Todo tiene un final...

 Narrador Omnisciente

Salvar a las personas es un acto digno de bondad y empatía que no todos los humanos poseemos. Algunos solo pensamos en nosotros mismos porque no nos importa la vida de las personas que viven en nuestro entorno. Pero ellos no son así. Ellos se han apoyado entre sí desde muy pequeños hasta el final.

Hasta el día de sus muertes.

Hoy es el día que más unidos deben de estar.

Es hoy, es hoy. ¿Y qué día es hoy?

Escríbanlo en sus libretas y recuérdenlo como una fecha de celebración.

11 de julio de 2000.

El día en que la mafia italiana cayó ante los pies de unos chicos que eran adolescentes en el pasado, pero ahora son adultos dispuestos a hacer arder a aquel que les haga daño.

Disparos.

Vidrio quebrado.

Gritos de mujeres huyendo, despavoridas de la mansión, desnudas y siendo cubiertas por los soldados para llevarlas a zona segura. Una mujer, de cabellos castaños y ojos azules, siendo arrastrada hacia la parte de atrás de la mansión Lombardo.

Soldados de la Interpol persiguiendo al italiano que tiene atrapada a esa mujer con mirada hipnótica. Y...

—¡No hay salida Pietro! —Tristán logra seguirlo hasta un callejón sin salida —. ¡Suelta a Agustina!

El italiano se encuentra ahora en una encrucijada, mientras que la ojiazul solloza por la desesperación y angustia. El francés trata de mantener la compostura, pero cada minuto que pasa, es un minuto más en la que su paciencia se va acabando poco a poco.

—¡Atrás o la mato! —amenaza Pietro sabiendo que el punto débil del francés es la argentina castaña.

—¡Pietro, suéltame! —suplicó la argentina sollozando.

—¡Jamás! ¡Tú jamás te irás! ¡No dejaré que nadie te tenga!, y si yo no puedo tenerte... —quita el seguro del revólver —... ¡Nadie te tendrá, Tina!

—¡Estás enfermo!

Un disparo certero.

Uno que acabó con el suplicio.

Uno que acabó con la tortura de la mujer.

Uno que logró dar con la muerte de aquel italiano que nos había engañado a todos.

Un disparo que enorgullece a nuestro español fallecido a causa de aquel italiano.

Acto seguido, la argentina cae al suelo, asustada con los ojos cerrados, tratando de canalizar el dolor que siente, ya que no sabe si el disparo llegó hasta su amado o hasta el italiano.

—Agustina... —el francés se inclina hacia ella para abrazarla, pero la castaña se mantiene en su misma posición esperando a que todo sea un mal sueño.

—¿Todo acabó? —pregunta sollozando al no poder creer que su amado la haya sacado de ese agujero tóxico en donde había caído.

—Sí, ya todo acabó...

Y así, es como termina lo que todos pensábamos que se volvería eterno.

El cuerpo del italiano yacía en el suelo rocoso con su arma en mano y la cabeza estática con los ojos abiertos y sin vida, una bala en su cabeza de la cual brotaba sangre espesa y la pólvora del arma se deslizaba desde el cañón hasta el suelo ensuciándolo de aquel polvillo negro.

ᴥᴥᴥ

Lyon – Francia

La sensación de que puedes volver a respirar aire puro es un sentimiento indescriptible a la hora de terminar algo que empezaste con el pie equivocado. Ese error trae consecuencias y esas consecuencias se vuelven en problemas, esos problemas se vuelven en catástrofes y esas catástrofes se convierten en caos.

Caos que no sabemos si podrían llegar a su fin, años después.

En la mansión de los Dumont, se encontraban los herederos de aquellos adultos que lograron su cometido, la menor de la familia Pierre estaba atenta en la puerta, esperando la llegada de su mejor amiga, a quien no veía por más de treinta años.

—Va a llegar, madre, ya lo verás —la tranquiliza su hija Lys, por la ansiedad que emanaba.

La rubia no dijo nada, solo se quedó callada manteniendo su atención en la puerta hasta qué...

La puerta de la mansión fue abierta por Tristán, pero la rubia solo fija su mirada en la castaña que estaba entrando en la casa, envuelta en una tela de algodón bastante cómoda para cubrir sus heridas y su vulnerabilidad. Se abalanzó sobre la argentina uniéndose a ella en medio de un abrazo lleno de felicidad, amor y cariño, después de todo lo que han tenido que pasar.

—Pardonnez-moi de n'avoir rien fait. Je ne voulais pas que tu passes par là, pardonne-moi... —suplica la rubia con las lágrimas en sus mejillas.

<<Perdóname por no hacer nada. No quería que pasaras por esto, perdóname...>>

—Pardonne-moi. Laisse ce monstre te torturer et je ne pourrais rien faire. C'est le moins que je puisse faire pour vous et vos enfants... —respondió la argentina.

<<Perdóname por dejar que ese monstruo te torturará y no poder hacer nada. Es lo menos que puedo hacer por ti y tus hijos...>>.

—Ahora estás en casa... —se separó de la ojiazul para mirar a todos sus amigos —. Todos están en casa y ya todo terminó...

Se tomaron de las manos, dispuestos a seguir con sus vidas, sin problemas, sin caos, sin muertes, sin mafias y no menos importante... Sin Pietro Russo.

Todo en algún momento de nuestras vidas tiene un final.

Todo tiene un cierre, y este era el cierre que ellos necesitaban para seguir adelante con los pocos años de vida que les quedan.

Sus vidas ya fueron lo más largas, fueron las más intensas. Sufrieron, lloraron, fueron torturados hasta el cansancio, pero solo falta una cosa de la cual no se han percatado.

Una criatura.

Una inocente criatura que vive en el estómago de la castaña. Una criatura que puede ser el heredero de una gran organización, pero también de un gran corazón.

Un heredero que no ha nacido, pero que tiene un padre fallecido.

Qué ironía de la vida.

Mientras unos están siendo encarcelados por sus crímenes, otros están siendo fusilados por haber sido las peores bestias de esta tierra. Las bestias más despiadadas de toda la existencia.

Como diría el difunto italiano:

Que Pietro se apiade de sus almas...