Capítulo 13, parte 1.
DREY.
—El programa debe de actuar automáticamente en el momento que algún virus trate de invadir su sistema, debe de eliminarlo y...¡Señor Kirchner! ¡Señor Kirchner!
Abro los ojos sobresaltado, un fuerte dolor atraviesa mi cabeza en el instante que la levanté
abruptamente. Maldigo entre dientes.
—¡Señor Kirchner! Que sea uno de los mejores alumnos no le da derecho alguno para dormirse en mi clase.
Que dolor de cabeza. Díos mío. Creo que me estoy muriendo.
—Lo siento, no volverá a pasar.—balbuceo sin apartar las manos de mi cabeza.
Nunca volveré a tomar una mísera gota de alcohol en mi vida. Todo esto es culpa de Dakota, y puedo apostar a que debe de estarse desconjonando de la risa al saber que estoy con la peor de mis resacas. Hasta me la imagino, con un cigarrillo en mano o una copa de whisky y apoyada sobre su silla; muerta de risa.
—Espero que no.—gruñe el amargado profesor Jhonson. Hago un mueca por el insoportable dolor de cabeza. —Será mejor que salga de clase señor Kirchner, no se ve apto para continuar. Espero en la siguiente venga más dispuesto.
Decido ignorarlo. Meto mis cosas sin delicadeza alguna en mi mochila y salgo como un rayo de aquel lugar. Suspiro de alivio una vez me encuentro en el silencioso y desolado pasillo. Nunca esperé hacer esto pero lo último que quiero es estar en clase escuchando a profesores amargados hablar sobre cosas de las que ya sé. No soy un genio pero cuando eres becado—por lo menos de esta Universidad—debes desayunar libros, almorzar libros, cenar libros y soñar con toda la materia leída.
Me encojo de hombros y presiono con mis dedos las sienes. Lo único que deseo en este momento es estar en mi habitación y dormir una semana entera si eso es posible.
—Maldita migraña.—gruño entre dientes.
Todavía sosteniendo mi cabeza—como si eso fuera aliviar el dolor—salgo a toda velocidad de la Universidad. Me despido del guardia de seguridad con un seco asentimiento y entro al estacionamiento, busco con la mirada la camioneta en la que siempre Drew me espera; una vez la visualizo no pierdo el tiempo y en largas y rapidas zancadas llegó hasta la camioneta. Entrecierro los ojos tratando de ver en dónde está Drew, si en los asientos traseros o en el asiento de piloto, pero aunque fuerce la vista no consigo ver absolutamente. Suspiro sonoramente, toco la ventanilla del lado del piloto con los nudillos, esperando que Drew se despierte porque sé que está igual o peor que yo.
Demonios.
—¡Drew! ¡Abre la maldita puerta!
Normalmente no maldigo, mi madre me enseñó a no hacerlo. Pero creo que es más sencillo quebrar la ventana con una piedra a que Drew despierte. Gruño y golpeo con fuerza la puerta.
—¿Qué quieres?—escucho una puerta abrirse seguido del gruñido de Drew.
Rápidamente dirijo mi mirada hacía donde creo está Drew, terminando de abrir la puerta de los asientos traseros, me asomo; encontrandolo desparramado en todo el espacio de atrás. Levanto una ceja al ver sus ojos rojos que a duras penas se mantienen abiertos.
—¿Qué te sucede? ¿Por qué tanto escándalo?
—Vámonos.
Drew abre los ojos finalmente tras unos cinco intentos, todos fallidos, fijando su mirada azulada en mi persona. Frunce el ceño y me observa como si fuese algún extraterrestre o yo-qué-se.
—¿Qué?—balbucea segundos después. —Repitelo solo que un poco más lento.
Pongo los ojos en blanco y sostengo con mucha más fuerte mi cabeza entre mis manos. Siento que me explotará en cualquier momento. Y no tengo tiempo, ni paciencia, para repetir una y otra vez lo que digo.
—Vámonos.—repito nuevamente. Drew me observa sin entender, bosteza, y a velocidad tortuga empieza a enderezarse. —¡Drew!
—Ya voy, ya voy.—murmura irritado. —De tal novia tal novio, los dos igual de insensibles.
—Te estoy escuchando, ¿sabes?
—Esa era la idea.—responde burlón.
Pongo los ojos en blanco y decido sabiamente ignorarlo. Es lo mejor. A paso tortuga lo observo pasarse hacía los asientos delanteros, entro al auto pero antes tiro la mochila—que cae en alguna parte de atrás—y prácticamente me hago tirado en los asientos traseros. Un suspiro de alivio y felicidad escapa de mis labios, porque aunque mi cabeza todavía se sienta como si fuese a explotar, el estar acostado en los suaves asientos de la camioneta sin tener que soportar regaños—ni tener que soportar seis horas de lo mismo y lo mismo—es el maldito paraíso.
—¿Ocupas una aspirina?
En el instante que a mis oídos llegó la palabra aspirina es como si Drew me haya dicho que me gané la lotería. Me levanto poco a poco, y acepto de muy buena gana la aspirina y la botella de agua.
Esto es vida.
—Ya no formas parte de mi lista negra.—suspiro una vez término de darle un largo trago a la botella de agua.
Drew bufa, masculla algo entre dientes pero no logro escucharlo porque yo ya estaba empezando a acomodarme para pegarme una bien merecida siesta.
Definitivamente esto es vida.
—¡Drey!
Abro los ojos sobresaltado, gruño al tratar de moverme pero es como si una aplanadora haya pasado por mi cuerpo. Inevitablemente hago una mueca al sentir palpitar con fuerza mis sienes.
¿Qué tiene el mundo con levantarme a punta de gritos? Pienso gruñendo por lo bajo.
—¡Oye, Drey!
Bufo irritado, paso una mano por mi rostro. Me incorporo lentamente del asiento y una vez lo consigo apoyo mis codos en cada asiento delantero para ver al fastidioso que va manejando.
—¿Cuál es tu problema?
Drew bufa y maldice entre dientes. Frunzo mi entrecejo extrañado por su reacción, levanto una de mis cejas al verlo mover con violencia el volante. De hecho, sus nudillos están tan pálidos que no sé cómo al cuero del volante es capaz de aguantar tanta tensión.
—Escúchame muy bien.—dice con un tono de voz tan tenso y serio que me sorprende. Nunca lo había visto tan serio, Drew no es de los que tomen las cosas con mucha seriedad, así que verlo y escucharlo con tal tensión; me genera tal malpresentimiento que siento indicios de una nueva migraña. —Dos autos nos están siguiendo, desde que salimos de la universidad se han mantenido demasiado cerca. No se qué razones tendrán pero buenas no son. Trataré de llevarnos a un lugar que sea territorio de la señora Atheris, porque si esos tipos consiguen respaldo no seremos capaces de salir vivos.
¿¡Qué!?
Me estremezco con fuerza, toda señal de sueño de mi cuerpo se esfuma de un santiamén. Giro completamente mi cuerpo, fijando mi mirada en el parabrisas trasero, observando cerca de dos a cinco minutos efectivamente consigo ver dos camionetas—muy parecidas, por no decir que iguales—nos siguen muy de cerca. No importa cuantas veces Drew decida darle vueltas a una cuadra, no desisten de seguirnos. Pero estoy casi que cien por siento seguro que seguirnos no es la mayor de sus preocupaciones o su trabajo principal.
—¿Van a matarnos?—pregunto sin dejar de ver las camionetas. La paranoia se está empezando a filtrar en mi sistema y el miedo. Oh mierda, nunca había sido seguido por nadie.
—No lo sé.—responde Drew sin abandonar aquel tono tenso. Aparto la mirada, conectando con la suya por un momento en el espejo retrovisor. —¿Estas dispuesto a morir? Porque créeme que yo no.
Drew sin importarle los demás conductores empieza acelerar y serpentear por las calles de New York. La verdad estamos muy lejos del centro de la ciudad, muy lejos. Porque aunque sería magnífico decir que la Élite N.Y University está en el centro de la gran ciudad, la verdad estamos a muchoa kilómetros de distancia. La Universidad es vecina de uno de los barrios residenciales más caro y exclusivo de todos los suburbios. Por ende se puede decir que el tramo de esta zona hacia la ciudad casi no hay mucha “civilización”; algo que tanto puede ser muy bueno o muy malo. Depende del punto de perspectiva.
—¡Oh Mierda! ¡Demonios!—empiezo a maldecir asustado al percibir el cambio de distancia, podría decir que están a sólo seis o quizá siete metros de nosotros. Un escalofrío sube por toda mi espalda. —¡Se están acercando! ¡Por amor a Dios! ¡Acelera!
—¡Ya lo sé! ¡Cállate!—me grita Drew un poco alterado.
Muerdo mi labio inferior, tal vez infringiendo un poco de dolor en mi cuerpo consiga mantener la calma, porque estoy casi seguro que estoy a punto de entrar en Pánico. Drew acelera todo lo que puede tratando de poner la mayor de las distancias, pero como ya había dicho esas camionetas son muy parecidas a ésta; por lo tanto sus límites de velocidad son muy parejos, para nuestra mayor desgracia.
Un sudor frío baja por mi espina dorsal. No sé quiénes son esos tipos—y la verdad no deseo saberlo—así como tampoco sé por qué nos siguen. ¿Tendrá algo que ver con Drew? Digo, ya que él pertenece a la mafia y ese mundo.
«—Eres parte de la mafia, te guste o no Drey.» Frunzo mi entrecejo cuando en ese momento a mi mente decide colarse una pequeña porción de la conversación que tuve con Dakota en su despacho.
«Eres parte de la mafia.»
Oh demonios. ¿Lo soy? ¿Significa que a mi también van a matarme?
—¡Maldita sea!
El rugido de Drew me saca de mis pensamientos. Levanto la mirada y un nuevo escalofrío pasa por cada rincón de mi cuerpo. Un frío —producto del pánico y el miedo—se cuela en mi interior. Siento como si el alma acaba de salir de mi cuerpo. Frente a nosotros aparecen de la nada cuatro camionetas como las que vienen detrás de nosotros; lo que significaría que estamos arrinconados. Completamente arrinconados. Abro mi boca para decir algo pero nada sale de ella, es como si todo mi cuerpo se haya convertido en piedra, sólo soy capaz de ver lo que ocurre. De ver como Drew y yo vamos directo al desastre, es sólo cuestión de segundos o minutos.
—¡Maldita sea! ¡Maldita sea!
Drew abre la guantera de un rápido movimiento, dejando una mano sobre el volante con su mano libre empieza a rebuscar algo. Mis ojos se abren como platos al verlo sacar dos revolver y un puñado de balas que deja sobre el asiento del copiloto. Se deja uno de los revolver y el otro me lo pasa; de inmediato trato de devolvérsela.
—¡Tómala!
—N-No. Yo no pienso...
—¡Mira! Es tú vida o la de ellos y te sugiero que la tomes, porque esos tipos no vienen a preguntarnos la hora. ¡Así que tómala!
Trago saliva nervioso, acepto el arma que Drew me ofrece y ni siquiera deja que mi mano se acostumbre al peso cuando me pasa un puñado de balas. Me explica que ambas están cargadas, así como me indica más o menos como disparar. La verdad es mucho más probable a me dispare a mi mismo antes de que aquellos tipos decidan empezar a disparar. Involuntariamente me estremezco. Observo fijamente aquella arma plateada que descansa en mis manos, es muy similar a la de Dakota. Una aberración y se podría decir que miedo me recorre el cuerpo al verla en mi mano, y lo fácil que sería sólo bajar el martillo y jalar del gatillo. Lo fácil que sería acabar con una vida.
—¡DREY!
Levanto la mirada alarmado al escuchar a Drew gritar pero una sacudida provoca que me vaya de lado. Reprimo las ganas de gritar cuando me golpeo bastante fuerte un lado de la cabeza, el dolor—muy parecido al de la migraña—me arranca un sonoro jadeo. Parpadeo cuando mi vista se vuelve borrosa y unos puntos oscuros empiezan aparecer en mi campo de visión, pero antes de preguntar qué fue lo que sucedió tanto el auto con nosotros dentro empezamos a dar vueltas y vueltas.
Oh mierda.
Trato de agarrarme de algo, pero los golpes y las sacudidas son muy fuertes. Y entre más golpes recibo mi vista se va volviendo mucho más borrosa.
Detente. Detente. ¡Detente!
Una última sacudida termina aquella trayectoria. Trato de mover mis extremidades pero mi cuerpo no acata órdenes, el dolor es insoportable. ¿Qué está ocurriendo? Parpadeo nuevamente tratando de que mi vista se logre enfocar pero es imposible. Un sonido enternecedor no abandona mis oídos, tenso mi mandíbula cuando algo—o alguien—sacude fuertemente mi cuerpo. Unos sonidos llegan a mis oídos pero es como si no pudiera reconocer ninguno.
—¿Q-Qué?
Algo o alguien me vuelve a sacudir, gruño y trato de moverme pero es imposible. Un dolor agudo y muy doloroso atraviesa mi cabeza, puntitos empezaron aparecer en mi campo de visión y antes de poder volver a tratar de mover un dedo todo se había convertido en oscuridad.
Abro los ojos repentinamente y mientras poco a poco voy recuperando la conciencia soy consciente de muchas cosas, como: el hecho de que cada uno de los músculos de mi cuerpo se sienten entumecidos y adoloridos, mi cabello se siente húmedo una zona más que otra. Trato de mover mis extremidades y es ahí donde noto que no puedo, un escalofrío sube por mi sudorosa espalda.
¿Dónde carajos estoy? ¿Qué fue lo que sucedió? Pienso al punto de la histeria. Mi mirada no deja de recorrer de un lado hacia otro pero no importa cuanto trate de ver más allá, no consigo reconocer absolutamente nada. Algo que sólo me pone mucho más ansioso. Trato de recordar qué fue lo pasó, porqué estoy aquí, pero sólo consigo ver una que otra cosa y no importa cuanto me exija, no lo consigo. De hecho lo único que conseguí fue una fuerte migraña.
Me remuevo nuevamente, tenso la mandíbula al sentir el dolor recorrer mis extremidades y mis tensos músculos pero la persona encargada de atarme a esta dura silla de metal hizo muy bien su trabajo.
Nunca me había sentido tan indefenso y débil en mi vida. Ni cuando Dakota nos mantuvo cautivos en nuestra propia casa, ver a mi madre y mi hermana no me permitía sentir miedo. Todo lo contrario.
Demonios.
Mi respiración empieza acelerarse, provocando que la frecuencia de mi corazón aumente. Estoy entrando en pánico, y eso, no es nada bueno.
Tranquilizate. No puedes desesperarte, no ahora. ¡Así que respira!
No se cómo, ya que nunca había tenido una ataque de pánico, pero consigo tranquilizarme. O por lo menos consigo controlar mi respiración. Cierro mis ojos, buscando algo que me ayude a serenarme, algo que me ayude volver a tener control sobre mi mismo. Exhalando e inhalando el poco aire que hay en aquel lugar poco a poco lo consigo, mis sentidos se agudizan permitiendome oler una serie de aromas; rancio, metálico y a pólvora. Abro los ojos, ladeo mi cabeza buscando algo; cualquier cosa que me sirva para escapar pero teniendo en cuenta la poca—por no decir nula—iluminación, mi campo de visión es limitado. Al parecer estoy en una especie de bodega pero sería una suposición ya que realmente no tengo idea de dónde estoy. Entrecierro mis ojos, una vez me acostumbro a la oscuridad, al alcanzar visualizar una mesa como a dos metros o tal vez un poco menos a mi derecha. Unos bultos, como paquetes, están sobre ella, aunque no sabría decir exactamente qué son. Bufo con fastidio y sigo tratando de ver algo que me sirva para escapar, pero mire por donde lo mire no hay pedazos de vidrio que me sirvan para cortar las cuerdas que me mantienen inmóvil. Arrastarme por el suelo es imposible por la silla de metal, que pesa una barbaridad, y escapar por alguna apertura es el doble de imposible. No hay ventanas, la única que hay no me cabe la mitad del cuerpo, y por obvias razones la puerta es descartable. Quién en su sano juicio dejaría la puerta abierta.
¿Qué se supone que haga ahora?
Un golpe metálico, seguido de un chirrido me saca abruptamente de mis pensamientos. Mi cuerpo se estremece con fuerza al captar lo que aquel sonido significa, mi cuero cabelludo pica y los vellos de mi nuca se erizan. Con una gran tensión manando de mi cuerpo, observo como lentamente se abre aquella bendita puerta. Al instante llega un aroma a cigarrillo, diésel y humedad; como cuando recién deja de llover.
Parpadeo confuso al pasar de la penumbra a la claridad.
—¡Oh! Finalmente despertaste.
Escucho aquella ronca voz acompañada por un fuerte acento. Lo busco con la mirada, y en cuanto lo encuentro siento como el alma cae a mis pies.
—Vladímir.
En el instante que aquel nombre susurrado salió de mis labios es como si fuera el interruptor para que a mi mente volvieran todos aquellos recuerdos que daba por perdidos. Lo sucedido en El infierno, la amenaza, la carrera, el beso con Dakota, alcohol y mucho alcohol, la Universidad, dos camionetas siguiendonos, Drew y el accidente. ¡Oh mierda!
—¡Drew!
—Está muerto.—responde aquella voz con un marcado acento ruso. Un escalofrío me recorre el cuerpo entero cuando su mirada conecta con la mia, veo aquel ojo de vidrio; es escalofriante. —Tú guardaespaldas está muerto. Mis hombres se encargaron de eso.
La burla y con la satisfacción que habla es repugnante. Mi entrecejo se frunce con fuerza. Trato de convencerme de que se trata de una mentira, que realmente Drew no está muerto, pero entre más lo pienso menos es mi positivismo. Si realmente estuviera vivo estaría aquí, porque desde que desperté la única respiración que escuchaba era la mía, por no mencionar que las camionetas que nos seguían era demasiadas. Es imposible que haya podido escapar, pero albergo la esperanza que así sea. Que haya podido escapar y que haya podido dar aviso de lo sucedido.
—Nadie vendrá por ti.—levanto la mirada de golpe. —Por lo menos no todavía.
—¿Q-Qué demonios quieres?—gruño tratando de ocultar lo mucho que me afectan sus palabras.
La sonrisa del ruso se ensancha, dejándome ver tres dientes de oro. Empieza a rascarse el mentón con una falsa expresión pensativa, su gordo cuerpo empieza a pasearse por toda la bodega. Destilando arrogancia y satisfacción.
—Digamos que mato dos pájaros de un solo tiro al secuestrarte.—dice mientras se detiene nuevamente en frente de mi. Frunzo el ceño y lo observo fijamente. Sonríe ampliamente. —Ya que puedo sacarte información muy prometedora, que a muchas mafias le interesaría y pagarían muy bien por ella. Por no mencionar que conseguiría mi venganza. A mí nadie me deja en ridículo, mucho menos una zorra como tu mujercita, y vive para contarlo.
Increíble. Pienso incrédulo. Ni siquiera es porque quiere vengar a su mujer por lo que Dakota le hizo. Hacer todo esto por orgullo. ¡Esto es increíble!
—Así que podemos hacer un trato, Drey Kirchner creador del SS-DK.—su voz vuelve a sacarme de mis pensamientos. Un estremecimiento me recorre el cuerpo al ver su maliciosa sonrisa. —Tú te nos unes, formas parte de la mafia de Demetrio Anderson y te perdonamos la vida. Mira que te beneficia.
¿Demetrio Anderson?
—¿¡Qué!?
Vladímir suelta una muy estruendosa carcajada, vuelve a rascarse la barbilla, unos anillos de oro muy llamativos brillan en sus dedos gordos.
—¿Sorprendido?—pregunta con burla. Tenso mi mandíbula. —Sí. Quien creó todo este plan de secuestrarte fue tu suegro. Él fue quien nos dijo tu verdadera identidad, algo que en definitiva fue una sorpresa.
Ríe nuevamente y empieza a pasearse en frente de mi. Antes de poder decir algo, aunque tampoco es que en este momento sea capaz, él sigue hablando.
—El “papá” de esa zorra fue quien ingenio esto. Incluso sus hombres fueron los que te secuestraron y quienes están afuera custodiando.—dice con una expresión de suficiencia.
El enojo lentamente crece dentro de mi, entre más confiesa más me enojo. No puedo creer que una persona sea capaz de tanto.
—¿Te lo puedes imaginar?—sonríe y pasa una mano por su corto cabello. —Lo más increíble de esto es que si todo sale como el plan, pronto tu prometida estará muerta y a manos de su querido padre.
¿Muerta?
—¿Qué quieres decir?—levanto mis cejas, me enderezo al escuchar aquello.
Vladímir ríe y aquellos escalofriantes ojos brillan con malicia, una que me da un muy mal presentimiento.
—Porque si es tan cierto que eres su prometido, eso significa que eres su debilidad.—responde mientras se acerca, hasta quedar muy cerca de mi. Frunzo el ceño con fuerza. —Y si tanto le importas hará lo que nosotros digamos. Tendrá que venir sola y no hacer nada de lo que vaya arrepentirse, porque si no serás hombre muerto.
Me da unos fuentes golpes en la mejilla derecha. Tenso mi mandíbula hasta el punto de hacerlo doloroso, lo fulmino con la mirada.
—Ella no vendrá.—mascullo entre dientes. Vladímir levanta una ceja en mi dirección. —Ella jamás pondrá su vida en peligro por mí. Así que yo que tú me olvido de esa estupidez.
—Muy bien. Eso lo sabremos muy pronto. ¡Nos vemos!—dice y se va azotando fuertemente la puerta.
La oscuridad vuelve a la bodega, gruño una maldición y antes de poder acostumbrarme al estar de nuevo solo, la puerta vuelve abrirse y empiezan a entrar cerca de seis tipos. Un escalofrío me recorre el cuerpo, ver sus cicatrices, extraños y un poco diabólicos tatuajes. Y si a todo eso le sumamos que sus físicos son similares a los de Thomas y Gilberth, sus frías miradas, es algo a tener en cuenta.
Oh mierda. Creo que esta vez no saldré bien librado de este lío.
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