Capítulo 12.
DAKOTA.
—¿Quieres tomar algo?
Observo aquellos ojos almendrados, completamente negros. Shinobu me regala una sonrisa mientras hace una seña a uno de sus subordinados. El cual rápidamente se acerca y espera órdenes.
—Seguro. Un whisky no vendría nada mal.—respondo y me encojo de hombros.
Sin esperar a que me inviten a su mesa de juego, tomo asiento en una de las dos sillas que quedan libre y Dante se sienta en la otra. Shinobu sonríe de lado y le pide una ronda de tragos a uno de sus subordinados. Ignoro deliberadamente a los otros jugadores, porque me importa bien poco quiénes son, ya que con quien me interesa hablar es con Shinobu. De hecho me estorba sus presencias. Porque aunque son personas influyentes, no tienen suficiente poder para hacerme desear tener alguna conexión con ellos. Así que mientras una extraña tensión se forma en la mesa, esperamos en silencio a que llegue el alcohol; algo que no tarda en llegar pasados unos dos minutos cuando mucho.
De inmediato dejan un vaso de vidrio con hielo y whisky en frente de mí, así como los otros cuatro; incluido Dante, el único que decidió tomar otra cosa es Shinobu que esta vez se decidió por el vodka. Los seis brindamos, aunque sin tocar nuestros vasos, se podría decir que fue un brindis al aire.
—Y dime mi hermosa Atheris, ¿qué buena obra hemos hecho para que nos deleites con tu presencia?—pregunta el líder de los Yamaguchi-gumi tras unos dos o tres tragos.
Sonrío contra el vidrio del vaso. Supongo que no es muy normal verme abordar a alguien si no es por una razón oculta.
—¿Qué pasa, kumicho? ¿Tanta desconfianza me tienes?—pregunto con un ligero tono coqueto e inocente en mi tono de voz.
Un brillo inusual pasa por aquellos peligrosos ojos negros, a duras penas contiene una sonrisa.
—¿Debería?
Río y levanto mi vaso con whisky. Bebo todo su contenido. Si manejo con cautela esta única oportunidad, podré conseguir lo que juré en el lecho de muerte de mi madre; venganza. Este juego en el que hemos venido participando Demetrio Anderson y yo, ha llegado a su fin. Estoy harta, completamente cansada de prolongar lo inevitable.
—¿Tú que crees?—sonrío de medio lado, otorgándole una significativa mirada.
Aquellos ojos negros brillan extasiados, divertidamente crueles. Shinobu ama jugar, tiene un sentido del humor muy...interesante. Porque aunque él esté sonriendo y tenga una apariencia despreocupada, no quiere decir que no es capaz de dispararte entre ceja y ceja; es sólo una cuestión de saber jugar a su mismo juego. Ser capaz de manejar la situación.
—Eres una chica muy interesante señorita Atheris.—musita sin apartar esos ojos negros de los míos. —Has logrado despertar mi curiosidad y has conseguido llamar mi atención. Así que dime, ¿qué quieres?
Sonrío cuando al fin hace la pregunta correcta. Muy bien. Le doy una mirada de reojo a los demás, que de inmediato interpretan. Se levantan y nos dejan solos a Shinobu, Dante y a mi. Comparto una mirada con Kenya, la cual se encarga—junto con el subordinado de Dante—que nadie nos vaya a molestar.
—¿Tan serio es?—pregunta divertido al ver a los demás irse y como Kenya y Luka mantienen una postura vigilante. Río entre dientes y me encojo de hombros.
—Cuando hago negocios no me gusta que nadie me moleste.—respondo mientras cruzo los brazos a la altura de mi pecho. Shinobu levanta ambas cejas pero no me interrumpe, todo lo contrario, pero como no me gusta irme por las ramas decido ir directamente al punto. —Sé que sabes cuál es mi verdadero nombre, Shinobu. Puedo apostar a que tu subordinado sabe absolutamente toda mi vida por lo tanto seré directa. ¿Qué tanto odias a Demetrio?
La sonrisa de Shinobu se borra lentamente, comparte una mirada con su subordinado; al cual le dice u ordena algo en japonés. Lo observo inclinarse ante su jefe y caminar hasta llegar al lado de Kenya y Luka. Controlando mi expresión vuelvo a poner mi mirada en Shinobu, le da un trago a su vodka y se deja caer al respaldo de su silla de cuero. Sus ojos no se despegan de mi rostro, la intensidad con la que me observa pondría a cualquier nervioso, pero muy profundamente sé que no esperaba mis palabras. Incluso me atrevería a decir que lo he sorprendido, y para sorprender al líder de los Yamagushi-gumi es un privilegio muy limitado, por no decir imposible.
—Lo suficiente como para querer verlo muerto.—responde al cabo de un largo y tenso minuto, con un tono igual de neutro que su expresión. —Pero no puedo hacer nada contra él. Algo que supongo ya lo sabes.
Te devolvió tus palabras. Pienso divertida.
—Lo sé.—respondo sin ni una pizca de vergüenza al ser descubierta. —Sé que para los yakuza las decisiones, así como los tratados, relizados por sus pasados líderes son casi que irrompibles. Además no es lo único que sé...
Reprimo una sonrisa al ver como la expresión de Shinobu se altera por unos segundos, los suficientes para indicarme que el tema tocado es uno que provoca una reacción en él. Sus amplios hombros se tensan ligeramente, su oscura mirada adquiere un brillo sombrío. Claramente captó el significado de mis palabras, sabe que hablo de su esposa—o sería mejor decir ex esposa—la cual tuvo un cierto amorío con Demetrio. Pocas, muy pocas, personas saben sobre lo ocurrido.
—¿Qué quieres?—pregunta arrastrando las palabras en un tono bajo. Los vellos de mi nuca se erizan pero no dejo entrever que esa mortífera calma ha conseguido ponerme un poco nerviosa.
—Espero puedas escuchar mi propuesta antes de ordenarle a tus chicos que me disparen.
Sonrío al ver una de sus cejas levantarse ligeramente. Entrecierra un poco sus ojos, dándole un aspecto ya sombrío. Dante permanece tenso y en silencio a mi lado, sé que debe estar pensando que soy la persona más demente que se ha topado en la vida. Digo, cuando tocas un tema tan delicado a un mafioso de tal magnitud como lo es Shinobu, es una muerte segura y dolorosa. Prácticamente me estoy jugando el todo por el todo.
—¿Cuál?—su voz me saca de mis pensamientos.
Pongo la misma expresión neutral en mi rostro. Trago saliva y tranquilizo un poco a mi corazón.
—Voy a matar a Demetrio Anderson. Haré desaparecer su mafia junto con él.—respondo segundos después. El líder de los Yumaguchi-gumi me observa un tanto sorprendido.
—¿Que no eres su hija?—pregunta un poco confuso. Frunce el ceño y me observa con mayor interés.
—Para mi desgracia y la de él.—respondo sin inmutarme. —Ambos tenemos mafias poderosas, sé lo que ocurre cuando dos mafias entran en guerra. No pueden haber dos reyes en un mismo reino, si sabes a lo que me refiero, y aunque me gustaría pensar que saldré librada, victoriosa, no puedo saber el futuro.
—Espera. ¿Estás tratando de decir que...
—Sí.—lo interrumpo. Sonrío de medio lado al ver su ceño fruncido y su expresión sorprendida. —Si llegado el caso yo muero, prefiero mil veces que tú y Dante sean los beneficiados de todos mis negocios.
—¡Qué demonios!—exclama Dante a mi lado. Sé que lo tome por sorpresa y en otro momento le explicaré todo, pero no aparto mi mirada de Shinobu.
—¿Eso no es todo, no es así?
Sonrío, le indico con una mirada a Kenya que me traiga whisky. La cual no tarda en arrebatar una botella, casi que entera, a una de las camareras. Llena mi vaso y el de Dante de whisky, el subordinado de Shinobu rellena el de él; los dos desaparecen una vez terminan. Dando un merecido trago, necesitando sentir en mi estomago algo caliente, algo que caliente un poco el frío que siento en mi interior, me las arreglo para tranquilizarme.
Ya puse mi juego sobre la mesa, me falta una de mis últimas cartas escondidas. Pienso saboreando el whisky en mi boca. Bajo el vaso y levanto la mirada.
—Necesitaré un respaldo. Me temo que aunque me creo capaz de hacerle gran daño a Demetrio, al parecer está haciendo ciertos tratos con personas que no tienen nada que ver con nuestro mundo.
—¿No me digas que se está apoyando en...—se interrumpe, suelta una carcajada. —¿El ejército?
Asiento y tomo otro trago de whisky.
—Digamos que es un acuerdo mutuo, él les proporciona información—claramente ilegal—y ellos le otorgan ciertos privilegios.—juego con el vaso de vidrio entre mis manos. Frunzo el ceño. —Los Estados Unidos tienen muchas conexiones, demasiadas para su propio bien, y algunas decisiones de “seguridad” al parecer no son muy del agrado de la población. Por lo tanto Demetrio les hace ese trabajo que necesitan sin quedar como los malos ante la sociedad.
—No es de extrañar.—comenta Dante a nuestro lado, llamando nuestra atención. Se encoge de hombros. —Cuando un país se orgullese tanto por su ejército, como lo es los Estados Unidos, lo que menos esperas es que sea una organización fraudulenta. Todos sabemos que sienten cierta necesidad por experimentar con sus nuevas armas, buscar guerras donde no hay.
—Pero a nosotros qué mierdas nos importa lo que hagan o dejan de hacer los uniformados o el ejército, mientras no nos veamos afectados por ellos.—replico sin poderlo evitar. —La mafia no le debe cuentas al gobierno ni a nadie que no tenga que ver con nuestro mundo.
—En eso estamos de acuerdo.—Shinobu levanta su vaso y toma un trago de vodka. —La mafia no busca de nadie, ellos son quien buscan de la mafia. Pero bueno, dejando ese tema de lado—uno que me encantaría discutir en otro momento—déjame hacerte una pregunta.
Mi corazón inconscientemente se acelera pero no cambio ni un poco mi expresión. Espero pacientemente que Shinobu hable.
—¿Tu padre sería capaz de entrar en una sangrienta guerra contigo? ¿Sería capaz de matar alguien de su propia sangre?
—¡Oh, vamos!—suelto una larga carcajada, que a esa le sigue otra y otra; al punto de literalmente empezar a partirme de la risa. —Demetrio es un tremendo hijo de puta. Puedo asegurarte que disfrutará mucho matar el monstruo que él mismo creó. Me sorprende esa ingenuidad en ti.
Shinobu se encoge de hombros.
—Para mí la familia lo es todo.
—Si bueno, para él y para mí el término “familia” es muy diferente. Además, ambos podremos tener la misma sangre pero eso no lo convierte en mi padre.—trago saliva, controlando mi furia y ese amargo sentimiento de resentimiento.
Demetrio hace mucho dejó de ser mi padre. Y desde que mi madre murió yo no tengo familia. Ni siquiera pensaría formar una propia, sólo pensar tener hijos con el ADN de los Anderson en su sangre me pone los pelos de punta. Por no mencionar que nunca sería una buena madre, eso de la maternidad no es algo que me emocione, todo lo contrario.
—En fin.—suspiro sonoramente. Tomo lo que queda de whisky en mi vaso y levanto la mirada, conectando con sus ojos negros. —Haré mi última y definitiva pregunta. ¿Estarías dispuesto a ser mi aliado?
La pregunta queda colgando entre nosotros. Ambos no dejamos de vernos fijamente, su oscura mirada contra la mía. La tensión aumenta notoriamente, las conversaciones, la música y las risas de los demás no existen para nosotros en este momento.
—Me habían hablado de ti, más nunca me creí esos rumores.—su voz nos saca de aquel intenso silencio. —Supongo que te sobrestimé. Eres alguien de armas tomar, Dakota "Atheris" Anderson.
Sonríe con aquella enigmática sonrisa que puede significar demasiadas cosas, pero estoy segura que es una buena señal, lo menos para mí. Pasa una mano por su lacio y oscuro cabello, le hace señas a uno de sus subordinados que de inmediato llena nuevamente de su vaso con vodka. Le dice algo en japonés que no consigo entender, asi que sólo me encojo de hombros y lleno mi vaso de whisky.
—¿Que les parece una ronda de póker?—pregunta sin borrar aquella sonrisa. Me parece que aquellos ojos negros se oscurecen mucho más. —Me encanta una buena apuesta.
—Claro. Porqué no.—sonrío ampliamente. —Vas a perder, Kumicho.
Dante y Shinobu ríen. De inmediato las cartas empiezan a colocarse.
Esto será pan comido.
—Señora...—Kenya se acerca furtivamente y susurra cerca de mi oído, para que solo yo sea capaz de escuchar. —La puta rusa de Vladímir está detrás de su prometido.
Todo mi cuerpo se tensa perceptiblemente. Le doy una intensa mirada de reojo por encima de mi hombro, el rostro de Kenya adquiere aquella frialdad que conozco muy bien, niego en su dirección. No creo que a Drey le haga mucha gracia ver como matan alguien en frente de él, además tener que enfrentarme a Vladímir es lo último que quiero. Es un hijo de puta fastidioso.
—¿Algún problema?—pregunta Shinobu por encima de sus cartas, me regala una sonrisa de medio lado.
—Asuntos que necesitan de mi presencia. Si me disculpan, me retiro.
Me levanto, pero antes pongo todas las cartas sobre la mesa. Dante y Shinobu abren los ojos incrédulos al ver una escalera perfecta de diamantes.
—He vuelto a ganar.
Río, rodeo la mesa y empiezo a caminar hasta las escaleras. A medida que voy poniendo distancia y aproximándome a la salida mi sonrisa se borra. El guarda retrocede y rápidamente me abre las cortinas; el olor a gasolina, el rugir de los motores y todo el ambiente me dejan un poco descolocada. Pero me recupero con rapidez y busco con la mirada a mi futura víctima.
Hija de puta.
Mis manos se convierten en un perfecto y tenso puño a cada lado de mi cuerpo. Un sudor frío baja por mi espina dorsal, todo mi cuerpo se siente frío, muy frío; lo que me indica que la furia bulle en mi interior. Esa puta no le conviene tener problemas conmigo, no le conviene ni un poco.
—Te dejo solo un momento y las zorras salen al acecho. Increíble.
Drey literalmente se congela, de lejos ponía ver el forcejeo con...¿¡Elena Lébedev!? Bueno, vaya sorpresa. Así que la puta preferida número uno de Vladímir se cree con el derecho de tocar algo mío.
—¿Zorras? ¿Hablas de ti?—su voz con aquel asqueroso acento ruso vuelve a llamar mi atención.
—Ése siempre ha sido tu mayor defecto, Elena. Hablar más de la cuenta. Porque el que que seas la puta preferida del asqueroso de Vladímir no te salva de mí.
Observo como Drey trata de quitársela de encima, algo que claramente ella no parece muy cómoda de aceptar, de hecho sube sus gordos brazos al cuello de Drey. Lo que provoca que sus muy voluptuosos pechos se peguen demasiado al torso de Drey. Se puede notar la gran diferencia de edad, porque aunque la estúpida de Elena se haga cirugías, nada le quita la edad. Que una mujer que bien puede tener más años que la madre de Drey lo abrace de esa forma me provocan unas tremendas ganas de vomitar.
—Suéltalo, Elena.—mi voz sale peligrosamente baja y pausada.
Sé que ya llamamos la atención de todos, algo no muy conveniente a decir verdad.
—¿O si no qué?—responde desafiandome. Definitivamente esta estúpida está jugando con mi paciencia. —¿Tanto te molesta que toquen lo tuyo? ¿Qué pasaría si yo también lo pruebo?
En el instante que ésa última palabra salió de sus muy pintados labios, su asquerosa lengua trazó un camino por toda la mejilla derecha de Drey, para luego estampar aquellos demasiado inyectados labios en los de él. Drey abre los ojos como platos y la empuja mientras hace un mueca de completo desagrado. Todas las personas que están cerca de mi se distancian. Siento como si el mismo diablo se haya metido en mi cuerpo, miles y miles formas de matar—y torturar—a Elena pasan por mi mente pero sé que matándola no me dejará satisfecha. Observo la sonrisilla de satisfacción que me regala mientras enrolla un mechón de cabello rubio en sus huesudos dedos.
Te haré borrar esa estúpida sonrisa.
—Te vas arrepentir Elena Lébedev.
Levanto una de mis piernas, entierro mis dedos en uno de mis botines de tacón aguja. De inmediato siento una de las cuchillas que decidí enconder, la saco lentamente, disfrutando de ese momento. Todo a nuestro alrededor está en un escalofriante silencio, sé que nadie se meterá, así como tampoco nada pasaría si la mato; algo que todos esperan que haga. Salvo quizás una persona. Observo el rostro pálido de Drey, sus cristalinos e inocentes ojos verdes azulados observan con horror la cuchilla que sostengo con naturalidad en mi mano.
Que fácil sería matarla...¿pero podré vivir con la expresión de esos inocentes ojos al verme hacerlo?
—¿Me vas a matar?—
pregunta Elena llamando mi atención, la obdervo retroceder unos cuantos pasos.
Oh no Elena. Sería demasiado fácil hacerlo, haré algo más divertido que eso.
—No puedes, recuerda que soy la mujer de un mafioso. Si me haces algo la pagarás.
¿La mujer de un mafioso? ¿La mujer de Vladímir? ¿Se supone que deba sentir miedo?
—¿Acaso me ves preocupada, Elena?—musito sin despegar mi mirada de ella. Elena suelta una risa nerviosa, más bien parece que va a llorar mientras retrocede un poco más. —¿Qué si me molesta que toquen lo mío? Lo odio. Me jode como no tienes idea. Y tú no solo los has hecho, sino que me has amenazado. A mi ninguna puta me amenaza.
Nadie daña lo mío, nadie lo toca y nadie me lo quita.
—Oh vamos, ¿vas ocasionar una guerra entre mafias por un capricho?—pregunta enojada, aunque creo que es para esconder el miedo y el nerviosismo que está sintiendo. Al fin he logrado mi cometido, que sienta miedo. Que se encuentre nerviosa y expectante de lo que voy hacer.
—¿Capricho? Oh no Elena, él es más que eso.—respondo sin borrar aquella sonrisa de satisfacción de mi rostro. Elena frunce el ceño y me observa sin entender. —Es mí prometido. Mío y de nadie más. ¿Te acabas de dar cuenta que te has metido con el hombre de una mafiosa?
Sólo eso faltaba para terminar de romper su valentía. Ella sabe las reglas, nadie se mete con la mujer—o hombre—de otro mafioso. Y aunque no me guste hacer esto en frente de Drey no me queda de otra, tengo una reputación en este lugar. Y si quiero que Shinobu me tome en serio, debo...No. Tengo que hacerlo.
—¿Y sabes lo que significa eso?—pregunto segundos después. El rostro de Elena se pone cada vez más pálido. —Se paga con sangre.
Mi brazo derecho se tensa, mis dedos se cierran con fuerza en la cuchilla y de un rápido pero certero movimiento corto parte de su rostro. Elena grita como una histérica, la sangre empieza a salir rápidamente del corte. Ella ama su operado rostro. Muy bien pues la dejaré irreconocible a ver si así aprende a no meterse con lo que es mío.
—Po-Por favor.—rogaba entre sollozos. Pero por más que rogara nadie la iba ayudar, nadie se mete en este tipo de cosas.
—¿Por favor? ¡Oh no! Esto es solo el comienzo, querida.
Los ojos de Elena se abren llenos de terror, realmente me fascina cuando muestran aquella expresión. Mi sonrisa se ensancha. En cuanto Kenya toma la ensangrentada cuchilla de un certero golpe con mi puño izquierdo que conecto en su pómulo, hago que se vaya de culo. Se levanta una pequeña nube de polvo cuando cae con fuerza, rápidamente me subo sobre ella y empiezo a golpearla. Elena inútilmente trataba de protegerse pero era como si estuviese poseída, mis puños no paraban de golpearla. Su sangre se mezclaba con la de mis ya reventados nudillos. Lo único que podía escuchar era su carne hacer contacto con la mía y mi respiración acelerada.
—¿QUÉ ES LO QUE ESTÁ PASANDO?
Una voz ronca y con un marcado acento ruso rompe el repentino silencio, colandose entre la bruma de mi furia. De inmediato reconozco esa voz con ese maldito acento. Le doy un último golpe al destrozado rostro de Elena, me detengo, tomo una gran bocanada de oxígeno y observo por encima de mi hombro al idiota que acaba de llegar. Sonrío en su dirección.
—Vladímir, es un desagrado verte.
Vladímir Petrov. Uno de los muchos mafiosos de Rusia. No tiene tanto poder como Semión Yúdkovich, él es el mafioso más poderoso de Rusia. En cambio Vladímir sólo es un inútil, que porque tiene uno que otro negocio con otro mafioso cree que es el dueño del mundo. Observo su gordo cuerpo acercarse. Me levanto del cuerpo de su mujercita, su ojo azul opaco y su ojo de vidrio observan incrédulos mi obra.
—T-Tú...—tartamudea sin dar crédito. —¿Qué has hecho?
¿Tú que crees imbécil? Pongo los ojos en blanco, suelto un sonoro bufido, hago las manos puños; siento el dolor de mis nudillos. Los relajo y repito esa acción varias veces.
—Tu puta se metió con mí prometido. Sabes que nadie se mete con la mujer o el hombre de un mafioso. Nadie.—digo en un tono indiferente. La sonrisa de mi rostro provoca que Vladímir se enoje, y me importa una reveranda mierda.
—Te vas arrepentir Atheris.—sentencia en mi dirección. Me señala con uno de sus gordos dedos, pero repentinamente cambia su dirección. Un sudor frío baja por mi espina dorsal cuando a quien señala es a Drey.
—Oko za oko, zub za zub.—murmura en ruso. El rostro de Drey se pone un poco pálido, pero no muestra expresión alguna. —Vy kto budete platit'.
¿Acaba de amenazar a Drey? ¿A mi Drey?
—¿Me estas amenazando, Vladimir?—mascullo entre dientes. Porque aunque sé que no es a mí es como si lo fuese. —Puede pasarte lo mismo que a tu puta.
La tensión entre nosotros aumenta, un paso en falso y todo esto estalla en segundos. Pero sé que Vladímir no sería tan estúpido, esto es mi territorio. Ademas de que mi mafia es superior a la de él.
—Eso ya lo veremos.—responde segundos después. Borra aquella sonrisa y baja la mirada a la mujer que tiene a los pies. —¡Voz'mite yeye!
En el instante que aquella orden en ruso salió de sus labios, uno de los suyos toma a su mujer y se la lleva. Le doy una mirada de reojo a Drey, se nota algo perdido, debe de estar pensando lo peor de mi, pero no me importa. Así soy y así seré siempre.
Mentirosa.
—Nos veremos pronto.
Ya lo creo que sí. Pero no me importa, si él quiere una guerra conmigo la tendrá. Nunca he perdido ninguna guerra y a un inútil como él no le tengo miedo. Su gordo cuerpo se pierde entre la oscuridad y el tumulto de personas, junto con los de su mafia. Todos murmuran algo, pero vuelven a lo suyo. La música vuelve a sonar fuerte sobre todo el lugar, algunos suben a sus motos o a sus autos.
—Acepto.—murmura una voz cerca de mi oído.
Le doy una mirada sobre mi hombro al susodicho, los ojos negros y asiáticos de Shinobu brillan extasiados, toma un gran puro de su saco y lo deja entre sus labios. Uno de sus subordinados rápidamente lo enciende.
—Me gustas, Atheris. Y sé que cumplirás con mis expectativas.—dice mientras deja salir el humo del puro en una exhalación. El intenso olor del puro llega a mis fosas nasales. Shinobu sonríe, pone sus negros ojos en los de Drey y asiente en su dirección. —Nuestras debilidades pueden ser nuestra fortaleza, pero también nuestra derrota.
Drey tanto como yo fruncimos el ceño sin comprender a lo que se refiere.
—Mata aimashou.—dice en japonés antes de darse media vuelta e irse.
Observo su musculosa y larga espalda desaparecer entre la oscuridad de aquel infernal lugar. Suspiro y vuelvo a poner mi mirada en Drey. Sus ojos verdes-azulados se ven algo opacos, que a regañadientes tengo que aceptar; me preocupa bastante. No sé cuáles serán sus pensamientos pero puedo hacerme una idea. Más tarde decidiré pensar en ello, por el momento trataré que Drey disfrute de la noche.
—¿Quieres competir?
Drey parpadea, saliendo de sus sombríos pensamientos. Levanta la mirada, frunce el ceño y me observa sin comprender.
—¿Qué?
—¿Que si quieres competir?—pregunto nuevamente. Drey abre los ojos como platos, le da una mirada a la pista.
Este lugar al ser hectáreas y hectáreas vacías, el espacio es uno de los menores problemas. Existen dos pistas, una para los autos y otra para las motos. Sí, así de grande es este lugar. Busco con la mirada a Gael y lo encuentro no muy largo, hablando con Lisa.
—¡Gael!
Los ojos grises del moreno se clavan en los míos cuando alcanza a escucharme. Levanta amba cejas en mi dirección, sonrío en su dirección.
—Te haré ganar unos cuantos miles de dólares.
Una sonrisa llena de felicidad se forma en el rostro de Gael, él sabe las ganancias que obtendría de esta competencia. Aparto mi mirada de Gael, me acerco a Drey el cual me observa con cautela.
—Vamos.
Sin darle tiempo de decir algo, entrelazo mi mano con la de él. Me acerco a mi auto, desbloqueando sus puertas espero que Drey entre al auto para luego hacerlo yo.
Esto será interesante.
El ronroneo del motor provoca que todos empiecen a gritar y silbar, Your number de Ayo Jay suena con fuerza en el interior de mi auto. Siento aquella conocida adrenalina recorrer mi cuerpo, rápidamente me acerco a la línea de salida. Un Ferrari blanco con negro se pone a mi lado, la ventana del copiloto se baja. Un chico de cabello largo y negro, con unos interesantes ojos azules y atractivo rostro es lo primero que mis ojos ven.
—Cuidado Atheris, él es mío.—la voz posesiva de Lisa me arranca una carcajada. —Vas a perder.
—Eso ya lo veremos, Lisa.
Subo nuevamente la ventana, hago rugir mi auto. Le doy una mirada a mi acompañante, definitivamente el negro le queda bien. Aquella camisa de algodón se moldea perfectamente a su cuerpo. Drey es atractivo y su mirada inocente lo hace tan...deseable.
Y es completamente mío.
—Yo que tú me pongo el cinturón.
Drey me da una mirada nerviosa pero frunce el ceño y aparta la mirada. Pero pasado un segundo decide hacerme caso, con un maldición saliendo de sus labios se pone el cinturón. A duras penas soy capaz de aguantarme una carcajada. Por Dios como me encantan sus reacciones.
—¿Tú no te lo piensas poner?—pregunta entre dientes sin apartar la mirada de en frente. Levanto una de mis cejas, me da una rápida mirada y consigo ver un atisbo de sonrojo en sus orejas. —No es que me preocupe por ti pero no me gustaría ser testigo de una muerte.
Unos gritos llaman mi atención, observo a Gael ponerse enfrente y en medio de la pista, los gritos de las chicas estallan cuando Gael les regala aquella sonrisa matadora. Nos hace una seña a ambas que conozco muy bien. Le vuelvo a dar una mirada de reojo a mi acompañante.
5...
«—¿Tú no te lo piensas poner?»
Por amor a Dios.
3...
Me estremezco con fuerza. Unas increíbles ganas de besarlo me han entrado de repente. No. La verdad desde que aquella puta lo besó, las ganas de besarlo delante de todos era muy tentadora.
2...
Mierda.
—Pero qué...
Tomandolo por sorpresa agarro su cuello y estampo con fuerza mis labios sobre los suyos. Sintiendo un cosquilleo recorrer mi espalda al sentir su sabor, aquella masculina colonia llegar a mis sentidos. Jadeo al sentir su lengua entrar en contacto con la mía, los vellos de mi cuerpo se erizan al escucharlo gruñir cuando rozo mis dientes con su relleno y suave labio inferior. Las ganas comermelo a besos es cada vez más tentadora.
1...
El sonido de un disparo hace que al fin me separe de él, sin darnos tiempo a ambos de recuperar el aliento empiezo acelerar. Mi auto y el de Lisa rugen, ambas empezamos agarrar velocidad. Una amplia y tonta sonrisa se forma en mis hinchados labios, paso la punta de mi lengua por mi labio inferior. Las llantas de mi Lamborghini hacen un chirrido cuando tomo una vuelta bastante cerrada. Incapaz de aguantarme le doy una rápida mirada a Drey, mi sonrisa se ensancha un poco más cuando veo aquellas gemas verdes-azualdas brillar extasiadas. Y ver esos labios rojos e hinchados por mis dientes.
Definitivamente nadie toma lo que es mío. Nadie.
Dejo descansar mi antebrazo sobre mis párpados cerrados, un suspiro escapa de mis labios. La desvelada y se puede decir que la borrachera de ayer me ha dejado en un estado fatal. Pero definitivamente ayer fue una de mis mejores noches, dejando por fuera lo sucedido con Elena. Vuelvo a suspirar, cierro mis ojos y dejo que mi cuerpo se relaje.
Drey debe de estar muriendo de sueño en la universidad, río entre dientes ante aquel pensamiento. Quién iba a pensar que mi querido informático supiera bailar de aquella manera, por no mencionar el tremendo aguante a tiene para el alcohol. Fue tan malditamente divertido verlo borracho y bailando con Drew como si fuesen amigos de toda la vida. Aunque con la desvelada y el rostro de mal humor que llevaba hacia ese infierno de Universidad no va a querer volver a repetir el relajo de anoche.
Una lástima.
—¡Señora! ¡Señora!
Quito el brazo de mis ojos y observo entre molesta y sorprendida al escandaloso que interrumpe—sin tocar—en mi despacho.
¿Qué mierdas?
Me levanto como un resorte de mi silla. Un Drew exaltado, lleno de golpes y sangre, se detiene en frente de mi. Kenya, Gilbert, Thomas y Sheena entran como un tornado también a mi despacho.
—¿Qué demonios te pasó Drew?—pregunto sin apartar mi mirada de su magullado cuerpo. Un muy mal presentimiento ha empezado a formarse en mi interior.
—E-Ese maldito ruso...—dice Drew casi sin aire. —Secuestró a-a...
—¡DILO DE UNA MALDITA VEZ!—estallo sin poderlo evitar. La temperatura de mi cuerpo ha empezado a bajar y mi corazón parece querer salir de mi pecho, de lo fuerte que late.
—Vladímir secuestró a Drey, señora.
En cuanto aquello llegó a mis oídos es como si algo desgarrara todo mi interior. Mis pulmones exigían oxígeno pero ningún músculo de mi cuerpo acataba órdenes.
—¿Qué?
No sé si aquello había salido de mis labios. Porque creo que mis labios no eran capaces de moverse siquiera.
«—Vladímir secuestró a Drey.»
—¿D-Dakota?
«—Vladímir secuestró a Drey.»
El intenso olor a alcohol y el sonido de vidrio siendo destrozado rompe como una latigazo aquel escalofriante silencio. Todo lo que está en mi escritorio lo tiro al suelo.
—¡QUIERO A ESE MALDITO RUSO MUERTO! ¡MUERTO!
Todos retroceden cuando me acerco a ellos, tomo mi pistola y los apunto con ella.
—Si a Drey le sucede algo, los mato a todos ustedes junto a Vladímir Petrov.—mi voz nunca había sonado tan carente de emoción. —Tienen una hora para que tengan la dirección. ¿Me han entendido?
Aquella orden no había salido muy bien de mis labios cuando todos ya habían salido a toda prisa de mi despacho. Levanto mi rostro al cielo y cierro mis ojos.
«—Vladímir secuestró a Drey.»
—¡Hijo de puta!.
Ese maldito ruso se va arrepentir, si es posible haré que se coma sus mismas manos. Nadie, absolutamente nadie toca lo que es mio y vive para contarlo. Y Vladímir se ha metido con la persona incorrecta.
Te haré sufrir. Rogarás que te mate, y yo disfrutaré de tu sufrimiento. Eso lo juro.
****
☆Nota de autora:
~Traducciones:
1) Oko za oko, zub za zub: Ojo por ojo, diente por diente. (Ruso)
2) Vy kto budete platit': Serás tú quien las pagarás. (Ruso)
3) Voz'mite yeye: Llévensela.(Ruso)
4) Kumicho: Jefe. (Japonés)
5) Mata aimashou: Nos vemos pronto. (Japonés)
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