23° Carta
Estas últimas semanas fueron muy agotadoras, he logrado hacer infinidad de cosas. Mi mente y cuerpo, han evolucionado. Siento que he dejado de ser humana, para convertirme en algo más.
Quizá esta es la razón por la que los Narrasti nos tienen odio, nosotros somos capaces de evolucionar a tal grado de dominar el mundo. Ahora todo es más claro, nuestros ancestros del planeta Zelen, han logrado poblar cada planeta con nuestra raza. En cada recóndito lugar del universo, nos encontramos, luchando por sobrevivir y buscando la razón por la que estamos vivos.
Shedalah dice que somos la clave, en nuestras memorias, está la dirección del nuevo planeta Zelen. He intentado buscar entre mi mente, pero no encuentro nada. Ella ha sido muy buena con nosotros. Aquel día que saltamos, tres fuertes brazos nos atraparon en el aire, eran extraterrestres de su misma raza.
No voy a mentirte. Al caer, pensé que Jack iba a morir.
— Creí que jamás saltarían. —comentó Shedalah dentro de la nave.
— Nosotros no sabíamos que estarían ahí, solo seguimos la indicación de la "X" en el mapa. — dije aun confundida y asustada.
— Lo sé, fue muy arriesgado lo que hice, pero no tenía otra opción. Yo también estaba escapando, la diferencia es que yo si sabía que una nave me esperaba afuera, salté minutos después de dejarte el mapa.
— ¿De quién es esta nave? — preguntó Chuc.
— Por poco lo olvidaba — dijo un enorme extraterrestre de piel morada, parándose del asiento del piloto —. Soy su hermano, el dueño de esta nave.
— No lo he visto desde que era una niña. Majur no estuvo el día que me raptaron junto a mis padres — dijo sollozando, su voz transmitía tristeza, pero también rencor—. Hace poco escuché una voz en mi cabeza, creí estar loca. Luego entendí que era la telepatía, la voz era la de mi hermano Majur. Él vino a salvarme, a salvarnos.
— Muchas gracias por ayudarnos. — le dije a Majur mientras él se volvia, para conducir la pequeña nave.
— Es un honor para mí ayudarlos. Me alegré al saber que existían más Zelenianos. Quizá por fin se acabe toda esta guerra.
— No es momento de hablar sobre guerras... Tienen que dormir por ahora—añadió Shedalah antes de que yo pudiera seguir conversando con su hermano.
— ¿Dormir? — preguntó Jack asombrado.
— Iremos a mi planeta, al Edén. Solo los ededianos conocemos el camino a casa. Los Narrasti no pueden leer nuestras mentes, pero la de ustedes si, por eso, es indispensable que vayan a las cabinas del sueño para que no vean el trayecto, ni cuenten el tiempo.
Shedalah indicó con la mano que la siguiéramos hacia un angosto cuarto, donde nos esperaban 6 cabinas, que parecían ataúdes blancos. Supuse inmediatamente para que servían. En la luna había muchas naves que contenían este tipo de cajas, para que los astronautas no se aburrieran por el largo tiempo que duraba viajar hacia otro planeta, se ponían a dormir. Así pues, era fácil no obsesionarse con el tiempo.
Chuc fue el primero en ingresar. Jack dudó por unos segundos, quizá parte de él desconfiaba de los ededianos, pero al igual que yo, también sabía que no teníamos otra opción. Así que, cuando Jack ingresó vi como la puerta se cerraba sola, y no había forma de salir cuando ya estabas adentro. Eso me causó terror, y me negué a entrar. Shedalah me explico que había un botón de emergencia por si no me sentía cómoda, pero eso nunca ocurría porque al segundo ya me encontraría durmiendo. Y en efecto, giré a ver como se encontraba Jack y vi como dormía tranquilamente.
Entendí que no había ningún problema, y que no corría peligro. Regresé a mi cabina y la puerta se cerró lentamente. Al pasar a penas dos segundos, yo ya estaba dormida, y al otro par de segundos Shedalah abría mi cabina, para despertarme.
Según Shedalah, esos dos segundos, en realidad fueron dos semanas. La pequeña nave tuvo que pasar un portal ubicado en el Cuzco, y luego de eso ya estábamos en el presente. Majur tuvo mucho cuidado de no ser visto por otras naves, para así llegar a un agujero de gusano, cuya ubicación es confidencial. Al atravesar el agujero, pasaron un par de días, para llegar al Edén.
Por la pequeña ventana de la nave, pude observar un planeta que tenía todos los colores verdosos que pudieran existir. Era gigante, estoy segura que incluso era mucho más grande que el mismo Júpiter.
A lo lejos pude ver su sol, era de un tono rojo-naranja muy brillante. Vi uno que otro planeta más, pero se notaba que no obtenían vida en su interior, pese a tener colores muy vivos y festivos.
— Esto parece un sueño. — dijo Jack viendo el planeta verde y yo asentí con la cabeza mientras sonreía.
— Y aún no lo han visto por dentro— gritó Majur desde la cabina de manejo—. Es hora de ingresar al "gran verde", será mejor que abrochen sus cinturones.
En treinta minutos ya nos encontrábamos pisando pasto extraterrestre y algunos helechos naranjas. El Edén era un paraíso, todo estaba lleno vegetación y un bello sonido de animales que jamás encontraras en los libros de ciencia o biología. La flora era exquisita, y muy rara. A lo lejos creí ver flores comunes, pero al acercarme, me di cuenta que no era así. Las flores me sobrepasaban de tamaño, y estas desprendían un aroma a menta dulce.
Por un momento olvidamos todo lo que nos había ocurrido, nos sentíamos exploradores. Jack y Chuc se pasaban comparando a estos animales con algunos otros de la tierra (Que lamentablemente muchos de ellos ya están extintos).
Sabia que Jack pensaba lo mismo que yo. Este lugar era un sitio hermoso para trasladar nuestra pequeña colonia. Y en ese momento me sentí mal, los humanos habíamos tenido al principio un planeta igual a este, y lo habíamos arruinado todo. No, no podíamos vivir aquí.
Pudimos haber pasado todo el día curioseando por el lugar, de no ser porque Shedalah nos dijo que teníamos que ir al pueblo Alheri para conocer a sus líderes, y "algo más", que según ella era importante cuidar.
Fuimos a pie al pueblo de Alheri, por un camino de piedras amorfas. Cada dos metros había un pequeño farol para alumbrar la oscuridad que se avecinaba.
— ¡No lo puedo creer! — pronunció Jack cuando la noche llegó.
— ¿Qué ocurre? — pregunté mientras él miraba el cielo.
— Este planeta tiene 4 lunas — dijo señalando con el dedo a todas ellas.
— Cada Luna representa a una familia. Athuari, Dak, Zakta y Rheé. — dijo Majur lleno de orgullo.
Iluminados por esas singulares lunas, llegamos al pueblo Alheri. Eran pequeñas aldeas, probablemente sin tecnología. Lo que me puso a pensar, de donde tenían una nave tan sofisticada, cuando ellos vivían de modo humilde. Mis ideas se esfumaron cuando vi algo brillante a lo lejos.
Una trompeta sonó, y un edediano apareció con un bastón en la mano. Su piel se veía arrugada, por lo que supuse que debía ser alguien muy anciano, y que por supuesto era el líder de este lugar.
— Bienvenidos, queridos hermanos del planeta Zelen. Mi nombre es Boyuk, gran señor del Edén.
— ¡BOYUK! — gritaron los presentes alzando la mano.
— Shedalah, es un gusto volver a tener aquí. Tu hermano ha sido valiente, demostrando así, tener lo que se necesita para ser el próximo líder. Pero de eso hablaremos después, ahora es momento de hablar con nuestros nuevos amigos.
— Gracias por la bienvenida, Me llamo Luna y ellos son mis amigos Jack y Chuc. Hemos venido aquí por una razón.
— De acuerdo, díganme en que puedo ayudarlos — dijo tranquilamente el gran señor del Edén.
— Queremos que nos lleven a nuestro planeta Zelen, y que se nos unan para combatir a los Narrasti. — dije alzando la voz, para que todos ellos me escuchen, pero Boyuk me vio enojado y me dio un escalofrío.
— En primer lugar, El camino al planeta Zelen lo llevan en sus mentes. Y con respecto a lo de combatir a los Narrasti, no puede ser. — Respondió Boyuk, podía notar que había algo más detrás de sus palabras.
— ¿Podría saber la razón de tan fría decisión?
— No puedo arriesgar a mi gente, y no puedo arriesgar perder la única arma que los Narrasti buscan para someter el universo entero.
Vi sus ojos, sabía que decía la verdad.
— Ves ahí a lo lejos — dijo Boyuk señalando una colina —, ahí está la razón por el que una vez el universo explotó. Hace millones de años, todos los planetas eran uno solo. Un gigantesco planeta, el mas grande de todos los tiempos, que explotó por la gran cantidad de energía que acumuló por dentro. Y una pequeña, casi minúscula parte de su núcleo, esta aquí.
— ¿Podría llevarnos hacia la colina, para poder verla de cerca? — intervino Chuc, a él le interesaba más que a nadie.
— Por supuesto, solo síganme, y les recomiendo no hacer bulla.
Caminamos junto a Boyuk, entonces pude verla de cerca. Era de la forma de un rombo, y era de color morado brillante. Lo mas curioso era que flotaba. A su alrededor había cuatro ededianos en la posición del loto, con los ojos cerrados.
— Estos hombres, dan su vida, por mantener desactivada a esta fuente de destrucción. De este modo, no es peligroso para nuestro planeta. Esto en manos equivocadas, seria desastroso. La muerte azotaría a cada planeta de nuestro universo. Ahora espero que entiendan, que mi pueblo no puede ser parte de su guerra.
— Entiendo, no podría ser capas de ponerlos en peligro. No se preocupe, nos marcharemos, solo queremos saber si hay alguna manera de que podamos recordar donde queda nuestro planeta.
— Ah, eso. Yo mismo los ayudaré. — Dijo un hombre que venía a lo lejos.
— No... No puede ser. — Dijo Jack llorando.
Con cariño, desde el planeta de Boyuk, Luna.
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