Querido mío:

Tal vez para este momento ya no esté ahí contigo, mirándote sonreír e intentando burlarte de la vida y las nimiedades que tanto preocupan a otros. Para este momento ya he partido ¿A dónde? Ni yo lo sé. Pero de una cosa estoy segura, y es que sin ti, no sé si valga la pena.

Quiero que sepas que no estás solo, estas rodeado de personas maravillosas que te aman tanto o igual de lo que te amé yo. No es fácil despedirme, las palabras se me atoran en la garganta cada que tu entras a la habitación, y me duele el alma saber que los minutos yacen contados, más no sé cuántos de ellos me alcancen para despedirme.

En este momento estas abajo, organizando a la familia para que puedan entrar, debo agradecerte por lo que haces y también por tratar de ser tu mismo cuando estás conmigo...

Gracias mi amor, no sabes la alegría que me dio de ver a mis hermanos, a mis sobrinos y abuelos, gracias. Por que se que sin tu ayuda no hubiese podido verles a todos. Ya todos se han ido y te has ido a casa por una muda de ropa, y aprovecho el tiempo para hacerte estas cartas, al principio no tenía claro que decir, pero ahora cuando más me acerco a mi final y la despedida es inevitable, todo se hace más claro.

¡Gracias! Por alegrar mis mañanas, mis tardes y mis noches. Gracias por regresar a casa después se cada pelea, que aunque no fuesen seguidas nunca pasaste la noche entera fuera.

Gracias por los cafés de la madrugada, por las copas de vino en las veladas, por tus oraciones cuando más lo necesitaba.

Gracias por amarme, pero también gracias por permitirme dejar ser yo misma todo el tiempo que a mi lado estuviste. Gracias cariño mío, mi amor, mi turrón, por ser miel a mis heridas y fortaleza en mis caídas. Eres y serás un gran hombre. No dejes que esta despedida cambie lo que eres. No lo dejes amor. Porque así yo te amo. Y donde quiera que esté te amaré.

Tengo que despedirme se que ya vienes, pero antes que nada solo me queda una petición, se que debo decírtelo de frente, pero me cuesta hablar cada vez más. Linda te dará esta carta en cuanto yo parta y sé que debes preparar todo para el funeral. Hazlo a tu manera, es tu despedida, pero una última canción yo te pido, "My way" de Frank Sinatra. Pues si es mi último adiós, quiero que sea con esa canción...

Has ido a cenar, me dolió en el alma que llorases cuando entraste a la habitación y oíste la canción de nuestra boda, estaba recordando ese hermoso día y ya sabes lo melancólica que soy y decidí ponerla.
Había llovido toda la mañana y yo estaba algo ansiosa y nerviosa, mi hermana te avisó, llegaste a casa empapado, mi madre no dejó que hubieras y tu mama no dejo que yo bajase a verte, quería sentir esa tranquilidad que siempre me trasmites. Pero... las tradicionalistas de nuestras madres dijeron que no, que hasta que llegara al altar.

Así que recuerdo (y me da risa recordar) que te subiste hasta mi cuarto y tras la puerta cerrada me susurrabas nuestras promesas. No supiste que detrás de la puerta estaba mi padre conmigo, había intentado ayudarme con los nervios.
Pero no es que no estuviera segura, lo estaba y aun estoy segura de tan grande amor. Solo estaba nerviosa de que todo saliera bien. Pero tú. Con tu personalidad y tus palabras me infundaron esa paz, que hasta el día de hoy me acompaña hasta el día que llegue el final. Te marchaste y yo solo abrazaba la puerta, mi padre se acercó y me abrazó, no sin antes limpiarme unas lágrimas que lloré. Y mientras me abrazaba me dijo: Nunca encontrarás un hombre que le plante cara a tu mamá como el lo acaba de hacer y además que se atreva a contrariarla. Se nota que el haría todo por ti, ve por el pequeña. Es lo único que vale la pena en esta boda.

Me hizo reír, sí, a tu costa. Pero desde que llegué a la iglesia y te vi ahí con tu traje y todo guapetón (aún más desde que te conocí) hice caso a lo que mi padre me dijo, la boda no valía nada sin ti ahí, eres y serás lo único que valga la pena en mi vida. Pero eres mucho más. Eres mi alegría, diversión, mi paz y tranquilidad, eres mi deseo, mi motor, eres todo.
Así que cariño por favor. No llores, por mí. Me dueles tanto. No quisiera partir, pero si he de hacerlo, quiero que sepas que me has hecho la mujer más feliz del mundo. Y que te amo, no importa cuántas veces lo repita, te amo, te amo, te amo.

Te estoy eternamente agradecida por todo el amor que me das y es en estas cuantas letras que quiero decirte aquello que se aglomera. Pero por hoy, solo quiero decirte una vez más gracias, por luchar por lo nuestro y por todo, las palabras no alcanzan para agradecerte.

Y es por eso, que si vas a nuestra habitación, debajo de la cama encontrarás un cofre. Sí, ese que no dejaba que mirases y que candado tiene. Mi hermano te dará la llave, ahí encontrarás todas las cartas, poemas y versos que me inspiraste desde la primera vez que te vi. ¿Recuerdas? Espero que sí. Tal vez te sirvan para entender todo el amor que me haces sentir y que el tiempo a tu lado no solo fui feliz, fui plena.

Con amor, L.