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Capítulo 12

—¿Fue una sobredosis de pastillas?

—No. Fue una sobredosis de dolor 

Rose Pierre

Toqué varias veces la puerta de la habitación de Agustina, estaba algo deprimida y quiero darle un abrazo; darle mi apoyo, es mi amiga después de todo. Toco varias veces y no sale, imagino que está llorando en silencio. Veo a los demás hablando con los señores Monnier.

Vuelvo a tocar, llamo a Agustina y no pasa nada, trato de abrir la perilla, pero está cerrado con llave, no voy a descansar hasta que ella me abra la puerta.

Coloco mi oreja en la puerta, no se escucha ningún sollozo, solo el agua, dicho sonido viene del baño. Estoy empezando a ponerme nerviosa, grito más fuerte su nombre. La sensación de que algo malo está pasando me carcome por dentro, por lo que, Dylan sube rápido para ver que me ocurre, le ruego que abra la puerta y este, al ver que está con llave, la tira de una patada. Entramos desesperados, entro al baño de la habitación y, sin pensarlo, mis piernas fallaron en ese instante.

Agustina estaba pálida con los labios azules, tirada en la tina y no se movía.

—¡Dylan! —grito entre sollozos —. ¡Ayuda!

El pelinegro entra y llama a los demás. Entran desesperados, pierden el control. Dylan trata de reanimar a Agustina con pequeñas bofetadas en su mejilla y esta no responde.

La saca y se la lleva entre los brazos para sacarla de aquel lugar.

Los padres de Agustina lo ven salir de la habitación con su hija en brazos, inconsciente. La llevamos a la ambulancia.

En el trayecto, Dimitri y yo tratamos de reanimarla, gritamos su nombre infinidad de veces, pero no responde, parece...

No, no puede estarlo, no lo vamos a aceptar.

Eso nunca.

Llegamos al hospital y Agustina sigue sin reaccionar. Cuando entramos, el Sr. Monnier pide a gritos ayuda con su hija inconsciente entre sus brazos, los enfermeros llegan con una camilla y se la llevan rápido a la sala de urgencias, no nos dejan pasar hasta instalarla.

Yo rompo en llanto y Dylan me consuela.

Esto es mucho, Agustina no puede estar... no puede estarlo, tengo fe en que va a reaccionar. Todos estábamos angustiados. No queremos que algo malo le pase a la pobre Agustina.

Pasan horas y el doctor no ha aparecido en el pasillo. Dimitri y Colin se me acercan, se sientan uno a mi lado derecho e izquierdo.

—¿Qué fue lo que pasó, Rose? —me pregunta Colin.

—La... —las lágrimas empiezan a salir —... La vi allí. No tenía vida... Parecía estar...

—Hey... —me interrumpe Dimitri para que no siga hablando y en vez de eso, rompo en llanto.

Dylan se nos acercó

—Antes de entrar a ayudar a Rose... —suelta de pronto —, logré distinguir el frasco de antidepresivos vacío en el suelo.

—¿A qué te refieres con eso? —inquiero confundida.

—Que Agustina pudo intentar suicidarse —deduce Dylan.

—No —me niego —, ella no pudo haber intentado algo tan...

—Agustina estaba molesta e inestable antes de tomárselas —me interrumpe —, pudo haberlo hecho para acabar con el dolor.

—Sufrió mucho Rose, es lógico —Dimitri intenta hacer que comprenda la situación —. Yo también lo hubiese hecho...

—No hables de ella en tercera persona, Dimitri —reproché furiosa.

—Desolé —se disculpa.

No quiero escuchar a nadie, así que, me fui a otro asiento para esperar al doctor que está atendiendo a Agustina.

En cuestión de minutos, Dylan llama a Tristán para que venga de inmediato al hospital, le informa la situación y cuelga. No quiero imaginarme lo preocupado que va a estar cuando llegue, él es muy sobre protector con Agustina. La ama y lo entiendo. Yo también me hubiese puesto igual si se tratase de Dylan.

Tristán por fin llegó, justo en el preciso momento en que el doctor se nos estaba acercando para hablarnos de la situación de Agustina. 

—¿Son familiares de mademoiselle Agustina Monnier? —pregunta el doctor.

—Sí, somos el Sr. Y la Sra. Monnier —responde el padre de Agustina, nos señala a nosotros —, ellos son sus amigos.

—Bien —revisa el expediente —. La paciente está bien. Se logró limpiar todas esas pastillas de su sistema digestivo. Un minuto más y... no lo habría logrado.

—¿Y cómo está ahora? —pregunto yo.

—Está un poco débil, pero ya despertó —responde.

—¿Podemos ir a verla? —pregunta Dimitri.

—Sí, por supuesto.

Todos fuimos a la habitación en donde tenían a Agustina. Entramos, tenía una sonrisa triste, las lágrimas se deslizaban hacia sus mejillas. Se veía pálida, parecía que la hubiesen matado por dentro, como si su brillo se hubiese acabado definitivamente. Me dolió el pecho cuando la veía así. Sus padres la abrazaron fuertemente. Yo la abracé después de sus padres.

—Pensé que...

—Yo también lo pensé —me interrumpe entre sollozos.

—No vuelvas a hacer algo así, ¿de acuerdo? —exijo y ella asiente.

Los demás la abrazan mucho y yo me alejo para darles paso. Yo veo a Agustina, detallo cada uno de sus gestos. Si no hubiésemos actuado rápido, ella habría terminado muerta.

Porque si ella moria, yo vengaría su muerte, cueste lo que cueste.

ᴥᴥᴥ

Tristán Dumont

Todos se van y me dejan a solas con Agustina. No sabía qué hacer. Estaba paralizado, nervioso, ansioso, con ganas de besarla, pero sé que no puedo, lo que haría es confundirla más de lo que ya está. Su cara de niña me trae recuerdos vívidos de nosotros dos cuando éramos adolescentes.

—Tristán... —rompe el silencio. Me mira y yo me acerco.

—Agustina... —nos abrazamos y por primera vez puedo decir que estoy tocando el cielo con las manos al tenerla cerca de mí.

—Pardonne-moi—se disculpa entre sollozos —... Pardonne-moi pour tout, Tristán...

—No... —sostengo su carita entre mis manos —. Perdóname tú a mí. No te protegí como debía.

Sacude la cabeza a los lados y la vuelvo a abrazar.

—No quería hacerlo —suelta más lágrimas.

  —Respóndeme algo —separa su rostro de mi pecho para mirarme con sus ojos irritados —. ¿Fue sobredosis de pastillas?

—No —sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas al responder con la voz ahogada —, fue sobredosis de dolor.

Rompe en llanto. Con esto ya tengo suficientes razones para querer matar a Pietro Russo.

Después de ese momento no volvimos a dejar sola a Agustina. Las cosas son diferentes ahora, ella ha madurado. Le duele, sí, mucho, pero ella quiere olvidar a ese chico que tanto daño le hizo y lo único que espera es que él se pudra en la cárcel.

ᴥᴥᴥ

Ciudad del Vaticano

Al día siguiente de casi perder a Agustina, tuve que viajar a la ciudad del vaticano para hacerle una pequeña visita al manipulador italiano.

Agustina dijo que le seguirá escribiendo cartas para distraerlo y no dejar que dude que ella sigue de su lado. Piensa que así podría convencerlo de evitar que siga planeando atentados hacia los chicos. Me gustó la idea y no volvimos a hablar.

Estaba entrando en la capilla sixtina. Y pensar que alguien como Pietro Russo vino a profanar la capilla con sus pecados más oscuros.

Me cubrí con una gabardina, vine con unos escoltas para vigilar de cerca a Pietro y así tomar fotografías de las cosas que haga. Tendré pruebas concretas para meter a ese imbécil a la cárcel. Caminé hacia una de las esculturas que había allí, mis escoltas tomaban fotografías cuando veían que Pietro hacía algo sospechoso. A veces lo miraba de reojo.

Se dirigió a su oficina, subió por las escaleras y atravesó la puerta del baño, me dirigí a la de su oficina, en la puerta decía Padre Pietro —qué patético—. Entré en esta, busqué cualquier tipo evidencia que sea relevante para demandarlo. Encontré cartas selladas, las cuales eran de Agustina. Busqué más y encontré un arma.

Había reportes de ventas en cuanto a mercancía de drogas sobre su escritorio. Tomé algunas fotografías de la carpeta con mi cámara. Salí de la oficina y me dirigí al salón principal antes de que Pietro me viera, mis escoltas me llevaron al hotel donde me quedaría hasta el día siguiente. Me siento feliz de al fin tener algo de evidencia que inculpe al infeliz de Pietro.

Cuando entré a mi habitación asignada, tomé el teléfono de la habitación y marqué el número de la compañía. Los chicos estaban esperando mi llamada desde la mañana, contestaron luego de dos minutos. 

  ᴥᴥᴥ

Dylan Dumont

Estábamos en la sala de juntas, desde hace media hora estuvimos esperando la llamada Tristán, ya que aseguró que apenas tuviera las pruebas, nos llamaría y así confirmar su salida del Vaticano. El teléfono sonó y yo contesté.

—¿Tristán? —pregunté desesperado.

—A mí también me alegra escuchar tu voz, hermanito —se burla desde la otra línea.

—¿Conseguiste algo?

—Sí, mucho —está feliz. Genial —. Mañana mismo vuelvo a Versalles.

—¿Hubo problemas?

—No —responde. Qué alivio —, todo tranquilo.

—No cantes victoria aún, hermano —le recuerdo —. Recuerda que él puede hacerte lo mismo que hizo con Alex.

—Lo sé, no soy idiota, Dylan —resopla. A veces es necio —. ¿Cómo está ella?

—Muy bien, recuperándose —le resumo —. Está con Rose y Dimitri en estos momentos. La están ayudando a escribir las cartas que le enviará a Pietro.

—Bien, que lo siga haciendo —ordena —, dile que mañana vuelvo. Tenemos que hablar con ella para aclararle unas cosas.

—Apenas salió del hospital, hermano.

—No me voy a arriesgar, Dylan —reprocha. Si le llevo la contraria es peor.

—Está bien —accedo.

—Nos vemos mañana.

Cuelgo. Maximo, Colin y Diego esperan una respuesta de mi parte. Les conté lo que Tristán me dijo y estos están contentos con la noticia. Creo que por primera vez podremos decir que Pietro caerá de una vez por todas.

ᴥᴥᴥ

Agustina Monnier

Querido Pietro...

No estoy enojada contigo, en realidad estoy más enamorada de ti cada día.

Cada día que pasa, te pienso cada vez más.

Sé que debes estar lejos de aquí, pero quiero que recuerdes, que te amo, que te anhelo con toda mi alma. Que pese a lo que pasó, te sigo amando incondicionalmente, no me importa que suceda con los demás, yo quiero estar contigo y solo contigo. 

Porque yo soy tuya, Pietro Russo, tuya y solo tuya.

Estoy de tu lado, te apoyo en todas tus decisiones, no me importa si tengo que dejar Versalles, si lo dejo será porque te amo. Te prometo que jamás dejaré de amarte.

Con amor, Agustina.

—Esto fue más difícil de lo que creí —me quejé al terminar de escribir la carta —, jamás había escrito una carta tan hipócrita como esta.

—Lo sé —me dice Rose al tomar mi mano y Dimitri me toma de la otra para reconfortarme —, pero es necesario, Agustina.

—¿Y si nunca las lee? —inquiero pesimista —, ¿y si después de crear un caos aquí, leerá las cartas?

—Las leerá, te lo aseguro —concluye Dimitri.

—¿Cómo lo sabes? —pregunto intrigada.

—Tristán lo conoce muy bien —me explica —, por eso no dijo nada en contra de tu propuesta.

Bajo la cabeza, me recuesto sobre la silla y resoplo.

—Yo no sirvo para ser actriz —alego.

—No —me da la razón la rubia —, pero mientras más insistas en querer verlo, podrás lograr que venga a Versalles y se descuide. Cuando eso suceda será el momento en que lo atrapemos; mientras tanto, debes seguir, Agustina.

Asentí. No puedo quejarme, yo fui la de la idea y yo quiero tener justicia para vengar la muerte de Alex. Si él estuviera aquí, hubiera evitado que cometiera la locura que cometí anoche.

No me reconozco.

Una parte de mí murió otra vez, en realidad esa Agustina ingenua y adolescente, está enterrada tres metros bajo tierra, porque murió el 20 de Abril de 1968.

Seguí escribiendo cartas toda la tarde, tanto Rose como Dimitri se quedaron conmigo, dándome fuerzas para que siguiera escribiendo esas cartas cursis y clichés.

A partir de ese momento, se me ocurrió algo que jamás había pensado. Escribir un libro, contando mi vida, contando las atrocidades de Pietro y mis tragedias durante mis años de vida.

Asi fue, este es mi legado.

Lo único que mantiene esa parte de mí, viva... 

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