Carta primera

Apocalipsis 6:8(1)

Querido amigo:

Aunque pueda resultarte difícil de entender, casi insultante, soy la misma persona, pero a la vez soy otra distinta(2). Te preguntarás cuál es el motivo de mi carta, desde dónde la envío y el momento en el que la concebí de mi puño y letra. Lo cierto es que no tengo motivos ni razones para darle forma a estas palabras, lo único que me queda es la certeza de que, si no doy cuenta de ellas, dejaré de existir.

¿El lugar? ¿Acaso importa el lugar en el que te encuentras cuando lo que en él se vive perdurará eternamente? Y no sólo en estos parajes de arena amarilla y cielos claros, porque la memoria de aquellos que sobreviven a mi alrededor, al igual que la mía propia, no permitirá que esto caiga en el olvido. Al menos, no hasta que el último de nosotros sea liquidado.

¿El tiempo? Ya no recuerdo qué es eso. Aquí, en la guerra, el tiempo es caprichoso. Ora lo ves acelerarse hasta desaparecer en tus propias narices, ora lo ves ralentizarse hasta destrozarte los nervios. A veces me sorprendo observándolo, persiguiéndolo con la mirada de soslayo; deseo atraparlo, hacer que pare, hacer que avance...

Aquí las cosas no son como uno las había conocido y, aunque yo soy la misma persona, a la vez soy otra distinta. Todo lo que antes me hacía vibrar de alegría, ha perdido el sentido. Ahora son otros los olores que me despiertan por las mañanas, otras las voces que me alientan a seguir un día más. Al principio, amigo mío, los silbidos y los truenos de los obuses resonaban en mi cabeza como un enjambre de avispas dispuestos a atacarme desde todos los flancos, algunas noches me despertaba empapado en sudor, otras en orina. Sin embargo, lo que al principio sentía como la peor de las pesadillas, se fue transformando.

Aquí todo cambia, todo es diferente... menos la muerte. Ella es inmutable. Férrea a su naturaleza. Hermosa a su propia manera. Cuando la aceptas a tu lado, cuando te cubres las manos con su manto púrpura y haces de los estertores tu melodía diaria, todo es más sencillo. Por favor, no me juzgues, sigo siendo la misma persona, pero a la vez soy otra distinta.

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(1) Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra. Apocalipsis 6:8.

 (2)  Alusión a la obra de Primo Levi. Si esto es un hombre.