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Capítulo 2

"Romanos Servi" 

Cualquiera de ustedes diría que hasta ahora la historia no tiene mucho sentido por su comienzo, pero les dije que empezaría desde el principio, y el principio es más complicado de lo que parece.

¿Recuerdan cuando el día anterior dije que era un buen día para ir a las entrevistas de admisión?, pues, si lo era, pero no logre ir; hoy iría con mis papás a la Universidad de Versalles a presentarme en la entrevista después de clases, por lo tanto, hoy estaré muy estresada por todas las preguntas que me harán y, aunque estoy nerviosa, Alex siempre hará lo posible por ayudarme a calmar los nervios.

Me levanté al día siguiente, bostecé un largo rato, estaba muy cansada, me había dormido muy tarde, y necesitaba estudiar para el examen de psicología. Me levanté, me fui a duchar, salí de la ducha, me seque y me cambie de ropa, me puse unos pantalones de campana azules, una camisa negra con mangas largas sueltas al final de la muñeca, una cinta negra en mi cabello y zapatillas sencillas de color negro. Tome mi mochila, salí de mi habitación, baje las escaleras y mis papás estaban en la cocina, mi mamá haciendo el desayuno y mi papá leyendo el periódico Le Monde con su taza de café favorita en la mano izquierda y con la derecha sosteniendo el periódico. Estaba leyendo las últimas noticias que se estaban llevando a cabo en el Vaticano.

Le Monde es un periódico local de Francia, pero atribuye siempre en sus artículos ciertos datos de información sobre otros países para que los demás ciudadanos nos empapemos con toda la información que sea posible de lo que pasa en el mundo.

Había un artículo que hablaba de algo sobre el vaticano, decía lo siguiente:

Pablo VI, el Papa reformador que buscó la unidad de todos los cristianos

<<Que bueno que el mundo tenga a personas tan buenas como el Papa Pablo VI, ojalá todos fueran como él>>.

Me di cuenta de que ya era tarde, y luego vi llegar a Alex desde la ventana, le di un beso en la mejilla a mis papás y me fui corriendo a la puerta para abrirla y encontrarme a un Alex desesperado, tocando la bocina de su auto incesantemente para que me apresurara. Me disculpé lo suficiente para que arrancara el auto, apenas me subiera.

En 5 minutos, ya estábamos en la entrada de la escuela, corrimos lo más rápido que pudimos para no llegar tarde al salón de clases, y lo logramos. El profesor todavía no había llegado, una sensación de alivio se aferró a mi cuerpo, estaba preocupada por llegar tarde un día de examen. Me senté en mi mesa y vi algo raro, estaba rayada con tinta de marcador, decía:

<<¿Lograste darte cuenta, argentina? ;)>>

Tenía el ceño fruncido porque estaba confundida, hasta que recuerdo que esa frase solo me la diría el chico italiano, con esos orbes verdes, era muy lindo. Giré mi cabeza a todos lados para encontrarlo, pero no vi nada, tal vez alguien me estaba haciendo una broma pesada y yo estaba cayendo como una tonta.

El profesor había llegado y repartió las hojas del examen, teníamos dos horas para responder, lo que me daba bastante tiempo para analizar muchas cosas y escribir cartas luego de terminar. Terminé una hora antes —como siempre— y me dirigí al asiento del profesor, agarro mi hoja y la guardo, me fui a mi mesa otra vez, pero subiendo las escaleras noté algo raro, era el chico italiano.

Estaba en la última fila con los pies sobre la mesa y recostando su espalda en la de atrás luciendo muy cómodo, estaba como en un trance de sueño, creo que el profesor no lo había notado aún, ya que estaba leyendo el periódico. Me senté y empecé a escribir mis cartas, Alex había terminado después que yo y nos pudimos ir antes de que se cumplieran las dos horas.

Salimos a caminar por los pasillos un rato, en el camino nos topamos con el chico italiano, este llevaba una camisa negra, un pañuelo en su cabeza con su cabello despeinado, lentes de sol, su chaqueta de cuero con el símbolo de su pandilla, pantalones negros que combinaban con sus zapatos y unos guantes de cuero negros.

Lo sé, todo un motociclista, pero era uno muy guapo. Paso a mi derecha y le pregunté en voz alta:

—¿Qué Signifie? —pregunto mirando a su dirección mientras que él estaba de espaldas.

<<¿Qué significa?>>

 —¿Quoi? —pregunto confundido dándose la vuelta para mirarme.

<<¿Qué?>>.

—Le tatouge, ¿Qu'est-ce que cela signifie? —repetí la pregunta.

<<El tatuaje, ¿Que significa?>>.

—¿Pourquoi parlez-vous en francais sachant que je parle aussi espagnol? —me pregunto y yo no supe que responder, así que volví a hablar en español.

<<¿Por que hablamos en francés, sabiendo que yo puedo hablar en español?>>.

—No me respondiste —dije, esperando una respuesta.

—¿Por qué quieres saber? —me pregunta.

—Curiosidad —dije cortante.

—Ni siquiera sabes mi nombre —menciono de repente.

—Tú tampoco —respondí.

—Entonces, no te lo diré —dijo él dando media vuelta para irse dejándonos a Alex y a mí solos en los pasillos.

Mi curiosidad era muy inmensa, quería saber quién era ese chico italiano, no veía las ganas de poder saber cuál era su nombre, tal vez era porque parecía ser muy misterioso y rudo con su vestimenta. Alex me reprochó que no me volviera a acercar a él porque sería mejor que me concentrara en las entrevistas de admisión.

Sí, me había olvidado de las entrevistas.

Cuando salimos de la escuela, me encontré con mis papás esperando desde hace 15 minutos, y las entrevistas empezaban en menos de 10, así que me fui corriendo hacia el auto en donde ellos se encontraban, dejando solo a Alex.

Ya habíamos llegado a la Universidad de Versalles Saint Quentin, estaba muy nerviosa porque no sabía si me aceptarían o me tendrían en cuenta para estudiar ahí, era mi sueño estudiar en esa universidad, no quería estudiar en ninguna otra que no fuera la UVSQ.

Entre a la oficina del decano y me recibió con los brazos abiertos, me ofreció tomar asiento y obedecí, me agrado mucho su recibimiento, luego empezó a hacerme preguntas para comenzar la entrevista:

—¿Comme cette, Miss...? —me pregunto, pero se detuvo porque no sabía mi nombre.

<<¿Como está usted, señorita...?>>.

—Agustina. Agustina Monnier, monsieur —le respondí cordialmente.

—Eh bien, je voudrais commencer par vous interroger sur vosambitions, Miss Monnier. ¿Pourquoi voule-vous etudier a l'UVSQ? —me preguntó curioso.

<<Bueno, quisiera empezar por preguntarle sobre sus ambiciones Señorita Monnier. ¿Por qué quiere estudiar en la UVSQ?>>.

—La Psychologie est ma passion, et je veux la montrer ici, je sais que je devrais avoird'autres alternatives d'autres universites, mais c'est ma preferee et elle est proche de chez moi, et je peux etre proche de mes parents. Mon reve a toujours ete d'etudier a l'UVSQ —le dije y era la verdad. 

 <<La psicología es mi pasión, y quiero demostrarlo aquí, sé que debería estar teniendo otras alternativas de otras universidades, pero esta es mi favorita y está cerca de mi hogar, y puedo estar cerca de mis padres. Mi sueño siempre fue estudiar en la UVSQ>>.

Al final de la entrevista, el Decano me informó que me llamarían para hacerme saber su decisión luego de realizar todas las entrevistas pendientes que tenían en la universidad.

Me fui con mis padres a casa, pero enfrente estaba Alex esperándome en su auto para que pudiéramos ir al Café Versalles, era nuestro café favorito, siempre íbamos allí desde pequeños, ahí fue donde nos conocimos.

Lo sé, el típico cliché de los mejores amigos que siempre van a su café favorito porque ahí fue donde se conocieron.

Cuando llegamos, saludamos a Valentín, el dueño del café, era nuestro amigo y sabía nuestra orden de bebidas desde hace 10 años. Alex y yo nos sentamos en una mesa y él me explicó cómo le fue en su entrevista, lo escuchaba con mucha atención.

Valentín había llegado a nuestra mesa con las bebidas, yo había ordenado una malteada de chocolate y Alex una de vainilla, de repente se abrió la puerta del café, y vi que era una pandilla, no me sorprendió porque los motociclistas acostumbraban a venir al café de vez en cuando, pero lo que si me sorprendió era el chico que venía con ellos.

Sí, el chico italiano, el chico sin nombre —al menos para mí—; el chico con el tatuaje que está escrito en un idioma que no he podido descifrar. Ese chico, el chico de los ojos verdes y piel morena. Se dirigió a una mesa junto con toda su pandilla, me miró cuando se dio cuenta de que estaba ahí con Alex, me causó una sensación muy rara, yo quería romper el contacto visual, pero no pude, la curiosidad estaba matándome por dentro, quería saber muchas cosas de él, solo que, cada día que pasaba era más imposible.

Me sonrió y se sentó en la mesa que estaba al lado de la mía y Alex, junto con toda su pandilla. Se levantó para susurrarme algo al oído, lo que me dijo fue: "Hablemos afuera". Me quedé paralizada porque sentí un escalofrío cuando lo escuché cerca de mí, su voz era gruesa y muy profunda, tenía la facilidad de hacer que cualquier chica se rindiera a sus pies con solo una palabra. Obedecí lo que me dijo y salí del café con él.

—¿Me estás siguiendo, argentina? —me pregunta con una sonrisa arrogante.

—¿Por qué te estaría siguiendo, chico italiano? —pregunté confundida a lo que él se rio un poco.

 —¿En serio?, ¿Chico italiano?, ¿no tenías otro apodo para mí? —preguntó desconcertado y riendo.

—Es que pareces italiano, y como no sé de dónde eres, entonces te puse ese apodo —le aclaré.

—Me gusta — dice sonriendo —. Ahora respóndeme, ¿Me estás siguiendo?

—La que debe preguntarte, eso debería ser yo —dije con su mismo tono arrogante —, ¿me estás siguiendo, chico italiano?

—No —respondió.

—Bien —corte el asunto.

Me di media vuelta y cuando iba a empezar a caminar me dijo:

—Siervos Romanos —dijo.

—¿Cómo? —pregunté incrédula.

—Siervos Romanos —repitió.

—¿De qué hablas? —me sentí desorientada.

—Me preguntaste que significaba el tatuaje, eso es lo que significa —se acercó hacia mí con su mirada en mis ojos azules —. Ahora lo sabes, argentina.

No dije nada, me había quedado muda, quise preguntarle si era de Italia, pero me interrumpió para luego preguntar:

—¿Quieres dar un paseo? —señaló su moto.

—Oh, no, nunca me he montado en una motocicleta y mucho menos con un motociclista —negué de inmediato.

—¿Te da miedo? —rio.

—No, solo que... Mis padres pueden verme y no quiero que me castiguen —reproché.

—Yo te llevo luego, pero primero demos un paseo —propuso mientras se subía a la moto, es como si supiera que iba a aceptar su propuesta —... o ¿acaso tu novio es celoso?

—Él no es mi novio, es mi mejor amigo —aclaré.

—Entonces no tienes nada que temer —dijo pasándome un casco y de mala gana lo agarré.

Encendió el motor de su motocicleta y aceleró, estaba muy aferrada con los brazos alrededor de su torso con fuerza para evitar caerme.

Habíamos llegado a la plaza que se encuentra enfrente del Palacio de Versalles, estaba poniéndose el sol y la vista en ese momento se veía hermosa, como si un manto de terciopelo naranja estuviera cubriendo las nubes con ese color anaranjado la fuente de agua que estaba en todo el centro de la plaza, nos acercamos a la fuente y me dio una moneda, me sorprendí, por lo tanto, fruncí ligeramente el ceño por lo confundida que estaba: 

 —¿Qué haces? —inquiero.

—Pide un deseo, te doy la oportunidad —me dice con una sonrisa arrogante y alzo una ceja ante su acción.

—¿Una oportunidad? —rio ligeramente con una sonrisa que tenía de oreja a oreja, parecía estar hechizada por ese semblante de chico rudo que tenía, entonces tomé la moneda —. No creo mucho en este tipo de cosas, no soy de esperar a que los deseos se cumplan mágicamente.

—¿Quién dice que no se cumplen mágicamente? —cuestiona mirándome a los ojos —. Mi padre siempre me decía que: <<cuando pides un deseo, el universo hace hasta lo imposible por mostrarte el camino correcto para conceder tu deseo sin que tú mismo te des cuenta hasta después de que pasó>>.

Me sonaba muy sabio de parte de su padre, y pienso que se le notaba en el rostro que esa sabiduría también la heredó su hijo. El chico italiano sabía como conquistar a las mujeres.

—¿Qué pedirías si fueras yo? —le pregunto curiosa por su respuesta.

—Nada —me dice y lo miro confusa —. Nada que fuera para mí, sino para otras personas, como desear que la sociedad misma cambie algún día.

—Eso es... Tierno —dije sonriendo.

Respiré profundamente y dejé salir una bocanada de aire para concentrarme en pedir algo que valga mucho la pena, cerré mis ojos y lancé la moneda hacia la fuente, esta se hundió en el agua y abrí mis ojos, quería que se pudiera cumplir el deseo.

Luego, el chico italiano me agarró de la mano para que nos dirigiéramos a su motocicleta, estaba muy feliz por haber pasado un lindo día con él, no pensé que un motociclista fuera tan carismático con solo ver sus ojos.

Me detuve un momento y le pregunté:

—¿Los Siervos Romanos, son una pandilla, no es así? —le pregunto.

—Sí.

—Entonces eres de Italia... —saque mi propia conclusión y este asiente —. ¿Por qué no me has dicho tu nombre?

—Porque no quiero arruinar tu cabeza con solo un nombre —dice de forma arrogante —. Además, me gusta cuando me dices chico italiano, aunque me gustaría más si me llamaras Siervo.

—Ok, siervo chico italiano, ese será tu nombre y tus dos apellidos por ahora — digo sonriente.

Él sube a su moto y yo subo después, otra vez abrazándolo desde atrás para aferrarme con fuerza.

Ya era de noche y mis padres aún me esperaban en la sala, antes de entrar a casa el chico italiano me dijo lo siguiente: 

 —¿Tú como te llamas, argentina? —me pregunta sacándose el casco.

—Si te lo digo se pierde la diversión —digo con el mismo tono arrogante que él a veces tiene conmigo.

—Touche, pero al menos un apodo sería más apropiado para ti —menciona él.

—Llámame Tina.

—Bien, Tina argentina; será tu nombre y apellido por ahora —dice burlándose de lo que había dicho hace 10 minutos.

—Que gracioso —volteo mis ojos —. Adiós, Siervo.

—Hasta luego, Tina argentina —dice despidiéndose con su tono burlón.

Camino a la puerta de mi casa, entro, cierro la puerta y me encuentro a mis padres viendo la tele, subí las escaleras sigilosamente y no se dieron cuenta de que ya había subido.

Me dejé caer de espaldas sobre mi cama, tenía una tonta sonrisa estampada en el rostro, ni siquiera conozco a ese chico, solo hemos hablado y ya sé varias cosas sobre él, pero no sé su nombre, por lo tanto, no debería fijarme en si me gusta o no.

Además, no tengo tiempo para lidiar con una pareja en estos momentos, tengo que concentrarme en terminar la escuela, graduarme, ir a la UVSQ y empezar a trabajar para ser la relacionista pública de la empresa de mi padre.

Mi día de hoy ha sido muy interesante, aunque tengo un millón de preguntas, sé que tendré que averiguar esas respuestas por mi cuenta, solo con pensar en involucrarme personalmente en la vida de un chico que no conozco y que siempre tiene ese aire de confianza. Me da miedo, tener que cometer un grave error.

Para mi mala suerte asi fue, y ahí es donde voy a terminar cayendo, a un agujero negro sin fondo, donde seguiré cayendo hasta estrellarme contra el mundo y entender lo que me sucedió.

Era una chica que no había tenido ni idea de como se sentía estar enamorada, solo sabia cuando alguien me gustaba o me atraía, pero jamás supe como era estar enamorada. Tal vez el "amor" nubló mi juicio completamente y no quise verlo hasta que pasaron 50 años después.

50 años de mi vida... Los 365 días de cada año que pasaba, era como una tortura inmensa, no sé cómo pude seguir viviendo y como lo soporté, creo que me permití mejorar personalmente para evitar llegar al punto de querer acabar con mi vida en esos años de mi juventud.

Nunca tuve la oportunidad de decirle a ese hombre, que me hizo daño, que me hizo sentir cosas inexplicables por él, que lo amaba mucho, y aunque hizo todo eso, lo perdone, y seguiré perdonándolo para evitarme más sufrimiento en mi corazón y seguir adelante al día de hoy. 

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