Capítulo 32
Navidad Tortuosa
24 de diciembre de 1969
Lyon – Francia
Agustina Monnier
Navidad.
Qué extraño.
La Navidad se ha vuelto tan melancólica para mí desde el primer año que pasó todo esto. Antes todo eran risas y juegos, cenas divertidas, muñecos de nieve y besos bajo el muérdago.
Viejos tiempos que volverán algún día, creo...
Estaba viendo como la nieve blanquecina caía desde el cielo y terminaba cubriendo toda la ciudad de Lyon en esta hermosa mañana. Las casas estaban cubiertas de blanco en sus techos y las ventanas estaban empañadas por el frío que había. Las nubes estaban teñidas de un gris que daba inicio a las cortas lluvias de este mes. Mi vista no dejaba de despegarse de la ventana con tristeza hasta que la voz de aquel rubio, invadió mi sentido de la audición.
—Hola —me saluda y en sus manos trajo dos tazas con chocolate caliente y malvaviscos. Se sienta a mi lado y yo acepto una de las tazas —. ¿Cómo te sientes?
—Mejor que estos últimos meses, perdón si los molesté con todo eso —me disculpé
—No tienes que disculparte, estabas procesándolo de la mejor manera posible, Tina —me sonríe.
Estos últimos meses había tenido una muy mala alimentación, me desmayé como unas once veces por no comer casi nada, tenía jaqueca casi todos los días, vomitaba todo lo que comía; me sentía débil física y mentalmente, no hablaba con nadie, no salía de mi habitación y tenía pesadillas todas las noches, así que Dimitri se había ofrecido a dormir en mi habitación para ayudarme con eso.
Habían llamado al profesor Charpentier para que me hiciera diagnóstico y que tratara mi situación, ya que él es un hombre de confianza y nos conoce a todos nosotros; era nuestra mejor opción.
Charpentier me diagnosticó Trastorno Distimico, es un tipo de depresión crónica, en la que los síntomas se manifiestan de forma permanente durante un periodo de tiempo prolongado. Parece que mi depresión es más grave de lo que pensé, pero no me pueden culpar, porque esta situación ha resultado totalmente estresante y no he tenido ánimos de disfrutar nada, ni siquiera el nacimiento de los mellizos.
—Creo que solo estoy empeorando todo —concluí al recordar las veces que entré en mis crisis nerviosas repentinamente.
—No digas eso Agustina, no puedes controlar lo que tu cuerpo te pide que hagas, a veces es imposible hacerlo —me consuela Dimitri.
Imposible.
Esa palabra se volvió tan extraña en el momento en que Dimitri la pronunció, que sentí que la palabra sería más que eso, sería una palabra perjudicial para todo lo que se viene dentro de unos años. Temo que esa palabra me condene a la infelicidad por el resto de mi vida.
Horas después, ya estábamos todos en la gran mesa del comedor.
Mis padres habían llegado a escondidas desde Versalles hasta aquí, sentía alivio de que estuvieran aquí, al igual que los Pierre y los padres de Tristán, puesto que todos estábamos siendo perjudicados por el mismo hombre. La cena se estaba llevando a cabo, pero no como años pasados, sino con melancolía y tristeza; algunos recordaban aquellos viejos tiempos, otros estaban completamente callados, otros jugando con los mellizos y los demás estaban aislados mirando hacia la ventana con nostalgia.
Yo era esa última.
A pesar de que fuera Navidad, no quise permitirme tener una linda cena porque sé que ni Tristán, ni Maximo y Clara lo están pasando bien en esa maldita cárcel mugrienta, llena de asesinos y ladrones que se han educado allí durante toda su vida y nunca han conocido el sentimiento de amor.
Mis padres me insistieron en que volviera a Versalles con ellos y me mantuviera escondida, les dije miles de veces que no porque no podía irme otra vez sabiendo la gravedad de la situación en la que estamos todos. Mis padres no saben sobre el plan que hizo Diego y todos preferimos que se mantenga así hasta que llegue el momento de ejecutarlo.
No me gusta mentirles a mis padres, pero no puedo dejar que ellos cambien todo por querer protegerme y, aunque lo valoro mucho, no quiero dar marcha atrás teniendo en cuenta, que ya tomé una decisión y no puedo retractarme porque sería dañar todo el plan por completo.
ᴥᴥᴥ
Había salido al jardín de la gran casa apreciando como la nieve blanca seguía cayendo. Recordé muchas cosas en ese preciso instante.
Alex...
—Nos vamos a graduar pronto, ¿Por qué no estaríamos felices? —le dije a él con mi acento argentino.
—Es la segunda vez que te veo así de animada, después de que fuiste a Argentina a ver a tu familia latina.
Dimitri, Colin y Rose...
—Señorita Monnier —saluda con mucha amabilidad tomando mi mano para después dejar un ligero y tierno beso en mis nudillos.
—Señor Pierre —respondí con una ligera sonrisa.
—Me alegra que esté aquí y que haya traído a su acompañante —dijo posando su mirada en Alex.
—¿Por qué te sorprende Dimitri?, te dije que no te desharías de mí tan fácilmente —expresó tomando un último trago de su copa con bastante brusquedad.
—Oh, Alex, lo último que quiero es que pienses que querría deshacerme de ti, pronto seremos socios en la compañía y tenemos que dejar a un lado las rivalidades —razona Dimitri sonriendo falsamente en la cara de Alex.
Alex no dijo nada, solo le dio una mirada asesina, sentía que si no cambiaba el tema, él podía llegar a hacerle algo. Cambié de tema rápidamente, preguntándole a Dimitri lo siguiente:
—¿Dónde están Rose y Colin? —pregunté por sus hermanos.
—Rose está con mis padres recibiendo a los invitados, Colin tal vez esté cogiendo con alguna chica del pueblo, nunca llega a tiempo para este tipo de eventos —mencionó con mucha normalidad.
—Por dios Dimitri, no seas irrespetuoso, tal vez no está haciendo nada malo —sugerí yo, intentando calmar mi nerviosismo.
—No conoces a mi hermano, Agustina —me dice con su mirada seria.
—Tal vez mi padre quiere que nos encarguemos de ello lo más rápido posible —aparece la voz de Rose en la conversación —. Hola Agustina. Alex.
—Rose. Me alegra que todos estemos aquí.
—No podría decir lo mismo, después de todo, falta Colin —menciona desconcertada y seria.
—¿Hablando a mis espaldas hermanita? —apareció Colin detrás de Rose, quien volteó ligeramente los ojos.
Dylan...
—Eres como una hermana para nosotros Agustina, siempre te ayudaremos —dijo el día del nacimiento de los mellizos —. Además, tú y Tristán se ven bien juntos.
—Dylan.
—Hablo en serio.
Maximo...
—Nunca voy a ser suficiente para ninguna mujer —concluyó decepcionado, luego de haber visto a Brigitte teniendo relaciones con otro hombre en sus narices.
—Eres más que suficiente y no solo por tu apellido, Maximo; sino por la maravillosa persona en la que te has convertido con el paso de los años —me abraza llorando.
—Gracias Agustina...
Amber...
—Colin y yo nos habíamos peleado hace una semana, antes de que me envenenaran, discutimos por... una tontería, pero esa tontería se convirtió en una rutina agobiante y un tanto aburrida –hizo una pausa —. Quise que tuviésemos un pícnic para tener un tiempo a solas, pero... —nos dio una sonrisa triste —... Se le olvidó. Y cuando estaba en el hospital, me prometió que cambiaría porque no quería volver a perderme; no quería que volviéramos a tener esas peleas y que yo no volviera a desaparecerme como lo hago siempre por lidiar con mis problemas a través de las compras.
Clara...
—Agustina, soy nueva en esto de grupos grandes de amigos, pero... no quiero que pienses que esto es tu culpa, todos cometemos errores y es nuestro deber resolverlos de cualquier forma, así que jamás olvides a la gente que te ha ayudado en todo esto —me hace saber el día después de su cumpleaños cuando sufrió ese atentado.
Tristán...
—Siempre estaré para ti; aunque tú me quieras lejos, siempre estaré cuando más me necesites.
—Yo también; siempre estaré para ti, a pesar de todo...
Cerré mis ojos por un momento y aspiré el aire frío, lo que hizo que mis pulmones ardieran. Caí de rodillas sobre la nieve y me permití llorar y gritar, hasta que pudiera dejar de sentirme tan asqueada de la sola idea de tener que mantener una relación seria y tóxica con Pietro.
No quiero...
No quiero...
—Dios, por favor ayúdame, no quiero hacerlo, no quiero... —le pedí al todopoderoso esperando a que me escuchara.
—Agustina —la voz de Diego invadió mis oídos y no quise levantarme de la nieve —. Agustina, te vas a resfriar, ven conmigo.
No le hice caso, pero algo muy extraño había empezado a pasar, la voz de Diego se fue convirtiendo poco a poco en la voz de Tristán.
—Tina, por favor, ven conmigo —volví mi mirada sobre la suya, pero la sensación de mareo me hacía dudar de que eso fuera real.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté, negándome por completo a que, en serio, fuera real.
Me levanté del suelo nevado y empecé a tratar de caminar, pero... algo no me dejaba, mis pies estaban incrustados en la nieve, el frío era insoportable. Grité y vociferé para que Tristán me ayudara, pero no hacía nada para ayudarme, solo se quedaba allí, observándome.
De pronto, la imagen se volvió borrosa para mí y el rostro de Pietro invadió mi mente. Sus ojos verdes estaban sobre mí con una chispa de querer tocar mi piel, quería vomitar por eso. Me ofreció su mano, la acepté con repulsión y se acercó a mi oído para decirme...
—Rendez-vous en enfer —me susurra al oído.
<<Nos vemos en el infierno>>.
En ese momento, Abro los ojos, desesperada y en medio de una exclamación de horror puro. Estaba sudando frío, me volví un ovillo en la cama y no pude volver a conciliar el sueño después de eso...
Esta ha sido una de las peores torturas que he podido pasar y aún vienen muchas más...
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