Capítulo 9
Ficha de Ajedrez
Boom.
Boom.
Boom.
Tres golpes.
Tres latidos fuertes.
Latidos que venían de mi corazón palpitando sin parar. Pensé que estaba sufriendo un paro cardiaco, para mi mala suerte, no fue asi.
Mi corazón hizo que me despertara para que me diera cuenta de lo que había sucedido. Sucedió lo inesperado.
Lo doloroso y lo asqueroso.
Algunos dirán que fui muy fácil; otros mostrarán lástima; otros me dirán que todo va a estar bien.
No.
Nada va a estar.
Mi vida se transformó en una tragedia tras otra. Esa es la realidad de las cosas cuando recibes la carta del destino demasiado tarde.
Me desperté de la cama, miré a mi alrededor. Estaba en la habitación de Pietro, en su cama y él no estaba. No vi nada de él, estaba todo vacío, como si nunca hubiese estado allí. Me puse mi ropa de anoche y bajé al primer piso de la casa. Todo estaba cubierto con sabanas blancas.
<<¿Qué pasa aquí? ¿Dónde está Pietro?>>, me preguntaba cada 5 minutos.
Abrí la puerta de la entrada a la casa y su motocicleta tampoco estaba, me sentí mal, pensé muchas cosas, pero nada de eso encajaba.
Fui a la cocina y encontré un teléfono, marqué el número de la oficina de Pietro, pero su secretaria me decía que no estaba, que no sabía donde se encontraba. Marqué el número de mi oficina, mi secretaria contestó y me pidió un taxi. Cuando este llegó le indiqué la dirección de mi casa, por suerte mis padres estarían en la casa de los Pierre.
Entre a casa y noté que estaba Brigitte —la sirvienta de la casa—, llevaba su uniforme de siempre y se encontraba limpiando la vajilla de mamá. Me miró cuando entré y se quedó callada, estaba nerviosa porque no sabía si ella me diría algo malo. Bajó la mirada para seguir limpiando, yo solté un suspiro ligero, me encaminé hacia mi habitación, atravesé la puerta y me di una ducha. Tenía que llegar temprano a la universidad.
Horas más tarde, llegué a la universidad, por suerte no me llamaron la atención por llegar unos minutos tarde. Estaba en mi casillero intercambiando libros, cerré la puerta de este y me asusté al ver a la menor de los Pierre. Tenía una expresión extraña, se notaba molesta, no entendía por qué, pero ya puedo hacerme una idea.
—¿Dónde estabas? —me preguntó furiosa.
—Yo... —Iba a decir algo, pero luego Colin, Dylan y Maximo aparecieron.
—¿Dónde estuviste Agustina? —volvió a preguntar Rose subiendo el tono de voz furiosa.
—¿Estuviste con Pietro? —me preguntó Colin.
Asentí con la cabeza y este demostró frustración por la manera que pasaba su mano por su rostro.
—¡¿Cómo se te ocurre estar con él?!
—Él me ama, yo lo amo, nos amamos; estuvimos juntos porque queríamos empezar una hermosa relación —denoté tratando de convencer a los chicos.
—¡Agustina, él no te ama! —gritó Rose.
—¡Eso no es cierto!, ¡Solo lo dicen por qué es parte de una pandilla! —grité furiosa y me fui corriendo hasta la salida de la universidad, tomé un taxi y este me llevó a la casa de Pietro, nuevamente.
Cuando llegué, la motocicleta de Pietro aún no estaba, fruncí el ceño, le pedí al conductor que me esperara unos minutos y me bajé del taxi. Caminé hasta la entrada de la casa, toqué varias veces la puerta, pero no se escuchaba nada, no sabía que pensar en ese preciso momento. Al cabo de una hora, alguien venía hacia la casa, un hombre que traía una carpeta negra en su brazo, me acerqué a este y le hablé:
—Bonjour. Connaissez-vous les Russo? —le pregunté.
<<Buenos días. ¿Usted conoce a los Russo?>>
—Oui, oui, les Russo. Giovanni et Pietro Russo, non? —asentí con la cabeza para afirmar su respuesta y agregó: — Ils sont partis ce matin. Eh bien, le garçon Prieto est parti. M. Giovanni était retourné en Italie et le garçon était resté ici pendant desjours. Il m'a contacté pour vendre sa maison.
<<Sí, sí, los Russo. Giovanni y Pietro Russo. Ellos se fueron esta mañana. Bueno, el chico Prieto se fue. El Sr. Giovanni se había ido a Italia de nuevo y el chico se había quedado aquí unos días. Me contactó para vender su casa>>.
Mi corazón se encogió, fruncí el ceño en muestra de confusión, no entendía que quería decir con todo eso, entonces le pregunte:
—Savez-vous où se trouve Pietro en ce moment?—dudo al principio por lo cual tuve que preguntar.
<<¿Sabe donde se encuentra Pietro ahora mismo?>>.
—Qui es-tu jeune fille? —levantó una ceja.
<<¿Quién es usted jovencita?>>.
—Tina Russo. Le cousin éloigné de Pietro —mentí, no podía arriesgarme de que ese caballero no me diera la información que necesitaba.
<<Tina Russo, prima lejana de Pietro>>.
—Eh bien, dans ce cas, Pietro est actuellement au Vatican. Vivez là à partir de maintenant.
<<Oh, bueno, en ese caso, Pietro se encuentra ahora mismo en la ciudad del Vaticano. Vive ahí de ahora en adelante>>.
Mi corazón se encogió aún más.
¿Por qué Pietro no me había dicho nada?
¿Será que volverá?
—Merci beaucoup —con eso se fue de mi vista. Yo me dirigí al taxi.
Al llegar a la compañía, no me había encontrado con Tristán por los pasillos, asi que, supuse que estaba en su oficina, muy ocupado. Entré a mi oficina, dejé caer mi mochila en el mueble que estaba allí, me senté en la silla que estaba detrás del escritorio y comencé a escribir una carta.
Una carta para Pietro.
De: Agustina Monnier, Francia – Versalles.
Fueron las únicas palabras que pude escribir. No tenía nada en la cabeza. Mi mente estaba en blanco. Tenía que procesar bien lo que acabo de saber.
Pietro se fue al Vaticano. Me dejó en su casa sola y no se despidió. Tal vez lo que pasó anoche fue su manera de decir adiós, no lo sé aún. Quisiera entender el porqué de sus acciones.
El teléfono empezó a sonar, lo agarré y una voz conocida me hablo desde la otra línea. Nunca pensé que volvería a escuchar la voz del hermano de mi mejor amigo, han pasado muchos años desde la última vez que lo había visto y escuchado.
Me dijo que tenía que ir a la sala de juntas. Obedecí y en menos de tres minutos ya me encontraba en esta. Abrí la puerta y me encontré con todos, incluyendo a Tristán.
—Agustina, me alegra verte de nuevo —Diego me saluda con un abrazo reconfortante y yo le respondo. Mi vista estaba nublada por la cantidad de lágrimas que tenía acumuladas en ese preciso instante. Diego se separó y añadió: —, siéntate, por favor.
Obedezco la petición. Mantengo la mirada en el vacío, no quiero ver el rostro de Tristán, que supongo, me está clavando los ojos en muestra de desprecio. Trato de posar mi mirada a todos lados. Todos me miran con un semblante serio que, si las miradas mataran, yo ya estaría tres metros bajo tierra al lado de la lápida de Alex.
—¿Cómo te sientes, Agustina? —me pregunta Rose.
No digo nada. Diego me da leves caricias en la espalda para calmarme, se puede notar lo tensa que estoy a simple vista, entonces me digno a hablar:
—Bien... Creo —dije con la voz apagada.
—¿Has tomado tus pastillas? —pregunta Dylan.
Yo negué con la cabeza.
—¿Dónde estabas anoche? —interrogó Colin.
—¿Por qué la pregunta? —respondí con otra pregunta, no quería hablar del tema con nadie, ni siquiera con ellos.
—Tus padres estaban preocupados, no te encontraron en ninguna parte Agustina, y nosotros también nos preocupamos —me explicó Diego.
No dije nada, me siento mal al tener que hacer que mis padres pasaran por eso, no fue mi intención preocuparlos por una noche de placer como la que tuve con Pietro. Es que fue muy excitante y hermoso. Literalmente había visto las nubes anoche mientras hacíamos el amor. Recuerdo la escena miles de veces y quisiera que se volviera repetir.
—¿Estuviste con Pietro? —me preguntó Tristán. Asentí mirándolo a la cara con total desprecio.
Diego me dejó ir de la sala y me dirigí a mi oficina. En ese preciso momento, empecé a escribir todo lo que sentía por él; como me sentí mientras me acariciaba, cuando me besaba o cuando estaba dentro de mí.
Le ordené a mi secretaria que enviara la carta a la ciudad del vaticano inmediatamente. Esta obedeció y salí de la compañía dirigiéndome a mi casa para hablar con mis padres sobre mi comportamiento de anoche. Fui muy insensible al dejar que se preocuparan asi por mí.
Pietro se convirtió en mi tormento y yo en el de él, y asi fue hasta su muerte, asi será el resto de nuestra existencia.
Yo fui la creadora de sus cartas que le había deparado el destino y él las leyó y con estas acabo con su propia vida. Yo terminé siendo su tormento y la dueña de sus pesadillas.
ᴥᴥᴥ
Tristán Dumont
—Lo que faltaba, Pietro se ha ido y le quitó la virginidad a Agustina —mencionó Diego en un ataque de ira.
—Está más que enamorada, se va a obsesionar con él —puntualizó Rose.
—No podemos dejar que ella siga con esa fantasía de querer tener algo con el asesino de Alex —vociferó Colin.
Sí.
El asesino a Alex.
¿Cómo?, bueno, les contaré con detalles.
Pietro Russo, es el hijo de uno de los hombres más ricos de Italia, Giovanni Russo, quien es el narcotraficante más anónimo que se haya podido conocer.
En su cargo como dueño del negocio, se caracteriza específicamente por su anonimato, el cual le fue heredado a su hijo único. Pietro.
Pietro llegó a Versalles con un único objetivo: quebrar a la compañía, robar dinero, vender su mercancía y satisfacer sus necesidades carnales con las chicas más hermosas de Versalles, entre ellas esta Agustina. Pietro no se preocupó por divertirse un rato, su paladar fino es exigente con las mujeres, por lo tanto, se aprovechó de la inocencia de Agustina, manipulándola y acechándola.
Nosotros sabíamos que tenía el ojo puesto sobre ella desde que la conoció en la compañía —ella no lo recuerda— y yo estuve evitando que llegáramos a esto. Agustina Monnier enamorada de Pietro Russo.
Pietro la tenía al margen de todo porque sabía de sus capacidades de deducción, a los únicos que no logró engañar fue a nosotros y mucho menos a Alex, él fue el primero en sospechar de Pietro y le seguimos el rastro desde hace mucho. Pietro sabia de la influencia que Alex podía ejercer sobre Agustina, asi que decidió sacarlo del camino. Ordenó sabotear los motores del avión de Alex para asi no tenerlo como obstáculo.
Rose una vez sufrió un atentado, por suerte salió ilesa. Dylan tuvo un accidente automovilístico, pero no sufrió daños graves. Trataron de drogar a Colin y secuestrarlo, aunque tampoco lo lograron. Maximo fue agredido físicamente, sin embargo, sobrevivió. A mí, bueno, a mí trataron de arrestarme por cargos falsos que jamás cometí.
Sí, Pietro nos quería a metros de Agustina, pero nunca lo logró porque sería levantar sospechas ante ella.
—Agustina no lo entenderá, nos acusará de manipuladores —pronuncié yo por primera vez.
—Entonces hay que mostrarle pruebas de lo que sabemos —exigió Diego.
—No es tan fácil. Pietro se aseguró de no dejar rastros de sus movimientos fraudulentos —mencionó Dylan.
—¿No han pensado en contratar a un investigador privado? —pregunta el español.
—Lo teníamos, pero Pietro se nos adelantó y le ofreció una gran cantidad de dinero a cambio de vigilarnos y averiguar sobre nuestras vidas —le expliqué.
Diego se mostró un tanto frustrado por la falta de recursos que teníamos en nuestro poder.
Pietro está siguiendo los mismos pasos de su padre, el maestro del anonimato. Ese chico con sus ojos verdes logró seducir a Agustina, mi amiga y la mujer que amo con todo mi corazón. Ese chico con su semblante de chico rebelde logró enamorar a la chica más inocente y hermosa que he conocido.
Analizamos la situación y llegamos a la siguiente conclusión:
1. Pietro usó a la compañía como fuente de dinero para irse al Vaticano.
2. Mató e intento matar a los que sabían de sus planes para empezar su imperio, entre ellos Alex.
3. Agustina era su ficha principal para distraernos y ver hacia otro lado mientras que él pudiera irse de Versalles.
4. Mató a su padre para quedarse con su imperio como herencia, —sabemos esto porque hace días encontramos evidencia del cuerpo de Giovanni en la mansión Russo— y asi lograr su objetivo.
5. A los primeros que matará será a nosotros cuando termine de completar su objetivo.
En pocas palabras, Agustina debe abrir los ojos antes de que llegue el día, y si no lo hacemos, ahora ella podría morir y nosotros también.
—Entonces debemos actuar —concluye Rose —, necesitaremos a Dimitri.
—Con él aquí todo será más fácil, podría convencer a Agustina —apoya Colin.
—¿Creen que acceda a venir? —interpela Diego —, saben lo obstinado que puede ser Dimitri, a veces cuando toma una decisión.
—Conozco a Dimitri y sé que desde la muerte de Alex, aseguró que haría cualquier cosa con tal de ver tras las rejas a Pietro y proteger a Agustina —confesó Rose.
Terminamos de planear nuestros movimientos. Dimitri accedió a la propuesta y no dio peros, dijo que mañana mismo volvería a Versalles para terminar con esto de una vez por todas. Me fui a casa, Dylan y Maximo vinieron conmigo. Subí las escaleras para dirigirme a mi habitación.
Atravesé la puerta de esta y me dejé caer de espaldas en mi cama. Posé mi mirada en el techo, la desvié y vi la fotografía que se encuentra en el espejo de mi habitación.
Es una fotografía de Agustina y yo cuando éramos niños.
Recuerdo ese día.
Era navidad.
Estábamos los dos en el patio trasero de la mansión.
Jugábamos con bolas de nieve, la nieve en el cabello de la castaña se veía hermosa, no dejaba de reírme por sus gestos tan notorios y graciosos que hacía cuando le tiraba bolas de nieve. Teníamos 15 años.
Los demás estaban dentro de la mansión comiendo como vacas.
—¡Tu vas a perdre! —se rie después de lanzar una bola de nieve que logré esquivar.
—¡Non, vous perdrez l'Argentine! —vociferé y me escondí — ¿Por qué no me hablas en español?. Aún no tienes el acento marcado Agustina.
—Es que quiero practicar un poco —sigue lanzando bolas de nieve.
Logré escabullirme detrás de un arbusto que estaba detrás de ella, no me vio, asi que planeé una emboscada. Lancé una bola de nieve a su espalda y esta la hizo caer sobre la nieve. Me abalancé sobre ella para sujetarla por las muñecas. Se reía mientras intentaba zafarse de mi agarre, pero no lo lograba.
—¡Te gané! —reí —, nunca podrás ganarme, Tina.
—Eres tan exageradamente irritante y arrogante, a veces —sigue riendo.
—Admite que te gané, no seas mala perdedora —exigí mostrando una amplia sonrisa
—¡Jamais! —gritó mientras reía. Es muy testaruda.
—Entonces abstente a las consecuencias, Tina —le hago cosquillas y ella empieza a soltar carcajadas.
Quedo hipnotizado por su risa, me encanta su sonrisa, todo de ella me encanta. Estampé mis labios contra los suyos y me siguió el beso. Vi las nubes con ese beso, nunca pensé que tendría las agallas de hacerlo.
Nos separamos y nos vimos a los ojos unos minutos, luego me aparté y la ayudé a levantarse. No emitimos ni una sola palabra hasta que el Sr. Monnier llegó a nuestro sitio con una cámara casera en su mano. Nos tomó una fotografía y dicha fotografía la adherí a mi espejo para recordar el amor que siento por Agustina.
<<Voy a sacarte de esta Agustina. Lo prometo>>, pensé mientras veía la fotografía pegada al espejo. Tengo que asegurarme de que ella nunca salga herida y nunca se sienta sola. Jamás la dejaría sola y jamás la dejé.
Amo a Agustina Monnier y esa es mi confesión, una confesión que solo saldrá a la luz en el momento indicado.
Lo juro.
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