Decimonovena carta
Estimado señor Lindsay,
Sam no ha llamado desde nuestra primera y última reunión. Creo que la he ofendido. Es una lástima. Me había dejado una buena primera impresión y me apetecía verla de nuevo. Espero que nuestra pequeña discusión no la haya hecho retractarse de haberme escogido para su ensayo.
Los días transcurren perezosamente. Pronto comenzará la primavera y mis petunias florecerán, aunque no tenga deseos de cuidarlas —creo que lo dejaré en manos de Judy—. Dedico mis tardes a la lectura y a la televisión, sumado a breves paseos por Central Park o rumbo a la biblioteca, cuando mis reservas comienzan a escasear.
Debo admitir que no he sido capaz de contenerme. En mi último viaje al ya mencionado edificio, pasé por los archivos y busqué rápidamente algo en relación a Hugh. Sé que no debería hacerlo; puede usted pensar de mí lo que quiera, señor Lindsay.
Lo más reciente que pude hallar fue un breve reportaje en un periódico sobre cine, nada más ni nada menos que sobre la boda. La tal Sylvia aparecía allí y, como no podía ser de otra manera, es una muchacha joven y hermosa. No pensé que fuera posible tener el cabello tan oscuro y sedoso. Se trata, desde luego, de una aspirante a actriz, de la que el muy patán dice haberse enamorado cuando esta audicionó para una de sus películas.
¡Ja, Hugh enamorado de alguien! Es el primer chiste en todos estos meses que honestamente me ha hecho reír. La chica debe ser un talento imprescindible para que Hugh esté dispuesto a ponerle un anillo con el fin de no perderla como artista. Tendré que recordar su nombre si quiero verla en la cantidad absurda de películas que de seguro harán juntos.
No me queda mucho más que contar. El balón de los hijos de los vecinos aterrizó en mi patio trasero —y sobre el pequeño huerto que solo tengo para mantener feliz a Judy, que no tolera la idea de que esté bien sin contar con grandes hobbies y tareas—. Un gato similar a Kai —aunque bastante menos arisco— se ha acostumbrado a venir a visitarme por las mañanas para que le dé comida. Compré unos cuantos prendedores por impulso y ahora me arrepiento de haber gastado tanto dinero en algo completamente innecesario.
Y no dejo de pensar en Sam. Ojalá regrese pronto. Ojalá no me haya prestado demasiada atención. Ojalá no haya decidido renunciar a sus aspiraciones. Eso es todo lo que me preocupa.
Saludos cordiales, Alazia M.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro