Capítulo 15
—¿Por qué lo hizo?
—Porque me gusta manipular a mis peones.
Tristán Dumont
La luz del sol me encandila los ojos mientras duermo, no quiero abrirlos, pero la sirvienta abre las cortinas de la habitación, me revuelco en la cama buscando el calor del cuerpo de aquella mujer que tanto amo y no está. Hay un espacio vacío a mi lado y no entiendo por qué.
—Bonjour, Monsieur Dumont —me saluda Loane, la sirvienta de la casa.
—Bonjour —estrujo mis ojos con mis manos para luego parpadear y la imagen sea nítida en mi campo de visión —. ¿Dónde está...?
—La señorita Monnier, está desayunando en el comedor —responde a mi duda y suelto una bocanada de aire mostrando alivio —. ¿Quiere que le traiga el desayuno a la habitación?
—No, gracias Loane —respondo —. Bajo en cinco minutos.
Asiente y se retira.
Por un momento pensé que se había ido y que me había dejado abandonado o que algo malo le pasó. Me levanté, tomé una ducha, me cambié de ropa y antes de salir recordé todo lo que ocurrió anoche, esa sensación de placer que ninguna otra chica saciaba antes y solo porque yo quería tener ese momento con ella, solo con ella. Ese fue el momento más feliz de toda mi vida y siempre lo recordaré con una gran sonrisa.
Bajo al comedor y me encuentro con la figura de la mujer que tanto amo, siempre imaginé el momento en que me la encontraría en casa, sentada en la mesa, luciendo como la señora de este hogar. Quiero tener una familia con ella algún día, pero antes debemos terminar con lo que tanto la atormenta.
Me mira, mientras come; sonríe, limpia su boca con la servilleta y habla:
—¿Dormiste bien? —su voz suave siempre me hará sentir bien.
—Sí —le devolví el gesto.
—Perdona si no me quedé contigo un poco más en la cama —se disculpa —, tenía mucha hambre y Loane se ofreció a hacer el desayuno.
—No te preocupes —me acerco a ella y le dejo un beso en sus labios.
Me siento a su lado y reparo su rostro, se ve deslumbrante, más de lo que acostumbra. Loane trae mi desayuno, como y escucho las voces de mis hermanos bajando al comedor, no sé qué cara pondrán al ver que Agustina está aquí.
—Loane, ¿puedes hacer chocolate...? —Dylan se detiene en seco al ver a Agustina, casi se ahoga con el jugo de naranja que estaba bebiendo —. ¿Agustina ahora es nuestra hermana adoptiva?
Yo no aguanto la risa cuando veo la cara de la castaña, quien no hace nada más que sonrojarse.
—Eh, hay una propuesta de publicidad de parte del periódico New York Times en Estados Unidos —cambia el tema y aclara la garganta —, ya reservé un vuelo esta mañana.
—¿No me consultaste? —le pregunté indignado.
—Es mi trabajo, Tristán —me dice —. Además, llevaré a los escoltas conmigo. No te preocupes por mí.
Asiento y esta se va a casa. Me quedo con mis hermanos unos minutos hablando sobre la boda de Dylan.
—Rose esta irritante —menciona el futuro novio.
—Es normal, pronto es la boda —bebo mi café.
—Ojalá no me case con alguien asi —comenta Maximo.
—Debes hacerlo —alego —, no hacerlo significa que la sangre de los Dumont se extinga por completo.
Gira los ojos.
Sé que me oigo como mis padres, pero ellos solo querían casarnos con mujeres de la alta sociedad por conveniencia, y yo quiero que nos casemos por amor con las mujeres indicadas.
—Ya todos saben qué piensas pedirle la mano a Agustina —Dylan cambia de tema, mientras bebe el chocolate caliente que le trajo Loane. No me sorprende, los chismes vuelan en esta ciudad.
—¿No es muy rápido? —inquirió Maximo y yo frunzo el ceño —. Es decir, ella a penas está superando todo lo que ha pasado con... —se detiene, no me gusta oír su nombre por las mañanas —... Ya sabes quién.
—Lo sé —asiento con la cabeza —. Yo estoy dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario, ella merece lo mejor de este mundo.
El tema muere de inmediato y seguimos comiendo, nos preparamos y salimos de la casa. El chofer dejó a mis hermanos en la universidad y luego me llevó a la compañía.
La compañía ha logrado volver a su punto de equilibrio y eso me llena de ánimos, ya que la gente de Pietro no podrá volver a someternos a la pobreza extrema. Camino por el lobby y me encuentro a Agustina, quien se preparó para ir a New York.
—¿Ya te vas? —pregunté.
—Sí, el vuelo sale a las 10:00 a.m.
—Está bien —le doy un beso —. Cuídate, no dudes en llamarme si estás en problemas.
—No me pasará nada —me reprocha mientras sonríe —. Cuídate tú también.
Le doy un último beso y ella se va al taxi que estaba enfrente del edificio. No es que no confíe en ella, en realidad, confío más en ella que nunca, pero los espías de Pietro son escurridizos y en un lugar como New York existen más espías y más personas como él, en cualquier otro lugar.
Llego a mi oficina y me encargo de los trabajos que tengo pendientes, todavía me duele la herida de la bala de aquella noche. Aún recuerdo esa noche como si fuera el único momento en el que sentí que Agustina en serio me amaba y eso me hizo mantenerlo en mí, una y otra vez sin omitir cada detalle.
—Sr. Dumont, disculpe la interrupción —se disculpa conmigo —, los escoltas de la señorita Monnier llamaron y solicitan hablar con usted, es de un asunto urgente.
Me ofreció el teléfono y yo me levanté para tomarlo, sin titubear, lo coloqué en mi oreja y uno de ellos habló.
—¿Quoi? —contesté.
—Sr. Dumont... —se detiene y eso me desespera —, sucedió algo un poco...
—¿Dónde está Agustina?
—No lo sabemos, señor —me dice y yo palidezco en seguida —. La dejamos en las oficinas del New York Times y luego la llevamos a su hotel, pero cuando entramos no se encontraba en ninguna parte, parece que la secuestraron....
La voz del escolta pasó de ser nítida a una voz opaca y un zumbido en mis oídos retumbó en estos, no escuchaba a nadie.
Agustina... no puede ser que estés secuestrada a estas alturas.
Voy a matar a Pietro Russo.
Cuelgo la llamada y me encamino a la salida de la compañía, pero me topo con los chicos.
—¿Tristán? ¿Qué sucede? —me pregunta Dimitri, viéndome de arriba a abajo.
No respondo y sigo mi camino preparando a todos los escoltas para iniciar la búsqueda de Agustina.
—Secuestraron a Agustina —confieso finalmente ganándome una mirada vacía de parte de todos.
—¡¿Cómo que la secuestraron?! —inquiere Rose furiosa, mientras que Dylan trata de calmarla —. ¡¿Dónde está, Tristán?!
—¡No lo sé! —vocifero —. ¡Me acaban de informar que la secuestraron en New York!
—Debemos buscarla ahora mismo —espeta mi hermano menor.
—¿Quién podría querer secuestrarla? —pregunta Amber —. ¿Quién querría hacerle daño?
—La única persona que ha sido capaz de arrebatarle todo... —le respondo —. Pietro Russo...
Esto es una guerra, italiano...
ᴥᴥᴥ
New York - USA
Agustina Monnier
Abrí mis ojos, todo estaba nublado, tardé unos segundos en darme cuenta de que estaba atada de brazos y piernas, traté de zafarme y mi campo de visión se volvió nítida al notar una figura extraña en un rincón del lugar en donde me tenían. Entré en crisis, entendí que me habían secuestrado, no sabía cuanto tiempo llevaba aquí, pero debía intentar escapar.
El desespero me ganó y no logré calmar la ansiedad que me proporcionaba esa aterradora situación, pensé que me harían daño, pero los hombres que me rodeaban estuvieron horas y horas sin moverse, solo estaban cruzados de brazos mirándome fijamente como si tuvieran que vigilarme para evitar que me escapara.
—¿Q-Qué hago aquí? —tartamudeo gracias al miedo que me recorre las venas —. ¿Quiénes son ustedes?
Ninguno responde.
Siguen en la misma posición como estatuas en un museo, uno de ellos se acerca lentamente con un teléfono y yo detallo todos sus movimientos, mientras que mi cuerpo tiembla como cachorrito asustado. El hombre me extiende el teléfono, lo tomo y se me dificulta hablar al escuchar un hola viniendo de la voz que más aborrezco:
—Pietro —susurro y palidezco de inmediato.
—Me alegra escuchar tu dulce voz argentina —me dice por la otra línea —. Me enteré de que Tristán y tú se casarán, y eso me molesta, Tina—percibo su furia desde el teléfono, lo conozco y sé de lo que es capaz.
—Pietro, escúchame —un silencio, avasalla la otra línea —, yo no me voy a casar con él, solo somos pareja porque necesito hacerlo pagar por lo que le hizo a Alex, ¿ok?
No responde, su respiración es lo único que resuena en el silencio sepulcral en el que nos sometimos. Suspira, se le dificulta hablar:
—Te creeré porque has sido muy leal para mí —por dentro de mí ya existe un gran alivio —, pero te mantendré vigilada. Y lo siento por Jacquet, él no te iba a hacer daño.
—Lo sé —le creo, no le conviene hacerme daño —, confío en ti, Pietro Russo.
—Hasta pronto, Tina —cuelga y me quitan las ataduras de inmediato.
Me colocan un pañuelo en los ojos, me meten a una camioneta y en cuestión de cinco minutos me encuentro en la entrada del hotel en donde me hospedo.
Todo esto me tiene tan nerviosa que miro de un lado a otro para evitar ser secuestrada otra vez o descifrar quienes trabajan bajo las órdenes del italiano. Cuando entro al lobby me detengo en seco al ver a la figura masculina con ojos grises que tanto amo. Lo abrazo y este me responde dejándome un beso en la sien, noto de inmediato que no vino solo, sino también con los chicos.
—¿Te hicieron algo? —pregunta angustiado —, ¿te lastimaron?, ¿qué te dijeron?
No podía responder sabiendo que había gente trabajando para él en todos lados.
—No podemos hablar aquí —frunce el ceño algo confundido —. No es seguro, hay que irnos a Versalles ahora mismo.
—De acuerdo —responde y vuelve a abrazarme, mientras que los demás nos miran.
ᴥᴥᴥ
Versalles – Francia
Tristán Dumont
Algo debió pasar en ese secuestro, Agustina ha estado muy nerviosa durante todo el viaje de regreso a Versalles, no ha querido emitir palabra, mira de un lado a otro como si buscara a alguien, lo que me hace pensar que Pietro pudo haberla amenazado o peor, la está vigilando desde lejos.
Al volver a nuestro hogar, llevamos a la argentina con su familia.
Los padres de Agustina la abrazaron y llenaron de besos, mientras que nosotros los veíamos y sonreíamos, el Sr. Monnier se acercó a mí y me abrazó, agradeció que la encontráramos a tiempo, nos separamos y los padres de Agustina nos dejaron a solas con la castaña en la sala principal.
—Agustina, estábamos muy preocupados —la abraza Rose —. ¿No te hicieron nada? —la ojiazul negó con la cabeza y yo me senté a su lado, mientras los demás se sentaban en otras sillas.
—No se preocupen por mí, estoy bien —asegura Agustina y me mira —. Pietro habló conmigo.
—¡¿Qué?! —exclamé. Lo sabía, ese malnacido no pudo soportar mucho tiempo —. ¡¿Qué te dijo?!
—Está furioso —no me sorprende —, sabe que somos pareja y que mencionaste que nos casaremos en algún momento, tuve que actuar rápido y le dije que no me casaría contigo. Le dije que era un plan a escondidas para hacerte pagar lo que le "hiciste" a Alex.
Debo admitir que me sorprende que haya recurrido a tal mentira solo para sacarlo del camino, eso me confirma que ha logrado cambiar y evitar dejarse llevar de lo que le dice Pietro.
—Tristán, era la única forma que tenía para calmarlo, y evitar que te volviera a suceder algo malo —sus ojos se cristalizan y se le quiebra la voz —. Él mandó a Jacquet a matarte porque sabe que somos pareja, pero le hice creer que lo amo para que no sospeche nada de lo que estamos haciendo en su contra.
—Agustina hizo lo correcto al decir eso —apoya Dimitri —, no tendría ningún sentido que ella le envíe cartas constantemente si cuando hablará con él, le dirá que lo odia. No tiene lógica, Tristán.
Asiento con la cabeza, aunque me duela admitirlo, tienen razón. Hizo lo correcto al engañar a Pietro de esa manera, usó su misma técnica con él y eso me tiene tranquilo porque ella está haciendo esto para protegerme y no para destruirme.
—Me mantendrá muy vigilada y el más leve rumor que se esparza, se lo dirán a la velocidad de la luz —informa ella.
—No te preocupes —apacigua Rose tomando su mano —, estaremos aquí para ayudarte. Hicimos un pacto cuando éramos niños y lo mantendremos hasta el final.
—No pudimos salvar a Alex, pero te salvaremos a ti siempre —asegura Dylan apoyando a su prometida con lo que había dicho —. ¿Cierto, Tristán?
—Sí —respondo firme —, siempre te salvaremos de ese agujero, aunque estés a punto de caer...
—Gracias —me besa.
El teléfono de la casa vibra y Agustina contesta, me lo pasa a mí y contesto algo confundido por su rostro desconcertado:
—¿Sí? —contesto.
—¿Tristán Dumont? —responden en la otra línea.
—Sí, soy yo —le respondo —. ¿Quién habla?
—Soy Killian Perrier, agente especial de la Interpol, me asignaron su caso y decidí en ponerme en contacto con usted directamente —solté una bocanada de aire al escuchar eso.
—Me alegra que no dejaran de lado el caso.
—Quisiera que nos reuniéramos en su oficina de Enterprise Versalles si no es molestia —pide.
—¿Ahora? —pregunto.
—Sí, señor —responde.
—De acuerdo, lo veré en la compañía en diez minutos.
Cuelgo y vuelvo a mi puesto. Les informo a los chicos sobre la llamada y estos se alegran por la noticia. Informamos sobre esto hace tres meses antes de que Jacquet me dispara bajo las órdenes de Pietro, al principio no tomaron muy en serio el caso y lo dejaron de lado hasta que mi padre habló con ellos personalmente y así presionarlos a aceptar el caso.
ᴥᴥᴥ
Luego de diez minutos, estábamos en la compañía esperando que el agente Perrier hiciera acto de presencia a la hora estipulada. Llegó después de tres minutos de retraso, se presentó antes nosotros, lo invité a sentarse en una de las sillas de la mesa y empezamos a darle nuestros testimonios de todo lo sucedido durante este año.
—Entonces me están diciendo que el Sr. Russo manipuló a la señorita Monnier para aniquilar el patrimonio del Sr. Dumont en muestra de venganza por haber "asesinado" al joven Molina meses atrás —hace un repaso rápido de lo que le confesamos hace una hora.
—Sí, agente —afirmo yo —. Ahora queremos acabar con esto de una vez por todas. Hoy secuestraron a Agustina bajo las órdenes de Pietro, le quiso dar una especie de escarmiento para asegurarse de que no intente nada en su contra.
—Y ¿usted que le dijo, madame Monnier? —le pregunta a ella.
—Que solo era pareja de Tristán para hacerlo pagar por lo que le hizo a Alex —explica —, eso fue lo primero que se me ocurrió y tuve que fingir que lo amaba. Él estaba muy molesto.
—Y ¿Quién nos asegura que usted tampoco nos esta mintiendo justo ahora? — inquiere el agente y me merma la sangre ante tal pregunta.
—¿A qué se refiere? —inquiere Agustina desconcertada.
—La secuestraron, eso no lo dudo, pero nadie estuvo allí para escuchar o afirmar que lo que está diciendo es cierto, madame Monnier —todos enmudecimos al escuchar eso, esto no me gusta para nada —. Necesito más que solo su palabra que, en estos momentos, pende de un hilo, ya que usted era cómplice del Sr. Russo —ella baja la cabeza avergonzada.
—¿Acaso esto es un maldito chiste? —cuestiono furioso —. ¡Ella casi muere por culpa de ese malnacido!, ¡él mató a nuestro amigo!, ¡manipuló a Agustina, se acostó con ella para mantenerla asegurada!, ¡y usted dice que ella puede estar mintiendo! ¡¿Quién nos asegura que usted no trabaje para ese infeliz?!
En ese mismo instante, saca un arma y me apunta. Todos levantan las manos y se dirige lentamente hacia Agustina, acerca el cañón a su sien y yo trato de apartarlo, pero este me lo impide cuando la agarra del cuello dejando el arma más cerca de su cabeza.
—Lo siento madame, pero debo asegurarme de que está cumpliendo su palabra —le susurró en su oído, no podía contener la ira —. Por lo que veo, no lo está cumpliendo.
—¿Quién eres? —pregunta ella entre sollozos que no hacen más que seguir aumentando mi rabia al verla asi.
—Soy solo uno de los más fieles seguidores del jefe —sonríe con malicia.
—Suéltame, por favor —aprieta sus ojos y al abrirlos sale una lágrima y eso me da pie para arremeter contra él.
Dispara, pero la bala sale en dirección al techo sin lastimar a nadie, golpeo en la mandíbula al secuaz de Pietro y este logra soltar a Agustina, quien se acuna en los brazos de Dimitri, Rose y Amber, mientras que, los demás me tratan de apartar del hombre para evitar que lo mate. Me sostienen de los brazos, me zafo del agarre cuando me ponen en pie.
Pietro es un imbécil que merece estar muerto ahora mismo y su secuaz pagará con creces las acciones de su jefe. Los guardias se lo llevan a rastras y el teléfono de la sala empieza a sonar, yo contesto y me responde un hombre que no reconozco.
—Tristán Dumont —contesto.
—¿Sr. Dumont? —respondió la voz del hombre.
—¿Quién habla? —pregunté.
—Soy el agente Jeremy Collins —responde —. Agente especial de la Interpol, me asignaron su caso hace cinco minutos sobre una demanda hacia el Sr. Russo.
—¿Trabaja para él? —le pregunto —. Nos trajeron a un agente también con el nombre Perrier.
—Sr. Dumont, no tenemos a ningún agente entre nosotros con ese nombre — maldito seas Pietro —. Le pedimos una disculpa.
—No se preocupe —dejo el tema de lado —. ¿Cuándo podríamos vernos?
—Mañana en la central de la Interpol.
—De acuerdo —respondo —. Gracias.
Colgué y me dirigí hacia los demás. Estaban alterados, debíamos de buscar una forma de calmarnos o tendríamos una crisis nerviosa.
Pietro ha llegado muy lejos con esto. Intentar matar a Agustina, solo para mantenerla vigilada. No me quiero imaginar lo que le haría si estuvieran juntos en una misma habitación. Tan solo de pensarlo me dan náuseas y dolor de cabeza.
—Escúchenme —exigí a los chicos —. Mañana iremos todos a Lyon y daremos un final a esto, luego de hablar con la Interpol nos concentraremos en seguir con la boda de Dylan y Rose.
Asienten al mismo tiempo y prosigo:
—Vamos a salir de esto todos juntos —continuo —. Pietro Russo caerá y estaremos vivos para verlo.
Dejaron sus ojos en mi mirada y yo fijé mi vista en la castaña con ojos azules. Estaba nerviosa, temblaba demasiado. Me acerqué a abrazarla y ella me lo permitió sin titubear, conmigo se siente protegida, y lo sé porque me lo ha demostrado durante estos últimos meses. Todo esto terminará pronto, estamos cerca de lograrlo.
Pietro Russo caerá y nosotros estaremos vivos para que Agustina tenga justicia y Alex pueda descansar en paz de una vez por todas.
Ahora...
Que comience la cacería...
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