Capítulo 42
Solo terminará con tu muerte
Lyon – Francia
Tristán Dumont
Llegamos a la mansión de mi familia en Lyon.
Rose nos recibió con un almuerzo delicioso que se podía oler desde la puerta de la mansión, los chicos estaban bien vestidos esperando en la sala para recibirnos a todos con unas hermosas sonrisas. Como quisiera que Agustina los conociera o pudiéramos tener hijos asi de encantadores como ellos.
—Bienvenidos a casa —pronuncian al unísono provocando ligeras sonrisas en nuestros rostros.
Los mellizos, Rolan y Lys se acercan a darle un fuerte abrazo a sus abuelos Pierre y Dumont, quienes los llenan de muchos besos. El hijo adoptivo de Dimitri y Diego está parado un poco dudoso de que alguien lo acepte como parte de la familia, y la dulce Alice, está contenta de ver a sus padres otra vez.
—Por favor, todos vayan al comedor, la cena ya está servida —nos informa Rose.
Vamos al comedor en donde está servida la comida favorita de los Pierre y los Dumont. Hoy es un día algo melancólico porque dentro de dos días será el momento más triste para todos.
—Alice, dile a tus padres lo que te enseñó tu tutor esta mañana —menciona Rose al momento en que empezamos a degustar la comida.
—Claro, tía Rose.
Alice, es la hija de Clara y Maximo.
La tuvieron en el setenta seis, luego de haberse casado. Su nacimiento no pudo ser celebrado como se hubiese querido, pero se hizo una pequeña reunión entre nosotros para detallarla con detenimiento.
Tiene cabello cobrizo con algunos mechones castaños; sus ojos son de un color verde grisáceos, destacando la combinación de los dos colores de ojos de sus padres; es de cuerpo pequeño, ya que tiene catorce años de edad, a punto de convertirse en una mujer.
—El Sr. Charpentier, me ha enseñado como diagnosticar diferentes tipos de amnesia —menciona.
—¿Eso no es un tema muy avanzado? —inquiere Clara.
—El Sr. Charpentier cree que entiendo esos temas avanzados, ya que descubrió en mí, una mente brillante —dice airosa por el cumplido que le hizo su tutor.
—Ya lo creo, muy bien hecho hija mía —la felicita Maximo.
—Creo que solo lo hizo porque le insististe más de media hora para que admitiera que eres inteligente —alega el hijo de Dimitri para fastidiar a su amiga Alice.
—Estás celoso.
Dominique, el hijo adoptivo de Diego y Dimitri, tiene la misma edad de Alice.
Lo interesante es que el chico tiene casi los mismos rasgos de Diego, es todo un Molina. Es como si el pequeño infante fuera la réplica exacta de Alex cuando era joven. Tiene su cabello, sus ojos, pero tiene la misma personalidad de Diego; es frío, severo, calculador y solo se muestra amable con nosotros y la pequeña Alice.
Diego y Dimitri nos habían contado que, cuando lo adoptaron, sintieron que podían llegar a sentirse cerca de Alex por medio de él, así que le pusieron un nombre que Alex ya había planeado usar por si llegaba a tener un hijo con alguien y ese nombre era Dominique.
—No estoy celoso, solo que no puedo entender como el Sr. Charpentier podría soportarte si yo no te soporto del todo —confiesa Dominique, mientras sigue comiendo.
—Domi, no seas hostil con Alice —lo recrimina Dimitri.
—Désolé, pere —se disculpa el pequeño Pierre.
Horas más tarde, todos estamos en la sala principal escuchando como los niños nos cuentan de sus últimas anécdotas estudiando en Lyon. Sus padres tuvieron que inscribirlos en escuelas privadas para que llevaran una vida normal dentro de lo que cabe en toda esta situación. Lys y Rolan se han destacado en su clase como los mejores estudiantes de su grado, son todo un orgullo para sus padres.
—Tío Tristán —la voz de Lys me saca de mis pensamientos y le dedico una sonrisa —. ¿Cuándo tendremos el honor de conocer a la tía Agustina?
Cierto.
Ellos nos saben nada de lo sucedido con Agustina.
Solo saben lo que les contamos; les tuvimos que decir, que Agustina se encontraba trabajando en una campaña publicitaria en Nueva York para mejorar la imagen de la compañía, que ha conseguido contratos muy buenos que nos beneficiarían a todos y que no ha podido regresar gracias a que está recorriendo el mundo para ser la cara de la compañía.
—Sí. ¿Cuándo llegará de su viaje de negocios? —inquiere la pequeña Alice.
—Niños, creo que lo mejor será que vayan a arriba —les pide mi madre a sus nietos.
—Obedezcan a su abuela, niños —les dice mi padre, severo como de costumbre.
Los chicos se van a regañadientes, dejándonos a todos absortos por el silencio sepulcral que nos invade en tan solo unos segundos.
—De acuerdo, quiero saber qué sucede —exige Rose, preocupada al ver nuestras expresiones.
Diego empieza a contarle todo y también le enseña la grabación, provocando un mar de lágrimas en sus ojos avellanas. Me duele tener que oír esa grabación por segunda vez porque no puedo imaginarme a Agustina siendo torturada por ese monstruo. Quiero ayudarla, quiero estar con ella, quiero salvarla...
Pero no puedo actuar.
No ahora.
Si no dentro de un tiempo, cuando estemos seguros de que Pietro no intentará escapar de nuestro radar.
ᴥᴥᴥ
Verona – Italia
Agustina Monnier
La sensación de estar ahogándome en agua me hace despertarme bruscamente. Empiezo a toser por el agua que entró a mi boca y a mis fosas nasales haciendo que casi no respire. Mi cabello mojado se pega a mi cuello y frente, al igual que mi vestido, el último que usé y el único que usaré porque ya llegó la hora de que mi error sea pagado con mi propia sangre.
—Levántate, el jefe quiere verte —me dice uno de los hombres de Pietro.
Me toma del brazo para sacarme de allí a la fuerza, me tambaleo un poco por la debilidad que siento ahora mismo. Trato de no llorar por todo lo que me ha estado haciendo estos días desde que mató a Giovanni, no me arrepiento de haber engañado a ese desgraciado, pero debo admitir que jamás pensé que Pietro nos descubriría o que al menos me creería a mí.
Al llegar al salón gigante que hay en el refugio, me doy cuenta de que allí están los aliados y socios del italiano. Puedo reconocer perfectamente la sonrisa cínica de Jacquet, al igual que las miradas morbosas que me dedican Valentino y Álvaro.
Esto es más que humillante.
—Boun giorno, Tina —me saluda Pietro burlándose de mi aspecto. Me mantengo callada al respecto porque no miente al burlarse, yo también lo haría —. ¿Ya no eres tan valiente, cierto? ¿Dónde está esa mujer que decía ser una dama?
No digo nada.
Le sostengo la mirada, lo miro con ese desprecio que he reprimido hacia él, lo miro con total repugnancia, como siempre lo he hecho.
—¿Creen que una dama es aquella que le abre las piernas a otro hombre que no es su esposo? —pregunta al aire esperando que sus aliados le respondan.
—Nunca —lo apoya Valentino —. Solo es una más de las mujeres que usamos para tráfico. Una ramera.
—Estoy de acuerdo —lo secunda Jacquet —, y como ramera debería satisfacernos, ¿no lo creen?
—Desde luego —apoya Álvaro.
Se crea un silencio al ver que Pietro no les responde nada. Él me mira expectante por mi reacción, por el miedo que tengo, porque alguno de estos señores osen tocarme.
—Que Jacquet haga los honores —ordena el italiano y los escoltas me obligan a ir a una habitación con Jacquet. Forcejeo en el intento e incluso le suplico a Pietro que no me haga esto, ganándome una bofetada de su parte que me hace arder la mejilla —. No tienes ningún derecho de suplicar porque las rameras como tú, merecen arder en el infierno y una vez que entras en el mío ya no puedes salir, Tina —se acerca para susurrar en mi oído —. Eso debiste pensarlo antes de venir a mí.
—¡Pietro, por favor!
—Que Pietro se apiade de tu alma —brindan todos al unísono haciendo que trate de luchar por mi vida.
—Calma a la fiera por mí, Jacquet —escucho su petición hacia Jacquet y este se ríe de placer.
—Con gusto, Pietro.
Esto es lo más humillante que he tenido que pasar por toda mi vida y mi tortura a penas comienza.
Y como dijo Pietro, mi tortura terminará con mi muerte...
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