Capítulo 28
Lágrimas de Sangre
15 de junio de 1969
Versalles – Francia
Tristán Dumont
—Ok, ahora si empiezo a creer que te estás volviendo loco, hermano —me dice Dylan, Maximo suelta un carcajeo y yo lo aniquilo con la mirada.
Hace unos meses que no se nada de Agustina. Diego nos dejó, porque tenía que "ir a Estados Unidos" para pedir ayuda de la CIA sobre toda esta situación, lo digo entre comillas, ya que su razón para dejarnos no me convenció del todo.
Es 15 de Junio, falta un día para el nacimiento de los mellizos y yo no he podido ver a Agustina.
Estos meses me han servido para estar más a atento a los movimientos de Pietro y, resulta ser, que planea ir a donde se encuentra a Agustina, ¿Por qué?, Diego dice que para él, Agustina ya es digna de llamarse su Dama dentro su mafia de los Siervos Romanos. No voy a dejar que eso suceda, por lo que opto por contarles sobre mi plan a mis hermanos.
Mientras que Rose está en Lyon, tanto Clara como Amber, Colin y Dimitri se fueron para poder ayudarla con el parto, aunque se supone que Dylan por ser el padre tendría que estar allí, pero nos dijo que iría al día siguiente en la madrugada.
—Tristán, ni siquiera cuentas con el armamento suficiente como para enfrentar a Pietro y lograr atraparlo —me recalca Maximo, quien encendió un cigarrillo dentro de la oficina, así que se lo apago con el cenicero que tengo en la mesa y solo hace un gesto de "inocencia" —. Solo digo la verdad, hermano.
—Apoyo a Maximo, no cuentas con nada de esas cosas.
—Tan solo debo decirle al agente Collins que me consiga las mejores armas y a los mejores hombres para poder encarcelarlo —le digo y me siento en mi escritorio quitando a mi hermano menor.
Ambos se paran enfrente de mí y yo no les quito la mirada de encima, así como ellos no la quitan de mí. Nosotros nos entendemos más a través de la mirada, que por palabras. Dylan resopla y le doy una sonrisa victoriosa.
—Está bien, pero ten mucho cuidado —me dice aceptando la idea y yo me limito a asentir —. No podré acompañarte, debo estar vivo para cuando nazcan los mellizos, sino la que me matará, será mi propia esposa de cabello rubio y esos ojazos avellana.
—Definitivamente, no me quisiera casar jamás —menciona Maximo con fastidio y nosotros nos reímos por la babosada que acaba de decir.
—Por favor, Maximo, si estás loquito por esa pelirroja británica —dice Dylan entre carcajadas.
—Son realmente molestos los dos —voltea los ojos y nosotros solo seguimos riendo—, ¿Yo no soy adoptado?
—No.
Decimos Dylan y yo al unísono haciendo que suelte un gruñido de frustración que solo nos causa más risa. Luego de unos minutos, volvemos al tema con total seriedad.
—Entonces, ¿quién más irá contigo? —inquiere Dylan y yo miro directamente a Maximo, a lo que este frunce el ceño confundido e incrédulo de la situación.
—No, no, no, no, yo, no iré —niega incontables veces.
—Si irás —lo contradigo.
—¿Y yo por qué? —protesta.
—Por qué sí y punto.
Suelta una maldición.
—También irá Clara, la necesito allí con Collins.
—De acuerdo, entonces... —hace una pequeña pausa —, tengan mucho cuidado los dos. Llevaré a nuestros padres conmigo a Lyon para que no se queden solos en la mansión.
—De acuerdo —le digo y este se levanta para irse —. Adiós, hermanos.
Nos despedimos y volvemos a nuestros lugares de antes.
Tengo que arriesgarme, si no lo hago, entonces estaríamos perdiendo el maldito tiempo y eso es algo que no tenemos ahora; no sabiendo que, mientras más tiempo tardemos, más tiempo tendrá el italiano para lograr lo que tanto quería.
ᴥᴥᴥ
16 de junio de 1969
Ciudad del Vaticano
Estábamos en la sede de la Interpol en el Vaticano, nos estábamos preparando con todo y armas. Mi hermano menor estaba en un rincón de la sala con su novia pelirroja, quien lo ayudaba a defenderse en caso de sufrir una herida de bala. Clara nos enseñó algo de lo que sabe por su entrenamiento en la Interpol, por eso la escogí para que nos acompañara, porque sé que ella es buena en lo que hace y ha sido una de las mejores agentes de la entidad, según el agente Collins.
—¿Está listo Sr. Dumont? —me pregunta la pelirroja con su traje negro y con un cinturón con dos armas a cada lado de su cintura.
—Sí.
—Vamos a comenzar, necesito que se preparen, esto no puede salir mal —nos mira a mí y a mi hermano y nosotros solo asentimos —. Bien. Hora de irnos, soldados.
Ordena y todos comenzamos a caminar hacia la salida. Caminamos y nos escabullimos entre la multitud para evitar ser vistos por los hombres del italiano. Avanzamos hasta llegar a la parte de atrás de la capilla, los agentes lanza un gancho que llega hasta arriba de la ventana de la oficina de su santidad.
Subo por la cuerda del gancho apoyando mis pies en la pared, Maximo me sigue desde abajo haciendo la misma secuencia de pisadas que yo para evitar caerse. Logró subir a la ventana y mi hermano menor entra después de mí, visualizamos toda la oficina y luego con cuidado nos acercamos a la silueta de un hombre que estaba posado en el balcón del lugar. Saqué, con cautela, la pistola que tenía y le apunté al hombre por la espalda.
—Levante las manos donde pueda verlas, tiene derecho a guardar silencio —le digo, pero, como si fuera en cámara lenta, el hombre saca un arma y le dispara a mi hermano en el hombro —. ¡No!
Exclamo por el enfado y de repente, siento que alguien me golpea en la parte de atrás de la cabeza dejándome completamente inconsciente.
En mi cabeza, empiezo a tener una especie de sueño.
Estoy tras unos barrotes de hierro inoxidable, había un pasillo enfrente de mí que me mostraba la más profunda oscuridad, allí se destacaban dos siluetas: un hombre y una mujer. Reconocí la silueta de la mujer, era el cuerpo de Agustina.
Comencé a gritar su nombre, pero cuando empezó a acercarse a mí, noté que estaba tomando de la mano al hombre que no podía ver muy bien. El azul profundo de los ojos de la argentina me hipnotizó en segundos sin haberme percatado de que el hombre que tenía a su lado era... Pietro.
—No, no, no...
Sacudí la cabeza varias veces negándome a digerir que estaba con ese maldito monstruo. Levanté mi mirada fijándome en los ojos azules de mi amada y veo que está llorando lágrimas de sangre... Su sangre.
—¿Por qué dejaste que me llevara con él? —me pregunta, trato de alcanzarla, pero luego se aparta —. Me dijiste que me amabas...
Llegué a rozar su mejilla con la yema de mis dedos y una gota de su sangre manchó la punta de estos. Pietro mostró su cara hacia la tenue luz que había en ese lugar, dejando ver como sus ojos verdes destacaban en su rostro repulsivo y despreciable. Me dedicó una sonrisa burlona y victoriosa, mientras que Agustina, se mantenía indiferente, al mismo tiempo que, lloraba en silencio.
—Hai perso —me dice en italiano y yo tenso la mandíbula.
<<Has Perdido>>.
Poso mi mirada en Agustina otra vez y sus mejillas están manchadas de sangre que la hacen ver tan vulnerable y sumisa ante Pietro. Veo como el moreno la va arrastrando hacia la infinita oscuridad y me pide ayuda en el forcejeo.
—Laisse tomber! —le grito intentando alcanzar la mano de Agustina, quien la estira para luego enganchar nuestros dedos meñiques con la poca fuerza que teníamos.
<<¡Suéltala!>>.
Le dije algo con los labios que hizo que volviera llorar lágrimas de sangre. Pietro logró llevársela arrastrándola hacia la oscuridad del lugar.
Empecé a llorar sangre también, me di cuenta de que, solo podría salir de ese lugar con sudor, sangre y lágrimas.
Ese sueño fue la combinación específica de todo lo que debía hacer para poder terminar con este círculo interminable y lleno de toxicidad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro