Capítulo 45
Sueños...
25 de agosto de 1990
Verona – Italia
Agustina Monnier
No sé qué día es.
No sé en qué año estamos.
No sé nada desde que me metieron a la fuerza a esta maldita cueva, en donde hay muchas más mujeres que han perdido la noción del tiempo desde que las secuestraron o engañaron con palabras bonitas.
Me he dado cuenta de que los hombres solo te usan, te engañan y te convencen con palabras bonitas para enredarte entre sus redes hasta sentir que tienen el poder sobre ti. He estado viviendo en una sociedad machista todos estos años y no me había percatado de ello.
—¿Sos de argentina? —una mujer que ronda los treinta años se me acerca a entablar una conversación, mientras yo sigo abrazando mis piernas en el suelo.
—¿Por qué la pregunta?
—Curiosidad —me pongo a la defensiva, ya que en estos momentos, estoy muy sensible por todas las cosas que han pasado los últimos años —. No te asustes, no te haré daño, al menos no como ellos.
La miro a los ojos notando sinceridad y seguridad en su forma de expresarse. Tal vez no debo ser tan hostil con ella.
—Mitad argentina —digo respondiendo su anterior pregunta —. Nací en Francia, pero tengo raíces argentinas.
—Entiendo —me extiende su mano, lo cual me confunde un poco —. Cristina Fernández.
Dudo unos momentos de si responderle o no hasta que mi consciencia me regaña por querer ser tan grosera con ella. Al final, terminamos uniendo nuestras manos por medio de un saludo.
—Agustina Monnier.
—Bien, ¿Hace cuanto estás aquí? —su pregunta me inquieta un poco. Sé que han llegado a pasar años, pero ya ni siquiera sé en qué fecha estamos.
—Hace veinte años, creo —respondo insegura.
—Vaya, eres antigua aquí —asiento con la cabeza —. Yo llevo dos años aquí.
—Lo lamento.
—Descuida, después de todo, yo me metí en esto por mi cuenta —saca un cigarrillo y enciende este con un encendedor de oro —. ¿Tú por qué estás aquí?
—No quisiera hablar de eso —evado la pregunta y creo que ella lo ha notado.
—Creo que ya lo sé —mi corazón se acelera en ese momento —. Eres hermosa y creo que te secuestraron y ahora eres la mercancía favorita del jefe, ¿me equivoco?
No quiero decirle la verdad, si se lo digo podría armar un caos total frente a las demás mujeres, podrían a hacerme daño si llegan a saber que fui la dama de la mafia italiana y ahora estoy aquí. Podrían matarme y eso no está en mis planes en este momento.
—Sí, lo descubriste —finjo sorpresa por su deducción errónea.
—La mayoría de estas mujeres pasaron por eso, pero no se han llegado a convertir en la mercancía favorita del jefe —la examino con cuidado, hay algo en su afirmación que no encaja.
—¿Descubriste toda esa información en tan solo dos años?
—Si —afirma —. Vivir en una cueva por dos años hace que el tiempo se vuelva lento y tedioso, si solo te quedas allí sentada. Además, logré saber las razones por las cuales todas estas mujeres están aquí, excepto...
—¿Quién?
—Tú —me congelo por unos minutos —. Te he estado vigilando desde la distancia. No hablas con ninguna de estas mujeres, eres como un humano aislado del mundo que conoce, para tratar de tener paz interior en su corazón para que no entres en una crisis nerviosa. Y a su vez, has sido la única mujer que han llevado a las habitaciones de los jefes, supongo que para satisfacer sus necesidades.
Esta mujer ya me dio mala espina, porque no me gusta la idea de que ha estado vigilándome desde hace dos años en el primer momento en que llegó. Parece buena persona, pero recordé que no debo confiar en nadie.
No ahora.
—Me has descubierto —finjo sorpresa.
—Es un don —dice airosa por su "habilidad" —. Antes trabajaba como psiquiatra en una clínica de Buenos Aires, pero luego, me despidieron por un malentendido, así que, aquí estoy.
—Lo siento mucho —esta mujer es como un libro abierto. No entiendo cómo puede confiar su vida a alguien como yo sin siquiera pensarlo dos veces.
ᴥᴥᴥ
Unas voces llegan a mi cabeza.
Era la voz de Alex.
¿Es real? ¿Estoy volviéndome loca? ¿Qué sucede?
—Tina...
—¿Alex?
—Léelo, por favor —me pide.
—¿Leer? ¿Qué debo leer? —le pregunto confundida.
—Debes leerlo, debes saber la verdad...
—¿De qué hablas?
—Léelo... —el cuerpo de Alex, poco a poco, se fue alejando de mí.
—¡Alex, no te vayas! —grité entre sollozos tratando de evitar que se vaya, pero es inútil porque ya se había ido —. ¡Alex!
Desperté sobresaltada en aquel frío suelo que ahora odio con todas mis fuerzas como nunca había odiado algo. La mano de alguien me hace estremecer, volteo y veo que es Cristina.
—¿Estás bien?
—Sí —respondo cortante y sin ánimos de que me pregunte sobre lo que acaba de ocurrir.
Un hombre se acerca a nosotras y me tomó del brazo con brusquedad. Me saca de la cueva para llevarme a una de las habitaciones, me empuja para que entre a esta y veo una figura masculina que me parece muy familiar a la distancia, se da la vuelta y...
—Hola, Agustina —me saluda con respeto mirándome a los ojos.
—Monsieur Pavel —respondo a su saludo con el mismo respeto.
—Creo que no vine en un buen momento —me mira de arriba abajo sin descaro.
—Creo que nunca será un buen momento —respondo.
—Sé sobre la trampa que hizo en contra de su esposo —era de esperarse.
—Exesposo, nos divorciamos hace diez años —corrijo.
—Claro, su exesposo —se pasea por la habitación con las manos en los bolsillos.
—¿Necesita algo más, Monsieur Pavel?
—A usted, señorita Monnier —me tenso por su respuesta —. Pero no para lo que usted se imagina, sino para cosas más interesantes.
—¿A qué se refiere?
—Necesito que me ayude a derrocar a Pietro.
—Está loco —respondo sin pensarlo —. Pietro Russo, es uno de los criminales más difíciles de eliminar.
—Dicen que los locos se convierten en los más sensatos —responde con sarcasmo —. Además, ese es su tipo, ¿no?
—No lo ayudaré —alego con furia —. No pienso seguir estando dentro de las mafias, estoy cansada de eso.
—Y yo estoy cansado de su incompetencia, señorita —me reprende —. Esta es la única oportunidad que tiene para enmendar sus errores y salir con la suya de una vez por todas.
—No lo pienso ayudar, Monsieur Pavel —objeto —. Lo siento.
Giro mi cuerpo hacia la puerta, me quiero ir de aquí. Siento como un arma es activada y colocada en mi sien, no soy capaz de voltearme, pero lo hago para ver como el ruso se divierte con mi inestabilidad.
—No quisiera tener gastar mis balas en usted, señorita —su mirada penetra nada centímetro de mi cuerpo —. Pero no puedo arriesgarme, sé que su familia se está quedando en Lyon y que la Interpol la busca.
Mi cuerpo se congela, ¿como lo...?
—No soy tan imbécil, sé quién es quién en este negocio —sonríe con malicia —. Así que, le daré un consejo —se acerca a mí para susurrarme algo al oído.
Su respiración golpea mi oreja, su consejo se cruza por mi mente, no puedo evitar soltar una lágrima y por último, se va dejándome aún más desdichada.
Creo que, ahora, me siento peor que antes.
ᴥᴥᴥ
3 de septiembre de 1990
Estaba en la habitación de Giovanni, viéndolo dormir como si fuera un hombre común y corriente, quien nunca mataría ni a una mosca. Su respiración es tranquila, su piel se ve más clara por la de la mañana y su boca...
—¿Por qué me miras tanto, Tina? —pronuncia sacándome de mis pensamientos lascivos.
—Te ves tan puro cuando duermes, que quise ver tal imagen para jamás sacarla de mi mente —mis palabras hacen que abra los ojos y es ahí donde me choco contra el mundo una vez más.
Él es un ser cruel y despiadado que está rodeado de demonios constantemente. Él es malo, al igual que su sobrino o incluso peor que. Me metí con él para lograr mi objetivo y, aunque lo logré, no puedo evitar seguir aferrada a la idea de que su obsesión por mí no es eso, sino amor. Pero sus ojos solo me muestran caos, poder, destrucción, muerte, sangre; y todo lo malo que existe en el mundo.
—Cuando te miro —empieza con sus lindas palabras de las mañanas, cuando terminamos de tener sexo la noche anterior —, veo a una mujer fuerte, pero se deja llevar por las apariencias. ¿Quién te puede asegurar que yo no estoy engañándote para hacerte caer con tu trampa ante los pies de mi sobrino?, ¿Quién te puede asegurar que no pienso matarte cuando descubra tus planes?
Lo pensé.
Claro que lo pensé.
Pero durante todos estos años que hemos estado manteniendo una relación a escondidas de Pietro, puedo confirmar, que no está obsesionado conmigo, sino que se ha enamorado perdidamente de una mujer que podría ser su hija. Sus acciones me lo han confirmado, sus palabras siempre han sido sinceras y debo admitir que, nunca pensé que él tuviera ese lado tierno y amoroso con nadie.
Me inclino ligeramente para unir mis labios con los suyos, me siento a horcajadas sobre él y me separo para verlo a los ojos.
—Porque confío en lo que sientes por mí —creo que de ahora en adelante debo conseguir un trabajo como actriz —. Me has dejado ver tu verdadero rostro y es este. Me amas, tanto como, yo te amo a ti.
Las mentiras se han vuelto mi mejor virtud en este tipo de situaciones.
Se abalanza sobre mis labios y nos hundimos en un beso lujurioso y caliente. Baja su mano derecha poco a poco hacia mi entrepierna y luego...
Un gemido sale de mi boca, dejando a todas las mujeres atónitas por la intensidad del grito. Me sonrojé por el momento tan incómodo, así que me encogí en mi sitio, todavía más avergonzada, por haber hecho algo tan... ridículo.
—Hey, ¿acaso estabas soñando con un hombre guapo? —me pregunta Cristina, quien, al parecer, no deja de estar a mi lado todo el tiempo.
—Algo así —respondo sonrojada.
—¿Quién era? —la miro extrañada por la pregunta —. Tranquila, no le diré a nadie.
Dudo un poco de si debo responderle o no, pero ya nada de eso importa sabiendo que ese hombre con el que tuve un sueño erótico ya está muerto y su cuerpo aún debe yacer en el suelo de su antigua habitación.
—Giovanni Russo...
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