Capítulo 13, parte 2.
—¿Vas a darnos información sobre tu zorra?
Trago saliva, o hago el intento de tragar el nudo que siento en mi garganta. Mi respiración tiembla, por más que los nervios tratan de dominar de nuevo mi cuerpo me mantengo alerta a cada uno de sus movimientos. Así como ellos no apartan sus miradas de mi persona, por pura tozudez y voluntad sostengo sus miradas.
—¿No escuchaste lo que dijo, idiota?—gruñe uno de los cuatro rubios.
Es una suposición, ya que no estoy seguro, pero los cuartos tipos rubio creo que pertenecen a la mafia de Vladímir. Y los otros dos a la del papá de Dakota. Todo mi cuerpo se tensa al ver uno de los rubios acercarse, observo una cicatriz partir su ceja izquierda.
—¿Dónde está la zorra de Atheris?—sonríe al verme fruncir el ceño. —Te conviene responderme, idiota.
«—Nunca, por nada del mundo digas la localización de tu jefe—en este caso la localización de Dakota—porque sino te matan los que te secuestraron lo harán a quienes traicionaste.» La voz de Thomas llega a mi mente, como una clase de recordatorio. Uno que sinceramente no es que me ayude mucho. Las palmas de mis manos empiezan a sudar, un cosquilleo sube a lo largo de mi espalda haciendo que los vellos de mi nuca se ericen. Los nervios han empezado a filtrarse en mi sistema, algo no muy bueno a decir verdad.
—¿ME ESTÁS ESCUCHANDO?—grita el primer rubio bastante enojado, sobresaltadome un poco pero al instante trato de mantener una expresión indiferente.
Escucho como los otros rubios, que sinceramente pondrían hacerse pasar por cuatrillizos y no dudaría de sus genes, hablar en ruso. Seguido todos sueltan algunas carcajadas.
—Déjalo. Si él no quiere aprender hablar vamos a tener que obligarlo.—dice el ojiazul, uno de los de la mafia Anderson. Cruza los brazos a la altura del pecho y aquella maldita sonrisa parece crecer en su rostro. Ladea la cabeza y le hace una seña al ojiverde, su compañero. —Dylan. Es todo tuyo.
Un escalofrío me recorre el cuerpo entero, el tal Dylan sonríe y empieza hacer algo con sus nudillos. Observo casi que todo sus brazos llenos de tatuajes, la manera maliciosa con la que sonríe.
—¿Asustada la princesa?—pregunta mientras se acerca. Mis ojos no se apartan de los suyos que tienen el mismo brillo malicioso que los demás, trago saliva nervioso. —¿Vas a darnos información? Como por ejemplo; ¿dónde están las bodegas que contiene la mercancía de la gran Atleris? O mejor aún, ¿dónde está su casa principal?
«Nunca, por nada del mundo digas la localización de tu jefe.»
¡Demonios!
—No.
El tipo levanta las cejas, las sonrisas de los rubios se desvanecen. Los seis literalmente me fulminan con la mirada, y aunque sienta que el corazón está a punto de salirse por mi boca; no me inmuto ante sus miradas.
—Muy bien, tú lo pediste.
Y tomándome por sorpresa tira un puñetazo que conecta con mi pómulo derecho. El dolor no se hace esperar, esa parte empieza a palpitar y es sólo cuestión de minutos para que la mitad de mi rostro empiece a hincharse. Mordiendo mi lengua, hasta el punto de sentir mi propia sangre, no dejo escapar ningún sonido de mi boca.
—¿Ya empezaste a recordar?
Levanto la mirada, entrecierro mis ojos enojado pero no abro mi boca, ni siquiera respondo. El tipo sonríe, pero más bien parece una sonrisa forzada.
—Haré que esa maldita lengua tuya empiece a soltarse.—dice antes de empezar a tirar una secuencia de puñetazos.
Tratada de que mi cabeza no rebotara de un lado hacia otro pero era imposible. Las cuerdas se terminan de enterrar sin piedad en mis muñecas y mis tobillos, al tratar de moverme y golpear a ese hijo de puta. La impotencia de saber que él puede golpearme y yo no pueda defenderme es tan abrumadora que lentamente se va transformando en la más pura de las iras.
—Te vas arrepentir.—mascullo entre dientes, escupo la sangre de mi boca y siento unas terribles ganas de vomitar pero me obligo a sonreír. —Tú y todos esos imbéciles, se van arrepentir.
Toda diversión del ojiazul se borra. Frunce el entrecejo con fuerza y observa sus nudillos llenos de mi sangre.
—No, el que va a pedir clemencia serás tú.
A mis oídos llega el sonido de un chasquido, como el que hace un encendedor, y seguido de un aroma que reconozco muy bien. El fuerte olor a marihuana llega a mis sentidos, mezclándose con los otros aromas, y si el aire ya es escaso en esta bodega; tener que soportar ese olor tan fuerte es la guinda del pastel.
—Oye, Han. ¿No te gustaría descargar un poco de frustración en nuestro saco de arenas personal?—dice el ojiazul volteando a ver a su compañero.
Los vellos de mi nuca se erizan al ver la sonrisa del ojiverde, alcanzo a ver como los rubios se pasan unos gruesos puros entre ellos. El susodicho llamado Han se acerca con un andar lento, la sonrisa cruel de su rostro me da un muy mal presentimiento. Si deciden agarrarme, como bien dijo el ojiazul, como un saco de arenas; no se estoy muy seguro de salir con vida de esta. Mi corazón empieza acelerarse, trato de mover mis muñecas pero la cuerda se entierra sin piedad en ellas. Hasta me atrevería a decir que están en carne viva o pronto lo estarán.
—Seguro. Será un gusto.
Y otro golpe llegó a mi rostro, pero esta vez no se conformó con uno, si no que a ése se le sumaron unos cinco más.
—¡Felicidades! Una vez eres secuestrado por la mafia, nunca escaparas.—decía entre golpe y golpe, esta vez no sólo se conformó con mi rostro sino que pasó a golpear mi abdomen.
Mi cuerpo se hace hacia adelante pero al estar inmóvil no me muevo gran cosa. Las ganas de vomitar aumentan y siento como entro en una especie de asfixia. Tomo profundas bocanadas de aire, parezco pez fuera del agua, pero el golpe en mi abdomen fue tan fuerte que en este momento me cuesta respirar. Levanto la mirada entre grandes bocanadas de aire.
—¿Asustado?—pregunta con burla. Al ver que no respondo se molesta y vuelve a soltar una serie de golpes sobre mi rostro. —¿¡Quieres que me detenga!? ¡Pues bien! Empieza a rogar y soltar esa lengua tuya.
Gran parte de mi rostro no lo siento, si hago el intento de moverme los latigazos de dolor que suben por mid brazos me dejan sin aire. Escupo nuevamente la sangre pero mi labio está tan reventado que sigue saliendo. Las energías lentamente se desvanecen de mi cuerpo.
—Eres tan débil.—se burla y los otros tipos sueltan algunas carcajadas mientras siguen fumando los puros de marihuana. Hago un mueca de dolor cuando se acerca y toma de mi cabello con fuerza, haciendo que levante el rostro. —¿De verdad eres el prometido de la gran Atheris? Y pensar que esa puta escogió a alguien tan patético y débil, es una vergüenza para la mafia.
«—Nunca demuestres temor o debilidad. Te torturaran, se mofaran de ti hasta que empieces a suplicar.»
—N-No me digas...¿estás enamorado de ella?
Todos me observan como a un loco cuando empiezo a reírme, levantó el rostro, la sangre resbala por las comisuras de mis labios pero no me importa. Una sonrisa se forma en mis reventados labios.
—Dakota prefería beber ácido que meterse con alguien de la mafia de Demetrio Anderson. Pueda que yo no sea apto para ser su prometido o lo que tú digas, pero por lo menos a mí no me ve como una basura; como lo son todos ustedes.—sonrío, o hago la mueca de sonrisa ya que mis labios están tan reventados que a duras penas puedo hablar. —Y puedes hacer lo que se te dé la gana porque no pienso decir absolutamente nada. Además, estoy seguro que Dakota golpea mucho más fuerte que tú.
—¿Ah sí?—dice con la mandíbula tensa al verme reír. Una expresión muy escalofriante se apodera de su rostro. —Eso ya lo veremos.
Bueno Drey, si querías enfadarlo, lo conseguiste. Simplemente genial.
—¡¿Cómo que no han podido sacarle nada?! ¡Son unos inútiles!
Trato de abrir mis ojos pero mis párpados pesan, aunque la verdad es que están tan hinchados que ver es casi que imposible; sólo uno de ellos no está tan mal como para permitirme ver la cara roja y enfadada de Vladímir. Empiezo a toser sangre llamando la atención de todos pero una vez pasa el ataque de tos siguen discutiendo, esta vez la agarra contra los rubios los cuales se defienden en ruso. Me encojo al sentir algunos escalofríos recorrer mi cuerpo. Trato de hacerle llegar el máximo de oxígeno a mis pulmones pero siento tanto dolor que incluso respirar es una tarea imposible. El que esté vivo es un milagro, porque estaba seguro que esos seis iban a matarme a golpes.
—¡Son unos imbéciles!—esta vez Vladímir gruñe en mi idioma. —¡¿Cómo es que no han podido sacarle ni una palabra?! Y como si fuera poco esa hija de puta de Atheris no da señales de venir. ¡Esto es un maldito desastre!
—T-Te lo di-ije.—balbuceo mientras escupo sangre. Logro abrir un poco ambos ojos, frente a mi está un muy furioso Vladímir. —E-lla no va a venir.
Vladímir empieza a maldecir—o eso creo yo—en ruso. Todos empiezan a gritarse uno a los otros, algo beneficioso ya que necesito descansar. La cantidad de sangre que he perdido me tienen muy débil, porque no solo sangro de mis cejas y boca sino que también de mis muñecas, y uno que otro corte en mi rostro.
—¡Cállate!—grita con enojo y casi diría que con frustración. No sé si los golpes de aquel tipo me provocaron algún problema en mi cerebro pero empiezo a reírme como un lunático. —¡Que te calles te dije!
Levanta una mano, listo para golpearme pero unos golpes en la puerta metálica de aquella bodega llama la atención de todos. La tensión se apodera de cada uno de ellos, Vladímir pone un dedo sobre sus labios, pidiendo silencio a todos.
—Tomen las armas.—les susurra Vladímir, el cual toma también un arma de su cinturón.
Todos apuntan hacia la puerta, Vladímir le hace una seña a uno de los cuatro rubios para que se acerque y abra la puerta. Todos se mantienen en silencio, sólo mi forzada respiración es lo único que se escucha. Un frío preocupante ha empezado a recorrer mi cuerpo, a duras penas mantengo mi cabeza erguida pero las fuerzas lentamente escapan de mi cuerpo. Como si de pronto fuera a desmayarme.
—¡Oh vaya! Hubo una pequeña fiesta y nadie me invitó!
Un sudor frío baja por mi espina dorsal, mis ojos se abren como plato y cada músculo de mi cuerpo se tensa. Rápidamente pongo mi mirada en la persona que acaba de entrar a la bodega.
¿¡Qué demonios está haciendo aquí!?
—Atheris...al fín llegas.—dice Vladímir algo sorprendido. Rápidamente aquella expresión se borra de su rostro, una sonrisa—que bien puede partir su rostro—se forma en sus labios.
Un nuevo escalofrío me recorre el cuerpo cuando aquellos ojos negros se clavan en mi persona. Mi corazón empieza a latir a toda prisa. Aquella mirada me deja sin aliento, es como si aquellos ojos estuvieran llenos de odio. No sé si serán imaginaciones mías, pero es como si aquellos ojos albergaban algo malvado en sus oscuros iris. Todos los presentes se tensan cuando Dakota sonríe, no dejan de apuntar a en su dirección pero ella ni siquiera se inmuta. Frunzo el entrecejo cuando me percato de su atuendo, o por lo menos hago el intento de fruncir mis cejas.
¿Qué demonios trae puesto? Pienso en un gruñido, incrédulo de ver...ni siquiera tengo palabras. Observo el top de cuero negro lleno de tiras—que revela más de lo que oculta—como a duras penas mantiene sus pechos tapados. Su largo cabello negro cae en su hombro izquierdo, dejando ver la parte rapada del lado derecho de cabello y la larga hilera de perforaciones de su pequeña oreja. Bajo mi mirada, primero topandome con su tatuaje, la tinta negra de la serpiente parece una sola con el atuendo, bajo un poco más la mirada; un pantalón de cuero se moldea como una segunda piel a sus torneadas piernas. Y para terminar unos tacones, altísimos con detalles en rojo, le agrega un aspecto seductor.
Se ve muy sexy.
Meneo mi cabeza y levanto la mirada al escuchar el sonido de los tacones romper aquel tenso silencio, Dakota empieza acercarse sin apartar su oscura mirada de mi persona.
¿Por qué se habrá vestido así? ¿Por qué vino? Esas y muchas otras preguntas empiezan a rondar por mi mente. ¿Por qué de pronto siento una calidez el verla?
—Así que viniste preparada. Te ves como toda una zorra.—dice Vladímir, sus ojos—el sano y el de vidrio—escanean de pies a cabeza a Dakota. Frunzo mi ceño en su dirección. —Pero así es como me gustan.
Lame sus labios y baja el brazo junto con el arma. Todos sonríen, observan con deseo y lasciva a Dakota, los fulmino con la mirada a todos. Vuelvo a poner mi mirada en Dakota cuando se detiene en frente de mi, por un instante sus facciones y su mirada se suavizan. Y que soy el único que puedo ver esa expresión, me permito por un instante sentir tranquilidad. Dakota sonríe ligeramente y mete una de sus manos en su escote, antes de poder apartar la mirada saca algo. Levanto mis cejas, sorprendido, al ver la misma cuchilla que utilizó para cortar el rostro de aquella mujer.
—¿Qué crees que estas haciendo?—pregunta desconfiado Vladímir. Vuelve apuntar a Dakota, los demás también. Pero Dakota los ignora y rápidamente empieza a cortar las cuerdas que me tienen inmóvil e inicia por la de las muñecas. Por un instante se detiene al encontrarse con una imagen no muy grata. Dice algo en voz baja que no consigo escuchar, un jadeo de dolor escapa de mis labios al pasar de tener mis brazos tan tensos a libres. Dakota sólo deja mis manos libre y apoya me entrega su cuchilla, pero al ver que no puedo mover muy bien mis manos la deja sobre mis piernas. Busco su mirada pero lo único que encuentro es una expresión fría e indeferente. Cruza los brazos provocando que sus pechos se levanten un poco más, la mirada de todos—incluso la mia—caen a esa zona.
—¿No lo sabías, Vladímir? Me gusta vestir como todo una zorra cuando mato a mafiosos y hago desparecer mafias. Es gratificante.
Aquella sonrisa, que ya es normal en ella y me pone los pelos de punta, se forma en su atractivo rostro. Todos se tensan, incluyéndome.
—Primero, tengo que decirte que fuiste engañado por Demetrio. ¿Realmente pensaste siquiera que iba a venir sola y rendirme a tus pies?—pregunta con aquella malicia y burla que tanto la caracteriza. La expresión desconcertada de todos es épica. —Todos mis chicos están afuera, lo que significa que estás rodeado. También tengo que decír algo que puede ser muy triste para ti, pero a tu amada Elena la mandé al mundo de los muertos. Así como también a todos los que estaban en tus negocios. Quemé todo tu dinero y tu mercancía.
Vladímir abre la boca para decir algo pero nada sale de ella, creo que yo estoy igual de impactado. Todos jadean y observan incrédulos a la chica que está en frente de mi.
—Si quieren salvarse les recomiendo que salgan en este momento, incluso puede ser que los acepte en mi mafia.
Abro mis ojos como platos. ¿Acaso se volvió loca? Hago el amago de protestar pero me regala una rápida mirada que corta mi impulso. Sonríe, y observa a los seis tipos.
—¿Y bueno?
Entre los seis comparten miradas, al final se encogen de hombros y bajan las armas.
—Lo siento jefe. Pero ella es más fuerte que usted, y ya sabe lo que dicen; si no puedes vencerlos, úneteles.
Vladímir no da crédito a lo que escucha y no puedo culparlo. Los seis le dan un último asentimiento a su ex jefe, abren la puerta y salen.
—Ilusos.
Dakota empieza a reírse, casi al instante empiezan a sonar fuertes detonaciones, como si afuera se estuviese armando la tercera guerra mundial. El eco de las balas todavía atormentan mis oídos cuando segundos después la puerta es abierta abruptamente. Kenya y...¿mi madre? Entran armadas a la bodega, detrás de ellas vienen Gilbert y Thomas.
—¿Sorprendido, Vladímir? Te diste cuenta al final de que a mi lado no eres más que un principiante, un inútil.—musita Dakota sin borrar aquella escalofriante sonrisa.
Vladímir gruñe algo en ruso, levanta el brazo y apunta a Dakota pero una bala le impide apretar del gatillo.
—¡Maldita sea!
Kenya baja el brazo, se acerca y empieza a golpearlo, hasta someterlo. Mi madre le quita el arma y con ella misma le da en la cabeza.
Demonios.
—Thomas y Gilberth, llévenselo. Esperen en la camioneta.
—Sí, señora.
De inmediato Gilbert y Thomas se acercan en mi dirección, me terminan de ayudar a quitarme las cuerdas. Me levanto pero mis piernas no soportan mi peso, ambos me sostienen antes de caer. Entre los dos empiezan a sacarme de aquel lugar.
—Esperen.
Se detienen y me observan confusos, ladeo mi cuerpo. Aquellos ojos negros se topan con los míos, levanta una ceja en mi dirección.
—Gracias.
Dakota levanta ambas cejas sorprendida, su expresión se suaviza, sonríe y me guiña un ojo.
—Eres mío ya te lo dije. Y nadie me va a quitar lo mío.
Río entre dientes pero un ataque de tos me impide seguir riendo. Thomas y Gilbert siguen con su trabajo de sacarme de aquel infernal lugar.
—Voy hacer que te arrepientas. Te lo dije Vladímir; nadie toca lo mio y sale impune.—eso es lo último que escucho antes de que aquella puerta sea cerrada con fuerza a mis espaldas.
—Pobre, no sabe lo que le espera.—dice Gilbert a mi lado. Asiento y nunca había estado tan de acuerdo con él.
Tener a Dakota de enemiga, eso es algo que ni a mi peor enemigo le deseo.
****
☆Nota de Autora:
~Tatuaje de Dakota~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro