Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 18. ELENA.

03 - Septiembre - 2016
11:35 am.

Mi dulce Nat:

Hoy es Sábado y me siento vacía sin mi amigo incondicional. Ya que ayer tuve esa crisis tan horrible, Carlos no tuvo más opción que quedarse en casa, a mi lado todo el tiempo para asegurarse de que no atentara contra mí misma; una vez más era mi salvador. Gracias a ello no tuvo más remedio que faltar al trabajo, compensando hoy esas horas perdidas ya que, cómo me mencionó ayer, estaban en medio de un caso tan fresco que requería la absoluta intervención de todos para su pronta resolución, pese a lo anterior, Carlos me prefirió a mí y mi bienestar antes que a su caso, sin embargo, decidió hablar con su encargado para reponer hoy el tiempo perdido y avanzar lo más que pudiera, por lo que me advirtió la posibilidad de que hoy trabaje hasta tarde. Por lo regular yo espero con ansias los fines de semana porque sé que son los días en que estaré pegada a Carlos y a el aroma de sus trajes, y así es cómo paso mi semana, sólo contando los días que faltan para poder estar a su lado en el sofá, en ocasiones Carlos trabaja medio día los sábados regresando a casa al rededor de las 3 de la tarde, justo para que comamos juntos y disfrutemos el resto del tiempo, y eso sólo ocurre cuando le asignan algún caso nuevo, aunque normalmente está en casa todo el sábado y todo el domingo, pero hoy es diferente. Me siento culpable por haber arruinado el día de ayer con mi crisis, por haberlo desperdiciado durmiendo y, posteriormente, hablando de lo sucedido en mi cabeza en lugar de estar a su lado disfrutando del tiempo juntos entre las habituales risas provocadas por nuestro humor roto que se detona en cuanto nos quedamos a solas; me siento culpable al pensar que perdí el tiempo recordando a tu padre y que probablemente metí a tu tío en problemas en cuanto a lo referente a su trabajo, sin duda alguna tu padre sigue teniendo influencia sobre mí y sigue perjudicando mi vida aún a la distancia, aunque claramente eso ocurre porque yo lo permito.

Ayer, después de la comida y de la carta que te escribí, Carlos intentó ayudar dándome una de sus terapias. Estuvimos hablando el resto de la tarde sobre mis emociones y sobre tu padre, haciendo descubrimientos atroces que perforaron mi alma irremediablemente. Ahora que ya no tengo nada más que perder y, sobretodo, ahora que me encuentro más tranquila, quizás sea el momento de hablarte más sobre él, sobre ese hombre que tanto amé y que nos hizo tanto daño.

Conocí a tu padre desde la infancia, siendo mi vecino de a dos cuadras de distancia y siendo también mi primo un tanto lejano, hijo del primo de mi padre (tu abuelo y mi tío) y de su esposa, esa ferviente esposa que tuviste la dicha de tener por abuela y yo de tener por suegra, la señora Elena. Cómo te conté con anterioridad, mi madre poco mencionaba sobre mi padre y su familia, por lo que yo no entendía porqué esa dulce señora Elena se preocupaba tanto por mí. Solía encontrarla en los comercios del alrededor, y siempre me daba alguna moneda o caramelo, pidiendo mantener en secreto esos breves encuentros, y yo, debido a mi ingenuidad y a la falta de interacción con mi madre jamás mencioné nada al respecto.

Cada que mi madre explotaba me pedía desaparecer de su vista tras proporcionarme algunos pellizcos y golpes, cosa a la que yo accedía quedándome justo afuera de la puerta principal de la casa hasta que mi madre me llamaba aunque, por supuesto, la gravedad de la situación fue en aumento con forme el pasar de los años, por lo que ya no era suficiente con que me quedara fuera de casa. En una ocasión mi madre mi gritó por un pequeño descuido, me pidió calentar las tortillas que se encontraban en la nevera para la comida pero, por error, se me resvalaron por la humedad del refrigerador y terminaron cayendo en una cubeta llena de agua con desengrasante y jabón que se encontraba frente a la estufa quedando inservibles, cubeta que, para mi mala fortuna, mi madre había colocado ahí después de lavar la estufa y que me había condenado irremediablemente. Mi madre, furiosa, me tomó por el cabello arrojándome a la calle entre gritos e insultos, alegando que ese día yo no comería debido a mi error. Sólo me quedé estática en el suelo conteniendo las lágrimas, ya que llorar también era motivo para recibir una paliza; estuve así hasta que mi madre me tomó de nuevo por los cabellos y me arrastró hasta dos casas más adelante.

— !Que te largues he dicho! ¡¿Qué parte no entiendes?! — gritó soltándome boca abajo sobre la tierra mientras me pateaba en la pierna derecha.

Sin creer lo que mi madre me pedía, me levanté entre lágrimas y la miré con el dolor entre mis pupilas, más que el dolor físico era mi dolor emocional el que se manifestaba en ese momento.

— ¡¿No me escuchaste?! — volvió a gritar acercándose a mí — ¡Vete de una puta vez! — fue lo último que escuché antes de un nuevo golpe en la cara y otro empujón en el pecho que me hizo caer de sentón.

Supongo que ese golpe y esa caída me hicieron reaccionar, porque salí corriendo lo más rápido que mis pequeñas piernas raspadas me permitieron, corrí hasta la esquina de la calle, hasta que pude voltear hacia mis pasos y percatarme de que mi madre ya no estaba ahí. Entonces miré todo la tierra seca y el lodo que se había adherido a mi vestido y mis piernas, volviendo negras las calcetas que antes eran blancas y grises los zapatos que antes eran negros. Destruida internamente y atemorizada me senté en la banqueta y comencé a llorar, con las miradas de todos los transeúntes fijas en mí y en mi desgracia, esa fue la primera vez que sentí la incomodidad de las miradas ajenas, la primera vez que me desagradó estar rodeada de gente, la primera vez que le temí a las calles y a las personas, pero, también fue la primera vez que me encontré con la señora Elena y los hermosos ojos de su hijo. Ellos iban pasando por la calle tomados de la mano, la señora Elena con bolsas de mandado y tu padre con unos carritos de juguete en la mano que tenía libre, entonces tu abuela se detuvo, me miró fijamente, y se acercó a mí. Por completo aterrada al desconocer las intenciones de esa mujer regordeta, me levanté del suelo y limpié mis lágrimas a toda prisa, entonces la mujer llegó hasta a mí.

— ¿Qué te ocurre, pequeña? — me preguntó con un tono tan dulce en la voz que me parecía extraño.

Entonces recordé las palabras que mi madre mencionaba:

"No hables con extraños y jamás aceptes nada de ellos, ni juguetes, ni dulces, ni comida, y mucho menos te vayas con ellos si te lo piden."

No respondí y, petrificada, me quedé de pie ahí, inherte y con la cabeza agachada, entonces la señora volvió a hablar.

— ¿Qué tienes, mi amor? ¿Por qué estabas llorando? — dijo haciéndome recordar que yo lloraba y que era por la forma en que mi madre me había tratado.

— Yo... yo... — musité entre suspiros y lágrimas ahogadas.

La verdad es, que quería obecerle a mi madre y no confiar en esa mujer extraña, pero todos los gritos e insultos pesaban sobre mis hombros, convirtiéndose en una carga que, a mis escasos 7 años de edad, me estrugaba el corazón arruinando mi infancia y mi sonrisa. Impulsada por mi llanto, me arrojé a los brazos de aquella mujer y comencé a llorar tan fuerte que atraje más miradas metiches. Elena sólo me abrazó muy fuerte mientras intentaba consolarme.

— Dime, ¿qué te pasó? ¿Quién te hizo esto? — preguntó al cabo de un rato mientras me veía la sangre ya seca en mis piernas raspadas.

— Mamá... — dije en un susurro dejándo inconclusa la oración.

— ¡¿Tu madre te hizo esto?! — exclamó con una mezcla de asombro y miedo en la voz. Yo sólo asentí cabizbaja. — No te preocupes, todo estará bien — continuó — pero por favor, ya no llores más.

— Sí, ya no llores niñita. — dijo entonces el pequeño niño a su lado. — Si quieres te presto mi carrito —

Y eso... ese simple gesto tan inocente por parte de él lo había sido todo para mí.
— ¿Y cuál es tu nombre, pequeña? — preguntó entonces.

— Nessrine — respondí sin ánimos.

— ¡Ah! ¡Con que tú eres la pequeña Nessrine! — dijo emocionada — ¡¿Pero mira que sorpresa?!

— ¿Me conoce? — cuestioné consternada y con algo de incertidumbre.

— Por supuesto que sí, te conozco a ti y a tus padres.

Abrí mis ojos cómo platos y pregunté emocionada — ¡¿Conoces a mi padre?! —

— Sí, a ambos los conozco bien, mi dulce sobrina. — asintió sonriente mientras me tomaba de la mano.

Recuerdo que ese día ella me consintió en todo, nos llevó a la pequeña plaza y limpió mi rostro con toda la dulzura de la que había carecido hasta entonces, nos compró helados y caramelos, y el pequeño niño y yo corrimos por el kiosco cómo las almas gemelas que creí que eramos en ese entonces, y así, de un momento a otro todo parecía perfecto; posteriormente me llevó a la esquina de mi calle y ya que se le había pasado el coraje a mi mamá pude ingresar a casa.

Aquel alegre día con tu abuela y tu padre se repitió tiempo después, manteniendo ocultos nuestro encuentros y los bienes que recibía cada que nos cruzábamos en la calle y en los comercios. De a poco comenzó a gustarme el salir de casa, pasear por las calles aledañas era riesgoso para una niña de mi edad, pero la recompensa de encontrarme con mi tía Elena podía más que cualquier otro instinto y a menudo me encontraba pensando en el calor maternal que ella me proporcionaba y en el niño inquieto y apuesto de piel blanca y cabello negro que siempre compartía su tiempo y sus juguetes conmigo.

Supongo que esta anécdota será suficiente por hoy. Qué gracioso, ¿no? intenté hablarte de tu padre y terminé hablando de tu abuela, supongo que, en realidad aún no estoy lista para hablar de él sin que me duela el alma. En fin, pronto te contaré sobre tu padre.

Con cariño, tu mami. ❄️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro