Capítulo 21.
DREY.
Abro los ojos al escuchar a alguien tocar la puerta pero al instante los vuelvo a cerrar, gruño y escondo mi cabeza debajo de mi almohada. El golpeteo contra la puerta persiste. Mascullo un insulto entre dientes, quito la almohada sobre mi cabeza y ceñudo parpadeo tratando de acostumbrar mi vista. Bajo la mirada confundido, al sentir una respiración en mi cuello. Todo mi cuerpo se tensa al ver un menudo cuerpo acostado en mi pecho desnudo pero al momento me relajo al recordar de quién se trata. El cabello largo y negro de Dakota cae como una cortina sobre su rostro dormido, soplo uno de sus mechones que han empezado a darme cosquillas en la nariz.
Terco como su dueña. Pienso y levanto una de mis manos para apartar su cabello al ver que no se movía. Me tenso al verla fruncir el ceño, por un instante creo que la desperté pero su expresión vuelve a relajarse. De hecho se mueve y se acurruca contra mi pecho mientras un largo suspiro de satisfacción escapa de sus labios.
Quién iba a pensar que una mafiosa tuviera un rostro tan angelical mientras duerme.
—¿Dakota?—pregunta alguien al otro lado de la puerta. De inmediato reconozco la voz de Kenya, pero por más que siga tocando Dakota no parece querer levantarse.
Con delicadeza trato de apartarla, pero sus piernas se enrollan con más fuerza contra las mías, lucho unos minutos hasta que finalmente lo consigo.
—¿A 'onde vas?—balbucea dormida.
Abre uno de sus párpados pero sinceramente está más dormida que despierta.
—Al baño.—susurro de vuelta.
Dakota asiente. Vuelve a cerrar los ojos, da media vuelta con un sonoro suspiro y se acurruca sobre las almohadas. Casi al instante vuelve a quedar profundamente dormida.
O tiene el sueño demasiado pesado. O definitivamente no ha estado durmiendo lo suficiente.
Busco con la mirada mi camisa entre los blancos edredones pero no importa cuánto busque; no la encuentro. Suspiro y me termino por encoger de hombros. Me levanto de la comoda cama king de Dakota y entro al cuarto de baño. Donde una vez hecha mis necesidades, lavo mis manos y mi rostro en uno de los lavamanos. Levanto el rostro topandome con un largo espejo y paso mis manos mojadas por mi desordenado cabello.
Qué demonios haces aquí, Drey.
Frunzo el entrecejo, meneo mi cabeza alejando cualquier pensamiento de mi mente y abro la puerta del baño; la cual cierro a mis espaldas. Al levantar la mirada por poco tropiezo con uno de los muebles, al encontrarme con una imagen de lo más...interesante. Si es que se puede decir así.
—B-Buenos días.
Aquellos ojos negros me dan un intenso y penetrante escaneo desde mis pies desnudos, hasta mi cabello semi húmedo. Al final su mirada se clava en la mía.
—Buenos días.—saluda de vuelta. Bosteza y frunce un poco el ceño. —¿Tú me quitaste mis pantalones?
Casi me ahogo con mi misma saliva. Dakota observa un poco ceñuda sus piernas desnudas, trato de no mirar su reveladora ropa interior.
—N-o.
Dakota me mira fijamente por unos segundos, al final suspira y se encoge de hombros.
—Creo que estaba un poquito drogada ayer.—responde mientras peina su oscuro cabello hacia atrás. Se levanta sin pudor alguno por su escasez de ropa. Trato de mantener mi mirada en sus ojos, los cuales adquieren aquella chispa burlona que tanto los caracteriza. Claramente sé que notó ese detalle.
—Kenya vino a buscarte hace unos minutos.—digo antes de que suelte alguno de sus no muy graciosos comentarios.
Levanta una de sus cejas, pero al final frunce el entrecejo y asiente pensativa.
—Bien. La buscaré en una hora.—dice mientras toma su celular, que está sobre la mesita de noche que hay al lado de su cama.
Busco nuevamente con la mirada mi camisa pero al final no la encuentro. Me acerco, tomo los pantalones que no recuerdo en qué momento me quité; así como mis calcetines y tenis. Que en cuestión de segundos me los vuelvo a poner con rapidez, sintiendo aquella oscura mirada fija en mi persona.
¡Ni pienses en sonrojarte! ¡Maldita sea!
Aclaro mi garganta con un sonoro carraspeo. Y levanto la mirada.
—Bueno...yo creo que ya me voy.—la incomodidad es palpable en mi tono de voz.
No acostumbro a quedarme a dormir el habitación de una chica. La verdad, aunque se escuche patético, nunca lo había hecho. Y sinceramente no se qué decir, sobre todo cuando su camisa a duras penas tapa su ropa interior.
—Drey.
Su voz me detiene, dejo la puerta semi abierta y le doy una mirada por encima del hombro. Mi entrecejo se frunce un poco al ver la seriedad reflejada en aquellos ojos negros.
—¿Qué sucede?
—Búscate una mochila, guarda en ella toda la ropa que puedas y todo lo que consideres de valor.—dice sin cambiar aquella expresión. Mi ceño se frunce mucho más al no comprender su...¿petición? ¿orden? Pero antes de poder decir algo, ella sigue hablando. —Prepárale una igual a tu hermana.
—¿Por qué?
Aquellos ojos no se despegan de los míos, la mano que sostiene el celular se tensa notablemente.
—Porque soy una mafiosa Drey. Y estoy en guerra, lo que significa que en cualquier momento tratarán de matarme y por ende irán detrás de ustedes.
Asiento, Dakota da media vuelta y entra a su cuarto de baño. Salgo de su habitación y camino con rapidez a la mía. Sus palabras de ayer vuelven a mi mente como una mantra.
«—Acabamos de declararle la guerra a Demetrio Anderson.»
Sólo el recordar su expresión cuando dijo aquello, un escalofrío inevitablemente recorre cada centímetro mi cuerpo. Es como si...¡no! Mejor no pienso en eso, lo único en lo que necesito pensar es terminar de fabricar aquel software y mantener a salvo a mi hermana. Así que antes de bajar las escaleras, paso por mi habitación y tomo una nueva camisa la cual no presto atención; símplemente la escojo y me la pongo.
—¿Sasha?
Abro la puerta de la habitación de mi hermana y asomo mi cabeza, la encuentro en frente del espejo sentada en una acolchada silla mientras peina su mojado y largo cabello rubio. Cierro la puerta y me acerco hacia ella, me devuelve la mirada por el espejo, sus ojos—iguales a los míos—me regalan una mirada un poco preocupada.
—¿Qué pasa?—pregunta sin dejar de verme.
Baja el cepillo y lo deja en su regazo. Me acuclillo al lado de ella. Ladea su cabeza para que pueda leer mis labios y escucharme perfectamente. Aunque ya está empezando un tratamiento que el médico le mandó antes de la cirugía, no significa que está curada.
—Vamos, tienes que hacer una pequeña maleta.—respondo mientras aparto un mechón de su rostro. Sus ojos se entrecierran un poco.
—¿Problemas?
—No. Pero pueden haber.
Ella asiente entendiendo de inmediato. Se levanta con suavidad y se acerca a su amplio closet, busca una mochila donde le ayudo a guardar ropa práctica y sencilla.
«—Porque soy una mafiosa Drey. Y estoy en guerra, lo que significa que en cualquier momento tratarán de matarme y por ende irán detrás de ustedes.»
—¿Drey? ¿Sucede algo?
Meneo mi cabeza y me riño mentalmente. Le sonrío a mi hermana y la despeino al ver su expresión preocupada.
—Nada, no me hagas caso.
Concéntrate Drey. Concéntrate.
Entro junto con mi hermana al comedor pero me detengo bruscamente al encontrarme con una estampa de lo más extraña. Dakota como siempre se encuentra en una de las puntas de la mesa, Kenya se encuentra a su derecha, una mujer bastante atractiva que nunca había visto en mi vida está a su izquierda. Al lado de Kenya está un Drew que hace unos días creía muerto, le sigue un espacio vacío, luego está mi madre, Thomas a su lado y luego está Gilbert, y la otra punta vacía. Al lado de la mujer que nunca había visto en mi vida y que está a la izquierda de Dakota, una chica delgada de ojos un poco rasgados; se encuentra a su lado. Le sigue una mujer que debe de tener la misma edad de mi madre, y que se ve bastante demacrada desde mi punto de mi vista. Y para finalizar, dos chicas que tienen rasgos muy parecidos a la mujer; están sentadas en los últimos asientos. Tanto como la mujer; se ven bastantes demacradas.
—¿Buenos días?
Todos levantan la mirada, la tensión e incomodidad es palpable de alguna forma. Con demasiadas miradas encima, llego a mi asiento y Dakota me regala una mirada al otro lado de la mesa; pero de inmediato sigue con su desayuno, así como todos. Nadie habla, simplemente se escucha los utensilios chocar entre ellos o contra el plato. La nueva sirvienta de inmediato pone el desayuno en frente de mí y sale huyendo del lugar, al parecer todas escucharon sobre lo que le hizo Dakota a la antigua sirvienta—Diana—y todas tratan de tener el menor contacto conmigo. Algo muy beneficioso a decir verdad, no quiero ser testigo de ninguna muerte por mi culpa.
—¿Tú eres Drey?
Levanto la mirada de mi desayuno al escuchar mi nombre por una seductora voz, aunque bastante marcada por un acento. La mujer atractiva que está al lado de Dakota me mira por encima de su vaso de jugo natural.
—Sí.—respondo con cierta cautela.
Los ojos marrones de esa mujer tiene el mismo brillo malicioso que algunas mujeres de esta mansión tienen en sus miradas. Y he aprendido a mantener la cautela con ellas.
—¿Entonces tú eres el famoso prometido de la gran Atheris?
Frunzo el ceño. Tomo un trago de aquel delicioso jugo, al parecer aquello ha captado la atención de todos, menos la de cierta mafiosa que sigue pendiente de su desayuno.
—Supongo que sí.—respondo al final.
Las comisuras de Dakota se levantan pero dudo mucho que alguien se haya percatado de eso. Aquella mujer levanta una ceja en mi dirección, le dice algo—creo que en español—a Dakota que la hace reír entre dientes.
Creo que esa mujer me insultó.
Todavía con el ceño fruncido continuo con mi desayuno aunque el apetito se me ha ido repentinamente. De reojo noto que las dos chicas desconocidas no apartan su mirada de mí, la que está a mi lado tiene el cabello corto—por los hombros—castaño con un poco de rubio, de ojos marrones claros y a pesar del maquillaje corrido, las ojeras y un moretón en su pómulo izquierdo; es bastante guapa. La otra chica que es muy parecida a ella, salvo que el cabello es largo y un poco más oscuro, y tiene el labio reventado.
Eso, no pinta nada bien.
Ignorando la tensión y la incomodidad decido seguir con mi desayuno. Es lo mejor.
—¿Qué haces?
Levanto la mirada sorprendido. Dakota observa con curiosidad el montón de papeles que están esparcidos por toda mi habitación, se aparta del umbral de mi puerta y se acerca. Recojo los apuntes que tengo al lado, los demás decido dejarlos donde están; cada desordenado conoce su desorden.
—Digamos que tus hackers están un poco frenéticos abajo y necesitaba hacer unos cuantos apuntes.—respondo sin una pizca de querer levantarme de este cómodo sillón. Bajo el cuaderno con el que estaba apuntando algunos datos, y dejo el lapicero en mi oreja. Dakota observa todos los papeles esparcidos pero que al final decide ignorarlos.
—Sí, les pedí que hucieran unos ajustes al sistema de seguridad.—musita mientras se pasea por la habitación, serpenteando mi desorden. Observo su menudo, la gracia y el andar lento de Dakota me recuerdan al de una pantera. —¿Sucede algo?
Parpadeo, aparto mi mirada de sus piernas, el recuerdo de pasar mis manos por esa sensible y suave piel ondea en mi mente; así que decido apartar aquello. Frunzo el ceño, me levanto y me enderezo. Clavo mi mirada en aquellos ojos negros.
—¿Por qué?
—Desde el desayuno andas como...distante.—responde sin apartar su intensa mirada. Se acerca con ese andar felino que la hace ver más misteriosa y peligrosa. Y se detiene a sólo centímetros de donde estoy cómodamente sentado. —¿Puedo preguntar la razón?
Por mero impulso, tomo su mano y jalo de ella; haciendo que caiga sobre mi regazo. Dakota abre la boca sorprendida, balbucea algo que sinceramente no comprendo y me acerco a ella; al punto de sentir la punta de su respingona nariz rozar la mía. Observo fijamente esos ojos negros.
—¿Qué es lo que quieres de mí, Dakota?—susurro rozando sus labios con los míos. Dakota se acerca pero me alejo, la observo fruncir el ceño y volver acercarse pero me vuelvo alejar.
—Drey...—gruñe entre dientes.
Observo como su largo cabello negro enmarca su bello rostro. Esos ojos negros que albergan tanta maldad como ternura, sus labios; rojos y rellenos. Levanto mi mano, posandola en su delgado cuello y paso mi pulgar por encima de su clavícula; donde una pequeña marca roja se encuentra entre su blanca piel.
—Eres una bruja, ¿lo sabías?
Levanto la mirada al sentir sus manos enredarse entre mi cabello. Tomo sus piernas y hago que se siente ahorcajadas sobre mi.
—¿Debería de responder?—dice y sonríe de medio lado. Alterno mi mirada de sus ojos a sus labios. Dakota suspira con cierto fastidio y jala con fuerza de mi cabello. —Bésame de una maldita vez, Drey.
Frunzo el ceño y aunque me gustaría replicarle; la verdad ya mis labios buscaban con desesperación los suyos. Una bruja, eso es lo que es. Porque es imposible que esté tan obsesionado por unos labios que se sentían tan rellenos bajo mis dientes. Tomo su nuca y la acerco un poco más a mí, sus caderas hacen un ligero movimiento que prácticamente hizo mi autocontrol pendar de un hilo. Si ella seguía haciendo eso....¡Mierda!
—Dakota...—me separo a regañadientes de sus labios.
—No.—gruñe y vuelve acercarse.
Sin darnos cuenta ambos empezamos un infantil forcejeo, hasta que una ligera vibración en mi mano; llama mi atención. Dakota frunce el ceño con fuerza, con una expresión confusa se levanta un poco de mi regazo y saca el celular del bolsillo trasero de su short, pero al parecer deslizó otra opción; poniendo accidentalmente la llamada en altavoz.
—¡Maldita zorra!—gruñe una voz, cortando como una latigazo aquella tensión que había entre ambos. De inmediato mi ceño se frunce, Dakota suspira y pone los ojos en blanco, por un instante pienso que va a quitar el altavoz pero lo mantiene.—¡Te vas arrepentir! ¿Me escuchaste? ¡Te vas arrepentir, maldita zorra!
—¡Hola a ti también, Demetrio!—responde Dakota con una falsa voz melosa. Levanto ambas cejas al comprender que se trata del maniático de su padre, el cual no puedo creer cómo trata a su hija.
—Escúchame muy bien, Dakota...—dice con un tono de voz que a cualquiera pondría a temblar, menos a una persona. La sonrisa de Dakota es el claro reflejo que le vale una mierda su intento de intimidarla. —Te has metido con la persona equivocada. Haré que me pagues con creces la cantidad de dinero que me hiciste perder.
—¿Y qué te hice?—le responde con una falsa sorpresa. Suelta una burlona carcajada que sólo hace gruñir con más enfado a su padre. —Solo recuperé lo que es mío, ¡¿O ya no te acuerdas que me robaste más de diez millones de dólares, hijo de puta!?
—¿RECUPERAR?—grita furioso. Un escalofrío me recorre el cuerpo entero al escuchar tan potente voz. Definitivamente no me gustaría conocer a ese hombre. —¡Eres una maldita zorra! ¡Quemaste todo mí maldito dinero! Y como si fuese poco, dejas libre a todas mis prostitutas. Esas putas valen más de lo que alguna vez tú valdrías.
—Oh no. Lloraré porque no valgo tanto como tus putas.—responde Dakota todavía con burla. —Pero temo informarte Demetrio, que no soy ninguna puta. Aunque no puedo decir lo mismo de la huérfana y la come hombres de tu esposa. Ellas sí que lo son, lo malo es que cuestan menos de un dólar. No obtendrías muchas ganancias con ellas.
—¡Hija de puta!—chilla una voz femenina al otro lado.
Dakota frunce el ceño con fuerza y su mirada oscura pierde de golpe aquella burla que hace un momento reflejaba.
—¡Tú y tu madre!—le responde Dakota de vuelta.
Con incredulidad observo a Dakota intercambiar insultos con varias personas, que al parecer decidieron formar parte de la pelea que tenía contra su padre. Y que al parecer se trata de su hermanastra y madrasta. Observo como el rostro de Dakota poco a poco se va poniendo cada vez más pálido, su mirada se va endureciendo hasta adquirir ese odio que conozco muy bien, y su piel empieza a ponerse preocupantemente fría.
—¡ES SUFICIENTE!—grita Dakota con una expresión que sólo he visto una vez; cuando peleó contra la mujer de Vladímir. Esa crueldad que esos oscuros iris reflejaban, no albergaban nada bueno. Un estremecimiento recorre todo mi cuerpo. —Te lo advertí Demetrio. Eso que hice ayer es sólo una probada de lo que te espera. Te dije que me iba a vengar, te voy a destruir Demetrio Anderson y no sabes lo mucho que lo disfrutaré. Primero empezaré por eliminar toda tu asquerosa mafia, tus tan amados negocios. Luego mataré a las sanguijuelas que tienes por familia; y tú sabes que te estaría haciendo un maldito favor. Y por último, cuando estés reducido a nada, cuando te quedes sin nada y nadie; entonces sí acabaré contigo. No solo te mataré Demetrio, te torturaré por todos los años que me hiciste pasar por ese maldito infierno. Por hacer de un infierno la vida de mi madre y luego dejar que muriera. Tú Demetrio Anderson, al final, me rogarás que te mate.
Y cuelga la llamada sin esperar alguna respuesta, que dudo mucho tuvieran. Porque la forma libre con la que Dakota los amenazó y casi diría que los sentenció, fue más que suficiente para darles a entender que ella estaba hablando en serio, muy en serio. Yo de ellos estaría planeando la forma de escapar o alguna forma de protección, porque aquella mirada brillaba por sed de venganza. Un brillo que no iba a ser apagado hasta que ella no obtenga lo que deseaba; matar a toda la familia Anderson.
Al final sí decido bajar al laboratorio, pero antes busco a Drew. Todavía tengo que preguntarle muchas cosas y agradecerle, sobre todo agradecerle el haberme salvado. Porque recuerdo muy bien que él hizo cuanto pudo durante la persecución. Además de que fue el que aún estando mal herido corrió hasta la mansión para alertar sobre lo ocurrido.
Cuando llego al último escalón y giro para empezar a caminar hasta el pasillo que me lleva al laboratorio; me topo con una escena bastante extraña.
—¡Es suficiente, Fiorella!
Trato de alejarme y no interrumpir aquella pelea familiar, pero no puedo moverme. De lejos observo como aquella mujer de aspecto cansado y demacrado le grita a la chica de ojos rasgados, pero ella solo se mantiene de pie soportando cada palabra hiriente que aquella mujer le dice. Al final la mujer cumple su cometido; romper la voluntad de la chica. Frunzo el entrecejo y observo a la mujer irse con sus hijas—que imagino son, por su gran parecido—y dejar aquella chica sola, en aquel silencioso pasillo.
—¡Maldita sea!—grita la chica que parece llamarse Fiorella. Golpea en un arranque de ira, con su mano desnuda, la pared. Pero teniendo en cuenta la millonada que tuvo que pagar Dakota para que nada—ni nadie—destruyera estas paredes, por obvias razones le iba a doler más a ella de lo que iba a dañar esa bendita pared.
Suspiro, paso una mano por mi ya desordenado cabello. Al final decido acercarme a ella, aunque una mujer llorando y que tras de eso que golpea paredes; es sinónimo de problemas y complicaciones. Fiorella se desliza hasta quedar sentada en el frío mármol, acerca sus piernas a su pecho y a medida que me acerco me percato del movimiento de sus hombros. Me detengo a un metro de ella, me preparo mentalmente para soportar algún golpe en cualquier caso que ella quiera todavía descargar su ira y busco un pañuelo en mi pantalón.
—¿Te faltó decirme algo más, mamá?—gruñe sin levantar el rostro de sus brazos, los cuales están rodeando sus rodillas.
—Bueno, no me parezco a tu mamá pero vengo en son de paz.
De inmediato la chica levanta el rostro bruscamente, limpia las lágrimas y frunce el ceño.
—¿Tú no eres el prometido de esa mafiosa?—pregunta mientras trata inútilmente de limpiar sus lágrimas, le paso el pañuelo que con cierta desconfianza acepta. —¿No piensas responder?
—Supongo.—respondo simplemente y me encojo de hombros. La chica frunce mucho más el ceño.
—Eres extraño.
Levanto una de mis cejas, cruzo los brazos a la altura de mi pecho y la observo fijamente.
—Mira quién lo dice, la persona que golpea paredes. Yo que tú me reviso esa mano.
La chica baja la mirada a su ahora hinchada mano, la esconde, y aparta la mirada avergonzada.
—¿Viste eso?
Suspiro, me pongo de cuclillas en frente de ella, tomo el pañuelo que utilizó para secarse las lágrimas; y con el mismo pañuelo envuelvo su mano lastimada.
—No vi nada y no escuché nada.
Los ojos oscuros de la chica me observan fijamente, baja la mirada a la mano vendada y vuelve a levantar la mirada.
—Me llamo Fiorella Ruiz.
—Drey Kirchner.
Ella asiente y se mantiene en silencio, la incomodidad empieza a crecer entre ambos.
—Bueno Fiorella, espero tu mano no tenga alguna fractura o algún esguince. Y también espero que dejes de golpear paredes.—me levanto y observo su rostro confundido. Me doy media y empiezo a caminar hacia el laboratorio. Mejor busco a Drew más tarde. —Nos vemos.
—¡Espera!
Me detengo en medio pasillo y le doy una mirada por encima de mi hombro. La chica murmura algo que no logro escuchar, levanto una ceja; esperando que diga algo.
—¿Por qué me ayudaste? ¿No se supone que eres de la mafia?—dice al final. Frunzo el ceño confundido.
—Yo no soy de la mafia.—respondo bajo su atenta mirada. —Además, ¿por qué no habría de ayudarte? Eres una chica, se supone que los hombres debemos ayudarlas, ¿no?
—Supongo.—responde y se encoge de hombros. Reprimo una risa.
—Sea lo que sea que tu madre te haya dicho no merece que llores ni que golpees paredes. La verdad nadie debería de tener tal derecho.—respondo antes de empezar a caminar rumbo al laboratorio nuevamente. —¡Nos vemos Fiorella!
—¡Adiós!
Sigo caminando hasta detenerme en frente de una enorme puerta de metal, toco algunos botones que están en un cuadro al lado de la puerta. Y espero que me dé vía libre para ingresar, pasan unos segundos hasta que finalmente se desliza y me deja frente a un largo pasillo que me lleva a dos puertas; que custodian el laboratorio. Antes de poner la misma secuencia para poder cerrar, no puedo evitar pensar en la chica de hace rato.
¿Por qué siempre me encuentro con mujeres extrañas y violentas?
—¡Señor! Que bueno que al fín pudo venir.
La voz de Keyner—uno de los hackers—me saca de mis pensamientos. Entro al laboratorio, encontrándome con un ajetreo y computadoras llenas de complejos códigos.
Definitivamente esto es más sencillo de entender y comprender, que a las mujeres. Ellas se necesita más de mil años para conseguir comprenderlas. Ya lo creo que sí.
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