Capítulo 37
Alianzas Perpetuas
Roma – Italia
Agustina Monnier
—Señorita Agustina —la voz de uno de los líderes de los demás clanes llamó mi atención al entrar en aquel salón amplio y oscuro con una luz tenue que iluminaba solo el centro de esta con una mesa debajo de esta —. Un placer, soy Pavel Smirnov, líder de la mafia rusa.
Pavel Smirnov.
Como lo llamaría Diego: un magnate de magnates. Siempre ha estado en competencia con Pietro por el lugar del rey de la mafia luego de la muerte de su padre. Claro que, Pietro les demostró a los clanes quién tenía más razones para ser el rey. Su cabello es de un rubio oscuro, largo y bien peinado hacia atrás; su barba es del mismo color, sus ojos son de un azul, un tono más oscuro que los míos; su cuerpo estaba cubierto por un traje elegante de color negro y sus manos estaban llenas de diferentes anillos que miraba sin vergüenza alguna.
—Son impresionantes, ¿cierto? —la voz de Pavel me saca de mi trance, de fascinación por los anillos.
—Desolé —me disculpé ante mi imprudencia y este sonrió.
—Vaya, una francesa —el ruso miró a ver a un hombre que estaba parado en una esquina de la habitación en la oscuridad —. Parece que no eres el único francés aquí, Félix.
Mi cuerpo se tensó al escuchar el nombre de Jacquet. No podía ser él, ¿o sí? Como respuesta a mi pregunta, el hombre se acercó a la luz para mostrar su malévolo rostro.
Félix Jacquet.
—Rendez-vous a Nouveau, Miss Agustina —su aspecto estaba bien, por así decirlo. Su cabello azabache bien peinado, su piel pálida tenía unos que otros moretones y sus ojos marrones penetrantes llenos de odio se posaban sobre mí con desprecio, esto hizo que Giovanni se interpusiera entre nuestras miradas.
<<Nos vemos de nuevo, señorita Agustina>>.
—Me alegra que estés bien, Jacquet —le respondo con total sinceridad, luego de haber visto el odio en sus orbes cafés.
—Vaya, por lo visto, ustedes ya se conocen —menciona el ruso.
—Solo un poco —le responde Félix.
—Bueno, veo que ya conoces al líder de la mafia francesa.
—No tenía idea, realmente, solo lo conocí por unos días —le respondo y miro a Jacquet como él lo hacía conmigo.
—Empecemos la reunión, Pietro no tardará en llegar de Inglaterra —nos avisa Giovanni.
Varios líderes de los clanes se presentaron ante mí por ser la Dama de la Mafia. La reunión se llevó a cabo con distintos puntos que se necesitaban resolver. Parece que la distracción está funcionando, ya que por lo que me han dicho, la Interpol les está pisando los talones a los demás líderes y entre ellos, Pietro.
Mi yo interior está muy contenta de saber que el plan está funcionando, pero la ficha del ajedrez principal no ha caído del todo. Jacquet sigue lanzándome miradas llenas de desprecio constantemente, algo que, por lo visto, a Giovanni no le agrada.
—Creo que Agustina debería hablarnos de los planes que tiene Pietro sobre como atacar a la Interpol —Jacquet habla paralizándome con lo que acaba de decir —. ¿O no te lo ha dicho?
—No —le respondo sin pensarlo —. No lo ha hecho, pero sus razones tendrá, ¿No crees, Jacquet?, tengo entendido que jamás te decía de sus planes para contigo cuando estabas en Francia, ¿cierto?
Jacquet estaba a punto de refutar y, no sé por qué, pero me sentí victoriosa al enfrentarlo con astucia. Giovanni lo interrumpió diciendo lo siguiente:
—Creo que se te olvida que Pietro es receloso con sus cosas.
—No se me olvida, Giovanni —responde Félix mirándome fijamente —. En realidad, jamás se me olvida las veces que lo ayudé y él solo me daba la espalda cuando lo necesitaba.
—Bueno, todos sabemos lo dependiente que eres de los demás, Félix —se burla Giovanni controlando la actitud altanera del francés.
—Solo me gusta saber con quién puedo contar y con quién no —objeta el francés —. ¿Puedo contar con la Srta. Agustina para cualquier cosa que necesite?
—Solo si Pietro lo cree conveniente —le responde Giovanni.
—Supongo que si se podría, Jacquet —respondo, contradiciendo al tío del italiano—. Si algún día quisiera tener algo que ver contigo.
Este me mira con desprecio y aun recuerdo cuando estuvo a punto de matar a Tristán.
¿Arriesgó su puesto en la mafia, por su familia y su alianza con Pietro?
Sentí algo de lástima por él, pero no me podía permitir tener compasión con toda esta gente, luego de saber todo el daño que le han causado a personas inocentes.
—La reunión ha terminado —avisa Giovanni y todos nos levantamos.
Antes de salir, una mano me toma del brazo con fuerza haciendo que mi cuerpo se tense.
—Madame Agustina, quisiera hablar con usted —me pide Jacquet —. A solas, si es posible.
Dudo por un instante su petición. Giovanni me da una mirada intimidante, pero asiento ante el pedido del francés, nos dirigimos hacia un pasillo en donde no había absolutamente nadie, solo había un silencio sepulcral. De repente, Jacquet me presiona contra la pared inmovilizándome por completo y coloca una navaja en mi cuello rozando con mi piel caucásica.
La acción me hace palidecer de inmediato, provocando que mi cuerpo empiece a temblar por el temor que le tengo a este hombre desde el día en que intentó matar a Tristán.
Acerca su nariz a mi cuello para absorber mi aroma y entonces, siento algo duro, rozar contra mi entrepierna. Me causa náuseas el momento y desvío la mirada hacia otro lado evitando que una lágrima salga de mis ojos.
—Hacía mucho tiempo que necesitaba oler tu fragancia —confiesa embelesado con mi aroma.
—Suéltame —le ordeno con voz firme.
—No —se niega a soltarme y mi forcejeo solo hace que apriete con más fuerza mis manos contra la pared —. Tal vez seas la Dama de la mafia, pero eso no te convierte en una mujer inalcanzable para los líderes de los demás clanes, Agustina
—Te he dicho que me sueltes, Jacquet —reitero, enojada.
—¿O qué? —se burla en mi cara —. Eres una chiquilla asustada que solo es digna de ser el juguete sexual de todos los hombres de la mafia.
—¡Suéltame! —le grito y mi voz cada vez suena más débil, pero él no cede —. ¡Que me sueltes!
De pronto, Giovanni aparece en la escena golpeando a Jacquet en el rostro. El francés termina en el piso totalmente adolorido por el golpe.
—Cuando la dama de la mafia te ordene algo, debes cumplirlo —recita Giovanni acomodándose su traje que se arrugó por la acción —. ¿O quieres ser fusilado por el mismísimo Pietro?
—No —responde Jacquet entre dientes.
—Espero que esto no vuelva a ocurrir.
Y con eso, nos vamos del lugar. Subimos a la limusina y, al llegar a la capilla, entramos como si nada hubiese pasado allí adentro. Pietro nos espera en el cónclave con una expresión seria y furiosa. Parece que ya le informaron lo que ocurrió.
—¿Qué sucedió? —preguntó con un tono preocupado y furioso.
—Jacquet agredió a tu novia —le informa Giovanni y yo bajo la cabeza un poco apenada —. La tenía acorralada con una navaja en uno de los pasillos —me mira por unos sgundos, sin mostrar expresión alguna —. Por suerte llegué a tiempo, antes de que pudiera hacerle algo más o peor.
—Grazie.
—Te espero en tu despacho —el viejo se va dejándonos a Pietro y a mí, completamente solos, sumidos en un silencio incómodo.
La pregunta que quería hacerle a Pietro vuela por mi cabeza desde que llegué a esa organización y rompo ese silencio sin tener miedo de lo que pueda pasar.
—¿Por qué Jacquet estaba allí? —le pregunto y este solo me mira —. Sé que es el líder de la mafia francesa, pero lo que no entiendo es, ¿Qué asuntos tiene con la mafia italiana?
—Tenemos una especie de alianza —me explica fastidiado de hablar sobre el francés —. Tuve que obligarlo a que aceptara, ya que, se negaba rotundamente. Su familia era su punto débil y me encargué de ellos para que aceptara. Su puesto como líder empezaba a tambalearse y gracias a mí, lo conservó, luego de la alianza —hace una pausa —. Está desesperado por conseguir una dama para que la descendencia de su familia no quede en el olvido.
Ahora tenía más sentido el porqué tuvo ese comportamiento para conmigo. Soy francesa legalmente y tal vez...
—Será mejor que vayas a descansar —me dice tomándome de las mejillas con dulzura —. Hiciste un buen trabajo el día de hoy.
—Merci —le agradezco por su cumplido.
Me fui a mi habitación totalmente exhausta por lo que sucedió hoy. Me senté en mi tocador y me quité las joyas de oro que comenzaron a pesarme. La marca de la navaja que Jacquet puso en mi cuello se notaba, pero no fue un corte profundo, al menos.
Un frío abrumador entró a la habitación estremeciéndome con una sensación de escalofrío en el cuerpo. Caminé hacia la puerta del balcón e intenté cerrarlo, pero el viento era abrazador. Había una fuerte tormenta arrasando con la ciudad entera, logré cerrar las puertas y me quedé viendo las puertas siendo empañadas por la lluvia.
Mi único pensamiento hacia esto, fue una sola cosa: debía sobrevivir y enfrentarme ante cualquier situación, dándome mi lugar dentro de la mafia.
Jacquet debe morir, cueste lo que cueste...
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