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Había una flama danzando en medio de los cinco amigos, una tenue llama que iluminaba la noche plagada de misterios. Aunque estaban en silencio probablemente cansados por el viaje, seguían reproduciendo la historia de Matthias Collighan una y otra vez en sus recuerdos. Quizá la entonación con que les narró la leyenda el viejo marinero, o el escalofrío que les surcó la piel al ver la vieja casa, algo había hecho que el interruptor de la curiosidad se encendiera en cada uno.
— Podríamos... ir, darnos una vuelta.— Neeson, el mayor, sabía que no estaba muy lejos del claro dónde acampaban.— Anäis no me niegues que tú también quieres ir.
— No salimos de viaje para visitar casas abandonadas.
— Bien.— gruñó dándole la espalda, convencido de que esa misma noche visitaría la 1028.
Neeson no tuvo que esperar mucho para levantarse e irse. Cuando la respiración de Anäis se volvió periódica y calmada indicando que estaba dormida se calzó con rapidez sus zapatos y empezó a atravesar el claro.
La Casa 1028, o lo que quedaba de ella, lanzaba oscuridad por donde la miraras. Era sencillamente aterradora. Las viejas tablas de madera podrida y el hongo verde luminoso creciendo y brotando del hinchado suelo. La linterna del móvil de Neeson arrojó las primeras luces sobre un sucio salón. Muebles coloniales cubiertos de polvo, y vagas sombras macabras se cernían sobre él. Lo único impoluto era el cuadro sobre la chimenea, un retrato al óleo de quién supuso fué Matthias Collighan.
No podría describir el olor rancio que ambientaba la casa, no se comparaba con nada que había olido en su vida. Conforme avanzaba por la casa más abrumador era.
— Uff, que frío hace.— Se abotonó aún más la campera recordando el último fragmento de la historia que había contado el marinero: “ Lo más extraño de la desaparición de Matthias Collighan fué encontrarlo en el mismo estado que hace varias décadas, su cadáver aún congelado no muy lejos de la casa, aún atado a la inmensa propiedad por la eternidad."
Neeson no solo ponía en duda que el espíritu de Collighan siguiera maldito a las ruinas de la 1028, la que fué la casa más hermosa de su siglo, sino también el hecho de que hayan encontrado su cuerpo tanto tiempo después, ¿Quién congelaría a un ser humano de forma tan siniestra?
Tragó en seco cuando notó el cambio drástico de la temperatura, el leve movimiento de las ventanas abriéndose y dejando entrar el viento. Algo andaba mal, no estaban en época de invierno.
Dió media vuelta en el mismo lugar regresando por el pasillo de vuelta a la salida.
Pero la puerta ya no estaba ahí.
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