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Me levanté del asiento y te dejé dinero en la mesa para pagar el batido. El apetito se me había ido, ya no quería nada, ni mucho menos seguir cerca de ti.
"Oye, no te vayas" pediste. Lucías desesperado.
"No tiene sentido seguir aquí. Adiós, Víctor".
Supiste muy bien que esa despedida era para nuestra amistad.
Una amistad de años, en la cual éramos inseparables, estábamos el uno para el otro, nos hacíamos falta, nos entendíamos, nos queríamos.
Pero a mí no me bastaba eso, así que ya era momento de avanzar y decir adiós.
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