16° Carta
Desperté en el hospital, la habitación era muy amplia y blanca. La típica pulcritud que existe en la Luna. Aunque no había ventanas, la habitación era muy iluminada.
Me sorprendí de no ver a mi madre junto a mí. Era raro que no hubiera nadie, y el lugar estaba sospechosamente silencioso.
— ¡Enfermera! — Grité, pero no hubo respuesta.
Me preocupé, eso no era normal. Intenté quitarme, con mucho dolor, el suministro de suero. Tenía cosas pegadas en mi brazo, se notaba que me habían quitado sangre.
Estaba desnuda, solo la bata me cubría la parte de adelante. Busqué en uno de los armarios blancos, me alegré al encontrar ropa. En el primer cajón había ropa blanca, pensé en lo obsesionados que estaban los doctores por el color blanco.
Abrí la puerta de la habitación sin ningún esfuerzo, pero al hacerlo sonó una alarma. Mi primera reacción fue correr y buscar la salida. Sentía mi corazón bombear muy fuerte, ya había sentido eso hace muy poco, y eso me recordó lo que pasó con Daryl.
En ese momento recordé la bala en mi estómago. Busqué en mi vientre la herida, pero no había ni una cicatriz. Muchas preguntas vinieron a mi mente: ¿Qué había ocurrido conmigo? ¿Dónde estaban mis amigos?
Me sentía pérdida, y el sonido de la alarma no me dejaba pensar. El pasadizo era largo, y sumamente blanco. Mis pies descalzos empezaron a correr buscando la salida.
Cuando llegué al final del pasadizo, me topé con una puerta oscura. Empecé a tocarla, a patearla en realidad.
— ¡Ayuda! — Gritaba mientras golpeaba la puerta de metal.
Grité unos minutos más, hasta que la misteriosa puerta se abrió.
Una luz potente salió de aquella habitación y tuve que cerrar los ojos. Cuando los abrí de nuevo, la puerta se había cerrado otra vez.
Regresé a mi habitación, me sentía decepcionada. Busqué algo que me pudiera servir. Abrí todos los cajones, no había nada de mi interés: inyecciones, píldoras, y cajas raras.
En el armario donde había encontrado ropa, había un cajón que no podía abrir. Se necesitaba llave para abrirla, entonces pensé que era porque tenía algo valioso dentro.
Fui a rebuscar entre las cajas raras que había encontrado. Eran balas redondas y con púas, pero entre ellas había una pequeña llave blanca.
Abrí el cajón con la llave que había encontrado. Me sorprendí ver mis pertenecías ahí, estaba mi ropa ensangrentada por el disparo, encontré mis zapatillas, y mi libreta.
Llené mis pertenencias en una mochila, me puse las zapatillas, y decidí ir hacia el otro lado del pasadizo.
Abrí la puerta, y otra vez sonó la alarma. Intenté ignorar el ruido, corrí lo más rápido que pude.
Cuando llegué al final, me encontré con 3 puertas metalizadas. Cada una tenía sus números correspondientes: 1, 2 y 3.
Toqué sin parar, turnando las puertas. Pero nadie me hacía caso. Me senté en el piso, había agotado todas mis energías inútilmente.
Todo el tiempo me había sentido vigilada, así que mire hacia el techo y encontré una videocámara. Empecé a saltar y mover las manos para que abrieran la puerta.
— Sé que me miran. — Dije señalando la videocámara, aunque había probabilidades de que nadie me estaba escuchando.
Luego de darme cuenta que nadie abriría la puerta, fui a dormir a mi "nueva" habitación. Y empecé a escribir para que me diera sueño. El insomnio quería apoderarse de mí, y yo no quería dejarlo entrar.
Al día siguiente, desperté pensando que todo lo que había pasado era un sueño, pero la verdad era que todo esto era real.
Me levanté, no iba a perder tiempo, otra vez tocaría las puertas hasta que alguien me hiciera caso. Pero cuando abrí la puerta, había un pequeño paquete esperándome afuera.
Había comida y una nota que decía: "No sabemos si es seguro sacarte de ahí, podrías tener algún tipo de virus que pondría en peligro toda nuestra nave".
Entonces me di cuenta que esto no era la estación medica de la Luna. Si esto no era lo que yo pensaba, entonces ¿dónde estaba en realidad?
Con cariño, desde la nave desconocida, Luna.
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