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Capítulo 8

—¿Qué te pasó?

—Luego de 50 años. ¿Qué cree que puede pasar?

Agustina Monnier

La vida.

La vida es impredecible cuando menos te lo esperas. Piensas que puedes vivir hasta los ochenta años y aun asi pensarás que tuviste una hermosa vida, pero no es asi.

La vida es como las cartas, los momentos que vives en tu vida llegan en el momento preciso sin falta, las cartas te muestran lo que va a pasar, como si ya estuviera escrito por el destino. El destino que todos tenemos escrito en cartas que van a ser enviadas a nuestros hogares en menos de unos días o unos años.

Mi carta llegó el 12 de Abril, ese número par que tanto me gustaba celebrar con mi mejor amigo.

Sé que han pasado días o semanas, pero todavía duele, aunque ya no tanto. Sigo recordando su voz, sus risas, sus tonterías y; aunque me ría de esos recuerdos, siento que él no se merecía esto, no se merecía morir asi, tal vez estaba dormido soñando cosas hermosas, pero no fue justo que le arrebataran la vida de esa manera.

A veces pienso que hubiera pasado si yo hubiese estado allí con él, tal vez estaríamos muertos los dos o era una señal que indicaba que no debí dejarlo solo en ese viaje.

Me arrepiento de todo.

Estaba en la salida de la universidad, los muchachos no se demoraban en salir, por lo que, decidí esperarlos.

Creo que no fue la mejor decisión. 

Un auto se estacionó cerca de la entrada, fruncí el ceño y el dueño del auto salió de este, no lo reconocí al instante sino unos minutos después de que se me acercara y lo viera con detenimiento. Mi mente se trasladó al día del funeral de Alex, mi ira se encendió en cuestión de segundos.

—Hola Agustina —hablo con su voz ronca y simple que estaba empezando a odiar.

—¿Qué haces aquí? —lo miré con desprecio y en mi voz se notaba.

—Vine a verte —no se inmutó por mi mirada, eso me enojó mucho más.

—Pues ya lo hiciste —contesté de mala gana.

Me levanté para irme, pero él me detuvo con su brazo impidiendo mi huida.

No.

No estaba huyendo de él, solo no quería verlo.

—Agustina, por favor —suplicó mirándome a los ojos, con esos ojos verdes que me derretían cuando los veía.

Estuve por hablar hasta que, apareció otra voz que me interrumpió.

—¿Agustina? —preguntó dirigiéndose hacia mí, luego posó su vista en la mano de Pietro que me tenía agarrada. Me solté de su agarre y me alejé de él para acercarme a Colin, quien venía acompañado de Dylan, Rose y Maximo —. ¿Qué haces aquí Pietro?

—¿No es obvio?, vengo a ver a Agustina —respondió este con obviedad, eso irritó a Colin.

—Pues ella no quiere verte, asi que mejor lárgate —le exigió. Pietro me miró y obedeció la orden de Colin.

Cuando este se fue sentí un gran alivio en mi cuerpo, como si su mirada me hubiese pesado tanto. Los chicos me preguntaron si estaba bien y yo les respondí que si un montón de veces, nos dirigimos a nuestras casas. Los chicos me dejaron en mi casa, abrí la puerta y mis pies fallaron, no podía moverme, estaba paralizada en la puerta al ver que alguien estaba en el sofá sentado con mi padre.

Pietro de nuevo.

Mi padre se dirigió hacia mí para darme un abrazo, pero yo no quitaba mi vista de Pietro, llegué a pensar que me estaba acosando. No tuve otra opción que llevarlo a mi habitación para tener privacidad.

Atravesé la puerta, me giré sobre mi eje para verlo con desprecio y me crucé de brazos esperando a que hablara, entendió el gesto y comenzó a hablar:

—Agustina... —lo interrumpí, ya que se estaba acercando a mí, se alejó y prosiguió —. Lo siento. No debí dejarte sola en el funeral de Alex.

Al decir eso, sentí un nudo en la garganta y las lágrimas estuvieron a punto de salir, pero respiré hondo y me calmé.

—Sé que no debí hacerte eso, necesitabas a alguien en ese momento tan difícil, pero... —sus ojos se volvieron rojos. Quería llorar. Entreabrí mis labios y analicé su acción, no podía creerlo —. Alex también fue muy importante para mí, no quise ir a su funeral, ya que sentiría vergüenza de que me vieras llorar por él y también necesitaba procesarlo.

—Pudiste habérmelo dicho. Te llamé a tu casa incesantemente y aun asi no fuiste capaz de responder mis llamadas —objeté con rencor, estaba algo confundida por su aclaración.

—¿A veces no has sentido que, en el momento más doloroso, quieres estar sola, sin que nadie te moleste? —me preguntó. Desvié la mirada y asentí en respuesta. Ya lo había sentido —. Eso pensé. Eso fue lo que me paso a mí. La muerte de Alex afectó a todos de diferentes maneras, a mí me afecto de esta manera. No justifica nada, pero al menos quiero que entiendas la situación.

Lo entendía, también hubiese hecho lo mismo que él, pero tenía amigos que me querían y que me conocían, por lo tanto, nunca me dejarían caer. Pietro solo me tenía a mí y a Alex como sus amigos y, a su padre como soporte, pensé que eso sería más difícil de asimilar, en ese momento me sentí estúpida.

Sentía que mi dolor no era nada comparado con el dolor que sentía Pietro, pero entonces entendí que él era vulnerable cuando sufría por algo.

—Lo siento mucho Agustina, hay personas que no tienen a nadie para tener de soporte o un pilar para ayudarlos a levantarse o a no caer en ese agujero de depresión —recalcó. Sabía de lo que estaba hablando —. Lamento haberte dejado sola, no debí hacerlo.

Se dirigió a la puerta y habló por última vez:

—Ojalá me perdones Agustina.

—... Te perdono —le respondí antes de que saliera por la puerta.

Giró sobre su eje y me miró sorprendido. Corrí hasta él y estampé sus labios contra los míos. Para ser mi primera vez, no se sintió tan mal, se sentía bien, tierno y hermoso.

Tomé sus mejillas con mis manos para acercarlo más a mi cuerpo. Él, por otro lado, rodeó mi cuerpo con sus brazos musculosos de chico malo que tanto me gustaban. Me dio vuelta y me estampó contra la pared con suavidad, apoyó su brazo sobre la pared y nos separamos con suavidad. Su pecho subía y bajaba con brusquedad, nos quedamos unos minutos en silencio, pero Pietro lo rompió:

—Te quiero, argentina.

—Te quiero, Siervo.

ᴥᴥᴥ

Me encontraba en mi oficina trabajando en conseguir agencias de publicidad estadounidenses, siempre creí que en Estados Unidos nos ayudarían más que en otros países, así que, contacté a un par de periódicos americanos y estos aceptaban con gusto las condiciones. Si tenía suerte podríamos firmar un contrato con ellos para que seas socios de la compañía como periódico internacional.

Alguien tocó la puerta de la oficina, dejé que pasara.

Tristán.

Se veía muy guapo hoy, con su gabardina beige y sus pantalones marrón oscuro; su camisa blanca, su corbata negra, sus zapatos negros y su cabello bien peinado. Parecía un Sherlock Holmes bien vestido.

—Agustina. Que bueno que estés aquí —dijo sonriendo acercándose al escritorio.

—Lo mismo digo —le devolví el gesto.

—¿Cómo estás?, y no quiero que me digas que estás bien porque te conozco —me atrapó, estaba a punto de decirle la simple palabra "Bien".

—Me estoy recuperando, el profesor Charpentier dijo que he mejorado —confesé.

—Me alegra escuchar eso —respondió mientras se acercaba a mí con cierto nerviosismo —. ¿tienes algo que hacer esta noche?

—Iré a la fuente de Versalles con Pietro —solté sin más, se veía molesto e inquieto.

—¿Qué? —frunció el ceño y su respiración era cada vez más fuerte —. ¿Hablaste con Pietro?

Me di una bofetada mental, no debía mencionar a Pietro hasta que formalizáramos algo, él me lo había pedido y acepté, pero esta fue una metida de pata

—Eh sí, es que... —me interrumpió.

—Es que nada Agustina, no irás a ese lugar con él —impuso un Tristán firme y molesto, me alteré al escucharlo asi, él jamás me había hablado de esa manera.

—¡No eres mi padre, Tristán! ¡No puedes decirme que hacer o no! —alcé la voz enojada por su comportamiento.

—¡Pietro es peligroso para ti Agustina!

—¡¿Por qué es peligroso?!, ¡¿Mató a alguien?! —le pregunté alterada.

—¡Pues...!

—¡Estás celoso, por eso lo dices!, ¡quieres que no estemos juntos! —confesé, le dije exactamente lo que Pietro me había dicho, su actitud me demostró que era cierto lo que Pietro me dijo.

—No le creas nada Agustina, por favor —me suplicó, salí de ahí para ir a mi cita con Pietro.

Tristán trató de detenerme, pero no lo logró. Los chicos miraron la escena sin entender lo que había sucedido, entonces salí del edificio. Pedí un taxi y este me llevó a la fuente.

ᴥᴥᴥ

Tristán Dumont

—¡Merde! —exclamé con furia luego de que Agustina escapara.

—¿Tristán que sucedió?, ¿Por qué Agustina se fue asi? —preguntó mi hermano Dylan.

—¿Qué le dijiste ahora? —cuestiona Rose cruzada de brazos. 

—¿Le dijiste algo de Pietro? —siguió por preguntar mi otro hermano Maximo.

—¡Di algo Tristán! —exclamó Colin.

No logré decir nada al principio, pero luego suspiré y empecé a hablar:

—Pietro manipuló a Agustina, está haciendo lo que ya sabíamos que haría —informé.

Les conté lo que Agustina me había mencionado sin querer y por qué de nuestros gritos. Me miraron con ojos furiosos y llenos de ira, todos llegamos a odiar a Pietro, pero ese chico era muy astuto. Si lo delatábamos nos hundiría con cualquier declaración falsa, y se quedaría con la compañía.

Sabíamos que debíamos dejar que se hundiera solo, que cometiera el gran error de dar un paso en falso, aunque no queríamos que hundiera a Agustina, es nuestra amiga y es la chica que amo con todo mi corazón.

—¿Cómo logró convencerla tan fácil? —preguntó Rose.

—Pietro tiene sus métodos, estudió muy bien a Agustina y se tomó su tiempo para atacar —respondió Maximo.

—Dimitri está preocupado, siente que Pietro hará algo más que solo hundirla en ese agujero depresivo del que ya había salido —mencionó Colin.

—Si no hacemos algo pronto, Pietro se saldrá con la suya y seguirá manipulando a Agustina hasta que pierda la vida —opinó Dylan.

—Intenté decirle que no fuera, pero es muy testaruda, mientras más le advirtamos, más logrará ser manipulada por Pietro —afirmé yo.

—Entonces tenemos que actuar ya, antes de que pase algo mucho peor —apareció una voz.

Diego, el hermano mayor de Alex.

—¿Tú que haces aquí? —preguntó Colin desconcertado.

Ignoró por un momento a Colin para luego sentarse sobre uno de los muebles que estaban a nuestro alrededor. Lo vimos muy cómodo y nos sorprendió la confianza que tomó cuando empezó a trabajar en la compañía. Nos miró y dijo lo siguiente:

—Ya lo sé todo sobre Pietro. Dimitri se encargó de informarme, ya que soy nuevo y no quería que yo también cayera en su trampa —sonrió con sarcasmo y colocó los antebrazos a los costados del mueble.

—¿Por qué no me lo dijo? —preguntó Colin otra vez, siendo ignorado nuevamente por el español, quien dirigió su mirada a mí.

—Será mejor que actúen rápido, Pietro podría estar planeando la manera de destruir la compañía y dejarla en quiebra, mientras que ustedes están aquí sin hacer nada —tiene un buen punto.

Lo miramos desconcertados, él se mostró frío y distante, nada comparado con Alex.

—Por cierto, Dimitri no sabe callarse, además pensó que era mejor que yo supiera esto —respondió luego de varios minutos la pregunta de Colin.

—Genial, mi hermano es un completo idiota —suspiró el rubio —. Lo tenemos bajo control, ¿ok?

 —Si claro, pero... Por desgracia no es asi, Agustina esta "bajo el control" de Pietro y eso es un gran problema —respondió este haciendo énfasis.

Nadie dijo ni una sola palabra, todos nos quedamos paralizados en ese mismo instante. No sabíamos si confiar en Diego o no, pero si sabíamos que él honraría la memoria de su hermano.

Agustina no sabía con quién se estaba involucrando, asi que ya era hora de decirle la verdad sobre Pietro.

¿Cuándo se lo diríamos?

Ni idea, necesitábamos las suficientes pruebas primero para convencerla de que Pietro es un hombre peligroso, un hombre que tenía que ir a la cárcel por todas las cosas que ha hecho.

Pero ya era tarde, Agustina cayó en ese agujero y no pude evitarlo, aunque lo intentara una y otra vez, ella siempre estaría en el borde de ese gran agujero, lo único que no voy a dejar que pase es que caiga en el agujero de la muerte misma.

Nunca la dejaré caer ahí.

Jamás.

Lo prometo.

ᴥᴥᴥ

Agustina Monnier

Tristán es un idiota.

¿Cómo puede decir esas cosas de Pietro?

¿En serio estaba tan celoso como para decir esas cosas sin sentido?

Tal vez no lo conozca lo suficiente; sin embargo, sé que él jamás me haría algo malo. Es increíble, ya perdí a mi mejor amigo y ahora Tristán me quiere alejar de Pietro, no lo entiendo. Pietro tenía razón, él está obsesionado conmigo y piensa que alejándome de Pietro va a conseguir que yo siga a su lado. Está enfermo si piensa que lo va a lograr.

Ya había llegado a la fuente, me bajé del taxi y vi que Pietro estaba allí esperándome. Se veía cada vez más guapo de lo que ya era, sus ojos verdes brillaban con intensidad. Llevaba su traje de chico malo; chaqueta de cuero negra con el símbolo de la pandilla Romanos Servi; pañuelo en la cabeza; guantes de cuero negro; pantalones negros, zapatos negros y camiseta blanca. El típico estereotipo de chico rudo.

Me fascinaba su aspecto.

Estábamos sentados en uno de los bancos que se ubicaban a centímetros de la fuente. El sol se ocultaba, mientras que el cielo se pintaba de un color rojo intenso con unas pinceladas anaranjadas, era una hermosa vista. 

—Agustina... —Pietro rompió el cálido silencio que teníamos desde hace horas, fruncí ligeramente el ceño y este prosiguió —. ¿Quieres ir a mi casa?, papá no está asi que... Quisiera mostrarte algo...

Dude al principio, lo pensé y asentí. Nos dirigimos a su motocicleta, subimos a esta, Pietro aceleró y nos fuimos.

Su casa era como la de los Pierre, pero con más adornos italianos, en el ambiente se sentía esa vibra italiana que siempre emanaba Pietro cada vez que me lo encontraba en algún sitio. Todo estaba perfectamente organizado y limpio.

Pietro y yo nos dirigimos a su habitación y este tenía un balcón, se veía toda la ciudad, la cual era iluminada por las luces de las otras casas que había alrededor. Contemplé con mucha atención esa maravillosa vista. De pronto, Pietro sirvió un poco de vino para ambos, era un vino tinto bastante bueno de reserva del 52, mi padre me dijo que era uno de los vinos más fuertes.

—Quiero hacer un brindis —mencionó Pietro —. Por una nueva vida para nosotros dos, argentina.

—Por Alex, y por estar aquí a tu lado —chocamos nuestras copas y bebimos de estas.

El alcohol empezó a hacer efecto.

No contuve las ganas que tenía de que Pietro me besara otra vez. Fue como si hubiese leído mi mente y en un instante empezamos a besarnos.

Este beso no era tierno, ni suave, era salvaje y apasionado, como si nuestros cuerpos esperaban este preciso momento, como si nos necesitábamos desde hace muchos años. Él empezó a acariciar mi cuerpo y también a besar mi cuello, reprimí gemidos para evitar llamar la atención de la servidumbre y no tengan que escucharme. Pietro volvió a besarme, me levantó y yo rodeé su torso con mis piernas alrededor de su cintura. Caímos encima de la cama, él se quitó la chaqueta con ferocidad y me despojó el vestido con mucha agresividad.

En ese momento no sabía lo que hacía. Debí escuchar a Tristán, debí hacerle caso, pero... Era muy ingenua para entender la malicia de los hombres y aún más cuando se trataba de Pietro Russo.

Desgraciadamente, el ser humano es —por naturaleza— un ser malvado y destructivo, eso fue lo que entendí cuando pasó todo. No falta mucho para que lo entiendan. 

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