Vigésima sexta carta
Estimado señor Lindsay,
Lamento profundamente mi pequeño exabrupto. Como Judy le habrá informado, sigo viva. Me han enviado a una clínica hermana de aquella en la que alguna vez me traté y estoy intentando escribir esta carta antes de la hora de visitas, pues solo podemos recibir gente del exterior entre las cinco y las seis de la tarde.
No sé si podremos seguir hablando. Pienso marcharme de Nueva York tan pronto como me concedan el alta, aunque no tengo idea de a dónde ir. Luisiana me parecerá embrujada si regreso y no espero que mi familia me reciba con los brazos abiertos. Mis padres estarán muertos y mis hermanas estarán casadas.
Creo recordar que tenía unos primos lejanos en alguna parte de Texas, cerca de El Paso. Ojalá ellos me recuerden también y no tengan problemas en acogerme un tiempo. Los médicos no me dejarán ir sabiendo que estaré sola, sin importar cuánto insista en que me encuentro mejor. ¿Se acuerda? Ya se lo había dicho.
Me consta que Texas no suena como un buen lugar para mí, sobre todo después de haber pasado tanto tiempo en la ciudad que nunca duerme. Sin embargo, es el único sitio que se me ocurre. Lo único de lo que estoy segura es que retornar a mi casa será imposible. Una rápida búsqueda en la guía telefónica puede revelar su ubicación y no me siento con ánimos de dar explicaciones. O de escribir.
Lo siento.
Saludos cordiales, Alazia M.
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