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Una invitación con mi nombre


Esa tarde fui a ver a David. Si alguien podía ayudarme, era él.

Le conté todo lo que ocurrió a la mañana con el abogado de Ethan.

—No puedo creer que Ethan haga algo así —exclamó. —¿Dejar a unos niños enfermos sin ayuda? Eso no es propio de él.

—Es que tuvimos problemas el sábado a la noche. Y acordó que de ahora en más se enfocaría sólo en su proyecto —aclaré. —Lo cual implica, principalmente, adquirir mi casa. Sin mencionar que su nuevo consejero parece sacado del infierno —exageré.

—¿Peleó contigo? Vaya, eso explica muchas cosas —dijo él. —Y yo que pensé que se había vuelto loco.

Lo miré sin comprender.

—Ethan me escribió el sábado a la tarde —explicó. —Estaba muy animado y me invitó a almorzar al día siguiente en casa de Norman. Él almuerza todos los domingos ahí, pero nunca antes me había pedido que fuera. Me dijo que se presentaría con "alguien" que me haría feliz. Pero ayer, cuando fuimos a almorzar él estaba sólo y completamente diferente. Se mostró desagradable y casi no nos dirigió la palabra. De hecho estaba muy alejado de todos. Sus primos hablaban y reían, pero él se quedó apartado casi todo el tiempo. Nunca antes lo vi así. Más tarde, Norman fue a hablarle y a mostrarle algunas fotografías. Así que cuando tuve la oportunidad le pregunté si sabía qué le ocurría a Ethan. Pero él sólo me dijo "Pasa que es tan tonto como tú. Se fue a fijar en la mujer equivocada".

Llevé mi cabeza abajo y él lo notó.

—No tienes que sentirte mal —me dijo. —Ethan es un chico increíble y me hubiera gustado que estuvieran juntos. Pero si no sientes lo mismo que él, no hay nada que puedas hacer.

—No es así —le dije. —Mientras mi casa siga en medio de todo, no voy a estar con él.

Enrollé un mechón de cabello en mi dedo, hablar con mi potencial suegro sobre mis sentimientos hacia su hijo no era algo muy cómodo que digamos, aunque David me hablara como si fuéramos cercanos.

Las fotos que Norman le mostró a Ethan, probablemente eran de Benjamín conmigo. Me apretó el pecho de sólo pensar en el daño que esas fotos le hicieron y entendí por qué se había mostrado tan distante en su oficina en la mañana. Debía estar pensado que le mentí, que hacía días que tenía algo con Benjamín y que se lo oculté.

—¿Y qué piensas hacer? —preguntó David.

Negué. —No lo sé. No puedo dejar que esos niños sufran por mi culpa.

Él me sonrió con ternura.

—Eres una buena persona. Entiendo por qué Ethan se fijó en ti —afirmó. —Déjame esos niños a mí. Si la fundación les corta la ayuda, entonces yo me encargaré del Hogar.

Lo miré sorprendida.

—No puedo pedirte que hagas eso —le dije.

—Será un placer —contestó él con emoción. —Evelyn y yo tenemos más de lo que necesitamos. Nos haría muy felices ayudar.

No pude contener la euforia y le di un fuerte abrazo.

—Gracias, David. Muchas gracias.

Pensé que él me podría ayudar a convencer a Ethan, pero esto también sería de gran ayuda.

—Será mejor que Ethan no se entere de que te estoy ayudando. Ya tiene demasiados motivos para detestarme, no queremos darle más —lo dijo con una sonrisa, pero sabía que le dolía.

Asentí.

—Él te necesita ahora —le dije. —Le hice mucho daño.

—Intentaré acercarme lo máximo que él me permita —contestó. —Yo también lastimé mucho a Ethan, no puedo forzarlo a que me perdone.

Suspiré. La angustia me pesaba cada vez más.

—Él me importa demasiado... pero no sé qué hacer —sentí que David me entendía—. No puedo estar con él, y tampoco puedo alejarlo del todo sin lastimarlo. Mis errores lo están dañando —pensé por un momento y recordé el sacrificio que Ethan estuvo por hacer para estar conmigo—. Hasta iba a dejar su proyecto por mí.

—Todos cometemos errores, Jackie. Y yo creo que, a pesar de todo, tú le haces muy bien —me regaló una sonrisa sincera.

—¿De verdad? —me sorprendí. Después de haber visto a Ethan así, el sábado, lo que más me costaría creer es que le hago bien.

—Claro que sí. Antes de que tú aparecieras en su vida, pensé que nunca encontraría una persona que le hiciera dejar de pensar en el trabajo. Tú lo ayudaste a cambiar.

Me sorprendieron sus palabras.

—Sabes, —continuó él—. Mi matrimonio con Amelia no fue sencillo, y siempre pensé que el de Ethan sería igual al nuestro. No me malinterpretes, hubo épocas en las que ella y yo fuimos muy felices juntos, pero la verdad es que ninguno le hacía bien al otro. Apenas nos casamos, me enfoqué tanto en mi trabajo que la dejé de lado. Y fue así durante muchos años. Lo único que yo tenía en mi cabeza en esa época era hacer crecer el negocio. Al igual que Ethan ahora, hasta que llegaste tú —lo había escuchado atentamente, tanto que al llegar a este punto mis mejillas enrojecieron. —Ethan y yo no hablamos a menudo —prosiguió—. Generalmente, cuando lo llamo hablo con su secretaria porque él dice no tener tiempo de atenderme. Sin embargo, las pocas veces que nos ponemos en contacto me habla de ti. Antes de que tú llegaras, él y yo solo hablábamos de trabajo o peleábamos. Últimamente hasta siento que discutimos menos.

—Me alegra mucho oír eso —le dije.

—Yo perdí a mi familia antes de entender que el amor es más importante que el éxito —explicó angustiado—. Si él iba a dejar su proyecto por ti, entonces ya lo ha entendido.

Sus palabras me llenaron el alma y me reconfortaron tanto que salí de allí un poco más decidida a hacer las cosas bien.

Volví a la tienda. Trisha estaba en el mostrador con una pequeña cajita de regalo adornada con un moño. Me la alcanzó cuando llegué hasta ella. Me miraba con cara de pocos amigos.

—Benjamín estuvo aquí hace un momento —dijo—. Vino en su motocicleta nueva a traerte este regalo de una joyería muy cara.

Puso el empaque en mis manos y lo abrí sin dudar. Se trataba de un fino collar de oro con perlas naturales.

—Vaya —exclamó ella con ironía—, me pregunto qué clase de "trabajo" habrá hecho en estos días para poder darse tantos lujos de golpe.

Se cruzó de brazos, levantando una ceja.

—Bien —contesté—. Soy una estúpida, sólo dilo.

—Espero que al menos seas consciente de que es tan minúsculo el respeto que te tiene, que ni siquiera se dignó en disimular que Norman le ha pagado por el incidente del sábado.

Trisha estaba molesta conmigo. Ambas nos consideramos personas fuertes y ya habíamos cometido, tiempo atrás, el error de involucrarnos con quienes no valían la pena. No le gustaba el hecho de que yo estuviera volviendo a tropezar con la misma piedra.

Dejé la joya de nuevo en su caja.

—Llévala —le dije—. Véndela o empéñala, no sé. Tal vez nos sirva al menos para ayudar a comprarle la cámara a Curi.

—¿Eso es todo lo que vas a decir? —me reclamó.

—¿Y qué más esperas? —refuté—. Obviamente él cree que soy tan idiota que ni siquiera me daría cuenta.

—El problema no es lo que ese tonto piense de ti —aseguró—. Es que te has preocupado tanto en ponerte a la defensiva con Ethan que has bajado tu guardia con la persona que sí te estaba usando.

—No puedo evitarlo —confesé. —Desde la vez que nos besamos en su casa, sólo he pensado en que soy demasiado vulnerable cuando estoy con él.

Me senté en la silla, abrumada.

No podía pedir que Trisha y los demás entendieran mi sentir. La manera en que me veía a mí misma cuando estaba con Ethan. Me apretaba el pecho cada vez que lo tenía cerca, era como si todo mi mundo se centrara de repente en él y hacerlo feliz se volvía mi prioridad principal. Estaba segura de que si me volvía su novia, no aguantaría verlo agobiado y estresado por el centro comercial y firmaría la venta de mi casa. La única forma de evitar que eso suceda era cerrándome a la posibilidad de estar con él.

—No quiero que vuelva a pasarme —continué—. Necesitaba hacerle entender que no voy a tener nada con él. Tal vez por eso mantuve a Benjamín cerca, aun sabiendo que podía ser un error.

Ella me miró con compasión, tal vez me entendía un poco más ahora.

—Pero lastimaste a Ethan —acotó—. Y tú también saliste lastimada. Así que tienes que definir qué es lo que vas a hacer.

Asentí.

—Yo diría que lo primero es deshacerte de ese idiota de Benjamín. La verdad es que ya no lo puedo ver cerca, a nadie en el grupo le cae bien —agregó.

Sonreí.

—A mí tampoco —aclaré.

Nos dimos un abrazo y ella volvió al taller.

Tomé el teléfono y llamé a Benjamín. Las cosas se estaban volviendo demasiado complicadas como para agregarle un problema más al tenerlo cerca. Ya no entendía cómo pude fijarme alguna vez en alguien como él. Tan egoísta, despreocupado y deshonesto. En vano había pensado en darle una oportunidad de redimirse. No hay forma de cambiar a quien no quiere hacerlo.

—Hola, nena —respondió él cuando cogió la llamada—. ¿Te gustó el regalo?

—¡Claro! —Exclamé con falso entusiasmo—. Me alegra que Norman te haya pagado bien.

Oí su respiración agitarse del otro lado del tubo.

—No sé de qué hablas, Jacque. Fui a verte para contarte que recibí un ascenso y me bonificaron.

Mentir le salía tan fácilmente que me dio asco.

—¡Que coincidencia! —dije irónica—. ¿No me habías dicho en el cumpleaños de Jacob que te habían ascendido? ¿Acaso van a ascenderte cada mes?

—Debes estar confundiéndote... —se defendió, con nervios encima— Nunca dije eso.

—Mira Benjamín, podría estar toda la noche escuchando tus excusas ridículas, pero tengo mejores cosas que hacer —acoté. —No quiero que me hables más, ¿está claro?

—¡Oh, vamos Jacque! No puedes enojarte por eso.

—Lo digo en serio. No vuelvas a molestarme —sentencié y corté el teléfono.

Fue como quitarme un peso de encima, uno que esperaba no volver a tener de vuelta en mi vida.

Trisha se puso tan contenta cuando se lo conté, que escribió a Curi a avisarle enseguida.

—¡Esto debemos festejarlo! —exclamó—. Lo haremos cuando le entreguemos la cámara a Curi, ¿te parece bien?

Asentí.

—Bien —contestó satisfecha.

Mi celular sonó a la mañana siguiente, a eso de las ocho treinta, mientras aseaba los estantes de la tienda. No tenía registrado el número, pero algunos clientes me llamaban de repente, así que siempre atendía igual.

—Buen día, señorita Rose —saludó la desagradable voz de Marco Herra.

—Lo era hasta hace un

minuto—contesté.

Él hizo caso omiso de mi falta de cortesía.

—La llamo para confirmar nuestra reunión de esta mañana, a la misma hora de ayer.

—No recuerdo haber acordado ninguna reunión — observé.

—Aún me debe una respuesta sobre la propuesta que le hice ayer. Esperaba que nos juntáramos a conversarlo.

—No es necesario —lo interrumpí—. Ya he tomado mi decisión y no pienso vender mi casa.

—¿Está segura de eso? —preguntó—. El Sr. Ethan va a estar muy decepcionado... y el director del hogar de niños también —indicó maliciosamente.

—Es una suerte que no tenga que ser yo la que vaya a lidiar con ellos —dije con suficiencia—. Que tenga un buen día.

Corté el teléfono y lo arrojé sobre la mesa. Estaba tan agradecida con David de poder quedarme con la conciencia tranquila a pesar de todo.

Pero evidentemente Marco pasó los días siguientes planeando su nueva estrategia, porque se presentó el jueves en la tienda, mientras yo estaba atendiendo a un cliente. Reconocí enseguida su frente amplia sobre su nariz fina, a pesar de que no vestía ropas tan formales como el otro día.

Me esperó en la entrada hasta que el señor pagó y se retiró. En ese momento, se acercó mostrando una sonrisa de costado.

—¡Qué bien se vería esta misma tienda en un sitio más amplio, más moderno! —exclamó, extendiendo sus manos a los costados.

Rodé los ojos.

—Y qué bien se vería usted en un lugar donde fuera bienvenido —contesté.

Su sonrisa se hizo más amplia.

—Así que también tiene sentido del humor, señorita.

Me crucé de brazos.

—Lo reservo para las personas que sean de mi agrado —contesté.

—Como el Sr. Ethan por ejemplo. Él sí es de su agrado... —agregó con insinuación.

No supe cómo responder y se hizo notoria mi vacilación. Aparentemente, aun así él no quiso ahondar más a fondo, porque cambió de tema enseguida.

—La razón por la que estoy aquí, en caso de que se lo esté preguntando, es porque quiero comentarle acerca de una gala benéfica que va a realizarse el día de mañana.

Lo miré con extrañeza, pero él continuó.

—Se trata de un evento solidario que se realiza cada año y cuyo fin es recaudar fondos para apoyar a las principales fundaciones de ayuda humanitaria.

—Suena noble —contesté—. Pero tengo que consultar qué tiene que ver eso conmigo...

Él curvó los labios.

—Como se imaginará, es un evento muy exclusivo al que asisten solamente personas muy adineradas y celebridades. Pero vengo a ofrecerle la oportunidad de ir conmigo, como mi acompañante —explicó, sin más rodeos.

Ahora sí que nada de esto tenía sentido. Este tipo, que me caía muy mal por cierto, me estaba invitando a una salida, que además de todo implicaba ir a un evento súper caro y presuntuoso.

Como si me estuviera leyendo la mente, él agregó:

—Por supuesto que yo abonaré su ingreso.

—Estoy segura de que yo misma podría pagar mi entrada, si quisiera ir. Cosa que no quiero —refuté —. Aun así, le agradezco la invitación.

Respiró profundo, como si tener que tratar conmigo fuera la parte más abrumadora de su trabajo. Se acercó, cortando un poco más la distancia que había entre nosotros.

—Me parece a mí que tener una salida nos ayudaría a conocernos mejor, por eso pensé en la gala benéfica.

—¿Y por qué querría yo conocerlo mejor? —pregunté.

—En realidad soy yo el que tiene mucho interés en conocerla —confesó —. Me interesa saber, por ejemplo, por qué abandonó su carrera de Ciencias Sociales, en la que su promedio era bastante elevado.

Bufé.

—Alguien estuvo haciendo muy bien su tarea —ironicé.

Él sonrió satisfecho.

—Es obvio que hice muchas averiguaciones sobre usted —añadió —. Sé también, que el año pasado aplicó a una beca para una capacitación en Cooperación Internacional. Pero la misma no fue aprobada.

Me puse realmente seria, me empezaba a intimidar que este hombre estuviera indagando demasiado en mi vida.

—Por tanto, —prosiguió— llegué a la conclusión de que su pasión es la ayuda humanitaria. Lo cual tiene sentido, puesto que se puso muy molesta y hasta insegura cuando tuvo que elegir entre su casa y el hogar de niños. Además, el sr. Ethan me comentó que una de las cosas que más la había hecho dudar acerca de vender o no su propiedad fue el hecho de saber que el centro comercial impulsará fuertemente la contratación de personas con desventaja social.

Desde chica tuve una cierta debilidad por ayudar a las personas. Y ahora este hombre lo descubrió. Tal vez había hablado en serio cuando dijo que su trabajo era persuasivo. Evidentemente pensaba usar mis aspiraciones en mi contra.

—Bien —admití —. Me gusta la carrera que elegí. No pude continuar con mis estudios desde que tengo que hacerme cargo de este lugar. Pero sigo preguntándome qué tiene todo esto que ver con usted. Y en verdad ya me estoy cansando de que se meta en mi vida.

Era verdad que abandoné los estudios luego de perder a mis padres, pero no era del todo cierto que lo hice para ocuparme de este lugar. Trisha era perfectamente capaz de hacerlo y con toda la confianza del mundo se lo permitiría. El problema era que, después de la muerte de ellos, perdí las ganas de tener que asistir a la universidad. Sé que es algo temporal, que aún es muy reciente y que en algún momento voy a retomar mis estudios, pero por ahora siento demasiado abrumado mi espíritu como para agregarle la carga que una carrera universitaria implica.

—Mi intención no es hacerla enojar, señorita. Por el contrario, me gustaría que me acompañe a la gala benéfica porque me parece el lugar perfecto para que conozca a los directores de las principales ONG del país. De hecho, estoy dispuesto a ayudarla en ese sentido.

Lo examiné curiosamente.

—¿Y qué se supone que gana usted en todo esto? —pregunté, no podía evitar mi desconfianza.

—Mi único interés es conocerla mejor, para poder hacer bien mi trabajo —aseguró.

No me creí esto último. Sin embargo, Marco tenía razón en algo. A pesar de que no me agradaba la idea de asistir a un evento de esa magnitud, era la mejor oportunidad que tendría de relacionarme con las personas que se dedican a hacer exactamente lo que yo siempre quise: ayudar a los demás. Había sido mi sueño desde chica. Tal vez porque era algo que me había inculcado papá, y me sentía exageradamente gratificada cada vez que lo hacía.

A pesar de todo, lo había dejado de lado desde que mi vida cambió por completo, meses atrás. Y ahora este hombre me estaba ofreciendo la oportunidad de volver a retomar lo que me hacía sentir muy feliz. O al menos volver a acercarme a ese mundo que me fascinaba y del que me había alejado casi del todo.

—Acepto —solté, sin pensar demasiado, antes de poder arrepentirme—. Iré contigo.

Él se mostró complacido.

—Le aseguro que pasará muy bien —afirmó—. El sr. Ethan también irá.

Asentí. No sabía cómo sentirme respecto a esto. Ya que Ethan y yo no estábamos del todo bien.

—Sigo insistiendo en abonar su entrada —agregó él —. Prefiero que use ese dinero en comprar un vestido que sea propicio para la ocasión. Estoy seguro de que va a querer deslumbrar.

Me guiñó el ojo y se retiró.

¿Vestido? Definitivamente iba a necesitar ayuda al respecto, y sabía exactamente a quién recurrir.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------¡Hola a todos! Agradezco de nuevo a los que siempre están, hay muchas "caras" que ya me parecen conocidas y me encanta leer cada uno de los comentarios que dejan. Gracias por votar y seguir la historia siempre. Bienvenidos a los nuevos y espero que estén disfrutando mucho 😊

¡Saludos!

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