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Capítulo 24.

DAKOTA.

Cierro los ojos de placer al sentir la lengua y los labios de Drey en mi cuello. Involuntariamente me arqueo, para darle mejor acceso, pero sabía que mi cuerpo simplemente respondía al deseo que poco a poco crecía dentro de mi cuerpo. Gimo sin poderlo evitar cuando roza con sus dientes una zona erógena de mi cuello que envía un delicioso dolor a la zona baja de mi pelvis. Drey murmura algo pero no puedo concentrarme en nada más que no sea sus labios. Un escalofrío que sube a lo largo de mi espalda, eriza los vellos de mi nuca, así como los de los antebrazos, al sentir sus grandes y cálidas manos rodear mi cintura; sus pulgares empiezan una tortuosa y lenta caricia en círculos. Enredo mis dedos en su cabello y jalo de él con fuerza, provocando que gruña contra mi piel. Busco sus labios y ambos volvemos empezar aquella batalla con nuestras lenguas.

—Da-Dakota.—jadea contra mis labios.

A regañadientes abro los ojos, pero mis párpados no cooperaban, y además, la oscuridad de esa habitación era tan densa que por más que tratara, no podía ver aquellos hermosos ojos.

—¿Qué sucede?—ronroneo, mientras beso su mandíbula y seguido su cuello, donde me tomo mi debido tiempo.

Drey se estremecía bajo mis caricias y maldita sea si no lo deseaba cada vez más. Al final queda acostado contra aquel suave edredón blanco, donde minutos antes tomaba una merecida siesta. Mis manos picaban por pasarlas por sus musculosos brazos, por aquel trabajado abdomen. Me pregunto...¿su piel será tan deliciosa como sus labios? Y como nunca me quedo con la duda, simplemente me permito satisfacer aquel capricho. Las manos de Drey se tensan en mi espalda cuando empiezo a besar sus hombros, podía sentir la tensión de sus músculos bajo mi labios y dientes. Bajo por su clavícula, donde dejo una que otra marca. Que todo él era mío.

Es mío.

Gruño contra su amplio pecho, su corazón iba tan acelerado que el pobre pareciera como si en cualquier momento fuese a salir de su caja torácica. Sonrío y muerdo su piel al sentir contraer su abdomen. Escuchar como toma una profunda respiración y enreda sus dedos en mi cabello negro. Cierro los ojos nuevamente. Y con mi lengua, así como la punta de mis dedos empecé a explorar el trabajado abdomen de Drey. Sus dedos toman con más fuerza mi cabello al pasar la punta de la lengua por su ombligo.

—¡Maldita sea!—exclama en un ronco jadeo. —E-Espera.

Frunzo el ceño, abro los ojos y me aparto un poco cuando Drey se sienta. Su respiración es el reflejo de la mía; agitada, entrecortada, llena de deseo.

—¿Qué pasa?—pregunto desconcertada por su reacción. Drey no me responde, de hecho, permanece por unos segundos en silencio. Trato de buscarlo con la mirada y gruño fastidiada al no poder hacerlo. De las vistas que me debo de estar perdiendo.

—¿Drey?—pregunto segundos después de tan tenso silencio.

Lo escucho suspirar y murmurar algo, pero mucho me temo que mis sentidos están un poco atontados en este momento.

—Yo..Yo, nu-nunca...—balbucea. Gruñe y casi me lo puedo imaginar pasando sus manos por su cabello rubio. Mi entrecejo se frunce y trato de prestar atención a lo que dice. —Yo-Yo nunca...

Se queda en silencio. Mi pulso se dispara, una oleada de calor pasa por todo mi cuerpo al comprender lo que trata de decir. Reprimo una sonrisa, porque conociendo lo orgulloso que es, tomaría aquello como una burla. Y aún cuando sé que no puede verme, estoy segura que notaría si sonrío o no.

—Drey...—trago saliva y trato de mantener una voz neutral. —¿Eres...virgen?

Y aquella tensión aumenta. Me mantengo en silencio y arodillada a su lado; esperando su respuesta. Aunque antes había pensado o suponía que lo fuera no era nada concreto. Además no es lo mismo pensarlo que escucharlo de él mismo.

—Sí.—es un simple murmullo, pero como mis sentidos lentamente se estabilizan soy capaz de escucharlo perfectamente. Trago saliva, y tomo una pequeña bocanada de aire.

—Y...¿has tocado a una mujer?—pregunto cautelosa tratando de evitar de aquello una vergüenza. Drey suspira, pero mas bien me parece como un gruñido.

—No. Nunca he tocado a una mujer...no como tú crees.—lo último lo dice con cierta vergüenza que lo único que logra es que las ganas de sonreír sea cada vez más tentadora.

Asiento, aunque al instante me detengo, ya que él no es capaz de verme. Mi cabeza empieza a volverse un desastre, nunca había estado con un chico que sea virgen. Pero, ¡maldición! El hecho de que Drey—mí Drey—lo sea, me llena de un júbilo que a duras penas lo contengo. De hecho, todo mi cuerpo se llena de expectativa, mi corazón se acelera de mera emoción.

—Y...¿quieres probar?

Me muerdo el labio inferior cuando mi voz sale como una insinuación. Aunque eso es lo que fue. Escucho a Drey tomar una brusca bocanada de aire.

—¿Estás segura?

Por mi Dios. Si supiera.

Cierro los ojos controlando aquellos pensamientos lujuriosos que pasan por mi mente. Cuando creo que realmente he controlado mis impulsos, abro los ojos y busco a Drey con mis manos. Él al comprender lo que quiero toma mi cintura y me pone a horcajadas sobre su regazo. Me acerco y beso las comisuras de su boca. Cuando he torturado lo suficiente—por el momento—me acerco a su oído. Drey se estremece bajo mi tacto.

Soy toda tuya, Drey.—muerdo ligeramente el lóbulo de su oreja. —Y como soy tuya, puedes hacer conmigo lo que tú quieras y desees.

Casi me pareció escuchar gemir a Drey, pero no puedo estar segura porque nuevamente mis sentidos han quedado bajo alguna clase de hechizo. Le doy un último y largo beso a sus labios antes de acostarme de espaldas, jalo suavemente de las manos de Drey. Él captando mi indirecta—bien directa—se acomoda y deja todo su peso en manos; que estaban a cada lado de mi cuerpo. Dejo mis manos en su pecho donde puedo sentir bajo mi palma su acelerado corazón. Todo mi cuerpo ardía, los pechos los sentían tan pesados y no tenía que ser una genia para saber que mis pezones estaban completamente erectos. Estar en aquella oscuridad y a la merced de Drey sólo aumentaba mi excitación. Yo no era ninguna santa en cuanto al sexo, pero nunca he sido yo la sumisa, siempre he mantenido las riendas—por decir así—ya que se trataba sólo de una simple necesidad carnal. Pero...dejar que Drey explore, y específicamente, con mi cuerpo me llena de tantos sentimientos que no sé ni cómo explicar.

—¿Dakota?

Salgo de mis pensamientos al escuchar la voz ronca de Drey. Vuelvo a enrollar mis dedos en su cabello rubio, y jalo de él para qué me bese. Ambos empezamos un sensual y lento beso que sin poderlo evitar arranca un gemido desde lo más profundo de mi ser. Sin romper el beso tomo el borde de mi camisa manga corta color negra. Drey al comprender lo que estoy haciendo se separa un poco, hasta que finalmente me quito la camisa, quedando en sostén que casualmente era de encaje negro; que dudo mucho Drey pueda ver. Vuelvo hacer que me bese y lo que había empezado como algo lento poco a poco empezó a volverse un poco más salvaje, necesitado. Hambriento. Sin embargo aún cuando ambos estábamos excitados, hambrientos de uno del otro, Drey seguía tenso.

Al comprender que él no tenía la intensión de acariciarme o tal vez se debía porque tenía temor, decidí darle una pequeña ayuda. Tomo una de sus manos y la coloco encima de mi pecho, Drey se separa un poco mientras ambos recuperamos un poco el aire.

Acariciame, Drey.—susurro cerca de sus labios. —Recuerda; soy toda tuya.

Cierro los ojos al sentir los labios de Drey en mi cuello. Besando, mordisqueando y dejando besos ligeramente húmedos. Siento sus manos ir detrás de mi espalda buscando el broche de mi sostén, curvo mi espalda un poco ayudándole, y no puedo evitar sonreír al sentir sus torpes dedos pelear contra el broche.

—Deja de reírte.—gruñe y pasa las tiras por mis brazos con lentitud.

—Lo siento, mi querido Drey. Trataré de comportarme.

—¿Sí? Ni tú te la crees.

Escucho como tira mi sujetador por algún rincón de esa oscura habitación. Dejo mis manos en su rostro pero Drey se queda quieto, como no sabiendo qué hacer a continuación. Con paciencia—y hasta odie decirlo, con cierta ternura—tomo una de sus manos y hago que su pulgar roce mi pezón. Un estremecimiento recorre cada centímetro de mi cuerpo, aumentando aquel delicioso dolor en mi bajo vientre. De inmediato siento mis pezones ponerse todavía más erectos, listos para él.

Un gemido escapa de mis labios. Mientras él se entretiene pillizcando y acariciando mis pezones, busco el botón de su pantalón, sin embargo, mis manos quedan estáticas al sentir el aliento de Drey cerca de mi pecho. Sin poderlo evitar jadeo de placer cuando sus labios besan con ternura cada uno de mis pezones, como si les estuviera pidiendo perdón por lo que iba hacer. Y vaya que se esmeró. Sus dientes los pasaba rozando pero no lo suficiente, haciendo de aquello una vil tortura. No importa cuánto le imploré y exigí; él me entregaba por momentos el placer que le pedía pero luego volvía a ponerme en el borde. Todo mi cuerpo se encontraba tenso, no podía aguantarme más. Lo necesitaba, y lo necesitaba ya.

Drey...

Mi voz nunca había salido tan urgida. Mis gemidos se mezclaban con sus gruñidos y sus jadeos. Mi abdomen se tensa un poco cuando los dedos de Drey trataban de quitarle el botón a mis pantalones y bajar la cremallera del mismo, pero sus dedos se movían con torpeza, recordándome que a pesar que él tenía el control; era todavía un aprendiz en el ámbito sexual.

Y yo estaba dispuesta a enseñarle todo lo que él quisiera saber.

—Y-Yo lo hago.—murmuro entre jadeos. Con rapidez me quito el botón y a vez bajo la cremallera del pantalón. Él me ayuda a quitármelo, quedando en una casi transparente bragas de encaje negro. Podía sentir mi entrepierna mojada, lista para él y lo que quisiera hacer.

Al comprender que las ropas lo único que estaban haciendo era estorbar, también se deshizo de su propio pantalón, quedando en un apretado bóxer que me hubiera encantado ver pero que sentía su bien hinchada erección.
Definitivamente me estaba perdiendo de unas vistas increíbles. Abro las piernas dejando que Drey se acople mejor a mi cuerpo, su cuerpo se sentía caliente como imagino estaba el mío. Porque mi sangre se sentía como si estuviese hecha de lava; espesa y llena de un fuego que necesitaba sacar.

Sus labios volvieron a los míos, influenciados por la lujuria y la pasión. Las manos de Drey seguían jugueteando con mis pezones pero a los segundos decidieron explorar otros lugares de mi cuerpo. Casi con timidez su mano baja hasta mi entrepierna, el aire pasa con fuerza por sus dientes cuando jadea. Al sentir la proximidad de su mano, mis caderas se mueven como si tuvieran vida propia, alentando a que continúe.

Drey...

Clavo fuertemente mis dedos en sus hombros, al sentir sus dedos rozar la delgada tela de mis bragas. Aquella tensión dolorosa y a la misma vez excitante de mi cuerpo aumentaba cada vez más; indicándome que si Drey continuaba con ese magnífico juego, iba a sucumbir. Pero mucho me temo que era tantas las sensaciones estimulantes que él me estaba ofreciendo que al final no pude detener aquella liberación. Muerdo su hombro para evitar que aquel gruñido mezclado con un gemido—que iba a salir de lo más profundo de mi ser—sonara por toda la habitación.

Maldita sea.

Al instante siento mi pierna mojarse de algo, y al comprender que se trataba de la misma liberación de Drey sólo me hizo sentir más excitada.

—No.—gruño cuando trata de apartarse.

Trato de recuperarme de tan magnífico orgasmo pero todavía mi cuerpo se encontraba un poco laxo y vulnerable, además de sensible. Muy sensible.

—Dakota.—gruñe Drey en mi oído con una voz ronca por la excitación.

Sus dedos tratan de bajar mis bragas que van en conjunto con mi sujetador de encaje. De inmediato comprendo que ha llegado a su límite y agradezco aquello en mi mente. Porque aunque me fascine que Drey explore mi cuerpo, aquella tortura no puedo soportarla por mucho tiempo. Bajo mis manos hasta toparme con el elástico de sus boxers, se los bajo dejando su miembro a mi merced. Gruño algo inaudible. Este hombre fue definitivamente bendecido. Drey muerde mi hombro cuando lo estímulo con mi mano, mueve sus caderas ligeramente y las mías le responden. Ambos al comprender la necesidad del otro nos deshacemos de nuestras últimas prendas.

Abro los ojos, escucho nuestros jadeos, nuestras respiraciones profundas y entrecortadas. Pero al instante cierro los ojos cuando siento las manos de Drey en mis piernas, enrollo ambas en su cadera; dándole mejor acceso.

Vamos...Drey.

Inesperadamente Drey ríe entre dientes, de inmediato mi corazón se acelera al escuchar aquella risa tan sensual.

Siempre tan mandona.

Gruño y clavo mis tobillos en sus nalgas, dándole un pequeño empujoncito. Un escalofrío me recorre al sentirlo tan cerca, pero Drey no se mueve y la impaciencia empieza a fliltarse en mi sistema.

—¿Q-Qué pasa?—pregunto un poco molesta. Drey toma una profunda bocanada de aire entre dientes.

—No quiero hacerte daño.

Mi ceño se suaviza al escuchar aquello, un nudo se forma en mi garganta. Cuanto me hubiese gustado que él hubiese sido el primero, definitivamente. Pero para ése entonces cuando decidí explorar estaba tan malditamente drogada que ni siquiera recuerdo si fue o no, placentero.

—No te preocupes.—murmuro tragando aquel nudo. Carraspeo, aclarando mi garganta. —Yo no soy virgen, Drey.

Lo siento tensarse, pero no dice nada. No hasta unos cuantos segundos después.

Pero de igual forma no quiero lastimarte.

Mierda.

Cierro mis ojos fuertemente. Y luego me preguntan porqué lo escogí como mi prometido. Éste hombre me volverá loca, si es que ya no lo consiguió.

—Maldita sea.—maldigo sin poderlo evitar.

Tomo de su cuello y empiezo a besarlo fuertemente, casi salvaje. Drey gruñe sobre mis labios y antes de darnos cuentas se ha introducido en mi interior. Gimo de mero placer y mi cuerpo se adapta perfectamente a él, casi como si estuviese hecho exclusivamente para él. Clavo mis dedos en su espalda cuando empieza aquel vaivén, una de sus manos toma una de piernas y clava con fuerza sus dedos en mi carne. Entre más salvaje y crudo es el beso, las embestidas aumentan. Cierro los ojos fuertemente cuando siento nuevamente mi cuerpo tensarse, pero no me dejo ir, no deseo que aquello se detenga.

Hazlo.—ordena en un ronco gruñido contra mi oído.

—No.—gruño devuelta. Jadeo cuando aumenta las embestidas. Estremecimientos recorren mi cuerpo, pero no me dejo ir. No todavía.

—Maldita sea, Dakota.—gruñe entre gemidos. —¡Hazlo!

Y en un estallido ambos nos dejamos ir en aquella espiral. Una que no parecía querer detenerse. Podía sentir el cuerpo de Drey aplastando el mío y derramarse su semilla en mi interior. Pero estaba demasiado cansada y saciada como para decirle que se moviera. Mis párpados se cerraban, somnolienta. Y aunque trataba de no cerrar los ojos, mi cansancio era mayor que mi terquedad. Pero antes de dejarme ir por la inconsciencia sonrío ampliamente.

Drey Kirchner, eres mío. Y ahora menos que te dejo ir. Eres mío, completamente mío.

Escondo ambas manos en las bolsas laterales de mi chaqueta de cuero, que es muy parecida a mi preferida; que había decidido botar. Saco mi caja de cigarrillos y mi encendedor. Tomo uno de los cigarrillos dejándolo entre mis labios, meto la caja nuevamente a mi chaqueta y rápidamente lo enciendo. Le doy una buena calada llenando mi boca y pulmones de tan mortal humo. Guardo el encendedor, paso de largo las otras habitaciones y me dirijo al laboratorio. Paso mi mano rozando la puerta, la cual rápidamente se desliza dándome vía libre.

—¿Qué necesitabas hablar conmigo?

Drey levanta la mirada de la computadora, los otros chicos se detienen y levantan la mirada curiosos pero los fulmino con la mirada ocasionando que vuelvan a lo suyo de inmediato. Drey suspira, se levanta, sin poderlo evitar mi mirada cae a su torso, donde una camisa blanca manga larga—que se encuentra recogida hasta los antebrazos—se moldea a su trabajado y fornido cuerpo. Uno que hace una noche besé y exploré.

—¿Vamos a la sala?—su voz hace que a regañadientes aparte mi mirada de tan excelente imagen. Aquellos hermosos iris se encuentran un poco dilatados y oscurecidos.

—Seguro.

Me encojo de hombros y dejo escapar una enorme exhalación de humo. Giro sobre mis talones, espero a que la puerta me dé vía libre de nuevo y entramos a la pequeña sala. Camino hasta el sillón grande, me tiro y subo los pies a la mesita ratona que se encuentra en frente. Tomo el cigarrillo entre mis dedos, hago unas figuras con el humo que tenía en la boca y levanto la mirada conectando con la de Drey.

—¿Y bien?

Drey suspira, pasa una mano por su cabello rubio y me aguanto de hacerlo yo. Toma una buena bocanada de aire y se queda pensativo. Mi ceño se frunce ligeramente.

—Ayer logré hackear los sistemas de Demetrio.—comenta. Levanto ambas cejas sorprendida. —O por lo menos pude ingresar al sistema de su computadora, estuve navegando tratando de buscar información que fuese beneficiosa. Hasta que di con un correo.

—¿Era de alguien conocido?—frunzo el ceño nuevamente. Y lo observo con mayor atención.

—No lo sé.—dice y su entrecejo se frunce pensativo. —Copié el correo y lo estudié de arriba hacia abajo, algo que me indicara de quién se trataba. Ya que parecía que realmente te conocía.

—¿Qué decía?—le digo con cierta impaciencia. Drey parece titubear pero al final suspira con cierta resignación.

—Decía y recito; No me vuelvas a contactar. No quiero que nadie se entere, muchos menos mi querida hija. Sabes muy bien que si Dakota se entera, no durará un segundo en matarme. Ya te mandé todo lo que sabía que podría ser de utilidad. Espero mi dinero.—dice de memoria sin cambiar la expresión seria de su rostro. Frunzo el ceño de inmediato. —El único problema es que cuando traté de averiguar quién había mandado el correo estuvieron a punto de encontrarme, y teniendo en cuenta que hay un soplón, no pude simplemente jugarme el chance.


Parpadeo. Veo fijamente a los ojos de Drey, la incredulidad y sorpresa no abandonan mi cuerpo. ¿Drey el que no se considera un hacker, invade el sistema de un mafioso para ayudar a otro? ¡¿Drey?!

—Pero sí pude encontrar algo.—su voz me saca de mis pensamientos. —Unas iniciales.

—¿Iniciales?—pregunto desconcertada. Drey asiente ligeramente. —Espera un momento.

Drey me observa confuso. Me levanto con cigarrillo en mano y siento todo lo cuerpo estremerse.

—¿“Mi querida hija”?—no puedo evitar que la ironía se mezcle en mi tono de voz. —¿De qué demonios hablas?

—No lo sé, Dakota. Por eso preferí primero hablar contigo, solo tú puedes realmente saber quién es.

No. No. Todo debe de ser alguna clase de coincidencia.

—¿Cuál es su maldita firma?

—¿Estás bien?—Drey me observa preocupado, pero ya estoy empezando a perder mi control. —¿Dako...

—¡Maldita sea, Drey! ¡¿Dime cuál era su maldita firma?

—Firmó el correo con las iniciales; “J. Miller”

¿Qué?

—¿J. Miller?

Siento como si un balde de agua fría cayera sobre mi cuerpo. Cada uno de los músculos de mi cuerpo se tensan y puedo sentir como un manto rojo tapa mis ojos.

—¡ESTÁS MINTIENDO!—grito presa de la furia. —¡Tú estás mintiendo!

—¡Dakota!

—¡No! ¡No! ¡NO!

Siento unos brazos tomarme de los brazos, pero me sacudo violentamente. Drey abre los ojos a más no poder, Drew trataba inútilmente protegerlo de mi furia.

—¡Suéltame, maldita sea!—gruño sintiendo como algo me oprime en el pecho.

Kenya—que es la que supongo me está sosteniendo—con una fuerza que me toma por sorpresa, me tira al otro lado de la sala. Con agilidad me pongo de pie, pero me detengo de avanzar cuando Kenya me apunta con su arma. Los vellos de mi nuca se erizan, una sonrisa burlona se forma en mis labios.

—¿Vas a dispararme?—escupo con burla. —Hazlo. Intenta matarme, si tienes los suficientes ovarios.

—Dakota.—dice con aquella escalofriante voz monótona. —Tienes que calmarte.

—¿Calmarme?

De inmediato borro aquella sonrisa, cierro las manos en un perfecto y tenso puño a cada lado de mi cuerpo. La furia cada vez crece más en mi interior.

—¿Quieres que me calme?—mascullo entre dientes. Apunto con uno de mis dedos a Drey. —¿Cómo quieres que me calme si ese imbécil ha mencionado las iniciales de mí madre?

Drew y Kenya comparten una rápida mirada que no me pasa desapercibida, mi cuero cabelludo pica. Y aquel dolor en la boca del estómago aumenta. Aquellos escalofriantes ojos grises vuelven a clavarse en los míos. Se acerca con cierta cautela que me hace desconfiar. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo y aquella opresión en el centro de mi se intensifica.

Dakota...—murmura sin cambiar la expresión indiferente de su rostro. Pero aquellos ojos grises no podían esconder ninguna expresión de mí.

No. No. ¡NO!

—Tú madre está viva, Dakota. Al parecer no murió como tú todos estos años pensabas.

Y ahí, fue cuando literalmente me volví loca.

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