04. Casado Con La Realeza
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。゚・ CASADO CON LA REALEZA ° 。ㅤ
〔 A FORMULA ONE FANFIC 〕
D A T E ° 。ㅤ⚜️
2022 *⋆ ✹ / (June, 30!)
REAL LIFE ! *⋆🏁 ✹
REINO UNIDO,
CASTILLO DE WINDSOR
SU SONRISA HIZO TODO lo posible por ocultarla al estar mirando la pantalla de su celular y leía los mensajes de texto a escondidas de toda su familia. Tomando por muy desapercibido que toda su familia únicamente tenía sus ojos fijos en ella y lo que fuera que le tuviera tan risueña.
—Gracee, querida. —la voz pacífica, pero de autoridad de su abuela, escuchó. Soltando una pequeña exclamación de pánico, dejando de inmediato su celular por debajo de la mesa escondido y girando su completa atención a la Reina. —Una princesa no usa el teléfono en la mesa. —demandó. —Y mucho menos con tu familia presente, mi niña.
—Lo siento. —se disculpó. Avergonzada agachando su cabeza.
¡DING!
El sonido de su teléfono alarmó a toda su familia, que con cierto fastidio le miraron.
Sus ojos cerró con fuerza de la vergüenza. Repitiendo en su cabeza lo tonta que era y qué se sentía por haber olvidado silenciar su teléfono allí.
—¿Con quién tanto hablas, Gracee? —su madre se interesó. Siendo la primera en cuestionarle al igual como querían hacerlo todos.
—N-Nadie. —balbuceó nerviosa. Ignorando lo poco conveniente que había sonado, y sobre todo intentar pasar por desapercibido las miradas de toda su familia. —Wow, en serio el salmón está delicioso. —sostuvo al haber probado su primer bocado del platillo.
—Gracee. —insistió su madre.
Ella tragó en seco.
Claro que deseaba decirles, pero si lo hacía sabría que le harían más preguntas al respecto. Preguntas que no estaba preparada para contestar por qué ni siquiera las había estudiado.
Con Carlos habían acordado el estudiar a fondo las posibles preguntas que sus familias, amigos y medios les podrían hacer. Pero en vez de repasar lo ya acordado, solo se habían dedicado a bromear entre ellos desde hace una semana.
—¡Está hablando con Carlos! —exclamó su pequeña hermana a lado suyo.
La mató.
Pensó al instante en el que se giró a ella y la miró con cierta rabia. Su hermana de quince años le sonrió ingenuamente. La misma que no había perdido la oportunidad de estar viendo los mensajes de texto de su hermana.
—¡Amelie! —demandó.
—¿Carlos? —su abuela, la postura de autoridad sobre encima de todos, habló. Logrando el silencio y evitar la posible discusión que hubiese ocurrido entre ella y su hermana.
—La he visto, abuela. —afirmo. —Cada día, a cada minuto, habla con él. —acusó.
—Pues claro. Es mi esposo, Amelie. —defendió. Siendo muy poco consiente de la referencia específica que había utilizado. No hasta cuándo logró diferenciar la gran mirada de ilusión de su hermana y el resto de su familia.
—Querida, creo que es momento que ya introduzcas a tu esposo a la familia. —sugirió su abuela. —Sé que preferirías guardar más en privado tu matrimonio como ya lo has estado llevando, pero en verdad me gustaría conocerlo. —admitió. Regalándole una cálida sonrisa a su nieta preferida.
—También quiero que lo conozcas, abuela. —sincero. Por qué en verdad lo hacía.
Su amistad con Carlos en el último tiempo había crecido demasiado que en verdad la idea de presentarlo a su familia comenzaba a rondar en su cabeza. Y no porque qué tuviera algún sentimiento por él o intención, sino, porque qué sabría que con su familia podría encajar a la perfección, al igual que ella lo había hecho con la familia del español.
—Sabes, hija. —Marcus, el príncipe y también su padre, tomó la palabra en la mesa. Atrayendo la atención tanto de la princesa como del resto. —Después de la carrera de Silverstone de esta semana, debería de venir al castillo a cenar. —propuso encantado.
—Eso sería...
—¿Carrera de Silverstone? —le interrumpió su abuela de inmediato. Mostrándose interesada.
—Sí, la carrera de Fórmula Uno. —le explicó a su abuela.
—¿Iras a verle, mi niña?
La sonrisa que decoraba el rostro de la princesa pronto se esfumó ante el cuestionamiento de la reina. —No. —Afirmó en un hilo de voz. Su desánimo siendo notorio por la reina y los presentes. —Me encantaría, pero...
—La reunión con los presentes del comité. —completo por ella. Un tanto apenada por comprender que la agenda de su nieta le impedía hacer varias de las cosas que le gustaría hacer, por ejemplo; asistir a la carrera de su esposo.
—Sí. —musitó muy cabizbaja la heredera.
Si bien, nuevamente. Su "relación" con el piloto no era de lo más cercano, con gran trabajo se podría llamar amistad. Pero en el último par de días el contacto entre ambos había sido más que constante, y no porque hablaran de su contrato ya predispuesto; si no, hablaban más como amigos.
En los últimos días, había aprendido que el color rojo era su color menos preferido, aun teniendo en cuenta que era el color de su equipo. Que si no hubiera sido piloto de Fórmula Uno, probablemente hubiese sido un golfista. Su comida preferida eran las hamburguesas, aun así cuando a estas tuviera que retirarle la lechuga y jitomate, solo porque detestaba el sabor de la combinación. Su canción favorita era Smooth Operator. La razón por la cual todos le llaman 'chili'. Su mejor amigo era un británico de veintidós que anteriormente fue su compañero de equipo. Que prefería los perros que gatos. Su equipo preferido era el Real Madrid. Su sueño de correr viene por herencia de su padre. Su día favorito de la semana son los domingos. Que detesta las películas de terror. Y que adora las comedias.
Tenía una infinidad de cosas que decir del español que había aprendido. Y que aún le esperaban más por aprender.
Pero, como ya se lo había comentado el piloto. La carrera de Silverstone, probablemente por excelencia, era una de las más cotizadas de a todas las carreras que llegaba a correr durante el calendario. Tampoco se había tomado por desapercibido en contarle su emoción por la carrera. Cómo le contaba anécdotas divertidas que tenía sobre ese circuito en específico. Cómo le admiraba el gran público que asistía y que aun dentro del auto podía escuchar el rugir del público.
«Quisiera que pudieras verlo por ti misma.» —recordó el deseo de su nuevo amigo piloto.
La reina no pasó tan por desapercibido el gran desanimen de su nieta. Y claro que aún no le terminaba de entrar la sorpresa del matrimonio tan repentino de su nieta, pero a pesar de sus dudas, no se podía permitir verle de esa forma.
Además, jamás había asistido a la prestigiosa y famosa carrera de su nación. Y, como reina, no se podía permitir no asistir un año más.
—¿Sabes qué, querida? —llamó su atención al sostener la mano de la de ojos verdes por encima de la mesa. Dando un pequeño apretón en su antebrazo de reconforte.
—Mhm. —musitó en señal de escucharla.
Su atención completa en el rostro de la reina.
—La reunión puede esperar, la carrera no, mi niña. —entonces por fin dijo. Haciendo que en el rostro de su nieta preferida, —aunque lo negase frente a sus demás nietos —una radiante y enorme sonrisa se mostró.
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2022 *⋆ ✹ / (July, 03!)
REINO UNIDO,
CIRCUITO DE SILVERSTONE
EL GRAN CIRCUITO ERA INUNDANDO por gritos del público en gradas conforme los pilotos se alineaban en la grilla para escuchar el respectivo himno nacional de Inglaterra.
Uno, a uno, los pilotos se alinearon con el rugir de personas por detrás. Permaneciendo estáticos en su lugar, siendo poco consientes de lo que a su alrededor sucedía. Si no, hasta el silencio repentino del público.
En donde todos ya no miraban más a los pilotos en la grilla, y veían más al horizonte donde, a lo lejos en el campo, en medio de la pista, un helicóptero de la realeza descendía con completo éxito.
El público, trabajadores, asistentes, reporteros y pilotos. No pudieron quedar más que asombrados al ver la llegada, no solo de la princesa heredera, esposa del madrileño, sino también, de que toda la herencia llegaba con ella.
—Madre mía. —murmuró el español en su idioma natal al distinguir el rostro de su esposa en la gran pantalla.
No resistió tanto como para evitar romper la fila de presentes y salir corriendo hacia donde ella. Y no era solo por las apariencias, estándares o porque quisiera armar una escena en donde todo el mundo de Silverstone se enterara de su 'amor'. Si no más por la emoción que sentía de verle llegar, de que, a pesar de que jamás habían acordado de que ella asistiera a la carrera, Gracee estaba ahí. Su princesita estaba ahí.
Corrió por el paddock hacia una de las salidas más cercanas al campo de en medio del circuito. Notando a simplemente desde lo lejano, cómo la hélice del gran helicóptero descendió velocidades lentamente, y también como resguardada por una infinidad de guaruras, su princesita bajaba del helicóptero de la compañía del resto de toda su familia real.
Su sonrisa más sincera le mostró a la de ojos verdes al tenerla frente a frente. Su diferencia de altura, a pesar de que él era alto y la heredera también, aún era más que notoria. Obligándole al español a tener que bajar su rostro un tanto para lograr mirarle.
Tomando no muy por desapercibido el poder recorrerle con su mirada de pie a punta. Notando cómo con el reflejo de la luz solar, sus ojos verdes podían relucir a un más, brillando tan fuerte que incluso el color podía confundirle con una gris. También tampoco pasaba por olvidado su conjunto rojo, que, al parecer de él, la hacía lucir aún más linda de lo que ya era. A pesar de detestar el rojo. Llenándole de orgullo y felicidad el claro guiño que le había dado a su equipo del caballo rampante.
—Hola, princesita.
—Hola, Carlitos.
Se saludaron entre sí. Arrebatándose una sonrisa ambos.
—Me alegro de que vinieras. —admitió. Bastándole como impulso para tomar la iniciativa y atraerla por la cintura para abrazarla. Un acto ingenuo para el resto, uno gran significativo para "el matrimonio".
En su propia burbuja, ambos olvidaron su alrededor. Pasmado por desapercibido que estaban a los ojos de miles de personas, de equipos importantes, de categoría, de celebridades, de la realeza...
—¡Ujum! —escucharon cómo carraspearon a sus espaldas.
Ambos casi inmediatamente se separan un tanto alarmados pero manteniendo la compostura. Notando la princesa el pánico que presentó el piloto al notar la presencia de su abuela, su majestad.
Q-Que tal, majestad. —tartamudeo este a toda prisa.
Una risa vio la princesa como su abuela intentaba retener.
Era claro que, ante la nación y todo el mundo, ella era una figura de gran autoridad y respeto. Que sus estrictas reglas, de ante siempre una elegancia, estaban más que infravaloradas. Y que la princesa, viviendo toda su vida con la reina, conocía a la perfección a su abuela. Y que el que no se estuviera riendo a carcajadas en este momento, era por qué se cohibía ante la "primera impresión" que deseaba hacer.
—Qué tal, Carlos. —correspondió amable. Estrechando cordialmente su mano con la del español, una vez él se incorporará de la reverencia. —He sido afortunada de escuchar mucho de ti.
—¿En serio? —ilusionado, preguntó. Ingenuo al estar nublado por la emoción que le hacía saber que Gracee había hablado de él con su familia, así tanto como él lo había hecho con la suya.
—¡Así es! —admitió encantada. No solo de por fin poder conocer al esposo de su heredera, sino también, de ver como la vergüenza inundaba a su nieta al tener sus mejillas completamente rojas. —Lamentamos la llegada poco convencional, la verdad es que asistir fue tan imprevisto. —se disculpó, al notar la atención de todo el circuito en completo silencio y todos los ojos atentos ante el encuentro. —Pero créeme que estamos felices de venir a apoyarte.
Una racha de alegría le provoco lo último. Girando su atención de la reina a la de su princesa, que se mantenía a su costado al haberla tomado de la mano hace un tiempo atrás. Mirando sus ojos verdes en busca de la confirmación a lo que la reina había dicho, las mejillas rojas de la chica le indicaron que decía lo cierto.
—Me aludan. —confesó. —Si me permiten, después de la carrera me encantaría darles un tour personal por el garage de Ferrari, en donde también son bienvenidos a ver la carrera. —a la realeza solo le basto para dar un asentimiento como respuesta.
Acompañado y rodeado por los guaruras de la realeza, guio a la familia por el paddock con cierta prisa. El tiempo reducido al estar por volver a iniciar la ceremonia de cada premio.
La mirada de todos sus compañeros pilotos obtuvo al entrar de vuelta a la pista de la mano de su 'amada' y su peculiar familia. Aumentando los gritos del público en las gradas y el circuito, cuando la reina, comenzó a saludar a lo lejano al público. Y de la guía y compañía de los presidentes de la categoría, fue guiada hacia el frente de todo el público, trabajadores y pilotos por encima de las filas de alineación.
—Te veo en un rato, suerte, Carlitos. —Se despidieron la princesa de un corto abrazo. No perdiendo la oportunidad de llamarlo 'Carlitos' al saber cuánto detestaba que le llamaran así.
Una débil carcajada se soltó al escucharle gruñir en su oído molesto.
—Oye princesita. —en cambio, él tampoco se quedó muy atrás al llamarle también por un sobrenombre que sabía a la perfección que ella también odiaba. —El color rojo queda muy bien en ti. —admitió, deseando haberle dicho desde el primer inicio que la tuvo en frente al notar como sus mejillas se tornaban del mismo color de su atuendo y su sonrisa se extendía nerviosa.
—G-Gracias. —le agradeció. No muy acostumbrada al recibir ese tipo de "cumplidos" por parte del español.
—¿Pero sabes que quedaría mejor?
—¿Mhm?
—Esto. —anuncio. Deshaciéndose de su gorra roja, dejando su cabello oscuro y largo un poco desalineado al descubierto. Su mano pasándola por su cabellera, que con sus dedos intentaban peinar su cabellera.
«Mierda» —suspiro internamente la princesa.
Una acción ingenua para él, pero que para todas las demás, robaría más que un suspiro.
En sus ojos castaños se adueñó un brillo al verle a ella con su gorra, con su número plasmado. Corrección, todo de él sobre ella estaba plasmado; el color rojo de su equipo, su gorra con su número... el brillo en sus ojos y sonrisa que manifestaba al estar viéndolo a él.
—¿Qué? —consultó Gracee al repentino silencio del piloto ante su atenta mirada.
De nuevo una sonrisa decoró en el rostro del español. Se había quedado tan hipnotizado en todo de ella que incluso había olvidado a los miles de personas a su alrededor.
—Nada, es solo que ahora eres una completa chica Ferrari. —bromeo. Escondiendo lo que en verdad quería decirle; «Eres jodidamente hermosa»
Gracee rio, y se despidieron conjuntamente con la mano al agitarla sutilmente. Desapareciendo con la compañía de sus guaruras hacia el mismo lugar por el que había ido su familia previamente.
Su emoción se obligó a contener al regresar por fin a la fila pilotos de sus mismos compañeros, mirándole más que asombrados de haber presenciado cada uno de sus momentos con el patriarcado británico.
—Estás perdido, mate. —Charles Leclerc, su compañero de equipo, le informa.
—¿Eh?
—Veo tu sonrisa, te gusto que viniera.
—Sí. —admitió después de mucho, sonriendo inconscientemente una vez más.
—Si no ganas esta carrera, estás completamente perdido, mate.
Entonces, tras comprender el significado de sus palabras, se percató de ello.
Había corrido en toda su carrera ciento cuarenta y nueve carreras, todas ellas sin ninguna victoria. Era tan egoísta para solo pensar en sus propios intereses. Estaba hambreado de poder ganar, llegar a la gloria. Pero ahora tenía una presión más; Gracee. Quería impresionarla, quería darle una razón más para continuar asistiendo a más carreras. Para hacerla feliz hoy.
—Tengo una oportunidad de hacerlo hoy. —tomo conciencia de lo dicho. Después de haber obtenido en el bolsillo la Pole Positón el día previo y que con suerte hoy si obtenía un buen arranque y estrategia, conseguiría su primera victoria.
Bajo el retrovisor, la euforia cegaba por completo el mundo exterior al madrileño. Que, a pesar de tener las últimas indicaciones de su director de equipo por sus auriculares especiales, él se presentaba completamente inmune a sus palabras. Ignorando cualquier distracción que le hiciera, perder su enfoque en las cinco luces del semáforo.
Y como, una a una, las luces del semáforo se encendían.
Uno.
Sus manos aferro con más fuerza a su manubrio.
Dos.
En su mente trazó una última vez el circuito y los puntos fuertes a adelantamientos.
Tres.
Aguardar tiempo. Intentar conseguir el mayor tiempo posible de ventaja.
Cuatro.
Toma cualquier ventana.
Cinco.
Hazlo por qué se enorgullezca.
—¡IT'S LIGHTS OUT AND AWAY WE GO!
El rugir de los motores rugió fuertemente, al igual que la multitud de personas que se aglomeraban por todo el circuito.
«Demonios»
Se demandó así mismo el español al no haber tenido un tan agradable arranque de carrera. Perdiendo por tan solo 2 milésimas de puntos de reacción entre él y su contrincante; Max Verstappen. Milésimas que le costaron el liderazgo de la carrera.
Bajo su casco gruño, furioso al ver frente suyo como el monoplaza de Red Bull era colocado por delante de él tan rápidamente.
Su atención se colocó únicamente en el coche de enfrente. Acelerando a un ritmo constante durante la primera curva al buscar que el coche no se alejase, y también buscando un punto débil como para poder adelantarle y tomar la delantera de una buena vez.
—Okay Carlos. Red flag, Red flag. —en su radio escucha el aviso de su ingeniero. Descendiendo a grandes velocidades tras la advertencia de las banderas rojas por todo el circo, siendo guiados de nuevo hasta el pit line.
El piloto estaba arriba de su monoplaza, siendo muy poco consciente de la gravedad que había sucedido durante el inicio. Y es que todo el público conmocionado permanecía en silencio viendo las pantallas en la espera de una confirmación del estado del piloto.
Incluso la princesa dentro del garage seguía sin muchas palabras. Sus ojos verdes permanecían en el televisor observando el monoplaza destrozado. Sintiéndose aliviada de saber que ese accidentado no era su español.
El ser notificados de una red flag, para cada piloto, era como un aliento menos. Arriba del auto no eran conscientes de lo que en verdad ocurría a su alrededor en pista. No eran lo suficientemente consientes del riesgo en el que se ponían hasta ver por las retransmisiones. Cuando tú eras el que colisionaba, solo esperabas salir intacto. Regresar con sus seres queridos para solo un par de días, volver a subirte a un auto y repetir el mismo círculo.
En el pit los monoplazas de los equipos se alineaban por la espera de una nueva confirmación de carrera.
—¿Qué ocurrió? —cuestionó por la radio a su director de carrera.
—Guanyu y Russell están fuera. —le informo.
—¿Están bien? ¿Por qué la red flag? —alarmado, preguntó.
—Guanyu está contra las barreras, estamos a la espera de más información. —concluyó.
Aún era temprano para saber más acerca de la condición del piloto involucrado en el accidente. Era muy temprano verificar si siquiera se encontraba consciente al estar atrapado entre las gradas y su auto.
Gracee no hacía otra cosa más que seguir mirando los monitores con tanto terror. Mientras que a su alrededor el equipo Ferrari, a pesar de ser un equipo rival con Alfa Romeo, buscaba conectar con ellos y verificar la condición de su piloto.
Todo el mundo se congelaba en miedo. Como si la gente en el circuito hubieran desaparecido y permanecido el lugar en un completo silencio al ver que los paramédicos y marshalls hacían lo posible por sacar de ahí al afectado.
Que, después de tan largos minutos de incertidumbre, solo faltó con un pulgar arriba y todos allí estallaron en aplausos y gritos. Estos de alivio y alegría. Que, al igual que se compartían en el público, también se hacía en los garages.
Bajo su casco no pudo remedirse a maldecirse así mismo una vez más. Agrediéndosela verbalmente así mismo por haber dejado ir una tan buena oportunidad como la había tenido en la primera vuelta.
—La carrera se reanudará, habrá un nuevo arranque. —le informan como último. Sintiendo esa notificación como una ráfaga de alivio al percatarse de que aún tenía una nueva oportunidad de remediar su error anterior.
Sainz está vez a comparación de sus demás rivales, decidido permaneces en su monoplaza rojo por todo el tiempo de espera hasta la reanudación de la carrera.
Trazando una vez más en su cabeza todo el circuito entero. Queriendo evitar perder esta nueva oportunidad que tenía de un nuevo arranque. Escuchando en su cabeza una y otra vez; «Corre, pisa el acelerador, deja a todos atrás»
Aislando los ruidos externos y solo escuchar su agitada respiración. Su aliento faltante por la ansiedad. El hormigueo que recorría su cuerpo de adrenalina.
Dejando su enfoque nuevamente en las luces del semáforo.
Y como, una a una, las luces del semáforo se encendían una vez más.
Uno.
Sus manos aferro con más fuerza a su manubrio.
Dos.
En su mente trazó una última vez el circuito y los puntos fuertes a adelantamientos.
Tres.
Acelera primero.
Cuatro.
No dejes que te roben el lugar.
Cinco.
Enorgullécela.
—¡ONCE AGAIN IT'S LIGHTS OUT AND AWAY WE GO!
Sainz, arriba de su auto, era más que consiente de cuánta determinación tenía por finalizar esta carrera en la gloria. No dudando dos veces en pisar a gran fuerza, y con un gran reflejo de reacción, el pedal pisa a las luces apagadas del semáforo. El sonido de los neumáticos sobre el asfalto invade sus sentidos.
—¡CARLOS SAINZ IS LEADING THE BRITISH GRAN PRIX!
El público estalla en ovación cuando el auto rojo relampante se coloca a la delantera sobre el Red Bull, habiendo utilizado la misma maniobra que anteriormente sus contrincantes holandés habían utilizado sobre él en la previa vuelta.
—Buen trabajo, mantén un ritmo constante. —establece su equipo mediante la radio.
Era una orden que no admitía demoras, una carrera contrarreloj donde cada minuto contaba. El joven interno, con la adrenalina bombeando por sus venas, asintió con rapidez y se apresuró a cumplir con la tarea asignada.
Cuarenta y cuatro giros después, a solo ocho más restantes. El líder de la carrera se mantenía invicto con solo un poco de distancia al segundo puesto. En donde, en la posición cuatro, su compañero de equipo se encontraba defendiendo a los otros coches de un posible adelantamiento a él, y a su compañero de equipo que iba en busca de su primera victoria.
—¿Cuántos giros restantes? —a su ingeniero de carrera, el madrileño preguntó. No pasando por desapercibido el estrés que se percataba en su voz.
—Ocho vueltas más, ocho vueltas más. —le indicó mediante la radio.
La princesa de Bretaña, quien toda la carrera la había presenciado con grandes nerviosos y emoción. No pudo sentirse un tanto más calmada al escuchar la radio de su supuesto matrimonio, siendo convencida de que a tan solo pocas vueltas el español conseguiría su victoria.
A su lado, Carlos Oñoro, el mánager del piloto y también primo, miraba atento el televisor. Que, al igual que la de ojos verdes, rogaba porque todo finalizara de una buena vez y que esa bandera a cuadros se alzará al aire.
La princesa no conocía mucho a las personas de allí, ni en sí a nadie. En la anterior carrera a la que había asistido había tenido la dicha de conocer a la familia Sainz, en especial a su cuñada. Que su compañía en ese primer gran premio había sido de mucha ayuda a sus nervios.
Pero ahora Blanca no estaba para tomarla del brazo y juntas mirar al televisor a la espera de los resultados. Ahora estaba por su propia cuenta, suprimiéndose a mostrar la emoción que le consumía al ser filmada por la cámara en constantes ocasiones. En donde su imagen se mostraba con una sonrisa nerviosa, con sus ojos verdes fijos sobre el televisor deslumbrado temor, y sus manos jugando entre ellas más que ansiosa.
—Congratulations, Carlos Sainz... ¡YOU ARE A RACE WINNER!
Entonces la bandera a cuadros fue hondeada y el auto relampante rojo cruzaba la meta al coro de toda la ovación de público que se ponía de pie sobre las gradas ante la primera victoria del madrileño en Fórmula Uno.
—¡SI! ¡VAMOS! —su radio escuchó mediante los auriculares con una sonrisa de extremo a extremo en su rostro. Dando pequeños saltitos en su lugar en el garage que estaba inundado por la increíble celebración de los mecánicos de la escudería roja.
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FORMULA ONE, published a new photo
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A SUS LADOS LOS demás monoplazas pasan a un poco más de velocidad, mientras que él descendió velocidades, conduciendo lento al quedarse mudo, a no encontrar palabras de describir el orgullo y satisfacción de haber logrado su tan prestado triunfo. Con su mano alzada al aire llevando la bandera de su país y con la otra conduciendo su monoplaza a un costado de la pista, lo más cercano a las gradas del público británico.
—Gracias, chicos. —agradeció aún sin mucho aliento después de haber aparcado el monoplaza tras el letrero de número uno. Apresurándose al quitar todo el equipo que le protegía y así salir de un salto de la cabina e ir corriendo hacia la multitud de uniforme rojo que esperaba por el tras las vayas.
Su cuerpo, una infinidad de brazos, lo alzaron al aire y también abrazaron. Y aunque no se podía ver a simple vista, bajo su casco una gran sonrisa decoraba el rostro del madrileño, así como además de una que otra lágrima que se deslizaban por sus mejillas.
Su primo fue el siguiente en abrazar una vez tocó el suelo de vuelta. Distinguiéndoselo en sus ojos, al levantar la visera de su casco, la sonrisa estrecha que le mostró a su primo al sus ojos rasgarse un tanto. Abrazando a su familiar unos momentos más largos.
Su mano se cerró en un puño alrededor de la tela que cubría su cabeza, tirando de ella para descubrir su rostro sudoroso y rojizo, con marcas de la propia tela y el casco que había llevado encima de él. Su cabello un tanto alborotado, preocupándose de intentar peinarlo al pasar sus dedos por él. —¿Dónde está Gracee? —le preguntó a su primo y equipo al alzar su mirada por el lugar y no encontrar el paradero de la de ojos verdes.
Quizás había supuesto que, al igual que el Gran Premio de España, la princesa lo estaría esperando tras las vayas por su primera victoria.
—No lo sé, creo que regresó al palco con su familia una vez que acabó la carrera. —restándole importancia, me respondió. Tendiéndole su botella de agua con su número cincuenta y cinco grabado, para que pudiera rehidratarse.
La botella tomó un tanto despistado, llevándose el popote a la boca y así refrescarse un tanto. No pudiendo no lucir pensativo por el paradero de su princesita. Deseaba sonreírle y ver cómo sus mejillas se sonrojarían cuando él le dijera con su ego en alto. «Te lo dije, te dije que ganaría»
Pero ahora no podía limitarse más que a seguir con su itinerario. Siguiendo con la entrevista post carrera antes de subir al podium.
Su nombre es recibido con gritos de alegría al subir al podium con una deslumbrante sonrisa y la bandera de su país envuelta en su torso orgullosamente. Sus manos alzando al aire al reconocer a las aglomeraciones de fanáticos tras la vaya con el único pretexto de ver su victoria.
—Buen trabajo, mate. —a su lado izquierdo, el piloto de Aston Martin lo celebra. Una ancha sonrisa le muestra y choca puños con él; después de todo, Lance había terminado en la tercera posición.
Su felicidad no pudo irradiar más al ser entonado su himno nacional con el de pie en lo más alto de la gloria. Dónde todos sus amigos, equipos, fanáticos y apoyo más cercanos celebrarán con él eso que tanto había peleado.
Pero su sorpresa no se detuvo ahí, que, al contrario, no pudo disimularla del todo al recibir el estrechamiento de mano de la soberana de Inglaterra. La abuela de Gracee, que recién le entregaba su medalla de primer lugar junto con el tan aclamado trofeo.
—Felicidades, Carlos. —escuchó cómo incluso la soberana le celebrará.
—G-Gracias. —fue inevitable para él no agradecerle, tartamudeando incluso un poco de aún estar impresionado de que la familia real serían los encargados de otorgar los trofeos a los primeros tres finalistas.
El siguiente turno fue el del Mexicano de Red Bull, que al igual que él, les agradeció y estrechó la mano a quien correspondiera. En su caso se había tratado del príncipe de Gran Bretaña, el primero en la lista al subir al trono. El padre de Gracee. Que tampoco tomó por desapercibido la oportunidad de estrechar la mano de su yerno aun con el nombre del español, siendo entonado por todo el público.
—Felicidades, qué alegría. —le celebró también.
El español no puedo hacer o decir mucho, más que agradecerle. Aun quedando sin palabras. Nadie le había notificado antes que quieres llevarían la ceremonia; sería la mismísima familia real. Comúnmente en las previas veces que había subido al podium en Silverstone, los encargados se habían tratado de magnates o personajes influyentes del país de Inglaterra, pero jamás la familia real de las cuatro naciones.
Lo que solo significaría una cosa; su princesa estaba allí. Y ella también participaría en la entrega.
Su sonrisa se ensanchó aún más al deducir con éxito lo que pensaba. Topándose con los ojos verdes de su princesita al verla pasar hacia su contrincante de Aston Martin, y mejor amigo de ella.
—Estoy tan feliz por ti, Lance. —escucho como le susurraba al Canadiense con una ancha sonrisa. Abrazándolo apenas le entregó el pequeño trofeo.
Pero nuevamente sus ojos le siguieron. No perdiendo su rastro al mirarla muy atento cuando nuevamente pasó por en frente de él para volver a su lugar junto con su familia. Notando como su princesa se esforzaba por no mirarle, porque si lo hacía, sabía que no podría contener por mucho su sonrisa
Y él no podría contener la necesidad que crecía en él de abrazarla. Y de besarla, como había añorado hacer en la primera mañana en Mónaco. ¡Cómo tanto había fantaseado!
Sería un tonto si lo negara.
Carlos deseaba besar los labios de ella. Curar su hambre de imaginar cómo sería hacerlo. ¿Será que eran tan suaves como se lo imaginaba? ¿Tendría un sabor? ¿Lo haría más de una vez?
Entonces, antes de apenas concientizarlo. Ya había bajado de un salto de los más alto del podium, dejando su trofeo, y a todos los expectantes por detrás. Carlos ya corría hacia ella, ignorando la guerra de champagne que sus compatriotas ya habían comenzado a sus espaldas y qué fallida mente había intentado incluirle. Puesto que el madrileño les habría ignorado por completo. ¿La razón? Gracee Di Alexandra Mountbatten-Windsor.
—¿Qué haces? —le reprochó ella apenas lo tuvo en frente.
Sus ojos verdes cegándolo una vez más.
—¿No crees que deberíamos de mostrarle al público una proba dita de nuestro matrimonio? —se excusó así mismo. Una excusa que solo escondería la necesidad que tenía por besarla.
—¿Perdona?
—¿Me permites? —le consultó. Sin permitirle el tiempo necesario para obtener una respuesta.
Acortando la distancia entre ellos al dar solo un paso más y envolver una de sus manos sobre la cintura de ella y la otra tomándola por la mejilla. Estampando sus labios con los de ella antes de que cualquier queja escapara de sus labios.
Definitivamente, sería su nuevo sabor favorito. Definitivamente sería su perdición. Definitivamente, haría lo posible por poder repetirlo todas las veces que quisiera.
Sus labios eran iguales o más suaves de lo que había imaginado. Su sabor, tan dulce y adictivo, como solo era ella. Y sus besos. Podía sentir la misma hambre que él tenía por la forma en que lo besaba. La forma en la que sus brazos se enredaban con desespero por su torso y subía hacia su cuello y acariciaba débilmente su creciente cabello. Como sus labios se sellaban a la perfección con los suyos, como si en verdad así hubiera sido destinado a ser. Como escucharla, suspirar en medio del beso había sido la gota que derramara el vaso para el español. Porque cualquier tipo de autocontrol que tenía por ella, ya se había esfumado.
Ahora Gracee sería su adición. Sería su droga. Su sabor favorito. Su dulce favorito. Su cuerpo, su mente. Serían su cosa favorita a descubrir, a aprender.
Se echa hacia atrás, apenas siente que el aire le falta. Sus ojos verdes, mirándole tan ininteligible, en una forma en la que solo se pudriera traducir al: "¿qué acaba de ser eso?"
Pero, en cambio, su respuesta fue una sonrisa. La mejor respuesta.
«Es hermosa» —pensó el español al recién haberla probado.
Cómo su sonrisa aún seguía iluminando su rostro con sus mejillas, tornándose un color rosado de lo avergonzada que se encontraba de ver y escuchar al público entonar su nombre en lo más alto del lugar. De sentir la mirada cómplice de su familia que solo podían limitarse a esconder sus sonrisas.
Que, en cambio, Gracee que no escondía sus emociones, volvió a abrazarse con fuerza del piloto. Su rostro sobre el pecho del piloto al aferrarse al con tanta fuerza.
Murmurándole a él, solo cuando sus ojos verdes y cafés se conectaron; —Felicidades, lo lograste. —era preciosa en todos los sentidos para el madrileño. Su esperanza era hermosa. La sonrisa que ilumina su rostro era preciosa, tanto como las lágrimas que caían por sus mejillas de emoción/felicidad.
—Gracias, mi princesita.
Un fugaz beso dejó en la coronilla de la monarca antes de regresar corriendo hacia sus contrincantes y celebrar con ellos su victoria.
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LOS GRITOS DEL PÚBLICO, LA EUFORIA, los festejos y entrevistas de medios hace horas que habían terminado. Dejando todo atrás el español para solo centrarse en ese recorrido que había prometido a la familia real por el garage.
Su mono rojo de carreras había sido sustituido por un pantalón negro un tanto holgado junto con una camisa de botones blanca, sustituyendo su traje de carreras mojado del sudor y alcohol.
Ahora el garage de Ferrari se encontraba en completa soledad a petición del piloto, como pretexto de que deseaba darles un recorrido más en privado a la familia británica sin la presencia de sus mecánicos y predecirse a una posible interrupción.
Su atención y mirada completamente fija en la reina y los príncipes de Bretaña, a los mismos que intentaba explicarles respecto a todos los controles posibles de su volante de carreras. Pero tampoco no pasaba muy por desapercibido la presencia de su princesa, que a comparación de su familia, ella prefería mantenerse un poco más a la distancia y, en cambio, solo mirar desde lo lejano del garaje.
Quizás podía ser por la forma en la que el beso aún le atormentaba. Porque al español aún lo hacía con tanta fuerza. Que como a pesar de estar a la presencia de sus famosos suegros y explicándoles todo tipo de controles u estrategias de carrera, de su mente y recuerdos no podía dejar de reproducir ese beso arriba del podio frente a todo el mundo.
Cómo estaría dispuesto a repetirlo solo si es que su princesa se lo pediría. Dejando muy en el olvido su primera victoria de Fórmula Uno, sabía qué había más y mejores cosas a las cuales enfocarse.
Como ella.
Por lo que muy pronto dedujo que haría cualquier cosa para estar con ella con más frecuencia. Pero de momento ahora se tenía que centrar en su familia y no en las terribles ganas que tenía de hacer suya a la propia nieta de la reina de Reino Unido.
Sus ojos y pensamientos se obligó a apartar de la de ojos verdes y volver a centrarse en la monarquía del país.
En cambio, la heredera hacía todo lo posible por no retroceder el tiempo y pensar en ese beso. Eso que tanto le había fascinado. Incluso le molestaba reconocer lo mucho que lo había sido. Detestaba comenzar a sentir que su atracción por el piloto, la cual ya creía haberla superado, no fuera así. Y, en cambio, con lo recién ocurrido temía porque qué empeorara más.
—Esta más que feliz con su victoria, ¿no lo crees?
La princesa de ojos verdes se sobresaltó cuando escuchó la voz del primo y representante del español, Carlos Oñoro. Estaba tan concentrada como sumida en sus pensamientos sobre el español que ni siquiera había notado cuando el de lentes se le había acercado y parado a su costado.
No conocía mucho al primo de Sainz. Tampoco era como si hubiera tenido un encuentro grande con él, ni siquiera habían cruzado alguna vez una palabra. Y es que a pesar de haber tenido muchas oportunidades de haber hablado antes, como lo fue en; la primera carrera en España, la fiesta de celebración con la familia Sainz esa misma semana, o bien esta carrera en Silverstone. Fuera de todas sus oportunidades, era más que normal que se sintiera aturdida de la decisión del español de hablarle.
Incluso, en su principio, se había cuestionado si él en verdad tenía alguna capacidad auditiva al ser una persona de tan pocas palabras y limitadas miradas.
Le tomó apenas unos segundos en reaccionar y encontrar las palabras de nuevo como para hablar; —S-Sí.. Él lo está. —tartamudeó aún desconcertada. No pasando por desapercibido poder escanear a más detalle al de lentes al tenerlo justo parado a un lado suyo.
Deduciendo muy fácilmente que se trataba de un hombre de mucha seriedad, quizás por eso era tan bueno en los negocios y se coronaba representante del piloto.
Su entrecejo notó cómo arrugó antes girarse y mirarla: —Qué extraño, no pareces estar feliz por él. —insinuó. Se desplegó, tomándolo por sorpresa, la de ojos verdes. Girándosela desconcertada hacia el español, mirándole expectante, incrédula.
—Lo siento, ¿qué quieres decir con eso? —parloteó aún bastante desconcertada.
—Viniendo de su esposa esperaría más emoción.
—Lo siento, pero hemos decidido llevar nuestra relación en privado y alejada del público. —se defendió de inmediato. Aun cuando se sentía intimidada por el español mayor.
—Quizás, pero no sé, esperaría más adoración y aprecio por parte de su esposa. —sostuvo.
—¿Acaso estás insinuando que yo a Carlos no lo quiero? —atónica, planteó.
—No lo hago, pero yo busco y quiero lo mejor para Carlos.
Su afirmación la deja boquiabierta. Apenas difícilmente puede digerir el gran significado de ello.
Él no la apreciaba, quizás tampoco la toleraba. Pero no por ello debía de ser tan molesto, irrespetuoso.
¿Quizás el resto de la familia Sainz concuerda con él y pensaba igual de ella? Entonces, si era así, ¿por qué se habían portado tan amables? ¿Era por su nombre? ¿Su familia? ¿Su legado?
A lo largo de su vida siempre había conocido a personas que solían aprovecharse de su nombre y beneficios. Actuaban amigables para conseguir y tomar algo a cambio. También otros aparentaban tolerarla, aun cuando la detestaban. Buscaban exprimir su nombre y cualquier tipo de relación que poseyera con la gente. También por eso jamás había considerado a alguien como una amistad suya. Además de Stroll, la princesa no contaba con alguna otra amistad sincera, y en la lista no incluía a su hermana menor, por obvias razones. Tampoco nunca se había enamorado de alguien, en su mayoría de los casos, en sus experiencias amorosas. Cuando no se trataban con embajadores importantes o también descendientes de la realeza, también eran nulas. A veces solo las personas deseaban una fotografía y que después su nombre se coronara en todas las revistas de noticias de Gran Bretaña y del mundo.
—Y lo mejor para él, no eres tú. —finalizo tras una pausa en silencio. Sus ojos cafés que miraban a la heredera, siendo testigos del rostro de perplejidad de la monarca. —Con su permiso, majestad.
Una sonrisa forzada se distingue en el rostro del mayor. Girando sobre su propio camino por donde había venido, dispuesto a marcharse una vez su cometido. Pero su intención se vio interrumpida al escuchar de nuevo la voz de la británica que le llamaba dispuesta a pelear.
—En realidad. —pronuncio firme, dispuesta a no solo dejar en el ridículo al español como una lección, sino, también, para que aprendiera un poco de su famoso y aclamado legado; —En realidad, 'su majestad' es para la reina. Para mí es "su alteza real" —le corrigió de la manera más educada que pudo. —Sabes, yo te daría un consejo. Y es que deberías de tener más respeto por quienes gobiernan y gobernarán una nación entera, que si me apeteciera, podría desaparecer a tu país de un solo chasquido de dedos. —respaldo firme. —Permiso.
Se disculpó de la forma más amable e hipócrita que podía hacer el español. Retirándose no solo con un mal sabor de boca y mala imagen hacia el representante, sino también, con una gran furia.
Quería gritarle, defenderse, desmentirlo de su mal pensar, pero era una princesa. Desde muy temprana edad había aprendido a seguir reglas estrictas sobre su comportamiento, actitudes, su habla e incluso su postura ante cualquier situación. Básicamente, siempre debía de lucir perfecta.
A su familia no le importó dejarla por atrás junto con el español al abandonar el garaje de Ferrari. Total, ellos parecían bastante entretenidos con las explicaciones de piloto.
Y su encuentro con el español, dejándole sin muchas más alternativas más que salir corriendo de ahí, y yendo a refugiarse al único lugar en el que podía acudir en todo el paddock de Fórmula Uno.
El hospitality de Aston Martin se distingue por en medio de todos los demás hospitality's de la categoría. Sonriéndoles a la seguridad de la marca, apenas la dejaron entrar al recinto, dejando por detrás y afuera del edificio a sus guaruras que la seguían.
Toc, Toc.
Tocó la puerta de la habitación de su mejor amigo una vez los trabajadores le indicaron cuál era.
—¿Quién es? —la voz de su mejor amigo escuchó justo al otro lado de la puerta.
—Soy yo. —confirmó con su perfecto inglés.
La sonrisa radiante de su mejor amigo la recibe, apenas él abre la puerta.
—Creí que estarías con Carlos. —declaró. Su sorpresa, siendo notoria en la forma en la que sus ojos la miraban, tan sorpresivos. —¿Qué haces aquí? —le preguntó un tanto divertido después de haber pasado su pequeño trance de shock. No pasó por desapercibido abrazar a su amiga inglesa.
—No sabes lo que me pasó. —murmuró, su rostro escondió en el pecho del canadiense que aún la abrazaba con fuerza.
Sus palabras le bastaron para apenas retirarse un poco y poder mirarla nuevamente a los ojos.
—¿Tu esposo falso te hizo algo? —interrogó exasperado. Más que listo para que, en el momento en que su mejor amiga se lo confirmara, él saliera a golpear al español. —¡Porque si es así, juro que lo golpearé! —declaró un poco enfurecido.
—No, no. —la de ojos verdes se apresuró a decir al ver más que dispuesto a su mejor amigo de cumplir su demanda.
—¿Entonces?
Su desesperación desahogó con su mejor amigo en la privacidad de su pequeña habitación en Aston Martin. Contando a detalle cada una de las palabras y actitudes que podía recordar de su desagradable conversación con el representante del madrileño.
—¡¿Puedes creer eso?! —enfurecida, bramó. —¡Él piensa que soy una cualquiera y que no quiero a Carlos! —exclamó irritada. Sus manos escondieron su rostro al soltar un pequeño gruñido de frustración.
—Pues...
—¡No quiero a Carlos de esa forma! ¡Es mi amigo! ¡¿Pero quién se cree que es para insinuar eso?! ¡¿Para hablarme así? ¡¿No sabes quién soy?! ¡¿Acaso no tiene respeto por la supuesta esposa de su adorado primo?! —soltó cada una de sus quejas con tanto odio cargado hacia el primo de su supuesto esposo. Su mejor amigo, en silencio, aún la escuchaba sin poder creerse la situación.
—¿Sabes qué es lo curioso? —cuestionó el canadiense, hablando por primera vez en un par de largos minutos de escuchar a la princesa.
—¿Qué?
—Que eres la esposa de SU PRIMO. —sostuvo, tras una pausa, y de ver el entrecejo de la princesa arrugarse al no comprender su insinuación, continuó; —Ahora imagina que todo sí fuera real, y que en verdad se hubieran conocido desde hace años. Y que antes de ser su esposa, tuviste que haber sido su novia. ¿Cómo crees que hubiera sido esa conversación en ese tiempo? —cuestionó.
—Ahg, ni siquiera quiero imaginarlo. —derrotada, aclaró. —Pobre chica que tuvo antes Carlos de novia, ¿cómo habrá sido soportar los comentarios de ese narcisista? Es decir, entendería si los comentarios vendrían de una madre celosa o incluso una de sus hermanas, ¿pero de él? ¡Insinuar que "su amada esposa" no es lo mejor para él!
—Basta, lo detesto. —expresó el canadiense, igual que su mejor amiga, con un mal sabor de boca y expresión del representante.
—Creo que es tiempo de irme. —anunció después de mucho. Volviendo a incorporarse sobre el sofá de la habitación. Tomando su bolso al estar de pie.
—¡¿Qué?! ¡No! —lloriqueó Stroll. —¡Quédate! —le rogó. Estando de pie, sosteniendo a su amiga por los hombros y mirándole con unos ojos suplicantes.
—Dejé a la abuela y a mis padres en el garaje con Carlos, él les estaba haciendo un recorrido. Supongo que ya habrán terminado y se estarán preguntando por mí. —comentó con un desánimo. La idea de volver al garaje y ver de nuevo al primo del español no le agradaba demasiado.
—Entonces ve con ellos, despídete y di que tú y yo iremos a celebrar. —propuso—, de pronto una reluciente emoción se expresaba en el rostro del canadiense acompañada de una sonrisa.
—No lo sé, estoy cansada y...
—¡VAMOS, VAMOS, VAMOS! —suplicó como un bebé llorón. Tomando aún por los hombros a su amiga y agitándola de ellos. Actuando todo un berrinche. —¡Vamos, Gracee! ¡Di que sí! —imploró.
Sin ninguna otra opción. Y con una terrible necesidad de que la dejara de mover de lado a lado constantemente, con ímpetu y sin concierto. Por fin accedió; —¡Está bien! ¡Si iré! —por fin aceptó y el canadiense la soltó. Pasando a dar saltitos de felicidad por la habitación.
—Amiga, tú y yo nos divertiremos. —afirmó sonriente.
—Solo no dejes que beba demasiado esta vez.
—¿Para qué termines casándote con otro piloto? ¡Ni de coña te dejo volver a hacerlo! —bromeó con gracia. A comparación de la de ojos verdes, que le miraba con una expresión de pocos amigos y una mirada que lo hubiera dejado a tres metros bajo tierra.
—No me haces gracia. —afirmó.
Lance río. —Vamos, te acompaño. —le alentó a salir de la habitación, tomándola de nuevo por los hombros y guiándola fuera de la habitación. No tomando por desapercibido como último apagar las luces de su habitación antes de abandonar el lugar.
Dejando de estar solos, la pareja de mejores amigos al reunirse con las dos guaruras que aguardaban a la princesa fuera de Aston Martin. Estos no perdiendo por desapercibida a la princesa, esta vez al irlos siguiendo a solo unos pasos de distancia por el paddock.
Y mientras que el resto de las personas se dedicaban a ir de aquí a allá, con mochilas y maletas equipadas con todo el equipo empacado, despidiéndose del Gran Premio de Silverstone. Que, por alguna extraña razón, esperaba que también su familia, al igual que el resto de las personas, ya se hubieran ido del paddock.
Esperaba llegar y solo encontrar a Carlos. Sin tener que afrontar a su familia a mentirles una vez más en el rostro.
Comenzaba a sentir una especie de culpa por ello. No disfrutaba tener que ver a todos ellos tan ilusionados con el nuevo deporte, como les había pasado en la mañana en que se preparaban para asistir por primera vez al premio de su nación. Si bien, el deporte lo conocían perfectamente gracias a su amigo Canadiense, puesto que la de ojos verdes contaba con ilusión las pocas anécdotas que había tenido en las pocas veces que había asistido incógnitamente a un Gran Premio para apoyar a su amigo. Pero esta vez todo había sido distinto. Esta vez no solo ella había asistido, peor aún, su familia entera hacía su acto público en estos eventos. Más que felices de apoyar al supuesto esposo de su nieta e hija.
—Creo que le diré a la abuela. —le murmuró a su amigo que caminaba a su lado.
—¿Mhm?
—Le diré que todo es falso. —aclaró, su tono de voz representando lo dispuesta que podía encontrarse.
—No creo que sea buena idea, Gracee. —su mejor amigo. murmuró. Que, a comparación de ella, no la miraba a los ojos, y miraba más al horizonte.
—¿Por qué? —cuestionó.
—Por qué puede que tu abuela lo ame más a él, ya que a mí. —articuló débilmente. Girando esta vez a ver a su mejor amiga.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Mira. —señaló a su frente.
A unos pocos metros del paddock se encontraba la familia Mountbatten-Windsor de la compañía del madrileño, los presentes riendo a carcajadas con él, e incluso en sus manos había un par de regalos de Ferrari.
—Tienes razón. —le sostuvo la palabra. —Mi abuela ama más a Carlos que a ti.
Sus mejores expresiones de felicidad y sonrisas, ambos amigos se obligaron a mostrar, al acercarse hacia el pequeño grupo de personas escudado por la Guardia Real.
—¡Querida! —su abuela expresó con tanta emoción. Llamando la atención de los demás que aún habían tomado por desapercibida la presencia de la heredera. —¿Dónde estabas? Por un momento creímos que te habías ido.
—No. —artículo débilmente. Una forzada sonrisa exponiéndose en su rostro. —Tenía unas cosas que platicar con Lance. —le explicó, apuntando con un simple ademán a su mejor amigo a lado suyo.
El rostro de la reina se ilumina con tan solo ver al joven canadiense. —¡Lance! —le saludó con una ancha sonrisa y una notoria emoción.
—Hola, su majestad. — Igualmente, el canadiense le saludó con emoción. Su mano estrechando débilmente y haciendo una reverencia ante ella.
—Felicidades, muchacho. ¡Hiciste un buen trabajo en la carrera de hoy! —le aludo al mejor amigo de su nieta.
Una sonrisa le arrebató al canadiense. Sus mejillas tornándose un poco rojas. Jamás se acostumbraría a los cumplidos de la abuela de su mejor amiga.
—Tenía que hacer mi mejor esfuerzo, no me podía dejar opacar por el esposo de Gracee. —bromeó. Cometiendo su cumplido de arrebatarles una carcajada a todos los presentes, a excepción del español que le miró un tanto sin gracia, aprovechando la situación para acercarse un poco más a la de ojos verdes y envolverla por la cintura.
La pareja de mejores amigos de la infancia, no tomando por desapercibido la actitud del de Ferrari. Mirando entre sí, apenas notaron un tanto raro la situación.
«¿Acaso tenía celos el madrileño?» — se cuestionó el canadiense. —¿Podría tener razón en eso? Si bien, de alguna forma lo hubiera supuesto o sospechado incluso, nadie podía resistirse a la belleza de su amiga. Por qué la princesa heredera era hermosa. ¿Pero el español? Se suponía que tenían un trato.. ¿O acaso al español las cartas se le habían volteado?
Su familia acompaña hasta la salida principal del paddock de la compañía de solo un piloto, su mejor amigo canadiense. Dejándolos atrás al el español que se había disculpado después de despedirse nuevamente de la familia, con la razón de ir a atender un llamado de su equipo.
La multitud de fanáticos que aún se encontraban en el circuito aclamando todos los nombres de los miembros de la familia. Los mismos que eran resguardados y rodeados por la guardia real que se encarga de mantener alejadas a las personas de los británicos.
—Abuela. —la heredera a la corona, llamó la atención de la gobernante.
—Dime, querida. —le respondió inmediato. Tenía toda su atención.
Sus ojos azules divagaron de la figura de su abuela hacia la de su mejor amigo, un tanto temerosos.
«Dile» —leyó en los labios del canadiense a apenas se giró a verlo.
—Me preguntaba sí, ¿estaría bien que fuera con Lance a celebrar? —cuestionó más que nerviosa.
—Creía que irías a celebrar con Carlos. —la respuesta de su adorada abuela no tardó en llegar de inmediato. Notó en su rostro la sorpresa de haberse refirió al canadiense y no al español.
—Oh.. mhm... —tartamudeó esta vez más que nerviosa. No encontrando las palabras exactas para generar una mentira tan rápido.
Por suerte, el canadiense notó su desesperación y pronto la auxilió; —Carlos saldrá a festejar con su equipo. —le informó a la monarca.
—¡Sí! —confirmó la de ojos azules. Agradeciendo con una mirada al de Aston Martin y sonriéndole complacientemente a su abuela.
—¿En verdad?
—Sí, hablamos y acordamos que esta noche él saldrá con su equipo a celebrar y después celebraríamos nosotros en una pequeña celebración más íntima junto a su familia. —se apresuró a mentir convenientemente.
Los autos negros se alinearon en la calle a la espera de la familia.
Claro que a la reina le parecía extraño que su nieta no quisiera ir a celebrar la primera victoria de su esposo, y, en cambio, quisiera ir a celebrar el tercer lugar de su mejor amigo. Pero por más extraño que le pareciera, no iba a suprimir a su nieta de ir a divertirse con su único amigo.
—No veo el problema, por qué no. —entonces, por fin, aceptó.
Los mejores amigos saltaron de la emoción.
—¡Pero Lance! —alzó la voz, llamando la atención específicamente de su único canadiense preferido. —Tendrás que llevarla al palacio por la mañana, y estás a cargo de ella, ¿entendido?
—Entendió. —respondió el piloto.
—Diviértanse. —se despidieron de la reina. Recibiendo con un simple asentimiento la reverencia de ambos.
Las camionetas negras vieron desaparecer entre toda la multitud de fanáticos que aguardaban fuera del lugar. Festejando esta vez ambos, gritando de la emoción. Ambos sabían perfectamente lo que significaría; una noche entera sin la guardia real.
—Vale, vale. —agitado Lance, repitió aún conmocionado. —Debo de ir por mis cosas rápido al hospitality y después tenemos toda la noche para celebrar, ¿me esperas aquí? No tardo. —se apresuró a decir. Tampoco esperó por una respuesta por parte de la británica, porque salió corriendo de regreso al paddock sin ninguna afirmación o negación.
La princesa rio en su soledad. Perdiendo la imagen de su amigo entre la multitud, aprovechando esta vez su momento al tomar y coger su móvil para entrar a sus plataformas. Poniéndose al corriente esta vez con estas; leyendo las últimas noticias, ignorando las millones de publicaciones en que se le etiquetaba, la infinidad de mensajes de su hermana menor...
—Fue un lindo detalle. —la voz del español a sus espaldas le sobresaltó al mismo tiempo que se apresuraba a apagar la pantalla del móvil, intentó ignorar el hecho a toda costa de que le había pillado mirando demás la publicación que su familia había hecho en honor a la victoria del piloto.
—¿Eh? —sostuvo. Queriendo actuar como la despistada y sin idea alguna a lo que se refería.
El español pasó a ignorarlo y, en cambio, se centró esta vez en mirar con más atención a la de ojos azules frente suyo.
Una sonrisa se mostró en su rostro con apenas mirarla.
Sonrisa que no hizo el mínimo intento por ocultarla o disimularla.
—¿Qué ocurre?—cuestionó la heredera. Su entrecejo, arrugándose ligeramente por su conmoción. Sus ojos expectantes a la respuesta del español, que a la vez se esforzaban por deducir los pensamientos de Carlos.
No puedo evitar decirlo; vomitando las palabras. Ni era consciente, mucho menos lúcido.
—Eres hermosa, princesita. —responde.
Por fin lo dijo. Fuerte y claro. Sin rodeos. Sin remordimientos. Solo la pura verdad.
Logrando de su cometido; una sonrisa más ancha, la heredera le regala. Con sus mejillas apenas tornándose un poco rosadas a la luz de los faros de los coches que se alienaban a la salida del paddock.
—Gracias. —musitó muy por debajo. Su mirada intentó apartarla y centrarla en otro lado que no fuesen los ojos cafés del español.
Sus nombres eran llamados con fuerza por los fanáticos que se encontraban fuera del paddock esperando pacientemente. El rugir de las personas siendo mudo al encontrarse extraviados de su propia realidad.
Carlos le había hecho un cumplido. Uno que podía significar poco, pero a la vez mucho.
Y es que para Gracee era nuevo.
Jamás había recibido un tipo de cumplido por un amigo. Comúnmente, los "cumplidos" que recibía de Stroll solo eran palabras sin sentido en una amistad de tantos años con cero atracción física y/o interés. Pero con el madrileño presentaba todo lo contrario, podía ser mucho o poco, todo influía en la manera en que quisiera verlo.
Pero Gracee no lo vería en algo más. Lo vería como un cumplido más a la lista de cumplidos que había recibido a lo largo de su vida. Por qué, si venía de Carlos, se tenía que obligar a no ver a otra posibilidad.
En especial si se recalcaba que su primo era un egocéntrico, narcisista y con posible fetiche por hacer de menos a las mujeres.
Pero, al igual que para Gracee era todo nuevo. También lo era para Carlos. Y ni que hablar de todas las limitaciones que se obliga a contener al estar con la de ojos verdes. Y es que con tal de poder repetir lo que sucedió arriba del podium, haría lo que fuera, incluso romper las reglas concertadas.
Por ejemplo, la regla número tres; "Evitar el contacto físico o muestras de cariño a menos que sea necesario".
Como esa y las nueve reglas restantes que habían acordado; Sainz estaría más que dispuesto que romperlas para este entonces. Y es que no por nada se habían acordado, para evitar cualquier tipo de conflicto interno que pudiera ser alarmante para su amistad.
Pero Sainz quería romper todas las reglas. Empezó por haciéndolo por la número tres, porque ahora, al tenerla frente a frente en medio de todo el público, solo deseaba poder abrazarla y atraerla a él para que todos los presentes se enteraran de que ella era suya. Que era su esposa.
Más, sin embargo, Sainz estaba a punto de hacerlo en ese momento. Solo le falta con dar un paso hacia ella.
Pero entonces los gritos de su equipo lo detuvieron repentinamente.
El grupo de mecánicos, ingenieros, directivos, e incluso su entrenador. Recién salía felices del paddock entonando a gritos su nombre con mucho orgullo. Deteniendo su caravana justo a un lado del falso matrimonio.
—¡Vamos, Carlos! ¡Que hay que ir a festejar! —su ingeniero de carreras le alienta más que emocionado. Su brazo rodeó los hombros del piloto, agitándolo de lado a lado con euforia. Por su cercanía, felicidad y olor, deduciendo fácilmente el español que se encontraba con un par de tragos de más.
La princesa rio por la escena.
—Anda, que a tu esposa no le importará dejarte ir a celebrar. ¿A qué si su alteza real? —suplicó de nuevo. Esta vez incluyendo a la decisión a la princesa, esperando una respuesta de ella.
Gracee rio y asintió divertida. —No hay ningún problema. —afirmó. Los gritos de festejo haciéndola reír de nuevo.
Y mientras que todo el equipo de Maranello celebraba, el español, que aún se encontraba envuelto por el brazo de su ingeniero, agitándolo de lado a lado, suplicando con su mirada piedad a la princesa que le miraba divertido.
«Piedad» articuló con sus labios en silencio. La princesa perfectamente leyendo el mensaje que le causó su carcajada.
—Vale, vale. Chicos, que ahora les alcanzo. —mintió, pero al parecer esa era la única forma de quitarse encima a su equipo entero.
Los de Maranello, más que felices, siguieron su camino por la salida del paddock, aun entonando a gritos el nombre del español. La heredera a la coreana, sin poder contener su risa, la escondía con su mano sobre su rostro. Riendo tímidamente.
Sainz lo notó. —¿De qué ríes, princesita? —le acusó divertido. Notando cómo para ella fue más difícil contenerse por no reír.
Pero no lo hizo, y, en cambio, sus mejillas solo se tornaron rojas de tanta risa.
Para Sainz no pudo evitar pensar en lo tierna que se veía.
—¿Qué ocurre?—cuestionó la heredera. Sus cejas arrugándose solo un poco al no descifrar aún por qué el piloto la miraba mucho.
Sonrió de lado. —¿Nos vamos? —prefirió ignorar su pregunta y citarla a andar con él. Su mano tomándola y guiándola hacia su coche.
—N-No. —tartamudeó desconcertada. Su mirada yendo de los ojos cafés de Sainz hacia su mejor amigo Stroll que dejaba atrás.
Sainz comprendió inmediato lo que quería decir. Deteniéndose solo en el instante en que llegó hacia el coche y notó cómo Gracee miraba por encima de la gente hasta dar con el canadiense.
—Le dije que iríamos a celebrar juntos. —explicó después de un tiempo.
Su atención regresó a los ojos de Sainz. Su mirada demostraba lo apenada que estaba.
No era tonta para no percatarse de que también el español tenía la ilusión de salir con ella.
—Entiendo. —murmuró Sainz un tanto decaído. Sus planes de la noche viéndose cancelados en el momento en que se percató de lo que la princesa quería decir. —Solo.. pensé que podríamos salir tú y yo, ¿sabes? Tenía planes ya para los dos, pero entiendo que prefieras salir con Stroll, es tu mejor amigo.
La princesa dudó de tan solo ver el desánimo del español. Claro que le encantaría salir con él también, al igual que con su mejor amigo.
De nuevo su mirada va del rostro de Sainz hacia lo lejos con el de su mejor amigo.
El canadiense pudo notar la duda de su mejor amiga aún desde lo lejos. Podía notar cómo su mirada hablaba pidiéndole una respuesta; en cambio, el asiento. Dándole a entender que estaba bien ir con el español. Que habría otros momentos más en los que ellos podían salir.
Gracee comprendió al instante y con una sonrisa radiante se giró devuelta con el español.
—Está bien, Carlitos. Tú y yo saldremos a celebrar. —le comunicó con mucho entusiasmo. El mismo entusiasmo que desmintió en los ojos del español de inmediato.
Su emoción no pudo contener y, sin detenerse a pensarlo dos veces, abrazó con fuerza el cuerpo de la heredera. Alzándola al aire y dando vueltas. Su risa en su oído juró hacerlo más feliz.
—Bien, bien, bien. —musitó la princesa con los pies devuelta en la tierra. Su cabello suelto, un poco desordenado por las vueltas que le había dado el español, peinándolo con sus manos.
—Lo siento, la emoción. —se disculpó.
—Entonces, ¿a dónde iremos?
—¿Qué te parece primero ir a celebrar solo un par de horas con el equipo? —comenzó situando los planes de festejo que tenía en mente el español. También al mismo tiempo guiando a la princesa hacia el costado del Ferrari negro y ayudarla a entrar a la cabina al abrirle la puerta del asiento de pasajero.
—¿Y después? —se interesó la heredera. No pasando muy desapercibido de nuevo la emoción del español.
—Una cena.
—¿Una cena? ¿Y tú cocinarás?
—Soy bueno en muchos aspectos, princesita. —afirmó más seguro de sí mismo.
Una sonrisa arrebatándole a ella al guiñarle atrevidamente.
La puerta del asiento del pasajero, cerrando después de eso y corriendo hacia el otro lado para tomar el lugar de piloto.
El rugir del motor deslumbraba a todos quienes rodeaban el auto cuando el "matrimonio" intentaba abandonar el circuito.
La multitud alojándose en todo el alrededor del auto. Acompañados no solo de fanáticos que alzaban sus celulares donde los grababan y fotografiaban, sino también, de paparazzi que no habían dudado en asistir al circuito al intentar documentar la aparición de la realeza.
Tanto Carlos como Gracee se encontraban un poco nerviosos por la situación. Limitándose a esconder su emoción al simplemente sonreírles y saludarles a quienes los llamaban por su nombre desesperadamente. «¡Gracee! ¡Carlos!»
Todas las personas alrededor golpeaban el auto e incluso forzaban las puertas al intentar querer abrir de estas. El madrileño ante ello, por inercia, asegurándose una vez más que el auto se encontraba completamente bloqueado.
Los oficiales del circuito se apresuraron a ayudar y controlar a la multitud para permitir al Ferrari avanzar fuera del lugar.
—Jamás había visto a tanta multitud. —expresó más que sorprendió al español al por fin poder abandonar el circuito y dejar a toda persona por detrás.
—Bienvenido a mi vida. —en cambio, Gracee expresó más que avergonzada.
—¿Todos los días pasas por esto? —cuestionó aun sin poder creerlo. Girando a mirarla al aprovechar la luz roja del semáforo.
Grace asintió. —Ahora estás casado con la realeza.
—Mhm. —murmuró el español en un tono muy bajo. La princesa, no sabiendo cómo descifrar aquello; si es que estaba furioso o decepcionado.
—¿Qué ocurre? —preguntó casi inmediatamente, más que interesada de descifrar lo que cruzaba por la mente del madrileño.
Sainz se encogió de hombros despreocupado. Su atención desviando del rostro de la princesa a la carretera.
—Es curioso. —por fin habló después de un silencio.
—¿Qué es curioso? —se intrigó aún más la de ojos verdes.
—¿No crees que las cosas hermosas tienen su sacrificio, princesita? —entonces por fin expresó.
Sus palabras dejaron aún más conmocionada a la heredera. En su cabeza intentando descifrar lo que en verdad quería decir el madrileño. ¿Será que se expresaba de ella como una cosa hermosa? ¿Oh había entendido mal? Como fuera que sea, le agradaba el tenerlo como aliado a él en este plan antes de tener a alguien más con ella en este lío.
.•°⚜️〔 NOTA DE LA AUTORA 〕.•°🏁
▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃
¡Hola!
Regrese, ¡por fin! Después de casi tres o cuatro meses sin actualizar.. ¡pero volví!
Pero creo que les he compensado el haberme tardado tanto en actualizar, por que wow... 15,000 palabras escritas en solo este capítulo.
Deben de felicitarme por que además de haber escrito tanto, adelante también el siguiente capítulo al dividir este capítulo en dos partes. Que si lo dejaba todo junto eran alrededor de 30,000 palabras.
En fin, espero que les haya encantado tanto como a mi 🫶🫶🫶
P.D: no se olviden de votar ni comentar, saben que eso es lo que alienta al escritor a seguir escribiendo.
CHAO!
P.D: Carlos con un solo beso ya se está imaginando una vida entera con Gracee (ese soy yo imaginándome mi vida amorosa)
y por último... ¿pero qué a pasado entre Gracee y el primo de Carlos como para una pelea? ¿Se va a enterar Carlos? 🤨🤨🤨
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