Vigésima quinta carta
Señor Lindsay,
Perdone mi caligrafía. Perdone el estado del papel. Perdone mi falta de elocuencia. Estoy escribiendo a toda velocidad.
Hugh llamó hoy. De mañana, temprano. Salí de la cama y fui al teléfono y, cuando lo levanté, era él. Era su voz. La reconocería donde fuera, aunque pasaran siglos.
—Alazia, ¿qué mierda...?
Colgué antes de que terminara la pregunta. Sé por qué ha llamado. Esto es grave, señor Lindsay. Es gravísimo. Llamé a Judy y traté de mantenerme lo más calmada posible. No quiero que se dé prisa. Espero que encuentre esta carta y se la entregue. El teléfono está sonando de nuevo y no pienso contestar. No dejé el pasador en la puerta. Cerré las ventanas y abrí el gas.
Gracias por leerme.
Adiós, señor Lindsay.
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