al ser cerrada es lo único que rompe aquel silencio. Su menudo cuerpo, ligeramente alumbrado por las tenues luces que hay en las paredes del estacionamiento subterráneo, se mantiene quieto al lado de la camioneta. Me parece escucharla suspirar. Y cuando creía que seríamos los nosotros los que nos acercaramos a ella, al final decide moverse. La observo esconder ambas manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero, se acerca con su característico andar lento y felino. El sonido de la suela de sus militares hace de aquel momento más denso, más...ni siquiera tengo una palabra exacta.
Siento los pelillos de mi nuca erizarse cuando finalmente somos capaces de verla bien. Sus ojos negros nos regala una desinteresada mirada a los tres. Puede ser que ella se note mucho más calmada y tranquila. Pero toda ella trasmite la palabra peligro.
—Sólo diré una cosa...—dice con un tono peligrosamente suave y calmado. —Mi madre, está muerta.
Los tres contenemos el aliento. Kenya suspira resignada al lado pero al final no decide insistir. De aquí es la única que tal vez puede darle batalla a la gran Atheris, pero considerando su aspecto no está muy entusiasmada por tener otra pelea a muerte con su líder.
—Y...—dice llamando nuestra atención nuevamente. —Necesito que me expliques quién demonios es esa zorra que se hace pasar por mi madre.
—Está bien.—responde Kenya con ese tono dócil que suele utilizar cuando ambas están en plan líder-subordinada.
Kenya le explica detalladamente lo mismo que me explicó hace unos minutos, antes de que Dakota decidiese volver. Cuando Kenya termina el relato, Dakota la observa fijamente, con aquella expresión neutral que sólo la hace más impredecible.
—Espera, ¿dijiste Judith Miller?—pregunta Dakota segundos después de mantenerse en silencio. Su entrecejo se frunce y Kenya asiente sin apartar aquellos escalofriantes ojos de Dakota. —Mi madre se llamaba Julie Miller, no Judith Miller.
Abro los ojos sorprendido, al igual que Drew. Kenya parpadea como saliendo de su sopresa pero Dakota se mantiene relajada. Cruza los brazos a la altura del pecho y se muerde fuertemente el labio inferior. Se queda pensativa por varios segundos.
Demonios. Esto está cada vez más confuso, ¿se tratará de la misma persona o no? Realmente no entiendo nada.
—Está mierda no me gusta ni un poco.—la voz de Dakota me saca de mis pensamientos. —Tienen una hora para conseguirme la dirección de esa mujer, ¿entendido?
—¡Sí señora!
Kenya y Drew no pierden tiempo, entran al laboratorio, imagino que para hablar con uno de los chicos. Observo en silencio a Dakota suspirar, mete ambas manos en los bolsillos de su chaqueta rebuscando y de inmediato saca una caja de cigarrillos además de su encendedor. Al instante me llega aquel olor a menta y tabaco que cada vez se me hace más común oler.
—Pregunta Drey.
Levanto ambas cejas. Aquellos ojos negros finalmente se fijan en los míos. Vuelvo a sentir aquel dolor en el centro de mi pecho. Nunca había visto una mirada tan vacía y a la misma tan vulnerable. Dakota deja escapar el humo del cigarrillo por sus fosas nasales. Lo sostiene en su mano izquierda y patea una pequeña piedra, con la punta de una de sus militares.
—¿Dónde estabas?
Dakota se lleva el cigarrillo a los labios, ladea la cabeza quedando de perfil. Frunce ligeramente el ceño y tensa un poco la mandíbula. Deja salir una nueva exhalación de humo.
—En el cementerio.—musita manteniendo ese aire ausente. Al final decide poner la mirada en mi persona. Cada músculo de mi cuerpo se tensa al ver el sufrimiento reflejado en aquellos oscuros iris. —Andaba visitando la tumba de mi madre.
Al final decido hacerle pasar oxígeno a mis pulmones ya que me lo exigían. Observo en silencio aquella mujer que hace unos meses era para mí la persona más insensible y fuerte que había conocido, pero que en este momento se estaba desmoronando. Su interior se estaba terminando de romper en pequeños fragmentos. Al punto de que en su interior no iba quedar absolutamente nada e iba a pasar ser una mujer vacía, sin alma.
—Señora.—la voz de Kenya llama la atención de ambos. —La encontramos.
Dakota tira el cigarrillo, lo apaga con la suela y toma en el aire una pistola que Kenya le lanza. Reconozco inmediatamente su pistola favorita, aquella que Kenya había conseguido arrebatarle. En silencio observo pasar a Drew y a Kenya cargados con armas, los cuales se suben a una de las camionetas. Mi mirada, inevitablemente busca la suya, que casualmente sigue fija en mi persona.
—La matarás, ¿verdad?
Dakota me observa en silencio, guarda la pistola en su cinturón. Una imagen de ella haciendo lo mismo en mi antigua casa, llega como un flashback a mi mente.
—Odio la traición, Drey. No importa quién sea la persona, sí se me traiciona trae sus consecuencias. Y normalmente la traición la hago pagar con la muerte.
Es lo último que dice antes de girarse sobre sus talones y empezar a caminar hasta la camioneta. Todavía parado en mi mismo lugar, los observo alejarse y perderse en aquellos oscuros túneles.
«No importa quién sea la persona, sí se me traiciona trae sus consecuencias. Y normalmente la hago pagar con la muerte.»
¿Aunque eso signifique perder lo poco que te queda de alma?
Cierro los ojos y llevo ambas manos atrás de mi cuello mientras suspiro ruidosamente. A los segundos abro los ojos y frunzo el ceño. ¿Por qué me preocupo tanto por ella? Está acostumbrada hacer ésto, así que no entiendo porqué me importa tanto el hecho de que si Dakota mata a la mujer que supuestamente es “su madre” logre eliminar del todo esa pequeña parte humana que alimenta nuestra alma. ¿Por qué? ¿A mí que me tiene que importar?
Maldita sea.
Suspiro, al final decido no darle más vuelta al asunto, me devuelvo al laboratorio, donde me interno en aquellos tan avanzados computadores y sus interminables códigos.
Sí, es lo mejor.
Paso una mano por mi cabello húmedo, un estremecimiento me recorre el cuerpo cuando el aire acondicionado hace contacto con mi piel. Con la toalla todavía anudada en mi cintura camino hasta el pequeño closet, saco unos bóxers negros y un pantalón de algodón que sirve de pijama. Levanto la mirada sorprendido al escuchar la puerta abrirse con brusquedad. Y al instante se escucha un fuerte portazo. En silencio observo a Dakota arrastrar los pies hasta el interior de la habitación. No se ha percatado de mi presencia o simplemente me ignora. Se quita con lentitud la chaqueta, tirándola al suelo. Frunzo el ceño al ver una gran mancha de sangre a un costado pero ella no parece importarle ni un poco, se acerca al pequeño sillón y se sienta para quitarse las botas militares. Pero antes saca dos cuchillas de ellas, así como la pistola que siempre mantiene en el cinturón.
—¿Cuánto más piensas verme en silencio?
De inmediato siento mi pulso dispararse, me aclaro la garganta y cruzo los brazos a la altura de mi pecho. Dakota deja ambos codos en sus piernas y levanta el rostro. Aquellos ojos negros siguen teniendo aquella mirada atormentada, pero ahora se veían tan cansados. Parte de su mejilla derecha estaba llena de sangre ya seca.
—¿Estás bien?
Sé que es una pregunta bastante estúpida, pero inevitable.
Es como si aquella chica se estuviese desmoronando en frente de mí y yo podía hacer nada por ayudarla. Aunque no quiera aceptarlo, de alguna forma me preocupa. No sé la razón, ni el porqué, pero lo hago. La carcajada llena de amargura de Dakota me saca de mis pensamientos, baja el rostro e nuevo y toma con ambas manos su cabeza; enterrando sus dedos con fuerza en su cabello negro.
—Eres tan...—se queda en silencio. Ríe nuevamente pero al final aquella risa se quiebra. —Tan bueno. Y yo...soy un maldito monstruo.
Levanta el rostro y a la vez su mirada. Se pone de pie lentamente de aquel mullido sillón. Y una triste lágrima resbala por su pálida mejilla. Vuelve a formarse aquella sonrisa escalofriante en su rostro, que la hacía ver tan...rota.
—Soy un maldito monstruo Drey.—repite y limpia aquella lágrima.
—¿Por qué?—atino a preguntar. Dakota ríe entre dientes, menea la cabeza y aquellos ojos cada vez se vuelven más vacíos.
—Maté a mi hermano, maté a la mujer que era mi madre biológica y ahora pienso matar a mi padre. Y aún así preguntas “por qué”.—responde con tanta amargura que aumenta mi preocupación.
Dakota suspira, pone una expresión bastante neutral, difícil de leer.
—Lamento haberte involucrado en esto Drey. Tú definitivamente no tenías que haber entrado a éste asqueroso mundo.—empieza a caminar hacía el baño pero se detiene en el umbral y me da una mirada por encima del hombro. —Lo siento mucho, Drey. De verdad.
Y eso es lo último que dice porque entra al baño.
Con cierta incredulidad, y porqué no, hasta con confusión; observo aquella pesada puerta. Paso una mano por mi cabello. Así que al final sí era su madre. Aunque tenían nombres diferentes pero eso es lo de menos. Una parte de mí realmente esperaba que Dakota no asesinara a esa mujer, pero al parecer fue una tontería siquiera pensarlo, porque sí lo hizo. Ella misma dijo que quien la traiciona se atiene a las consecuencias.
Demonios.
Esto se está complicando cada vez más.
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