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Capitulo 2: La carta

La mañana siguiente desperté con los ojos hinchados del cansancio. Soy de tez blanca pero me veía aún más pálida de lo de costumbre. Y las ojeras de tono purpura se acentuaban aún más en mi rostro.

Hice mi rutina de la mañana y decidí ponerme ropa suelta; gracias al cielo no había código de vestimenta en mi trabajo y menos aún si le gusto a mi jefe.

El frio me helaba los huesos, por un momento recordé al hombre de la noche pasada pero decidí olvidarme de todo, hoy sería un día largo, trabajaré horas extras y lo que menos necesito estrés. Tal vez hoy no pueda regresar al bar si termino el trabajo a altas horas de la madrugada.

Pasé rápidamente a la cafetería que está a unas cuadras de la oficina y pedí un "Latte Espresso", pagué la cuenta y camine por las húmedas calles de Nueva Orleans.

Empujé la pesada puerta de cristal del edificio mientras me esforzaba por no tirar mis papeles y mi café delante de Jeff

—Jeff. —Dije en forma de saludo. Mi voz sonaba áspera, como si estuviera a punto de enfermarme.

—Anne, espera. —Como de costumbre no apartó su vista del periódico —Un muchacho vino a buscarte

— ¿A mí? —Arquee la ceja. Nadie me conoce en esta ciudad más que mi pequeño grupo de trabajo. Mis padres viven en Nueva York al igual que los amigos de mi ex escuela.

—Tú eres Anne, ¿no?

— ¿Te dijo su nombre?

—No tuve tiempo de preguntarle... cuando alcé la vista el ya había desaparecido.

—Gracias, Jeff. —De repente una oleada de miedo invadió mi cuerpo. Era el, el chico del bar. ¿Por qué me siguió? ¿Y si es el secuestrador? O aun peor.... Un asesino.

Subí de dos en dos los escalones hasta mi oficina. Abrí mi laptop y me puse al día de los desaparecidos. Hubo dos más la noche anterior. Todos eran jóvenes de 19 a 26 años...Yo estoy dentro del rango. ¿Cómo es posible que nadie sospechara de nadie? Pero... el barista se notaba asustado como si alguien lo amenazara de no decir algo.

No hay salvación para nadie.

De tan solo recordar su expresión al decir esa frase se me helaba la piel.

Quiero ayudar a esas familias, no puedo dejarlas solas, su sufrimiento es enorme como para que nadie las note, el asesino terminará con cada uno de nosotros y seguirá así de ciudad en ciudad. Debemos encontrarlo, que nos devuelva a todos esos jóvenes que reciba el justo castigo.

Pasé mi tarde estresada, lo que menos quería para este día tan largo. Miré el reloj. Es media noche, pero no podía dejar inconcluso esto, debía ir al bar y pedirle una buena explicación al barista. Abrí el cajón de mi escritorio y encontré un sobre blanco con un sello rojo en el cual venía marcada la letra "M". Temerosa y con dedos temblorosos abrí el sobre lentamente. Soy la siguiente. Me encontró.

DEBERÍAS EMPEZAR A TENER MIEDO.

La carta resbalo entre mis manos. Sentía el sudor empapar mi cabello. Mis labios se habían secado. No podía hablar. No podía gritar. Había entrado en shock. Tomé rápidamente mi chamarra y salí corriendo de ese espantoso edificio.

Corro asustada por la banqueta humada y sintiendo las gotas de lluvia más gruesas caer en mi cabeza y hombros

—No corras, de todos modos te alcanzaré.-El hombre de voz profunda y aterradora cada vez se acercaba más y sentía mis piernas más pesadas por el esfuerzo.

— ¡¿Qué quieres de mí?!-Grité entre sollozos mientras intentaba seguir corriendo lo más rápido posible-¡Déjame en paz!

Las lágrimas que se acumulaban en mis ojos no me permitían ver bien el camino y tropecé con un escalón mal colocado, no sabía dónde estaba, solo veía juegos y arboles por lo que creía estar en el parque.

— ¿Acaso no lo ves? —En su voz se escuchaba un tono de burla que me hacía poner los pelos de punta—Te quiero a ti, Anne.

— ¡¿En donde están todas esas personas?! — Grité. El agarró mi muñeca, traté de zafarme pero fue en vano, su fuerza me lastimaba

—Debes confiar en mí—Su tono denotaba desesperación pero a la vez era una orden—Ven conmigo, te mantendré a salvo

— ¡NO! —Creí haber gritado pero salió de mi garganta como un chillido

Me subió en sus hombros y me subió a una camioneta Jeep negra

—Por favor, no me hagas daño. —Supliqué mientras él me abrochaba el cinturón de seguridad. No podía moverme, mis piernas no reaccionaban. Se subió al lado del piloto y manejó por toda velocidad

—Créeme, Anne. Soy tu ángel. Debes confiar en mí.— ¿Un ángel? ¿Eso es un código de asesino?

— ¿Tú me dejaste la nota en mi escritorio?

—Sí, tenía que evitar que fueras al bar

— ¿Por qué?

—Te explicaré todo después—Su voz se notaba seria, incluso molesta. A pesar de la oscuridad alcancé a ver unos cuantos rasgos. Su tez era apiñonada. Llevaba el cabello desarreglado, sus manos eran gruesas y masculinas, incluso las venas se notaban más saltadas por como agarraba tan fuerte el volante. Él es en verdad precioso, pero traté que eso no me distrajera

— ¿Por qué no ahora?

—Haces muchas preguntas

—Responde

—Resultas irritante—dijo con exasperación

Íbamos cruzando la calle cuando un coche impactó contra nosotros

—Mierda, nos encontró.

Fue lo último que escuche decirle a el asesino que decía ser mi ángel, todo se tornó blanco. No pude escuchar nada más. Probablemente este era mi fin. Me matarían y mis papás jamás sabrían nada de mi. Si el en verdad es mi ángel... ruego por mi salvación.


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