Estimado señor Lindsay,

Los problemas han regresado. Hugh no se dio por vencido. Según me contó Judy —quien sigue dando visitas periódicas a mi casa para mantener todo en orden—, las cartas continúan llegando. Le he pedido que ya no se moleste en abrirlas, pero a juzgar por la forma en que el teléfono suena mientras ella se ocupa del jardín o del polvo, diría que no va a ser tan fácil. Sus notas no llegan al buzón, sino que son deslizadas por debajo de la puerta, de modo que él aún debe estar en Nueva York.

No comprendo por qué se obsesiona tanto. Aunque soy consciente de que mis confesiones han afectado su imagen pública, me sorprende que busque solucionar esto en persona y no en la corte. Quizás demandarme por difamación lo exponga a que todavía más gente esté al tanto de lo sucedido, y la forma más simple sea convencerme de retirar mis acusaciones.

Lo único que tengo claro es que debo escapar cuanto antes. Si Hugh es tan inteligente como lo recuerdo, pronto descubrirá que estoy aquí. Mi única salida es marcharme de la ciudad. Ni Judy ni nadie podrá persuadirme de lo contrario.

Saludos cordiales, Alazia M.