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29

   —¿Pueden creer que el malo todo este tiempo fue el mejor amigo? ¡Eso no me lo esperaba!— habló Lía comiendo unas papitas.

   —¡Yo tampoco!— dijo Sulli—. También esperaba un beso entre ellos, pero ni un jodido roce de manos. Qué porquería.

   —Yah~, pero la trama estuvo muy buena— mencionó Lisa comiéndose una palomita de maíz.

   La noche de chicas estaba yendo a un buen ritmo, dejando de lado todos los problemas y disfrutando, después de mucho tiempo, con sus amigas. Ahora mismo terminaban de ver un drama que hace poco había salido y las había dejado sorprendidas, puesto que lo que acaban de ver no era de todos los días. Lisa revisó la hora en su celular y agrandó los ojos al ver que eran casi las cuatro de la mañana, faltando nada más tres minutos. Bostezó, estirándose y apagando la televisión.

   —¿Ya vieron qué hora es?

   —Son las cuatro de la mañana, Lisa, ¿por qué?— preguntó Sulli mirándola un poco somnolienta.

   —¿Cómo que "por qué"? ¡Es muy tarde!

   —Yah, es muy temprano— respondió Lía con una sonrisa.

   Lisa rió y jaló a sus amigas hacia su habitación. Su cama era bastante grande, por lo que perfectamente podían entrar las tres sin ningún problema, incluso una cuarta persona podía acostarse sin molestar a las otras. La anfitriona se acomodó en el medio, Lía a su izquierda y Sulli a su derecha, todas en posición boca arriba.

   —¿Se acuerdan de JungKook?— preguntó Lisa de la nada, a lo que sus dos amigas hicieron un sonido de afirmación.

   —¿Cómo olvidar a tu novio?— preguntó burlona Sulli, sacándole una pequeña risa a la pelinegra.

   —Ya quisieras— respondió con una sonrisa—. ¿También se acuerdan del admirador de las cartas comestibles?— hicieron otro sonido de afirmación—. Bueno, resulta que JungKook y él s-

   —Son la misma persona— interrumpió y terminó la oración Lía.

   Lisa levantó la cabeza y frunció el ceño mientras las intentaba observar en la oscuridad.

   —Esperen, ¿lo sabían?

   —Era más que obvio, Lili— rió Sulli.

   —Rayos, fui la única que no me di cuenta— la pelinegra hizo un puchero.

   —Ya sabes cómo es, primero se entera todo el mundo, pero la persona a la que va dedicado no se da cuenta— explicó la castaña.

   La dueña de la casa dio un largo suspiro y se acomodó a un lado de Sulli, subiendo su pierna en el cuerpo ajeno, recibiendo una queja por la pelirrosa. Lía imitó su acción con Lisa, y al poco tiempo todas se quedaron dormidas. Asimismo, Lisa se dio cuenta que había extrañado a sus amigas, porque en aquella noche de chicas la había pasado muy bien.

   Le deseó las buenas noches a su lindo azabache, esperando que él pudiera dormir tranquilamente y sin preocupaciones.

   JungKook entró a la casa y se horrorizó al ver las millones de botellas de soju, algunas vacías y rotas, regadas por todo el suelo y el olor a polvo era realmente insoportable. Toda la casa estaba hecha un desastre y daba gracias a que él no se había quedado ahí o sino no podría soportar las nefastas condiciones.

   Observó el sofá, el cual descansaba tranquilamente un cuerpo delgado y sucio con olor fétido bebiendo despreocupadamente una botella de soju. Miró con rabia al hombre y éste notó su presencia que sonrió, mostrando sus amarillentos dientes.

   —¡Oh, mi querido JungKook!— saludó animadamente—. ¿Qué te trae por aquí?

   El azabache rodó los ojos y lo ignoró.

   —Te estoy hablando, imbécil— dijo en un tono duro, reincorporándose en el sillón—. Quieres otra vez la navaja, ¿no? ¡Bien! Aquí traigo una y esta vez no tendré piedad.

   —Aigoo, ¿quieres callarte?— preguntó un JungKook ya irritado por su violento comportamiento—. Si vuelves a tocarme, eres hombre muerto.

   La escandalosa risa de su padrastro no se hizo esperar.

   —Yah, ¿me estás amenazando?— carcajeó—. Veo que ya tienes agallas, algo que no tenías hace dos años. Ya sabes, cuando eras una gallina.

   El hombre hizo el sonido del animal mencionado y luego soltó varias carcajadas más, retorciéndose y tocándose el estómago por la fuerte risa que estaba produciendo. JungKook sabía perfectamente que lo estaba provocando y en verdad quería partirle la cara y molerlo a golpes y desfigurarle la cara justamente como el contrario había hecho. Pero tenía que retenerse y aguantar. Tenía que hacer oídos sordos a sus comentarios o sino acabaría muy mal la situación. De todos modos ya tenía evidencia suficiente.

   Decidió ignorarlo una vez más y fue hasta la habitación en donde dormía su madre, puesto que su padrastro se la pasaba en la sala y ahí es donde dormía. Se sorprendió por lo limpia y linda que estaba el cuarto de su mamá, puesto que el olor a frescura y calidez reinaban en esa habitación de cuatro paredes. Hoy le daban el alta a su madre, por lo que había decidido ir a su casa para buscarle ropa cómoda y llevársela.

   Al menos no tendría que limpiar la habitación.

   Agarró una muda de ropa y salió nuevamente del cuarto, pasando por la sala e ignorando a su padrastro quien aún le seguía diciendo un par de mierdas. No lo aguantaba y en serio estaba muy enojado por él, y ya no era por lo que él le hizo, sino por lo que le hizo a su madre. Salió de la casa y sacó su celular, parando la grabación de audio y sonriendo mientras caminaba hacia la estación de policía más cercano.

   —Ahora sí, hijo de perra.

   Entró a la estación de policía y se acercó a uno, haciéndose un poco la víctima para que fuera más creíble, aunque la verdad, había sido una víctima.

   —Quiero hacer una denuncia y aquí tengo pruebas para comprobar mi veracidad— dijo con orgullo.

   Y después de relatar toda su historia, los oficiales escucharon el audio de la conversación entre su padrastro y él, decidiendo finalmente en aprobar la denuncia y hacer algo al respecto. Después JungKook salió de ahí con una enorme sonrisa en el rostro y una inmensa alegría, tanta que cuando llegó con su madre, ella notó su felicidad.

   —¿Qué te pone tan feliz, JungKookie?

   El nombrado la miró y la abrazó como nunca, diciéndole que la quería mucho y que no la volvería a dejar.

   —Tú me haces feliz, mamá— sonrió, dejando salir una cuántas lágrimas—. Ven, vamos a casa.

   El azabache tomó la mano de su madre y juntos caminaron a paso lento hacia un taxi, en donde los llevó a la casa, encontrándose con varios policías afuera de ésta. La señora Jeon miró confundida a su hijo.

   —¿Qué sucede, JungKookie?— preguntó inocentemente su madre.

   —Nada, mamá— la miró tranquilo, acariciando su mano—. Solamente que, a partir de ahora, viviremos sin miedo.

   En ese momento, la puerta principal se abrió y se dejó ver a su padrastro siendo arrastrado por dos policías mientras le gritaba cosas y de un momento a otro su mirada se conectó con la de él y JungKook sólo pudo sonreír. Observó cómo ese hombre era metido al auto policial que prontamente se fue haciéndose más pequeño por lo lejos que estaba yendo.

   Al fin sintió que un gran peso de encima era liberado y que por fin volverían a vivir en paz. Sin heridas. Sin cicatrices. Sin golpes. Sin su padrastro.

Sólo paz.

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