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Capítulo 10

Día uno – Carta uno

Querido Pietro...

Sé que te fuiste y aunque no entiendo el porqué, quiero que recuerdes que te amo, amo cada pequeña cosa de ti, amo tu pequeño tatuaje en el cuello, amo tus ojos, tu idioma, tu piel morena, tu boca, tu cuerpo bien tonificado, todo en el sentido de la palabra.

Amo tu personalidad, no hay ni un solo segundo en que deje de pensar en lo que hicimos.

Hicimos el amor apasionadamente como si fuera única vez que lo haremos. Quiero pensar que no es así y que nos veremos pronto.

Diego está del lado de los Dumont y los Pierre, son unos boludos, piensan que eres peligroso, no sé por qué piensan eso, si fueras peligroso ya me hubieras matado o algo así.

Tristán me quiere lejos de ti. No quiero alejarme de ti. Soy solo tuya, y pienso dejárselo en claro, porque puede llegar a hacer lo que tú me dijiste aquella vez.

Puede llegar a aprovecharse de mi vulnerabilidad y hacerme mucho daño, no quiero me ponga ni una mano encima.

Cuando veo su rostro, me repugna, me da escalofríos de solo pensar que ese hombre con tal de tenerme es capaz de hacer cualquier cosa, como matar a Alex.

Mató al hombre más importante de mi vida después de mi padre. Aún no puedo creer que él fue capaz de cometer algo tan atroz y frío, lo odio con todas mis fuerzas, Pietro.

Necesito que me des fuerzas para no tener que volver a verle la cara y evitar explotar en llanto cuando le diga las cosas que hizo.

Lo demandaré, lo prometo.

Me mostraste las pruebas de lo que hace y yo te creo. Creo todo de ti.

Confío en ti mi amor.

Confío en tus palabras.

Te creo, incondicionalmente.

Dimitri dijo que volvería a Versalles por unos días, me alegro de que él vuelva, quiero contarle sobre nuestra relación. Él es el único en quien confío, veo a Alex en sus ojos a veces porque sé que también lo extraña tanto como yo.

Creo que logré ponerte al día.

Te amo muchísimo Pietro, jamás lo olvides.

Con mucho amor, Agustina.

Terminé de escribir la carta.

Se la di a mi secretaria y esta se encargó de colocarle las respectivas estampillas para luego enviarla al Vaticano. No sé exactamente en que parte del Vaticano se encuentre Pietro, pero espero que la reciba y logre tener respuesta de él lo antes posible.

Me encontré con Diego en el camino, tenía un semblante serio, eso es lo que más lo caracteriza, según lo que me contaba Alex; en cuanto a personalidad son totalmente diferentes, aunque en físico se parecen bastante. Si no fuera porque nacieron en años diferentes, Diego y Alex serían gemelos.

Estaba cruzado de brazos en mi trayecto hacia la oficina de Rose. Necesitaba hablar con ella sobre el regreso de Dimitri.

—Si no te molesta Diego, necesito pasar —trato de rodearlo, pero este me lo impide —. ¿Qué te pasa?, necesito pasar.

—Tenemos que hablar —dice por lo bajo.

—No tengo nada que hablar contigo —me volteo para dirigirme a la oficina de Colin, no tengo suerte, ya que Diego vuelve a interponerse —. Je ne joue pas.

<<No estoy jugando>>.

Vociferé, pero este no se inmutó ante mi aclaración.

—Te dije que tenemos que hablar —volvió a recalcar firme, manteniendo su semblante serio —, ven conmigo.

Me lleva con él a la sala de juntas. Todos están ahí reunidos, incluyendo a Dimitri. Mi amigo está con ellos. No puedo creerlo.

—Siéntate Agustina —me ordena Diego y yo obedezco sin mirar a ninguno a la cara—. Tenemos algo que decirte.

Frunzo el ceño ligeramente para mostrar la confusión en mi rostro, ya que no entiendo el porqué de tanto silencio.

—Agustina... —murmura Rose llamando mi atención —... Sabemos lo que pasó entre Pietro y tú.

Al decir eso, instintivamente posé mi vista sobre Dimitri, quien estaba parado al lado de Tristán. Dimitri era el único que sabía lo que teníamos.

—Agustina, yo... —lo interrumpí.

—No —expresé cortante.

No dijo nada.

No quería escucharlo. Ya tengo suficiente con todos los demás que están a mi alrededor como para tener que escuchar su excusa. 

 —Dimitri hace esto por tu bien, Agustina —espeta Diego —. No puedes molestarte con él, no merece tu desprecio.

—¿Eso crees? —las palabras salieron amargas —. Yo creo que tengo todo el derecho de hacerlo. Le confié a Dimitri algo muy delicado para mí y él no hizo más que solo decirlo a los cuatro vientos. ¿Cierto Dimitri?

No me miró a los ojos, quería estampar su cara contra la pared.

Le abrí mi corazón, lo consideré mi mejor amigo porque el dolor de la muerte de Alex nos afectaba a los dos y lo primero que hizo fue traicionarme. Eso no se lo voy a perdonar nunca en mi vida.

Pensé que éramos amigos.

Pensé que había algo de bondad en él, hasta que me di cuenta de que es igual a los demás que estaban presentes en esa sala. Me sentí pequeña al estar ahí, pero mantuve mi frente en alto para que no vieran lo vulnerable que estoy últimamente.

—Pietro te manipuló, Agustina —soltó Diego. Fruncí el ceño y entreabrí mis labios en muestra de confusión.

—Diego, no debiste decirlo así —reclamó Dimitri.

—Pero ya lo dije, y no podemos seguir dándole más vueltas al asunto —espetó Diego.

Me reí. Me pareció divertido que estuvieran seguros de que les creería algo así, parecían unos sociópatas cínicos. Me miraron incrédulos y yo hablé entre carcajadas:

—¿En serio piensan que voy a creerles algo como eso? —seguí riendo — son unos cínicos.

—Cuando algo le da risa, su acento argentino se marca- explico Tristán y lo aniquile con la mirada por tener que hablar

—¿Qué da risa Agustina? —pregunta Dylan cruzado de brazos —, todavía Maximo no ha abierto la boca diciendo un chiste.

—¡Hey! —protestó el pelinegro —, oye por cierto, escuché uno muy bueno.

—¡Se taire! —exclamó Tristán, callando a sus hermanos —. Agustina, lo que dice Diego es cierto.

Lo miraba con desprecio mientras hablaba, no quería escuchar su voz, me irritaba su voz cada vez que lo escuchaba. Mantuve el semblante serio, no quería expresar ni una sola emoción, sabía que si lo hacía dirían blasfemias sobre Pietro y no lo voy a tolerar. Me levanté de mi asiento y dije lo siguiente:

—Pasaré mi carta de renuncia mañana mismo —sus ojos se abrieron, la noticia los dejó desconcertados, me dirigí a la puerta, la abrí un poco y añadí: —. El único monstruo aquí, eres tu Tristán Dumont. Espero que estés feliz de haber asesinado a Alex.

Y sin más salí de la sala para luego dirigirme a mi oficina, rompí en llanto. La impotencia no me dejaba pensar, quería salir de aquí, desde que llegué a aquí no he recibido más que sufrimiento. 

ᴥᴥᴥ

Tristán Dumont

—¡Les dije que ella no cedería tan fácil! —voceé en gesto de molestia —. ¡Les dije que él logró manipularla!, ¡él muy...!

—¡Suffisant! —exclamó Rose, callándome —. ¡Pietro habrá logrado eso, pero debemos evitar que Agustina tome la decisión de irse con Pietro!

—Debemos convencerla —dice Dimitri —. Si no lo hacemos, va a tomar represalias contra ti, Tristán... Ella te odia.

"Ella te odia", me dolió saber que Agustina piense que soy un monstruo, se supone que me conoce, pero el imbécil de Pietro logró manipularla lo suficiente diciéndole cosas que solo él haría. Me duele el pecho, sentí esas palabras como una bala. No voy a aceptar que Agustina me odie.

No podría soportarlo jamás.

—Creo que lo mejor será que te encargues de la compañía con mi padre —me dice Colin acercándose a mí —, solo mientras nos encargamos de hacer entrar en razón a Agustina. Ella lo dijo, te cree un monstruo...

Tensé la mandíbula.

Molesto no sería la palabra adecuada para describir lo que siento hacía Pietro en estos momentos.

Quiero verlo tras las rejas.

Quiero que Agustina vea la clase de persona que es.

Quiero verlo arder en el infierno.

Asentí con la cabeza y los chicos se fueron. Tiré una de las sillas a un costado, la rabia que estaba sintiendo en ese mismo instante no me dejaba pensar bien las cosas. De repente, recuerdos repentinos de Agustina y yo juntos, cuando éramos adolescentes, me abofetearon mentalmente.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla, nunca en mi vida había llorado. Ni cuando mis padres me amenazaban con exiliarme de Versalles o cuando el abuelo Dumont murió, ni siquiera cuando me informaron que habían intentado matar a mis hermanos. Entendí una cosa en ese momento.

No solo estaba enamorado de Agustina, estaba llorando por ella, por verla decepcionada de mí, esa chica con solo existir, hizo que mi corazón de piedra se volviera de agua —ustedes entendieron—.

Ella es la única capaz de destruir este corazón de piedra con solo decir unas cuantas palabras "Te odio Tristán", no quiero imaginar, oírlo de su propia boca. 

Me fui a mi oficina y allí encontré al Sr. Pierre, quien tenía un semblante preocupado y algo inquieto.

—Sr. Pierre —lo saludo estrechando su mano —, un gusto en verlo por aquí de nuevo.

—El gusto es mío Tristán —me responde el saludo —, pero me temo que tengo malas noticias para ti.

—Tome asiento, señor —le indico y este lo ignora, me siento en mi silla que está detrás de mi escritorio, el jefe de la casa Pierre comienza a hablar.

—Sufrí un atentado hoy en la mañana —tenso nuevamente la mandíbula —, y recibí una nota.

Me da la nota y la leo en voz alta:

"Me alegro de tener su atención Sr. Pierre, lamento que tenga que ser de esta manera, pero tenía que divertirme un poco. Le envío esta nota para informarle que si su hijo Dimitri intenta tocar a Agustina o ponerla en mi contra, haré lo que sea para que sufra lo mismo que sufrió el desafortunado Alex y su compañía tendrá que cerrar a la fuerza.

Sin más que añadir, me despido".

-P

Al leer la nota, mis músculos se tensaron, definitivamente tengo que darle la cara a Pietro para que deje este juego de una vez por todas.

—No sé a que juego están jugando con él —tenía las manos en los bolsillos de su pantalón negro. No se veía muy contento —, pero ese chico no va a parar hasta que dejen a Agustina en paz. Obviamente, hay alguien trabajando para él y los están vigilando.

Mi cabeza se centró en una sola persona que podría ser tan estúpido como para traicionarnos: Félix Jacquet, el investigador privado que habíamos contratado y que fue comprado por Pietro.

—Creo que ya sé quien pudo haber sido —le hago saber —. Diego, Dylan, Maximo y yo nos encargaremos de él.

—No cometan más errores. Deben terminar con esto de una vez —alega —, la pobre Agustina fue manipulada por Pietro y sus padres están más que preocupados. Quieren ver a Pietro en la cárcel y ahora.

—Lo verán allí. Se lo prometo, señor.

—Por cierto, tus padres llamaron —la mención de mis padres dejó un sabor amargo en mi boca —, preguntaron por Dylan y Maximo.

—Ellos están bien, que no se preocupen —respondo con simpleza —. Están en buenas o mejores manos que los de ellos.

El Sr. Pierre nota el tono de voz y trata de mantenerse tranquilo.

 —Pensé que me preguntarían por ti, pero... —lo interrumpo.

—Ellos se fueron y no quieren saber de mí. Punto —espeto.

—No es asi Tristán —alega para tratar de convencerme —, ellos te quieren.

—Si me quisieran, no se hubiesen ido y haber dejado una nota diciendo "nos fuimos que les vaya bien, arréglenselas como puedan" —vociferé con sarcasmo.

No dijo nada y se fue de la oficina.

Marque el número de que me había dado Félix. Lo llamé y este contestó, pero dijo algo en específico que me alteró.

—¡Pietro, ya te dije que no voy a seguir trabajando para ti! —exclamó histérico.

—¡Félix, stupide! —grito de la rabia.

—Sr. Tristán —dice desde la otra línea, nervioso —. Puedo explicarlo, yo...

—¡No quiero sus ridículas explicaciones! —vocifero —. ¡Ya sé todo Félix y esta vez no estará Pietro para salvarte el maldito pellejo!, ¡y si intentas llamarlo para informarle lo que sé, yo mismo te mato! ¡¿Entendiste imbécil?!

—S-Si señor —tartamudea.

—¡Te quiero aquí en la compañía! —le ordeno —. ¡Ahora mismo!

Cuelgo. Golpeo la mesa y no contengo las ganas de querer darle un puño a alguien en la cara.

Definitivamente, Pietro tiene a la mitad de los ciudadanos comprados, no será fácil lidiar con eso sabiendo que nosotros estamos prácticamente en quiebra. Agustina tenía facilidad para convencer a la gente para que trabajaran con nosotros, ahora quiere alejarlos porque, según ella, soy un monstruo de hombre, ademas de un supuesto criminal.

No quiero seguir con esto.

Haré todo lo que sea necesario para acabar con esto de una vez por todas.

Por Agustina Monnier, la mujer que amo y siempre amaré. 

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