110
Ese mismo viernes, Eva llegó al salón con un desánimo evidente.
Recordé la vez que dijiste que no debía juzgarla porque no sabía qué cosas podía estar pasando. ¿En verdad tenía problemas?
Tú hablabas con tus amigos, pero ella se acercó a ti y te abrazó por detrás.
Cuando los otros se fueron, intercambiaron unas palabras. En seguida lució un poco más animada, tú también lograbas ese efecto en ella.
Te besó y dijiste algo que logró que te diera un pequeño golpe en el hombro. Segundos después volviste a hablar y te dio otro más fuerte.
Me quedé con la duda de qué le habías dicho.
Te abrazó y tú le sonreíste.
En verdad eran el uno para el otro.
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