3° Carta
¿Alguna vez has hecho algo tan arriesgado que llegaste a temer por tu vida? Me acaba de pasar. Todo comenzó cuando el señor John Rumsfeld convocó a los mas valientes astronautas para empezar la travesía.
Había dos muchachos muy jóvenes, y tres mujeres las cuales no conocía muy bien. Aun necesitaban mas astronautas o doctores, por eso dieron el aviso a todos los habitantes de la Luna, que tenían la gran posibilidad de unirse al equipo. Era solo hasta la mitad del día lunar, era mi única oportunidad.
Aproveché la ausencia de mi madre, ella se encontraba en la zona de genética, trabajando. Cogí el traje naranja que eran para los viajes espaciales, y salí con dirección a la nave.
Nunca había estado tan cerca de la Blue Star, mas conocida como BS. Su tamaño era impresionante, aproximadamente 1200 metros, de color azul metálico.
— El tiempo se acabó— anunció el señor Rumsfeld—. Es hora de marcharnos.
Ingresaron todos menos una muchacha, que discutía metros mas allá, con su novio. Parecía que el tipo se oponía a que ella cometiera "un error". Aproveché la oportunidad, y me uní al grupo, aparentando ser ella.
No me importó los problemas que tendría con mi madre. No tienes idea, del miedo que tenía de ser descubierta. Cuando la puerta se cerró, mi corazón latió aún más fuerte, estaba en un estado de exaltación y locura. Me coloqué en posición, hice exactamente lo que hacían los demás muchachos. Trataba de actuar normal, de ser una astronauta preparada para este tipo de viajes.
El señor Gordon, dio la orden de despegue desde la base lunar, y el señor John informó que activaría la nave. La nave alzó vuelo y dejamos a los presentes atrás.
Si no hubiese estado puesta el traje de astronauta, me habría mordido todas las uñas del nerviosismo. La Blue Star avanzó hacia el lado oscuro de la Luna, desde la ventana pude observar a la Tierra, completamente roja y muerta.
Estábamos yendo al lado prohibido, estábamos yendo al portal.
— En un minuto ingresaremos el portal —dijo por el micrófono el señor John. No hubo respuesta alguna y luego de exactamente cincuenta segundos volvió a enviar un mensaje—. Diez segundos para cruzar el portal.
— No lo ha...— Y se perdió la voz del señor Gordon.
No recuerdo muy bien lo que ocurrió después. Todo empezó a dar vueltas, de manera frenética. Parecía que nos encontrábamos en una especie de remolino blanco y celeste. Me quemaba la piel, y mi cuerpo enteró temblaba, haciéndome perder el control de mis emociones. Por un momento pensé que estaba muerta, ya no sentía mi cuerpo, intentaba moverme, pero era en vano. Sudaba excesivamente, haciendo arder mi piel y cuando el sudor ingresó a mis ojos, dejé de ver por un momento. Estaba en el peor momento de mi corta vida.
Después de largo tiempo, todo se calmó. Tenia unas ganas incontrolables de vomitar, me quité el cinturón y luego el casco, para ir corriendo hacia el baño.
Cuando regresé del baño, los encontré asustados y pálidos. Una de las chicas se encontraba inconsciente, y ella era el medico de la nave, se llamaba Christina. Su hermana la llevó hacia los camarotes que se encontraban al final de la nave.
— Miren por las ventanas —gritó uno de los jóvenes en la cabina de manejo.
No podía creer lo que estaba viendo. Era tan irreal y extraordinario, que me dejó con los ojos abiertos de par en par. Era un sinfín del color celeste y la superficie era de color ocre.
¿En qué planeta nos habíamos llegado a perder?
Con cariño, desde un planeta cuyo nombre desconozco, Luna.
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