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Normalidad ante todo: Una épica batalla y ganas de merendar.


En serio, imaginaoslo. Justo en aquel momento llegó el Perejil pendejo pendejil, interrumpiendo la escena de combate entre Chimi y Juls por el gato.

—¡PENDEJOOO! —gritaron Fula y Seni/Dos Dos.

—¡Holuu vevées! —dijo él.

—Holu, bb —respondió Seni, poniendo cara seductora ya tú sabeh —códigos que tenían entre ellos—.

—¡Justo ahora empezaba lo mejor! —protestó Fula, mientras Chimi y Juls seguían mirándose amenazadoramente, como si rayos de alta tensión eléctrica fueran de uno a otro.

—¡Cómo quieres que sepa cuándo tengo que entrar! —replicó el chaval.

—Todos sabemos que es experto en llegar en momentos inapropiados —dijo la chavala castaña con una carcajada, a la que se le unió la pelinegra—. ¡Como cuando te encontraste a Tomi haciendo cosas turbias con Clara!

—Wey no me recuerdes eso —dijo poniendo cara de trauma.

Las dos chicas se reían al recordar la anécdota, imaginando una escena que no vamos a describir para preservar la pureza del lector. Y entre tanto, Chimi y Juls no entendían nada de esto, pero seguían con su tregua tensa. 

Al final, esto es lo que pasó: volvieron a estallar cuando Chimi quiso apoderarse del gato para él solo, y Juls se lo quitó de los brazos celosa, a lo que él replicó airadamente, a lo que los dos se enzarzaron de nuevo en la riña más encarnizadamente. Ahora los espectadores eran tres, Fula, Seni y el Perejil, que a su vez iban comentando alguna que otra cosa como si nada. 

Hubo guerra, muchos improperios e insultos de toda índole y calaña, se tiraron de los pelos, se lanzaron almohadas, paraban y volvían a empezar... y a todo esto el michino se había subido a los restos de un destartalado armario de la pobre Fula —todos terminaban montando el caos en su habitación, milagro era que siguiese en pie—. 

Fue tan épico todo que ha de ser recordado como la Gran Batalla por un Michi, aunque cierto es que hubo muchas batallas por el gato. 

Al final, muy al final, las cosas se calmaron un poco... Juls y Chimi se fueron cada uno a un extremo de la habitación, algo despeinados y con arañazos, guardando un poquito de rencor, solo un poquito. Fula, Seni y el Perejil, hacía rato que perdieron interés en la batalla finalizada, y se habían puesto a hablar de recuerdos del Vietnam... cosas muy interesantes, jugosas, algunas perturbadoras, que compartían estos tres pendejos. Pero esa es otra historia y debe ser contada en otro momento. 

—¡Quiero churros! —proclamó Chimi alzando la voz.

—¡Yo también quiero churros no te jode! —se unió en seguida la chica castaña, Seni. 

—Pero no hay churros. 

—¡¿SABÉIS LO QUE PODEMOS HACER, CACHO PENDEJOS?! IR A POR GALLETITAS DE LA YAYA —dijo Fula, como si fuera algo evidente que deberían haber pensado antes. Y lo era.

—VAMOOOOOS.

Y todos en tropel fueron a la puerta, sin pensar en que de uno en uno pasarían mejor, en vez de atascarse y tirarse todos encima de todos. Después de unos quejidos e insultos, codos en los estómagos, narices con narices, revoltijos de piernas y brazos, más blasfemias y resoplidos, consiguieron ponerse en orden y salir hacia donde se dirigían. 

Debían cumplir su propósito: saciar las ansias de merienda. Para ello despertarían a la Yaya Ixy de su siesta si era necesario, con tal de conseguir las preciadas galletitas. 

Y lo hicieron. Y las consiguieron. Y sus ganas de merendar saciaron. Y toda la pandilla se unió a ellos, y aunque eran muchos, todos comieron galletas. 


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