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Sus ojos le fallaban, cerro repetidas veces los ojos, pero el gato aun estaba ahí.
El gato al verlo tan confundido, se puso nervioso.
— Relájese, no quiero repetir lo de la otra vez.
Dazai continuaba mirándolo confundido, curioso.
— ¿Qué?
— ¿Por qué tanta confianza?
El gato sonrió.
— Lo conozco de hace siglos, como no tenerle confianza.
— Hace dos días te mate.
— Cosas que pasan.
Dazai quería reir sin gracia.
El gato le quedó mirando fijó, el castaño ya incómodo de aquella mirada.
— ¿Qué?
— Soy Atsushi Nakajima.
Atsushi.
Le parecía extrañamente conocido.
El gato bajó del mesón y se fue por una puerta.
— Sígame.
Dazai se sentía como era jalado a la puerta, solo se dejo llevar, es un sueño y nada mas.
(...)
Sintió el aire tibio, olor a dulce de algodón, junto a palomitas, y las risas de los niños.
Al abrir la puerta, ya no estaba en la tienda, sino, en una feria.
Observaba todo sorprendido, busco al gato, y lo halló en una pequeña salida de la feria, lo siguió.
Al gato estaba en sobre de un tronco partido y lo noto asustado, sus ojos tenían la pupila afilada, y sus ojeras en alerta.
— ¿Qué pasa?
— Es que... —titubio nervioso— Estoy en problemas.
Dazai frunció el ceño confundido, se veía venir que el gato quería algo, pero no tenía ningún indicio del que quería.
— Cuenta, Atsushi-kun.
Los ojitos felinos brillaron por ese nombramiento tan familiar.
— Bueno, yo no soy de este tiempo, o creo que era dimensión, ay. —con su patitas se las coloco en la cabeza y sus ojeras cayeron en tristeza.
Dazai le dió ternura esa escena, por lo que le dió leves palpaditas en la cabeza.
— Está bien, —suspira, y esta vez mira fijo al castaño, sus ojos eran de un dorado intenso y su pupila afilada— Todos mis compañeros están en peligro, todos nosotros estamos en peligro, por eso te busque Dazai-san, tú sabrás que hacer, siempre lo sabes todo, Dazai-san.
— ¿Cuál es el peligro?
— El hombre de los espejos.
— ¿El hombre de los espejos?
Atsushi asintió.
Antes de que Atsushi hablara, un gato negro le salto encima botandolo del tronco en donde estaba. Dazai solo escuchaba gruñidos y maullidos, y de repente el gato negro le dió un golpe al albino, este se protegió con su patitas.
— No me pegues, ya te pedí perdón.
— No es suficiente.
— Disculpen, —interrumpió Dazai.
El gato negro se puso en alerta.
— Dazai-san, el es Akutagawa.
Dazai le extiende la mano en un saludo.
Akutagawa le mira desconfiado.
Atsushi le pone una pata en su hombro, el azabache le mira sereno.
— En él puedes confiar, Ryu.
Los ojitos dilatados del albino transmitían tranquilidad, aquello lo calmó, y acepto la mano.
— Confiaré en este Dazai.
(...)
— ¿A dónde vamos? —pregunta Dazai.
Atsushi le mira.
— Vamos a que derrotes al hombre de los espejos.
— Verás, Dazai, te daré contexto, ya que alguien no te lo dijo bien. —mira acusadora mente al albino.
— Entre en pánico. —dice apenado.
Caminaban por fuera de la feria para que las demás personas no escucharan, y vieran dos gatos hablando. Dazai era guiado en todo momento por ambos felinos.
—Nosotros no somos de esta dimensión, y en esa dimensión no somos gatos tampoco, y todo por culpa de ese hijo-...
— ¡Ryu!
— Ya, todo por culpa del hombre de los espejos, y ahora lo iremos a ver, ya que eres el más indicado para estos... juegos.
Dazai calculaba todo, su mente era un agujero de teorías, todo era confuso al principio, pero con solo una pieza, lo resolverá todo bajo presion.
Ahora nadie habló, se adentraron en la feria, y ahora iban a una especie de carpa gigante, donde personas entraban en montón, pero nadie se veía que salía.
Era un circo.
Entraron en la gran carpa, y al entrar pasaron por pasadizos, hasta llegar a un sector, por sobre el sector había un letrero que decía "espejos", al entrar quedaron en completa oscuridad.
— No se confíe de la oscuridad, Dazai-san.
Y de repente, al medio de entre tantos espejos, un faro alumbró a una persona de cabellera blanca que estaba sobre un trapecio.
— Entre tantos tus, te debes encontrar, pero no todo será igual. La oscuridad será tu eternidad.
Una risa macabra sonó por todo el lugar.
Cayeron los telones de la carpa, todo quedó en oscuridad.
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