12|Encuentro en el Parque.
Nunca podré mirarte y no sentir nada.
-Anonima
[Cap 12]
Encuentro en el Parque.
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Mara
08:30 am
Me encontraba sentada en el banco del parque, esperando a Evan con un nudo en el estómago y el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Había pasado toda la noche repasando una y otra vez las palabras del correo electrónico que le había enviado, preguntándome si había hecho lo correcto al abrirme con él de esa manera.
Cuando lo vi acercarse, sentí una mezcla de alivio y ansiedad. Estaba lista para enfrentar la conversación que sabía que debíamos tener, pero no sabía cómo reaccionaría él ante mis confesiones.
--Mara --dijo Evan, su voz rompiendo el silencio que había caído entre nosotros.
Levanté la mirada para encontrarme con la suya, notando la determinación en su rostro mientras se sentaba a mi lado en el banco. Respiré hondo, preparándome para lo que vendría a continuación.
--Necesito hablar contigo --dijo Evan, y supe que era el momento de enfrentar la verdad.
Asentí con la cabeza, indicándole que estaba lista para escuchar lo que tenía que decir. Aunque mi corazón latía con fuerza en mi pecho, me obligué a mantener la compostura, esperando a que él comenzara la conversación.
--Anoche recibí tu correo electrónico --comenzó Evan, desviando la mirada brevemente antes de volver a encontrarse con mis ojos--. Y me hizo darme cuenta de que hay algunas cosas que necesitamos discutir.
Sus palabras me golpearon como un puñetazo en el estómago, pero me esforcé por mantener la calma. Sabía que esta conversación sería difícil, pero era necesario aclarar las cosas entre nosotros.
--Lo siento mucho por todo esto, Mara --continuó Evan, y sentí un nudo en la garganta al escuchar el pesar en su voz--. No tenía ni idea de lo que estabas pasando, y me siento responsable por no haberlo visto antes.
Bajé la mirada, sintiendo las lágrimas arder en mis ojos. Quería creer en las palabras de Evan, quería creer que realmente se preocupaba por mí, pero la duda seguía acechando en el fondo de mi mente.
--Quiero que sepas que me importas mucho --continuó Evan, buscando mis ojos con los suyos--. Y que estoy aquí para ti, pase lo que pase. Podemos resolver esto juntos, si estás dispuesta a intentarlo.
Sus palabras resonaron en mi mente, llenándome de una mezcla de esperanza y temor. Quería creer en él, quería creer que podríamos superar los desafíos que se interponían en nuestro camino, pero también sabía que no podía dejar de lado mis propios miedos e inseguridades.
--Evan, yo... --comencé a decir, pero fui interrumpida por el sonido de su teléfono que vibraba en su bolsillo.
Lo vi alejarse para contestar la llamada, dejándome sola con mis pensamientos. Me pregunté qué pasaría a partir de ese momento, si seríamos capaces de encontrar una forma de seguir adelante juntos o si nuestras diferencias finalmente nos separarían para siempre.
Las cartas que yo escribí describían muchos de mis sentimientos, pero no sé si él los entendería. ¿Cómo podría explicarle que estaba enamorada de él? El chico de la guitarra, el chico bailarín, el chico lector... Amaba cada una de sus versiones.
No quería perderlo, tampoco quería que perdiéramos la competición por mi culpa, por no ser capaz de manejar estos sentimientos. El tiempo que habíamos pasado juntos, la forma en que él me miraba al bailar, cuando me tocaba la cintura... No podía ocultar todas esas cosas.
Lo veo colgar el teléfono y volver hacia mí. Oh, Dios, los nervios otra vez...
—Lo siento, Mara, era Valeria preguntándome dónde estaba y si ya te había visto. No le he dicho que estábamos aquí. Sabes, ella te extraña. Creo que eres su mejor amiga y que lo que pasó entre nosotros no debería dañar su amistad.
Baje la mirada, jugueteando nerviosamente con mis dedos. Mis pensamientos eran un torbellino de emociones.
—Lo sé —dije en voz baja—. Valeria siempre ha sido importante para mí. No quiero que nuestra situación la lastime.
Él la miró con una expresión de comprensión y tristeza.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer? —preguntó suavemente—. No quiero perderte, Mara, eres importante para mi..
Respire hondo y levanté la vista, encontrando sus ojos. Esos ojos que me ponían nerviosa, esos ojos color verde. Sus pecas, sus labios, mechones de su pelo rojo cayendo a cada lado de su cara.
—Mara, ¿tus sentimientos en esas cartas... eran reales?
—Evan, las cartas... decían la verdad. Tú... —Hice una pausa, pensando.
¿Era lo correcto? Me pregunté, estaba apunto de decirle mis sentimientos por el.
Evan esperó en silencio, su mirada fija en mí, llena de expectativa y ansiedad. Sabía que debía ser honesta, pero el miedo a su reacción me paralizaba.
—Sí, Evan —dije finalmente, con la voz temblorosa—. Todo lo que escribí en esas cartas es cierto. Mis sentimientos por ti son reales. Estoy enamorada de cada una de tus versiones, de tu mirada. Desde que bailamos afuera del restaurante ese día y fuimos a ver tu biblioteca, estoy enamorada de cómo tocas la guitarra, de cómo bailas... de ti.
Vi cómo una mezcla de sorpresa y alivio se reflejaba en su rostro. Dio un paso hacia mí, acercándose lo suficiente para que pudiera sentir el calor de su cuerpo.
—Mara... —susurró, levantando una mano para acariciar mi mejilla—. No sabes cuánto significan para mí tus palabras.
Mi corazón latía con fuerza mientras lo miraba a los ojos, esos ojos verdes que siempre lograban desarmarme.
—¿Y tú? —pregunté, apenas atreviéndome a esperar una respuesta—. ¿Qué sientes por mí?
Evan sonrió, una sonrisa que iluminó su rostro entero.
—Mara, yo también te amo. Cada versión de ti. Desde el día en que te conocí, cuando chocamos en el pasillo, durante las clases de matemáticas te veía de reojo. Cuando nos dijeron que bailaríamos juntos, fue el mejor momento de mi vida. Iba a bailar, iba a pasar tiempo contigo.
—Todas las canciones que comencé a escribir, a tocar en la guitarra, son todas para ti, Mara. Nunca hubo nadie más.
La tensión que había sostenido mis hombros se desvaneció y, por primera vez en mucho tiempo, sentí que todo iba a estar bien.
—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —pregunté, con una sonrisa tímida.
--Esto—me paralizo al sentirlo tan cerca
Mis ojos se llenaron de lágrimas ante la sinceridad de sus palabras. Sentí un torbellino de emociones en mi pecho, y antes de poder decir algo, Evan se inclinó hacia mí.
Nuestros rostros estaban tan cerca que podía sentir su aliento cálido contra mis labios. Mi corazón latía con fuerza, como si intentara saltar fuera de mi pecho. Cerré los ojos y, en ese instante, el mundo exterior desapareció.
Evan me acarició suavemente la mejilla con una mano, y luego, con una delicadeza infinita, sus labios se encontraron con los míos. El beso fue tierno al principio, una exploración suave y llena de amor. Sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo, desde la punta de los dedos hasta los dedos de los pies.
A medida que el beso se profundizaba, una ola de emociones me envolvía: amor, alivio, alegría. Su mano se deslizó hasta la base de mi cuello, sosteniéndome con firmeza pero con ternura, mientras la otra mano se entrelazaba con la mía.
Nos separamos lentamente, pero nuestros frentes permanecieron juntas. Abrí los ojos y me encontré con sus ojos verdes, llenos de una calidez y una sinceridad que me hicieron sentir más segura que nunca.
—Mara... —susurró, sus labios rozando los míos—. No sé cómo he vivido tanto tiempo sin esto.
Sonreí, sintiendo una felicidad burbujeante dentro de mí.
—Yo tampoco, Evan. Pero ahora que estamos aquí, no quiero que esto termine nunca.
Nos abrazamos, sosteniéndonos el uno al otro como si el mundo pudiera desaparecer en cualquier momento y solo nosotros dos fuéramos reales. En ese momento, bajo la luz del sol, acababa de confesarle todos mis sentimientos.
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