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Capítulo 18

Plan de Rescate (parte 1)

Ciudad del Vaticano – Capilla Sixtina

Pietro Russo

La ciudad de la fé, la ciudad de cristo, está llena de personas que están esperando el momento más esperado para ellos. Qué patéticos se ven. Los veo desde mi balcón y sigo pensando que soy un ser superior a ellos.

Hoy tengo una reunión con los sacerdotes de la capilla para darme su bendición como el gran Papa. Debo organizar la exportación de blancas antes de la tarde con mi tío. Hoy me darán el cargo del gran Papa, solo espero que los periodistas divulguen en todas partes la noticia. Estoy haciendo todo lo que tenía planeado y con esta noticia no solo tendré a la Interpol encima, sino también a Tristán, quien tratará de culparme de cosas que no tiene ninguna prueba y todo el mundo en el Vaticano lo señalará de mentiroso.

Mi tío y yo nos fuimos al conclave para hablar con los "sacerdotes", quienes en realidad son mis socios disfrazados para no pasar desapercibidos por aquí y evitar las sospechas de la policía.

—¿Cómo está todo con las blancas? —les pregunto a todo ellos.

—Están drogadas con la meta —me responde uno de ellos —, cuando se den cuenta, estarán en España con muchos proxenetas que las estén prostituyendo.

—Además, tienen cápsulas con la droga en el estómago —habla otro de ellos —, no habrá mucho problema en el viaje.

—¿La Interpol? —inquiero.

—Los tenemos bajo control —responde mi tío —, ya uno de tus hombres se está encargando de ellos.

—Está bien —respondo —. Señores, bienvenidos a la era de los Siervos Romanos, no se arrepentirán.

—Eso esperamos, Rafael —contesta uno de mis socios más ancianos —, no queremos sorpresas esta vez, ya mataste a tu padre, no queremos que nos defraudes.

—¿Cuándo lo he hecho? —le pregunto con ironía. Sabe que jamás los he defraudado.

Mi padre no tenía carácter para llevar a cabo el negocio familiar, siempre dijo que quería erradicar el negocio de las drogas y era mejor traficar armas que sustancias psicoactivas, pero la realidad es que, las drogas son más compradas por jóvenes sin hogar; hombres borrachos; proxenetas, en fin, un montón de personas que buscan volar con un polvo blanco llamado cocaína o con un líquido amarillo llamado heroína. Son las drogas que más nos compran.

En cuanto a las mujeres, a los gringos les encantan las pelinegras con ojos marrones, son sus fetiches o algo asi. En Latinoamérica, les encantan las rubias con ojos azules. En México, les gustan las pelirrojas y castañas, mientras que, en Asia y África, les gustan las morenas con cabello largo.

—Ya es hora, sobrino —me informa Giovanni.

Ya es hora para empezar con la ceremonia.

Este será el momento en el que el mundo dejará que un criminal y un maestro del engaño gobierne en uno de los lugares más importantes del mundo.

Soy Pietro Russo, su santidad; arrodíllense ante su gobernante, mortales de segunda...

ᴥᴥᴥ

Versalles – Francia

Maximo Dumont

Estaba en los pasillos de la universidad guardando mis libros para irme a la compañía. Tristán me necesita ahora más que nunca, ya que Dylan está de luna de miel con Rose y con su mini Dylan. Estoy tan feliz por ellos y por la noticia que nos dieron el día anterior, al menos ellos serán felices por un tiempo. Cerré mi casillero y noté que una chica se me había acercado, era una chica pelirroja con ojos verdes muy linda, creo que jamás había visto a una chica tan linda como ella, recuerdo que la vi algunas veces en mis clases de finanzas. 

—Hola. Maximo ¿cierto? —inquiere y yo asiento con una leve sonrisa —, me llamo Clara Fontaine, somos de la misma clase de finanzas.

—Sí, lo sé, te he visto algunas veces —le respondo.

—Yo también a ti —se sonroja y yo solo sonrío por lo linda que se ve —, quiero decir... ay no —se lleva la mano a la cara por la vergüenza que siente —. Olvídalo, quería saber si estás ocupado esta noche.

—No lo sé exactamente —respondo —. ¿Por qué?

—Quería preguntarte si quisieras ir conmigo a la fiesta de Halloween de este año en la universidad —su propuesta me intriga tanto como su forma de mirarme.

—Tengo que pensarlo, pero tal vez —respondo y esta sonríe.

—De acuerdo —me dice —. Nos vemos luego, Maximo.

—Nos vemos, Clara —me despido y esta se queda estática en su lugar.

Necesito distraerme de la ruptura que tuve con Brigitte, la secretaria de Agustina. Aún recuerdo el momento en el que me la encontré besándose con uno de los empleados de la empresa. Como ese tipo la tocaba y la besaba en mis propias narices. Por suerte Agustina tuvo un poco de compasión de mí y los despidió a los dos por dar ese tipo de espectáculos en la compañía, ya que eso queda totalmente prohibido.

Llegué a la compañía, fui directamente a la oficina, empecé a trabajar y noté algo que me desconcertó, parece ser que las ventas no han ido muy bien. Hice un reporte rápidamente y me dirigí a entregárselo a Tristán. Cuando llegué a su oficina, estaba reunido con el Sr. Pierre y el Sr. Monnier, ambos tenían un semblante serio y preocupante.

—¿Interrumpo? —inquiero.

—No —me responde mi hermano —. ¿Qué sucede?

—Las ventas no van muy bien —empiezo —, cada día bajan un tres por ciento y eso me preocupa, Tristán.

—Esto era lo que me temía, Tristán —alega el Sr. Monnier —; que llegáramos a este punto, a este paso terminaremos en la quiebra.

—Agustina está tratando de ayudar con la imagen de la compañía —responde mi hermano —, todos estamos colaborando con ella. Mañana tendremos una rueda de prensa y les explicaremos todo a los ciudadanos.

—Les podemos asegurar que vamos a resolver esto —hablo y los dos señores me miran asintiendo.

Ellos se despiden de nosotros y me quedo con mi hermano mayor, quien es el ser más frustrado del planeta. Me acerco a su escritorio y me siento en la silla frente a esta.

—¿Dónde está Agustina? —pregunto por la castaña de ojos azules, novia de mi hermano, el chico de piedra.

—En su oficina hablando con las periodistas que vendrán mañana —me responde —. Por cierto... —me mira y yo estoy atento a sus palabras —... Me contó lo que sucedió entre Brigitte y tú —debí imaginarme que ella se lo contaría a mi hermano —, no voy a regañarte si eso es lo que piensas Maximo, eres mi hermano, no soy como nuestros padres y lo sabes. No me gustó que ella te hiciera eso y menos aquí en tu compañía, por eso no objeté cuando Agustina me dijo que la había despedido.

—Gracias hermano —le digo, mientras que asiento con la cabeza.

—Sobre el reemplazo de ella... —menciona —. Vendrá una chica, tengo su curriculum aquí —rebusca entre los papeles de su escritorio —. Clara Fontaine, es de tu universidad, al parecer.

—¿Qué? —no podía creerlo y le quité de las manos la hoja de su curriculum. Es ella —. Acabamos de hablar hoy, me pareció muy agradable.

—Recuerda que cualquiera puede ser agradable por fuera, pero por dentro están apuñalándote por la espalda —me recuerda las palabras del Sr. Pierre y yo asiento en muestra de entendimiento.

—Bueno, debo irme, adiós hermano —me despido de él y salgo de la oficina.

Clara Fontaine no se ve mala persona, pero como decía mi padre: es mejor prevenir que lamentar.

<<Mis padres>>, no he vuelto a saber de ellos luego de lo que nos enteramos.

Saber que trabajan con Pietro es demasiado asfixiante, ellos conocen nuestras debilidades y saben como somos, aunque realmente no nos conocen del todo. Han pasado unos meses desde que decidieron dejar esa nota en la puerta de la casa diciéndonos que se fueron y que no intentáramos llamarlos.

La gran hipocresía que mi madre demostró delante de nosotros tres fue demasiado doloroso para mí, estaba viendo cada facción de su rostro y, aunque sabe manipular, yo siempre supe que ella solo lo hacía como actuación, ella me enseñó lo que sé, no solo a mí sino también a Tristán.

Ambos sabíamos que ella mentía.

Entré a mi oficina para seguir con mi trabajo, el teléfono comenzó a sonar de repente y yo contesté, alguien estaba respirando agitadamente, cuando pronunciaron un Hola, mi presión arterial bajó en cuestión de segundos.

—¿Mamá?

—Mon fils... —habla con la voz quebrada.

—¿Estás llorando? —inquiero preocupado.

—Hijo, por favor, ayúdanos —me suplica en medio de llantos —, estamos siendo torturados en una bodega en Versalles, tu padre está malherido y lo drogaron. No sé qué hacer...

Esto debe ser una broma. ¿Torturar a mis padres?, Pietro ya se pasó de la raya.

—Madre —la llamo y su voz suena cada vez más agitada —, voy a ayudarlos, pero necesito que aguantes, ¿de acuerdo?

—S-Sí —tartamudea por el miedo que tiene. 

Lo primero que se me ocurrió fue llamar al agente Jeremy Collins para que rastreara la llamada. Luego de varios minutos, me informó que la llamada fue realizada en una de las bodegas de la compañía que quedaba a unos kilómetros de aquí. Me parece raro que sea tan cerca de nosotros.

Llamé a todos a la sala de juntas para hablar sobre lo ocurrido. Unos segundos después, entran Colin, Diego, Amber, Dimitri y Tristán, pero este último tiene el semblante igual que yo, preocupado y nervioso, lo que me hace pensar que él también recibió una llamada de mi madre. Agustina llegó después de que nos empezamos a sentar y luego entró el agente Collins para estudiar la situación.

—¿Qué sucede? —inquiere Agustina un poco preocupada.

—Mis padres están siendo torturados —menciono y todos quedan enmudecidos por la noticia. Agustina se ve tan pálida como yo cuando recibí esa llamada de mi madre con la voz quebrada.

—¿Te llamó a ti también? —me pregunta mi hermano y mis sospechas eran ciertas.

—Sí —respondí —, y dijo que a papá lo están torturando, dijo que estaban en una especie de bodega.

—La llamada fue realizada desde una de las bodegas de la compañía, alguien que trabaja aquí le dio acceso directo —explico el agente Collins.

—O alguien que trabajaba aquí —mencionó Agustina —. Pietro era el único que tenía acceso directo a las bodegas, tal vez hizo copias de las llaves.

—Pietro nunca se ensucia las manos asi como asi, Agustina —contradice mi hermano y tiene razón —, esto fue obra de uno de sus socios.

—¿Por qué sus socios harían algo como esto? —pregunta Amber.

—Entre las mafias siempre habrá rivalidades y torturan a las piezas más importantes de sus líderes —explica el agente.

—Ademas Pietro se ha ganado muchos enemigos en los últimos años por haber matado a su padre —recalca Diego —, con las mafias no se juega y él lo hizo a su antojo.

Seguimos analizando la situación y el agente Collins propuso que se llevara a cabo un operativo de rescate, pero yo me quise ofrecer para ayudar, al igual que Diego quiso ayudarme.

—¡No! —gritaron Dimitri, Agustina y Tristán al unísono, provocando que Diego y yo hiciéramos una mueca de disgusto por el ruido.

—Es muy arriesgado, señores —nos dice el agente.

—No me importa que sea arriesgado, quiero ayudar —alega Diego —. Además, esta también es mi compañía y voy a honrar la memoria de mi hermano y mi padre.

—Diego —lo llama Dimitri —. Cariño, es muy arriesgado...

—Lo siento Dimitri —lo interrumpe —, pero mi decisión ya fue tomada.

—Lo apoyo —secundo lo dicho por Diego —, se trata de nuestros padres Tristán, no contamos con nadie más —me dirijo hacia mi hermano —. Dylan no puede enterarse de esto, está en su luna de miel con Rose y no queremos que ambos se preocupen.

Mi hermano duda y posa sus ojos sobre Agustina, quien sacude la cabeza en forma de negación. Sé que es arriesgado, pero yo no soy un niño, soy un hombre capaz de tomar mis propias decisiones y cuando de mis padres se trata, mis decisiones son más serias.

—Enviaré a una de nuestras mejores agentes con ustedes, tiene mucha experiencia en cuanto a operativos de rescate —el agente toma el teléfono de la sala y empieza a hacer unas llamadas a la central.

Mi hermano y yo compartimos una mirada fría, típica expresión de nosotros los Dumont cuando queremos hablar en privado, nos levantamos y fuimos rápidamente a mi oficina. Sé que me va a decir que me tenga cuidado, pero por alguna razón pienso que esta vez será diferente. Llegamos y él se mantiene con su semblante frío, se cruza de brazos y queda frente a mí.

—Sé lo que me dirás y, aunque trates de regañarme, no eres mi padre —hablo primero un poco nervioso por lo que me vaya a decir —. Ya no soy un niño Tristán, no soy el pequeño Maximo que te gusta cuidar como si fuera tu hijo, porque ya puedo tomar mis propias decisiones —continuo —. Se trata de nuestros padres, y sé que hicieron mal por haberse aliado con Pietro, pero tal vez hayan cambiado.

—¿Terminaste? —inquiere con sarcasmo y no volví a hablar —. Sé que ya no eres mi pequeño hermano que tuve que cuidar como un hijo, lo sé y también creo que nuestros padres pudieron haber cambiado, pero... —se detiene por un momento —... Ten mucho cuidado. Dylan y tú son mis hermanos y siempre nos hemos apoyado, nos hemos acompañado en todo momento, asi que ten mucho cuidado. Cualquier cosa extraña que veas en mamá y papá no dudes en mencionarla por más estúpida que sea.

Por primera vez, puedo decir que una actitud de Tristán me sorprende, lo he visto en todas sus facetas y puedo decir que no me esperaba esta actitud de él. Tranquilo, preocupado, comprensivo; son las actitudes que he notado más en cierta persona.  Ella lo ha cambiado completamente, ahora no es ese típico hermano con corazón de piedra que nos regañaba a Dylan y a mí por hacer estupideces en la adolescencia, ya no es tan duro con nosotros. Es más amable y más paternal.

Algo que nuestro padre nunca fue.

—Mercy —fue lo último que pude decir ante lo que me dijo.

—De rien —me responde.

Salimos de mi oficina y entramos a la sala de juntas. Me detengo en seco cuando veo a la pelirroja de esta mañana.

¿Acaso me perdí de algo?, ¿Por qué ella está aquí, si ni siquiera la hemos contratado para ser la secretaria de Agustina?, esto se está volviendo cada día más raro.

—Señores Dumont —llama nuestra atención el agente y la pelirroja se sitúa a su lado —. Ella es la agente Clara Fontaine, una de nuestras mejores agentes juveniles en la central de la Interpol.

—Un placer conocerlos a todos —ella habla con seguridad y no titubea como lo hizo cuando estuvo a solas conmigo, actúa muy bien por lo visto.

—Ella los acompañará en el operativo de rescate —nos informa el agente —, ahora debemos irnos todos a la casa de los señores Dumont, debemos organizar todo allá.

—De acuerdo —responde Tristán.

Todos se van para irse detrás de él, pero yo detengo a Clara antes de que cruce la puerta y me deje con muchas dudas en la cabeza.

—Que fais-tu ici? —le pregunto y ella se mantiene con el semblante serio.

<<¿Qué haces aquí?>>.

—Excuse? —inquiere confundida.

<<¿disculpa?>>.

—Je t'ai pose une question —espeté un poco enojado porque no quería responderme.

<<Te hice una pregunta>>.

—Je na'i pas a vous donner une explication de ma vie, Monsieur Dumont —me dice seria, yo solo siento desconfianza hacia ella.

<<No tengo por qué darle explicaciones de mi vida, señor Dumont>>.

—Yo creo que sí —me cruzo de brazos —, porque por si no lo notaste este asunto es sobre mi familia y nosotros estamos cansados de personas falsas, no soy de los que juzga, pero si tratas de siquiera intentar algo contra nosotros... —me acerco a ella con lentitud —. No dudaré en averiguar tus planes, si trabajas con Pietro te arrepentirás de haber tenido que entrar a esta compañía.

—¿Es una amenaza? —inquiere desafiante.

—No —respondo —, es una advertencia porque ya estoy cansado de la gente como tú.

—Solo hago mi trabajo, Maximo...

—Para ti, soy Monsieur Dumont —le aclaro con total frialdad que nos caracteriza a los Dumont —. Haga su trabajo, señorita Fontaine.

—Oui, Monsieur Dumont —salgo de la sala con ella siguiéndome atrás.

ᴥᴥᴥ

Estábamos en la mansión. Todos habíamos trazado el plan y lo estudiamos al pie de la letra, nada de esto debía fallar. Si fallaba, podríamos morir Diego y yo, también la vida de mis padres está en juego en estos momentos. Hay un montón de agentes que nos acompañaran para ayudar y cubrirnos la espalda. Repetía el plan una y otra vez en mi mente, mientras que guardaba una pistola en el saco beige que llevaría para despistar a los enemigos. A mi lado estaba Diego haciendo lo mismo, pero este mantenía siempre su semblante serio, siempre ojeaba su pistola y la recargaba. 

—¿Crees que todo salga bien? —le pregunto, mientras arreglo el saco.

—Si esto no sale bien, lo más probable es que nuestros cuerpos sean destrozados por los mismos perros salvajes que tienen las mafias para alimentarlos —me dice y yo trago grueso con solo imaginármelo —, pero tranquilo, todo saldrá bien.

—¿Cómo sabes todo eso sobre las mafias? —le pregunto.

—¿Acaso importa? —inquiere con un tono evasivo.

—Solo era curiosidad —murmuro y este me ignora por completo. No entiendo como Diego puede ser tan diferente a Alex.

—Era uno de ellos —responde y yo lo veo incrédulo por la confesión —, estuve un tiempo en la mafia rusa. Papá no estaba de acuerdo hasta que le expliqué por qué — hace una pausa —, yo era parte de la CIA, tuve que infiltrarme en la mafia rusa para saber sobre sus planes. Nunca se percataron de mi presencia hasta que descubrí quién era el padre de Pietro. Descubrí los planes de Pietro y me enteré que huiría a Versalles, asi que mantuve a Alex al tanto de todo. Le costó la vida a mi hermano todo esto y quiero que ese mal nacido pague lo que le hizo.

Ahora todo tenía más sentido. Diego siempre fue el que nos ayudó desde las sombras para prevenir todo esto, aunque lo hicimos demasiado tarde, ya sabíamos de donde Alex tenía esos malos presentimientos con Pietro cuando llegó con su tío o "padre" como lo quiso llamar ante nosotros.

Estaba perplejo ante esa confesión de Diego, parece que él también era parte importante en todo esto. Después de todo, es un Molina, es el hermano de Alex y una pieza clave en nuestro plan de querer encarcelar a Pietro.

Los chicos entraron a la sala con el agente Collins y Clara, quien llevaba un traje de negro que se ajustaba a su cuerpo esbelto y realzaba su tono de piel. Su cabello rojizo estaba recogido en una cola caballo y llevaba una chaqueta de cuero negra para hacerse pasar por una pandillera de la zona. Mentiría si dijera que no se ve hermosa.

—¿Estás listo? —me pregunta Agustina y Tristán está a su lado.

—Sí —en realidad estoy aterrado.

—Ten cuidado, Maximo —me abraza —. No quiero que nada malo te pase a ti y a Diego.

—Nosotros nos aseguraremos de que todo salga bien, Señorita Monnier —dice el agente y Agustina se separa de mí para darle paso a mi hermano, quien también me da un cálido abrazo.

—Sé que tú puedes hermano —me dice —, salva a nuestros padres, te necesitan.

Le sonrío, mientras que asiento con la cabeza. Diego se había ido con Dimitri un momento al comedor para hablar a solas, yo estaba atento ante los movimientos de cada uno de los agentes y francotiradores que nos cubrirían la espalda durante el operativo. 

Luego de unos minutos, Diego y Dimitri aparecieron, el agente Collins nos dio dos micrófonos para que pudiéramos comunicarnos con ellos si llegábamos a tener problemas, también le dio uno a Clara, quien se lo puso de inmediato, al igual que nosotros. Terminamos con todo y fuimos los tres en una camioneta perteneciente de la Interpol. El agente Collins se quedaría en la camioneta con Dimitri, Colin y Tristán, mientras que Agustina y Amber se quedarían con los demás escoltas en la mansión.

Cuando llegamos a la zona en donde se encontraba la bodega, los tres bajamos de la camioneta y nos separamos para revisar el perímetro. Yo estaba caminando como si fuera un civil más, mantuve mi estado de alerta. El micrófono se encendió y escuché la voz de Clara y el agente Collins.

¿Me escuchan todos? —pregunta el agente.

Agente Clara Fontaine, escuchando fuerte y claro, señor —responde la pelirroja.

Diego Molina, escuchando fuerte y claro —dice Diego, a quien veo a lo lejos disimuladamente.

—Maximo Dumont, escuchando fuerte y claro —mantengo mi semblante serio, mientras veo hacia todas partes.

Buena suerte —es lo último que dice el agente.

Sigo caminando con cautela hasta que me informan que ya podemos ir en dirección a la bodega. Diego y yo mantenemos la distancia cuando entramos a un callejón que usamos de atajo para llegar más rápido a la bodega. Cuando llegamos, nos escondemos para evitar ser observados por los hombres de Pietro, nos percatamos de que no hay nadie y eso nos pone alertas a todos.

Rodeamos la bodega y nos encontramos con Clara, quien había conseguido una entrada escondida. Entramos y verificamos que no haya nadie. Los tres sacamos las armas, preparándonos para cualquier ataque, notamos que había sangre en el suelo y un poco de polvo blanco, eso me hizo pensar lo peor. Escuchamos ruidos que venían del segundo piso, Clara se encargó de revisar y Diego fue con ella, mientras que yo estaba revisando abajo para ver si alguien más estaba allí.

De repente siento una pistola en la sien y eso hace que levante las manos maldiciendo por dentro.

—Bonjour Maximo —me saluda una voz que reconozco.

—Bonjour Jacquet —respondo al saludo.

Aquí es donde todo el plan se viene abajo...

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